domingo, 24 de abril de 2011

argitalpenak | «Manifiesto contra-sexual»: El pez y la bicicleta

Imagen: RQTR
«Manifiesto contra-sexual»: El pez y la bicicleta
Iñaki Urdanibia | Naiz, Gara, 2011-04-24

http://gara.naiz.eus/paperezkoa/20110424/261819/es/Manifiesto-contra-sexual--El-pez-bicicleta

Hace ya unos años, recuerdo haber leído pancartas en manifestaciones feministas en las que, entre sorprendente y provocativo, se podía leer el lema de que una mujer necesitaba a un hombre lo mismo que un pez una bicicleta. La profesora y activista queer Beatriz Preciado bien podría alinearse con tal consigna con su propuesta elogiosa del dildo.

Dentro de la galaxia queer, el nombre de la profesora de la universidad de París VIII e investigadora en Princeton juega un lugar de importancia junto a los de Judith Butler, Gayle S. Rubin o Eve Sedgwick, teorizadoras vanguardistas a la hora de repensar las identidades sexuales bajo el manto de Saint Foucault que diría Halperin, deconstruyendo las tendencias normalizadoras y «heterocentradas» e incidiendo en las diferencias entre sexo (como realidad anatómica) y género (como construcción social y psicológica). Beatriz Preciado, dinamizadora del seminario «Le Zoo», pionero en la introducción de dichas temáticas en el panorama francés, hizo estallar un verdadero artefacto teórico al publicar en 2000 su «Manifiesto contra-sexual» que se centraba en las «prácticas subversivas de identidad sexual». Por aquí fue traducido dos años después por Julio Díaz y Carolina Meloni y publicado por la madrileña Ópera Prima; ahora la barcelonesa Anagrama rescata de su agotamiento editorial la misma traducción del fundamental texto. Hace no mucho publicó otra obra de la autora en la que se sumergía en aspectos sintomáticos y constitutivos de la identidad masculina («Pornotopía»).

Ante la habitual proclamación de la verdad innegable de la sexualidad como pura naturaleza, la autora revuelve los principios heredados y consagrados por la repetición, para proponer una visión disolvente de un pensamiento fosilizado que iguala sexo con naturaleza. Subraya la importancia de la cultura en todas las actividades humanas, que hace que este artificio cobre importancia esencial y medie en todas las actividades humanas, incluidas claro está las sexuales -si alguien se muestra reticente a este tipo de afirmaciones, que piense en toda la panoplia de lencerías, consoladores, bolas chinas... o yo qué sé-. El tono de las derivas preciadistas es desenfadado y el resultado es una reivindicación del instrumento de nombre dildo que, según afirma, es anterior al pene; es más, es el origen del pene y de todos los productos provocadores de placer y satisfacción del deseo existentes. Es un libro que supone una exploración de la «caja negra» del pensamiento del sexo, una exploración realizada con indudables dosis de provocación, de desmitificación, de dar la vuelta a las cosas como si fueron un calcetín, haciendo que la mirada adopte distintas ópticas que son rastreadas por los pagos de Butler, Derrida o Deleuze. Y lo hace con certera ironía y con una sorna sagaz, consiguiendo que la obra se convierta en una verdadera sacudida al pensamiento normalizado y normalizador.

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