Imagen: La Vanguardia |
Feministas de referencia arremeten contra la “identidad de género” y son tachadas de “transfóbicas”.
Cristina Sen | La Vanguardia, 2019-07-15
https://www.lavanguardia.com/vida/20190715/463469583311/feminismo-transexualidad-mujeres-identidad-genero-amelia-valcarcel.html
La polémica entre el feminismo y colectivos trans, que se iba larvando en los últimos tiempos, ha explotado estos días debido al debate suscitado en la escuela feminista Rosario Acuña, que con el liderazgo de Amelia Valcárcel (catedrática de Filosfía Moral y Política en la UNED, miembro del Consejo de Estado), ha llevado a sus jornadas de este verano la necesidad de abordar el concepto de género e identidad. Si para el feminismo el género es una construcción social utilizada para subordinar a las mujeres con respecto a los hombres, lo que estos días se ha puesto en cuestión es la reivindicación de la “identidad de género” que hacen las personas trans. Esto supone, se señalaba, volver al esencialismo, a la aceptación de unas determinadas normas que encorsetan. Al debilitamiento de la lucha por la igualdad.
En su conferencia inaugural, Amelia Valcárcel planteaba la necesidad de aclarar las fronteras entre el feminismo y la teoría queer. Recordaba que el feminismo es la lucha contra la jerarquía desigual entre hombres y mujeres, una jerarquía que sitúa a las mujeres comos servidoras de la “virilidad en general”, y que no responde a ninguna ley de la naturaleza. Otra cosa, decía, es tomar este concepto de género, y llevarlo al “contexto del deseo”, que se atribuye a las reivindicaciones de las personas trans. El género como una opción personal. Esto, señalaba la catedrática, puede ser un “troyano” que consuma el feminismo desde dentro.
Si el género se convierte en una categoría identitaria, subjetiva, se subvierte uno de los principios del feminismo entendido como un movimiento político de vanguardia y de cambio social, según se sostiene desde el feminismo de la igualdad. Un movimiento político con un recorrido de más de 300 años de lucha, según se ha recordado estos días, para acabar con las desigualdades impuestas por el hecho de haber nacido mujer.
Las críticas y descalificaciones de todo tipo han llovido sobre la catedrática y sobre las ponentes, entre las que estaban, entre otras, la exdiputada del PSOE Ángeles Álvarez, Alicia Miyares, doctora en filosofía, o la especialista en igualdad Rosa Maria Rodríguez Magda, doctora en Filosofía y ensayista. Etiquetadas como transfóbicas, desde colectivos de personas trans, y haciendo referencia de ellas como TERF (feminismo radical transexcluyente, en inglés), en las redes se equipararon sus reflexiones con las de grupos de ultraderecha y de HazteOír.
Ya sabían las ponentes que al abordar este debate se exponían a las críticas. Lo dijo la misma Valcárcel al señalar que se les iba a poner el epíteto de “fobia” como una forma de hacerlas callar, de cerrar el debate a lo que, evidentemente, no están dispuestas. Ángeles Álvarez, en su intervención, advertía de que estas críticas son un vaso comunicante con el machismo, un machismo que necesita de otros aliados para frenar la lucha de las mujeres.
Las críticas a las reflexiones realizadas la primera semana de julio en la escuela de verano se han sucedido bajo la etiqueta #HastaElCoñodeTransfobia. En la revista Pikara, Teresa Bambú, arremetía en un artículo titulado “Bromitas de puro y carajillo” contra “las feministas vinculadas al PSOE que están canalizando el discurso del odio transmisógino con respaldo institucional y dinero público”. Entiende la autora que quieren frenar la emancipación de “las proletarias”.
La Federación Estatal de Lesbianas, Gais. Trans y Bisexuales (FELGTB) hizo el viernes un comunicado en el que denuncia que en los debates de la escuela Rosario de Acuña se plantearon contenidos “en los que se reducen las realidades vitales e identitarias de las personas a sus genitales. El coordinador del Grupo de Políticas Trans, Marcos Ventura, indicaba que “el género es una vivencia interna, personal e inmodificable, que nos hace ser hombres, mujeres o personas no binarias, independientemente de nuestra corporalidad o de la educación que reci-
bimos”.
Indicaba que “aquellas personas cuyo género no coincide con el asignado al nacer” carecen de privilegios. La FELGTB iniciaba una campaña de recogida de firmas para pedir una rectificación a los organizadores de las ponencias y al Ayuntamiento de Gijón.
Precisamente, desde la teoría del feminismo se entiende que la fragmentación del concepto mujer (mujeres trans, mujeres cis, mujeres racializadas...) “contribuye a que descienda el nivel de percepción de la opresión sufrida por las mujeres”, indica Miyares. El esencialismo de género, se señala, no ayuda a reivindicar los derechos colectivos de las mujeres, donde aún queda mucho camino por hacer.
En su conferencia inaugural, Amelia Valcárcel planteaba la necesidad de aclarar las fronteras entre el feminismo y la teoría queer. Recordaba que el feminismo es la lucha contra la jerarquía desigual entre hombres y mujeres, una jerarquía que sitúa a las mujeres comos servidoras de la “virilidad en general”, y que no responde a ninguna ley de la naturaleza. Otra cosa, decía, es tomar este concepto de género, y llevarlo al “contexto del deseo”, que se atribuye a las reivindicaciones de las personas trans. El género como una opción personal. Esto, señalaba la catedrática, puede ser un “troyano” que consuma el feminismo desde dentro.
Si el género se convierte en una categoría identitaria, subjetiva, se subvierte uno de los principios del feminismo entendido como un movimiento político de vanguardia y de cambio social, según se sostiene desde el feminismo de la igualdad. Un movimiento político con un recorrido de más de 300 años de lucha, según se ha recordado estos días, para acabar con las desigualdades impuestas por el hecho de haber nacido mujer.
Las críticas y descalificaciones de todo tipo han llovido sobre la catedrática y sobre las ponentes, entre las que estaban, entre otras, la exdiputada del PSOE Ángeles Álvarez, Alicia Miyares, doctora en filosofía, o la especialista en igualdad Rosa Maria Rodríguez Magda, doctora en Filosofía y ensayista. Etiquetadas como transfóbicas, desde colectivos de personas trans, y haciendo referencia de ellas como TERF (feminismo radical transexcluyente, en inglés), en las redes se equipararon sus reflexiones con las de grupos de ultraderecha y de HazteOír.
Ya sabían las ponentes que al abordar este debate se exponían a las críticas. Lo dijo la misma Valcárcel al señalar que se les iba a poner el epíteto de “fobia” como una forma de hacerlas callar, de cerrar el debate a lo que, evidentemente, no están dispuestas. Ángeles Álvarez, en su intervención, advertía de que estas críticas son un vaso comunicante con el machismo, un machismo que necesita de otros aliados para frenar la lucha de las mujeres.
Las críticas a las reflexiones realizadas la primera semana de julio en la escuela de verano se han sucedido bajo la etiqueta #HastaElCoñodeTransfobia. En la revista Pikara, Teresa Bambú, arremetía en un artículo titulado “Bromitas de puro y carajillo” contra “las feministas vinculadas al PSOE que están canalizando el discurso del odio transmisógino con respaldo institucional y dinero público”. Entiende la autora que quieren frenar la emancipación de “las proletarias”.
La Federación Estatal de Lesbianas, Gais. Trans y Bisexuales (FELGTB) hizo el viernes un comunicado en el que denuncia que en los debates de la escuela Rosario de Acuña se plantearon contenidos “en los que se reducen las realidades vitales e identitarias de las personas a sus genitales. El coordinador del Grupo de Políticas Trans, Marcos Ventura, indicaba que “el género es una vivencia interna, personal e inmodificable, que nos hace ser hombres, mujeres o personas no binarias, independientemente de nuestra corporalidad o de la educación que reci-
bimos”.
Indicaba que “aquellas personas cuyo género no coincide con el asignado al nacer” carecen de privilegios. La FELGTB iniciaba una campaña de recogida de firmas para pedir una rectificación a los organizadores de las ponencias y al Ayuntamiento de Gijón.
Precisamente, desde la teoría del feminismo se entiende que la fragmentación del concepto mujer (mujeres trans, mujeres cis, mujeres racializadas...) “contribuye a que descienda el nivel de percepción de la opresión sufrida por las mujeres”, indica Miyares. El esencialismo de género, se señala, no ayuda a reivindicar los derechos colectivos de las mujeres, donde aún queda mucho camino por hacer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.