Imagen: El País |
Mercè Rivas Torres | Mujeres, El País, 2015-06-23
http://blogs.elpais.com/mujeres/2015/06/al-khansaa-mujeres-contra-mujeres.html
Al-Khansaa es una organización de mujeres, entre 18 y 24 años, que funciona dentro del Estado Islámico y cuya única función es reprimir, controlar e incluso torturar a las mujeres que no cumplen las normas en la zona bajo control del grupo en Siria. Se trata de un grupo parapolicial que no participa en combate y cuya función es hacer cumplir las normas del Estado Islámico a las mujeres. Su existencia ha trascendido en informaciones de prensa y denuncias de ONG. Reciben entrenamiento religioso y formación en el manejo de armas y patrullan en grupos de tres a cinco personas. Son implacables. Las británicas se jactan de ser las más crueles.
Se calcula -aunque cuando se habla del Estado Islámico hay que hacerlo con cifras aproximadas dada su opacidad- que esta fuerza lo forman unas mil mujeres, la mayoría extranjeras. Es curioso este hecho: los hombres del Estado Islámico no se fían absolutamente nada de sus mujeres, ya que no solo son controladas por ellos y por su entorno familiar sino, además, por mujeres que llegan de Europa.
Las militantes de Al-Khansaa vigilan sus costumbres, sus relaciones con otras personas, que sus velos tapen lo suficiente cuando salen a la calle, que vayan siempre acompañadas de un hombre, de un mehrem (tutor masculino). Muchas de ellas se pasean con kalashnikov y siempre vestidas con niqab.
Perciben un sueldo entre los 500 y los 1.500 dólares, "dependiendo de si están casadas o solteras, tienen hijos, si son europeas o norteamericanas, y de su función en la organización", ha declarado el bloguero Abu Ward Al-Raqqawi, el cual hizo viral desde Estados Unidos un tuit en donde se veía a un bebé con una pistola y una granada en la almohada.
Hace unos meses, este órgano del Estado Islámico tenía su cuartel principal de Al Raqa en la antigua sede de la Seguridad Política del régimen sirio, pero fue destruido en un bombardeo de la coalición internacional, liderada por EE UU, donde murieron treinta mujeres yihadistas. Ahora, cuentan con una base nueva pero se desconoce dónde se ubica exactamente.
“Ellas no participan en los asesinatos de prisioneros, aunque en los campos de entrenamiento las obligamos a sacrificar a animales para que se acostumbren a matar”, ha declarado Abu Bakr, el autoproclamado califa del Estado Islámico, en sus múltiples medios de comunicación.
Muchas de estas militantes son captadas por las redes sociales. “Combinan una ideología completamente atrasada con medios muy sofisticados de captación a través de Internet», reflexiona la directora adjunta del Instituto para los Estudios de la Mujer en el Mundo Árabe de la Universidad Libanesa-Americana, Myriam Sfeir.
Su fanatización llega a tal extremo que, según el Observatorio de Derechos Humanos sirio, estas mujeres de Al-Khansaa llegaron a detener a una mujer por llevar un traje muy púdico pero bordado en el mercado de Al Mayadín, en Deir al Zur, ciudad construida junto al río Éufrates y en donde el 20% de la población son cristianos.
El nombre de Al–Khansaa hace alusión a una poetisa contemporánea del profeta Mahoma que vivió toda su vida sumida en el paganismo hasta que su tribu, los Muzar, se convirtieron al Islam.
Un documento de la Quilliam Foundation, organismo que combate el fanatismo, describe la situación afirmando que según el Estado Islámico “el papel señalado para la mujer es permanecer oculta para la sociedad desde detrás de su velo”. “Las mujeres tienen su secreto celestial en el sedentarismo, la quietud y la estabilidad, y los hombres son lo contrario, movimiento y fluidez, porque esa es la naturaleza del hombre. Si los papeles se mezclan y solapan, la base de la sociedad se conmueve, sus pilares se agrietan y sus paredes se derrumban”, subraya el texto.
Y añade: “El modelo preferido por los infieles en Occidente fracasó, en opinión de los yihaidistas, en el minuto en que las mujeres fueron liberadas de su celda en el hogar”.
Un manual del Estado Islámico publicado el año pasado enseña a sus seguidores a tratar a las mujeres como auténticas mercancías. En el documento, llamado ‘Su’al wa-Jawab fi al-Sabi wa-Riqab’ (Preguntas y respuestas sobre la toma de cautivas y esclavas), publicado por la Biblioteca Al-Himma, la editorial del Califato, con fecha del mes de Muharram de 1436 (mediados de octubre a noviembre de 2014) se puede leer lo siguiente: “Es permisible comprar, vender o dar como regalo a cautivas y esclavas, ya que no son más que propiedades, de las que se puede disponer, siempre y cuando no le cause [al ummah musulmán] ningún daño o perjuicio”.
Y matiza: “No es permisible separar a una madre de sus hijos que no han alcanzado la pubertad a través de la compra, venta o dar como regalo [a una cautiva o esclava]. Pero es permisible separarlos si los hijos han crecido y han madurado”.
El autoproclamado Estado Islámico permite también que una mujer sea “propiedad” de varios hombres, que deberán llegar a un acuerdo para “usarla”. Además, “es posible golpear a las prisioneras” aunque sólo como medida disciplinaria.
La compraventa de esclavas en el califato parece una realidad indiscutible. Los líderes de la organización fundamentalista han llegado al extremo de emitir una lista de precios oficiales en función de la edad de la mujer, más cara cuanto más joven.
En el mercado de Mosul, las niñas cristianas y yazidíes de uno a nueve años se han vendido al precio de 172 dólares americanos, según ha informado Iraqi News. “En el nombre de Alá, el compasivo y misericordioso, hemos recibido noticias de que en los mercados de ganado y mujeres la demanda se ha reducido drásticamente y esto afectará a los ingresos del Estado Islámico, así como la financiación de los muyahidin en el campo de batalla. Hemos hecho algunos cambios. A continuación se presentan los precios de mujeres cristianas y yazidíes”, dice el texto de uno de sus comunicados.
Por si esto fuese poco, las mujeres de al-Khansaa tienen además a su cargo el control de burdeles donde miles de esclavas sexuales son encarceladas y violadas diariamente después de haber sido vendidas por sumas de hasta 50 dólares, según 'Daily Mail'.
Triste papel el de unas mujeres que se erigen como verdugos de sus compañeras de género.
Se calcula -aunque cuando se habla del Estado Islámico hay que hacerlo con cifras aproximadas dada su opacidad- que esta fuerza lo forman unas mil mujeres, la mayoría extranjeras. Es curioso este hecho: los hombres del Estado Islámico no se fían absolutamente nada de sus mujeres, ya que no solo son controladas por ellos y por su entorno familiar sino, además, por mujeres que llegan de Europa.
Las militantes de Al-Khansaa vigilan sus costumbres, sus relaciones con otras personas, que sus velos tapen lo suficiente cuando salen a la calle, que vayan siempre acompañadas de un hombre, de un mehrem (tutor masculino). Muchas de ellas se pasean con kalashnikov y siempre vestidas con niqab.
Perciben un sueldo entre los 500 y los 1.500 dólares, "dependiendo de si están casadas o solteras, tienen hijos, si son europeas o norteamericanas, y de su función en la organización", ha declarado el bloguero Abu Ward Al-Raqqawi, el cual hizo viral desde Estados Unidos un tuit en donde se veía a un bebé con una pistola y una granada en la almohada.
Hace unos meses, este órgano del Estado Islámico tenía su cuartel principal de Al Raqa en la antigua sede de la Seguridad Política del régimen sirio, pero fue destruido en un bombardeo de la coalición internacional, liderada por EE UU, donde murieron treinta mujeres yihadistas. Ahora, cuentan con una base nueva pero se desconoce dónde se ubica exactamente.
“Ellas no participan en los asesinatos de prisioneros, aunque en los campos de entrenamiento las obligamos a sacrificar a animales para que se acostumbren a matar”, ha declarado Abu Bakr, el autoproclamado califa del Estado Islámico, en sus múltiples medios de comunicación.
Muchas de estas militantes son captadas por las redes sociales. “Combinan una ideología completamente atrasada con medios muy sofisticados de captación a través de Internet», reflexiona la directora adjunta del Instituto para los Estudios de la Mujer en el Mundo Árabe de la Universidad Libanesa-Americana, Myriam Sfeir.
Su fanatización llega a tal extremo que, según el Observatorio de Derechos Humanos sirio, estas mujeres de Al-Khansaa llegaron a detener a una mujer por llevar un traje muy púdico pero bordado en el mercado de Al Mayadín, en Deir al Zur, ciudad construida junto al río Éufrates y en donde el 20% de la población son cristianos.
El nombre de Al–Khansaa hace alusión a una poetisa contemporánea del profeta Mahoma que vivió toda su vida sumida en el paganismo hasta que su tribu, los Muzar, se convirtieron al Islam.
Un documento de la Quilliam Foundation, organismo que combate el fanatismo, describe la situación afirmando que según el Estado Islámico “el papel señalado para la mujer es permanecer oculta para la sociedad desde detrás de su velo”. “Las mujeres tienen su secreto celestial en el sedentarismo, la quietud y la estabilidad, y los hombres son lo contrario, movimiento y fluidez, porque esa es la naturaleza del hombre. Si los papeles se mezclan y solapan, la base de la sociedad se conmueve, sus pilares se agrietan y sus paredes se derrumban”, subraya el texto.
Y añade: “El modelo preferido por los infieles en Occidente fracasó, en opinión de los yihaidistas, en el minuto en que las mujeres fueron liberadas de su celda en el hogar”.
Un manual del Estado Islámico publicado el año pasado enseña a sus seguidores a tratar a las mujeres como auténticas mercancías. En el documento, llamado ‘Su’al wa-Jawab fi al-Sabi wa-Riqab’ (Preguntas y respuestas sobre la toma de cautivas y esclavas), publicado por la Biblioteca Al-Himma, la editorial del Califato, con fecha del mes de Muharram de 1436 (mediados de octubre a noviembre de 2014) se puede leer lo siguiente: “Es permisible comprar, vender o dar como regalo a cautivas y esclavas, ya que no son más que propiedades, de las que se puede disponer, siempre y cuando no le cause [al ummah musulmán] ningún daño o perjuicio”.
Y matiza: “No es permisible separar a una madre de sus hijos que no han alcanzado la pubertad a través de la compra, venta o dar como regalo [a una cautiva o esclava]. Pero es permisible separarlos si los hijos han crecido y han madurado”.
El autoproclamado Estado Islámico permite también que una mujer sea “propiedad” de varios hombres, que deberán llegar a un acuerdo para “usarla”. Además, “es posible golpear a las prisioneras” aunque sólo como medida disciplinaria.
La compraventa de esclavas en el califato parece una realidad indiscutible. Los líderes de la organización fundamentalista han llegado al extremo de emitir una lista de precios oficiales en función de la edad de la mujer, más cara cuanto más joven.
En el mercado de Mosul, las niñas cristianas y yazidíes de uno a nueve años se han vendido al precio de 172 dólares americanos, según ha informado Iraqi News. “En el nombre de Alá, el compasivo y misericordioso, hemos recibido noticias de que en los mercados de ganado y mujeres la demanda se ha reducido drásticamente y esto afectará a los ingresos del Estado Islámico, así como la financiación de los muyahidin en el campo de batalla. Hemos hecho algunos cambios. A continuación se presentan los precios de mujeres cristianas y yazidíes”, dice el texto de uno de sus comunicados.
Por si esto fuese poco, las mujeres de al-Khansaa tienen además a su cargo el control de burdeles donde miles de esclavas sexuales son encarceladas y violadas diariamente después de haber sido vendidas por sumas de hasta 50 dólares, según 'Daily Mail'.
Triste papel el de unas mujeres que se erigen como verdugos de sus compañeras de género.
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