miércoles, 24 de junio de 2015

#hemeroteca #28j | La cuna del movimiento de liberación homosexual ya es monumento histórico


Imagen: El Correo / Stonewall Inn
La cuna del movimiento de liberación homosexual ya es monumento histórico
El Comité de Preservación de Sitios Históricos vota a favor del icónico bar Stonewall Inn, situado en el vecindario neoyorquino del Village e icono de la comunidad LGBT
EFE | El Correo, 2015-06-24
http://www.elcorreo.com/bizkaia/sociedad/201506/24/cuna-movimiento-liberacion-homosexual-20150624012047-rc.html

El icónico bar Stonewall Inn en el vecindario neoyorquino del Village, donde nació el movimiento internacional de liberación homosexual, ha sido declarado hoy monumento histórico de la ciudad. El Comité de Preservación de Sitios Históricos ha votado a favor del legendario local, situado la calle Christopher por su papel en la reivindicación de los derechos de esta comunidad, lo que evitará que pueda ser remodelado o demolido.

El Stonewall Inn se convierte así en el primer lugar designado monumento histórico por su importancia para la comunidad Lésbica, Gay, Bisexual y Transexual (LGBT) y se reconoce su importancia en la historia de Nueva York.

"La grandeza de Nueva York reside en su diversidad e inclusión. Los eventos en el Stonewall fueron el punto detonante en el movimiento de los derechos de la comunidad homosexual y en la historia de nuestra nación", ha señalado el director del Comité, Meenakshi Srinivasan.

Srinivasan ha destacado que el edificio es un símbolo del momento en que la comunidad LGBT de Nueva York decidió que no iba a seguir viviendo en la sombra y reivindicó la igualdad de derechos de todos los neoyorquinos. A finales de la década de 1960, muy pocos establecimientos permitían la entrada de homosexuales y las leyes represivas de entonces hacían imposible que un bar gay pudiera obtener una licencia para la venta de alcohol.

Una noche histórica
Las redadas de la policía en los clubes que frecuentaba esta comunidad eran rutinarias. Srinivasan ha recordado la noche del 28 de junio de 1969 en el Stonewall, donde se reunía con discreción buena parte de la comunidad homosexual de la ciudad, que se enfrentó violentamente con la Policía, liderados por Seymour Pine, que les pidió que se alinearan y presentaran su documentación.

Mientras algunos travestis se negaban a ser registrados por los policías, se extendió la voz de que había una redada en el bar y, al poco tiempo, cientos de personas se aglomeraron a las puertas del local gritando "gay power" e insultando a los agentes. Los disturbios se extendieron durante seis días.

La sublevación en el bar desembocó en el movimiento por los derechos de la comunidad homosexual, y pocos meses después, en respuesta a lo que había acontecido, se crearon varias organizaciones en Nueva York, entre ellas Gay Liberation Front, the Gay Activist Alliance, Radicalesbians y Street Transvestites Action Revolutionaries.

En poco tiempo otras organizaciones se establecieron a través del país y alrededor del mundo para promover los derechos civiles de la comunidad LGBT. El 28 de junio de 1970, en el primer aniversario de la confrontación, se celebró como el Día de la Liberación en la calle Christopher, que tuvo como evento principal una marcha desde el Village hasta el Parque Central.

Onda expansiva
Ese mismo día, también hubo marchas de orgullo gay en las ciudades de Los Ángeles, San Francisco y Chicago para conmemorar lo ocurrido en el Stonewall, que se expandieron a través del mundo y desembocaron en lo que hoy se conoce como el Mes del Orgullo Gay, recordó además Srinivasan.

El edificio Stonewall Inn fue originalmente dos edificaciones construidas en la década de 1840 como establos y en 1930 fueron unidos con una fachada uniforme y se convirtió en una panadería. Pero, en 1934 pasó a ser un restaurante, el Stonewall Restaurant, y en 1967 reabrió como un club gay, reteniendo el nombre de Stonewall.

"Este edificio tiene un lugar especial en la historia de nuestra ciudad y en la lucha por dignidad e igualdad en nuestra sociedad", ha señalado por su parte Gale A. Brewer, presidenta del condado de Manhattan, donde ubica el ahora monumento histórico. El Stonewall Inn, que sigue conservando su revestimiento de ladrillos, su entrada de arcos, y sus pequeñas ventanas que dan a la calle, asociadas con los bares gay de la década de 1960, está ubicado en el vecindario del Greenwich Village, declarado distrito histórico el 29 de abril de 1969, poco antes de que ocurriera la sublevación en el bar. 

Crónicas de Nueva York. El Bar Stonewall
En: Poco hombre : crónicas 1989-2012 / Pedro Lemebel

http://iglu-biblioteka.blogspot.com.es/2013/10/libros-literatura-poco-hombre-cronicas.html

Que si a uno lo invitan a Nueva York con todos los gastos pagados a participar del evento Stonewall, a veinte años del apaleo policial protagonizado por las chicas gay que en 1964 se tomaron un bar en el barrio del Village. Que si a uno le cuentan el cuento y se siente obligado a persignarse en el lugar del suceso. Un barcito oscuro, santuario de la causa homosexual donde viene la sodomía turística a depositar sus ofrendas florales. Porque ahí, en la vitrina, se exhiben las fotos desteñidas de las veteranas hipientas que resistieron no sé cuántos días el acoso de la ley, la agresión policíaca que pretendió desalojarlas sin éxito. Entonces cómo no derramar una lágrima en esta gruta de Lourdes Gay, que es como un altar sagrado para los miles de visitantes que se sacan la visera Calvin Klein y oran respetuosamente unos segundos cuando desfilan frente al boliche. Cómo no fingir al menos una pena si eres visita en Nueva York y te están matando el hambre y pagándote todo estas gringas militantes tan beatas y comerciantes con su historia política. Cómo no simular educadamente que sueltas la emoción por esas caras de las fotos en blanco y negro, que podrían ser de una película antigua que nunca vimos. Esas fotos de los próceres gays como sacados de Woodstock, coronados de rosas y cintitas de colores en la ventana del Bar Stonewall, lo mismo que en toda la cuadra, lo mismo que en todo el barrio del Village, decorado como una torta con los atuendos de la moda coliza. Porque cuando te bajas del metro en Cristopher Street te encuentras de sopetón con una tonelada de músculos y físicoculturistas, en minishort, peladas y con aritos, las parejas de hombres en patines pasan de la mano sopladas por tu lado como si no te vieran. Y cómo te van a ver si uno es tan re fea y arrastra por el mundo su desnutrición de loca tercermundista. Cómo te van a dar pelota si uno lleva esta cara chilena asombrada frente a este Olimpo de homosexuales potentes y bien comidos que te miran con asco, como diciéndote: Te hacemos el favor de traerte, indiecita, a la catedral del orgullo gay. Y uno anda tan despistada en estos escenarios del Gran Mundo, mirando las tiendas llenas de fetiches sadomasoquistas, de clavos, alfileres de gancho y tornillos y pinches y cuanta porquería metálica para torturarse el cutis. ¡Ay qué dolor! Qué susto ver en la esquina ese grupo Leader’s con sus motos, bigotes, cueros, bototos y esa brutalidad fascista que te recuerda las pandillas de machos que en Chile uno les hacia el quite, cruzaba la calle y caminaba tiesa fingiendo mirar a otro lado. Pero aquí en el Village, en la placita frente al Bar Stonewall, abunda esa potencia masculina que da pánico, que te empequeñece como una mosquita latina parada en este barrio del sexo rubio. En este sector de Manhattan, la zona rosa de Nueva York donde las cosas valen un ojo de la cara, el epicentro del tour comercial para los homosexuales con dólares que visitan la ciudad. Sobre todo en esta fiesta mundial en que la isla de Manhattan luce embanderada con todos los colores del arcoiris gay. Que más bien es uno solo, el blanco. Porque tal vez lo gay es blanco. Basta entrar en el Bar Stonewall, que siempre está de noche, para darse cuenta que la concurrencia es mayoritariamente clara, rubia y viril, como en esas cantinas de las películas de vaqueros. Y si por casualidad hay algún negro y alguna loca latina, es para que no digan que son antidemocráticos.

Por eso no me quedé mucho rato en el histórico barcito, una rápida ojeada y uno se da cuenta que no tiene nada que hacer allí, que no pertenece al oro postal de la clásica estética musculada, que la ciudad de Nueva York tiene otros recovecos donde no sentirse tan extraño, otros bares más contaminados donde el alma latina salsea su canción territorial.

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