domingo, 3 de julio de 2022

#hemeroteca #lgtbi #rural | El Orgullo LGTBI rural desmiente que la España vaciada sea hostil a la diversidad sexual

Efeminista / Alejandro Gil //

El Orgullo LGTBI rural desmiente que la España vaciada sea hostil a la diversidad sexual.

Pablo Sebastián Segura | Efeminista, 2022-07-03

https://efeminista.com/orgullo-lgtbi-rural/ 

Algunos de los habitantes LGTBI en la España vaciada reivindican el Orgullo desde los pueblos y desmienten que el medio rural resulte más hostil a la diversidad sexual. Uno de los primeros alcaldes gais visibles de Aragón, una maestra madre de un niño trans y una paisajista lesbiana cuentan sus experiencias en un mundo rural que acoge la diversidad y se aleja de la leyenda negra.

Un alcalde y su marido en la procesión: así se ganan las batallas 
 
Se puede decir que Alejandro Gil fue pionero por partida doble al convertirse en 2011 en alcalde de Alfamén, una localidad de apenas 1.500 habitantes en el Campo de Cariñena (Zaragoza). Encabezando la lista del Partido Aragonés, rompió la hegemonía socialista en el pueblo, que se prolongaba desde la restauración de la democracia, y se convirtió en uno de los primeros alcaldes gais visibles de Aragón y de España.

«Traté de gobernar con esa sensibilidad que nos caracteriza», expresa Gil en una entrevista a Efe, en la que resalta que intentó darle «máxima importancia» a la educación, a la cultura y al trato igualitario en los ocho años que ocupó la alcaldía. «Fui lo más diverso que pude», añade, en consonancia con la idiosincrasia propia de Alfamén, un municipio que representa muy bien el cambio que se ha producido en el país y donde se entremezclan procedencias, etnias, religiones y también diversidad sexual, algo que ve como «superado». Alejandro Gil reconoce que, en política, a nivel orgánico, su condición sexual ha supuesto en algunas ocasiones una «cierta losa» para poder prosperar, pero el mayor desencuentro lo tuvo con la Iglesia.

Más parejas fuera del armario

El exalcalde recuerda cómo el entonces párroco le dijo que no podía tomar la comunión por estar casado con un hombre, cuando siempre lo había hecho, lo que indignó a los vecinos del pueblo, pero no quiso que trascendiera demasiado a nivel mediático para no convertirse en un «mono de feria» o que se le recordase por eso. Durante sus ocho años de mandato, Alejandro Gil llevó a su marido, Juan Carlos, como acompañante en procesiones, actos oficiales o a presidir el balcón durante las fiestas patronales, porque «así es como se conquistan las batallas».

No sabe si habrán sido «referentes» para otros, pero sí destaca que, desde entonces, han salido del armario «unas cuantas parejas» homosexuales que llevan también una vida pública en Alfamén con plena normalidad. «Para mí ha sido facilísimo«, apunta Juan Carlos sobre su relación con los vecinos durante los 20 años que ejerció de concejal y alcalde consorte. «Ojalá fuera común en todos los pueblos», añade, y coincide con su esposo en que son las personas mayores las que han demostrado mayor cariño y naturalidad. «La gente a esa edad ya sabe que de lo que se trata en la vida es de ser feliz», remachan.

Pero sigue pendiente la «batalla» de las aulas, ya que ve un «retroceso» entre los adolescentes, que tienen «un pelín de conservadurismo» que no deberían tener a estas alturas, más que la del territorio, con un mundo rural cada vez más equiparado a las ciudades.

Reconocer ser trans en una escuela rural

María (nombre ficticio) es maestra rural desde hace más de 30 años y madre de un niño trans, menor de edad, motivo por el cual prefiere no dar su verdadero nombre y la localidad en la que reside. Esta maestra quiere romper una lanza por el medio rural, que está «un poco demonizado», y acabar con «la leyenda negra de los pueblerinos». Admite que, sobre todo en los pequeños municipios agrarios, la mentalidad es diferente a la de las capitales, pero también cree que sus habitantes son mucho más «moldeables» que «las mentes consumistas de la ciudad» y, sobre todo, el ambiente es más acogedor.

«La sociedad ha cambiado y el entorno rural también», apunta, y destaca que, cuando se acoge a alguien como miembro de la comunidad, «se le acoge a muerte», si bien reconoce que también hay más incursiones en la vida privada. Se habla del «sexilio», en referencia a la marcha obligada de personas del colectivo LGTB+ desde sus pueblos y provincias a grandes capitales donde vivir su condición con libertad, pero eso es algo a lo que los menores trans no pueden recurrir.

El problema de las familias

Por tanto, el principal problema está en las propias familias, entre las que se incluye por no entender hasta los nueve años lo que su hijo llevaba gritando desde que empezó a hablar: que era un niño y no una niña, como pensaban. «En esos nueve años le jodí la vida, pero se la jodí yo, no los compañeros de clase que se metieran con él», subraya. Entonces, fueron clase por clase a explicar a sus compañeros que se habían equivocado y que la que creían su compañera era ahora un niño, a lo que reaccionaron con naturalidad.

Para esta maestra, el avance en libertades LGTB+ ha sido «meteórico» en las últimas décadas, pero echa en falta más inversión en programas educativos para visibilizar esta realidad, como sí se hace en cuestiones de igualdad entre hombres y mujeres, o desligar la ideología de estos asuntos. María es miembro de la Asociación Chrysallis y destaca que han pasado de atender a seis familias con menores trans en 2014 a 70 actualmente en todo Aragón, aunque solo 14 procedan del entorno rural.

Sobre la ley trans, defiende que todo lo que no sea la autodeterminación de género desde los cero años será discriminatorio y que a un niño CIS no le hacen pasar por un psicólogo, un psiquiatra, un endocrino o un pediatra para que certifique su identidad. «Vamos a creernos de una vez por todas a la gente trans. Si una persona te dice algo de sí mismo, créetelo», concluye.

La empatía de los mayores
 
Miriam Sánchez y Pilar Serrano, paisajista e ilustradora respectivamente, son una pareja afincada desde hace cuatro años en Velilla de Ebro, una localidad de alrededor de 200 habitantes situada en la Ribera Baja del Ebro. En una conferencia organizada por la Diputación Provincial de Zaragoza sobre las personas LGTB+ en el medio rural, desmienten totalmente el relato pesimista que predomina en torno a lo rural. Miriam volvió a sus orígenes, pero Pilar es «urbanita» y admite que llegó al pueblo con muchos «miedos» y «prejuicios» y acabó descubriendo que el mundo rural es mucho más diverso de lo que pensaba.

Destacan el cariño y la empatía que les muestran las personas más mayores, que son las que más se preocupen por cómo se sienten o por que estén bien. En la ciudad podrá haber una mayor libertad sexual, pero una posible agresión queda en ese anonimato predominante, cosa que no ocurre en un pueblo, donde se señala rápidamente al agresor, relata Miriam, aunque admite que queda todavía camino para seguir avanzando.

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