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Beatriz Gimeno | El Diario, 2014-06-26
http://www.eldiario.es/zonacritica/Aborto-orgullo-gay_6_275132514.html
Esta semana han ocurrido dos hechos que, aunque no lo parezca, están relacionados. El martes, la asociación de la que he sido presidenta muchos años, la FELGTB, fue recibida por el rey, y es posible que el viernes, presumiblemente cuando este post ya esté publicado, el Consejo de Ministros apruebe el mayor retroceso para los derechos de las mujeres vivido en democracia. Cuando Boti Gª Rodrigo, Presidenta de la FELGTB, le daba la mano a los reyes y ese hecho era portada de los diarios, yo sonreía para mis adentros y pensaba en La Razón y La Gaceta, en los obispos y arzobispos, en el Foro de la Familia y en las familias "normales" a las que el PP considera tales; pensaba en Intereconomía, en 13tv y en todos los idiotas que quieren curarnos. Pensaba en los comentaristas políticos de estos medios que la semana pasada peloteaban a la monarquía, y que son los mismos que muy a menudo escupen una repugnante homofobia, transfobia o misogina. Ayer, todos estos, se ahogaban en su propia rabia. Eso me produjo mucho placer.
Y mientras pensaba eso, pensaba también en la adolescente lesbiana, en el chico gay o en la niña trans que estaba viendo esa misma escena sentada junto a sus padres en el salón de su casa. Y la imaginaba más segura de sí misma, con menos miedo, mirando a sus padres de reojo. Se mire como se mire, la invitación de la Jefatura del Estado a las asociaciones lgtb es una victoria sobre la homofobia y transfobia, y aquellos que la practican y que la defienden públicamente pierden una batalla; la lgtbfobia institucional sufre un duro golpe. Esta recepción se producía, además, en la Semana del Orgullo lgtb. Y justo el día antes del 28 de Junio, el Día Internacional del Orgullo homo y transexual, es cuando puede aprobarse el anteproyecto que hará desaparecer el derecho al aborto en España.
Es inevitable para mí pensar en conjunto en estos dos hechos aparentemente tan distanciados. La lucha de las mujeres por sus derechos y la lucha de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales tienen mucho en común, un largo camino que hemos recorrido juntos y que aun tiene un futuro por escribir. Los derechos de las mujeres y los de las personas lgtb tienen en teoría los mismos enemigos y tienen, también en teoría, una base común: las normas y roles de género que establecen la desigualdad de las mujeres frente a los hombres, la identidad absoluta entre género y sexo, y todas las normas que establecen la primacía de la heterosexualidad sobre la homosexualidad.
La lucha lgtb y la lucha por el derecho al aborto son luchas históricamente muy unidas. El feminismo está en la base de aquella. Fueron las mujeres las que primero desafiaron la norma sexual, las que proclamaron la autonomía corporal y la separación entre sexualidad y reproducción; entre sexualidad y familia e incluso entre sexualidad y amor. La lucha feminista abrió el camino a la lucha lgtb y eso es algo que reconocen la mayoría de los teóricos y activistas gays, que por eso mismo, suelen llamarse y reconocerse feministas. La propia FELGTB se reconoce así en sus estatutos, como organización "feminista". Esa es la razón también de que, tradicionalmente, aquellos países que reconocen derechos plenos a las mujeres son los mismos que se los reconocen a las personas lgtb. Y al contrario, los países que reprimen a las personas lgtb, no reconocen derechos plenos a las mujeres. Nuestro destino ha estado unido desde que surgió el feminismo y el movimiento lgtb contemporáneo, aunque ya sabemos que históricamente no ha sido así. La homofilia histórica tiene un poso misógino muy grande. Me pregunto si es esa misoginia homófila la que buscan recuperar algunos gays.
Estamos en un momento en el que podemos estar asistiendo a cierto cambio. Los derechos lgtb se afianzan en algunos países en los que, sin embargo, los derechos de las mujeres, con el aborto como centro, retroceden o, al menos, no dejan de ser fuertemente contestados y se encuentran siempre en peligro. Nuestro país es un ejemplo, pero no es el único. Una vez conseguida cierta normalización social para las personas homosexuales, una vez que la visibilidad se ha producido en todos los estratos sociales, en todas las profesiones; una vez que actores, banqueros, políticos, militares, curas, magistrados o profesores gays han salido del armario; una vez que se han declarado gays hombres del PP y de Izquierda Unida, el estigma social y cultural sobre la homosexualidad, al menos el estigma público, se encuentra cercado. La ley nos iguala y, aunque sigue habiendo muchísima homofobia (los cambios culturales profundos necesitan más tiempo) es verdad que la homofobia institucional es cada vez menor. Nosotras, en cambio, no nos alejamos nunca del filo de la navaja y siempre estamos, en todo el mundo, sometidas a la posibilidad de retrocesos brutales
Es evidente que la razón de que esto sea así es que los gays son hombres y que ser gay y machista no está reñido; hay gays en todas partes. En la extrema derecha, entre los antiabortistas, entre los políticos más reaccionarios hay tantos gays como en la izquierda o en los movimientos sociales. Una vez que hemos conseguido que la homosexualidad sea reconocida como una orientación sexual más, muchos gays que jamás hubieran soñado con vivir su homosexualidad abiertamente pueden ahora hacerlo con naturalidad y ya no nos buscan como aliadas. Son hombres, son importantes, son los privilegiados, son aquellos que se creen la medida de todas las cosas, son los que saben que tienen derechos, son los que se atreven a decirnos a nosotras que sobre nuestro cuerpo mandan otros poderes, poderes masculinos, se entiende.
Que no se me entienda mal. Muchos, muchísimos gays, la mayoría, han estado y siguen estando con las mujeres en nuestra lucha por ser tan libres como los hombres e iguales a ellos. Pero en los últimos meses hemos podido ver cómo algunos gays, siendo ya ciudadanos plenos y dueños de sus propios cuerpos, de sus propios placeres, de su sexualidad, disfrutando de su autonomía, se han atrevido a negarnos a todas las mujeres el disfrute de eso mismo que ellos tienen ahora gracias entre otras muchas cosas a muchas mujeres, entre ellas yo misma, que estuvieron en primera línea en la lucha por sus derechos (que son también los nuestros). Qué rápido se han olvidado de esa lucha común y que pronto se han apresurado a ponerse en la parte masculina y privilegiada del mundo. Qué rápido se han olvidado que en este país la lucha lgtb fue protagonizada en gran parte por mujeres, por más que hayamos sido, en gran parte, invisibilizadas. Pero todo esto en definitiva tampoco es nada extraordinario; es lo de siempre, porque siempre estamos en primera fila: en la PAH, en las mareas, contra la pena de muerte, por la escuela pública, contra el racismo, contra el hambre, en el ecologismo, por la renta básica, por una Europa social. En primera fila pero no siempre reconocidas en la misma medida. Ahora estamos en la lucha por nosotras mismas, porque nadie, ni los hombres, ni las leyes, ni la cultura, tengan posibilidad de usurpar la legítima disposición sobre nuestros cuerpos. Las leyes sobre el aborto son el punto nodal de los derechos de las mujeres; no hay para nosotras una ley más importante que ésta, porque si se permite que un poder externo nos atraviese y determine, se nos convierte en menores de edad, en cuerpos al servicio de otras causas: de la política, del estado, de la demografía, de la cultura, del poder...y no en humanas plenas, libres e iguales.
Afortunadamente, esos gays a los que me refiero son una minoría y la mayoría de los hombres, gays y heterosexuales, está a nuestro lado en este punto (no hay más que ver las encuestas) Pero los gays especialmente, deberían saber que si los derechos de las mujeres se frustran... es muy posible que, finalmente, sus propios derechos se vean en riesgo. Este año celebramos el Orgullo saliendo a la calle por todas aquellas personas lgtb en el mundo que no pueden hacerlo. Pero aquí mismo las mujeres estamos viviendo un retroceso insoportable, y por eso aprovecho para reivindicar un Orgullo Feminista, para decir bien alto que mi cuerpo soy yo y que nadie puede legislar en contra de mi integridad corporal o de mi libertad. En el Día del Orgullo alzamos nuestras voces por un aborto libre, por un mundo libre de machismo, por los derechos de todas las mujeres y de las personas gays, bisexuales y transexuales.
Y mientras pensaba eso, pensaba también en la adolescente lesbiana, en el chico gay o en la niña trans que estaba viendo esa misma escena sentada junto a sus padres en el salón de su casa. Y la imaginaba más segura de sí misma, con menos miedo, mirando a sus padres de reojo. Se mire como se mire, la invitación de la Jefatura del Estado a las asociaciones lgtb es una victoria sobre la homofobia y transfobia, y aquellos que la practican y que la defienden públicamente pierden una batalla; la lgtbfobia institucional sufre un duro golpe. Esta recepción se producía, además, en la Semana del Orgullo lgtb. Y justo el día antes del 28 de Junio, el Día Internacional del Orgullo homo y transexual, es cuando puede aprobarse el anteproyecto que hará desaparecer el derecho al aborto en España.
Es inevitable para mí pensar en conjunto en estos dos hechos aparentemente tan distanciados. La lucha de las mujeres por sus derechos y la lucha de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales tienen mucho en común, un largo camino que hemos recorrido juntos y que aun tiene un futuro por escribir. Los derechos de las mujeres y los de las personas lgtb tienen en teoría los mismos enemigos y tienen, también en teoría, una base común: las normas y roles de género que establecen la desigualdad de las mujeres frente a los hombres, la identidad absoluta entre género y sexo, y todas las normas que establecen la primacía de la heterosexualidad sobre la homosexualidad.
La lucha lgtb y la lucha por el derecho al aborto son luchas históricamente muy unidas. El feminismo está en la base de aquella. Fueron las mujeres las que primero desafiaron la norma sexual, las que proclamaron la autonomía corporal y la separación entre sexualidad y reproducción; entre sexualidad y familia e incluso entre sexualidad y amor. La lucha feminista abrió el camino a la lucha lgtb y eso es algo que reconocen la mayoría de los teóricos y activistas gays, que por eso mismo, suelen llamarse y reconocerse feministas. La propia FELGTB se reconoce así en sus estatutos, como organización "feminista". Esa es la razón también de que, tradicionalmente, aquellos países que reconocen derechos plenos a las mujeres son los mismos que se los reconocen a las personas lgtb. Y al contrario, los países que reprimen a las personas lgtb, no reconocen derechos plenos a las mujeres. Nuestro destino ha estado unido desde que surgió el feminismo y el movimiento lgtb contemporáneo, aunque ya sabemos que históricamente no ha sido así. La homofilia histórica tiene un poso misógino muy grande. Me pregunto si es esa misoginia homófila la que buscan recuperar algunos gays.
Estamos en un momento en el que podemos estar asistiendo a cierto cambio. Los derechos lgtb se afianzan en algunos países en los que, sin embargo, los derechos de las mujeres, con el aborto como centro, retroceden o, al menos, no dejan de ser fuertemente contestados y se encuentran siempre en peligro. Nuestro país es un ejemplo, pero no es el único. Una vez conseguida cierta normalización social para las personas homosexuales, una vez que la visibilidad se ha producido en todos los estratos sociales, en todas las profesiones; una vez que actores, banqueros, políticos, militares, curas, magistrados o profesores gays han salido del armario; una vez que se han declarado gays hombres del PP y de Izquierda Unida, el estigma social y cultural sobre la homosexualidad, al menos el estigma público, se encuentra cercado. La ley nos iguala y, aunque sigue habiendo muchísima homofobia (los cambios culturales profundos necesitan más tiempo) es verdad que la homofobia institucional es cada vez menor. Nosotras, en cambio, no nos alejamos nunca del filo de la navaja y siempre estamos, en todo el mundo, sometidas a la posibilidad de retrocesos brutales
Es evidente que la razón de que esto sea así es que los gays son hombres y que ser gay y machista no está reñido; hay gays en todas partes. En la extrema derecha, entre los antiabortistas, entre los políticos más reaccionarios hay tantos gays como en la izquierda o en los movimientos sociales. Una vez que hemos conseguido que la homosexualidad sea reconocida como una orientación sexual más, muchos gays que jamás hubieran soñado con vivir su homosexualidad abiertamente pueden ahora hacerlo con naturalidad y ya no nos buscan como aliadas. Son hombres, son importantes, son los privilegiados, son aquellos que se creen la medida de todas las cosas, son los que saben que tienen derechos, son los que se atreven a decirnos a nosotras que sobre nuestro cuerpo mandan otros poderes, poderes masculinos, se entiende.
Que no se me entienda mal. Muchos, muchísimos gays, la mayoría, han estado y siguen estando con las mujeres en nuestra lucha por ser tan libres como los hombres e iguales a ellos. Pero en los últimos meses hemos podido ver cómo algunos gays, siendo ya ciudadanos plenos y dueños de sus propios cuerpos, de sus propios placeres, de su sexualidad, disfrutando de su autonomía, se han atrevido a negarnos a todas las mujeres el disfrute de eso mismo que ellos tienen ahora gracias entre otras muchas cosas a muchas mujeres, entre ellas yo misma, que estuvieron en primera línea en la lucha por sus derechos (que son también los nuestros). Qué rápido se han olvidado de esa lucha común y que pronto se han apresurado a ponerse en la parte masculina y privilegiada del mundo. Qué rápido se han olvidado que en este país la lucha lgtb fue protagonizada en gran parte por mujeres, por más que hayamos sido, en gran parte, invisibilizadas. Pero todo esto en definitiva tampoco es nada extraordinario; es lo de siempre, porque siempre estamos en primera fila: en la PAH, en las mareas, contra la pena de muerte, por la escuela pública, contra el racismo, contra el hambre, en el ecologismo, por la renta básica, por una Europa social. En primera fila pero no siempre reconocidas en la misma medida. Ahora estamos en la lucha por nosotras mismas, porque nadie, ni los hombres, ni las leyes, ni la cultura, tengan posibilidad de usurpar la legítima disposición sobre nuestros cuerpos. Las leyes sobre el aborto son el punto nodal de los derechos de las mujeres; no hay para nosotras una ley más importante que ésta, porque si se permite que un poder externo nos atraviese y determine, se nos convierte en menores de edad, en cuerpos al servicio de otras causas: de la política, del estado, de la demografía, de la cultura, del poder...y no en humanas plenas, libres e iguales.
Afortunadamente, esos gays a los que me refiero son una minoría y la mayoría de los hombres, gays y heterosexuales, está a nuestro lado en este punto (no hay más que ver las encuestas) Pero los gays especialmente, deberían saber que si los derechos de las mujeres se frustran... es muy posible que, finalmente, sus propios derechos se vean en riesgo. Este año celebramos el Orgullo saliendo a la calle por todas aquellas personas lgtb en el mundo que no pueden hacerlo. Pero aquí mismo las mujeres estamos viviendo un retroceso insoportable, y por eso aprovecho para reivindicar un Orgullo Feminista, para decir bien alto que mi cuerpo soy yo y que nadie puede legislar en contra de mi integridad corporal o de mi libertad. En el Día del Orgullo alzamos nuestras voces por un aborto libre, por un mundo libre de machismo, por los derechos de todas las mujeres y de las personas gays, bisexuales y transexuales.
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