Reconstruyendo la fulgurante y agridulce historia de Derribos Arias.
El libro 'Licencia para aberrar' pone en valor al insólito grupo donostiarra.
Ricardo Aldarondo | El Diario Vasco, 2015-12-13
http://www.diariovasco.com/culturas/201512/13/reconstruyendo-fulgurante-agridulce-historia-20151212192217.html
Curioso: ha sido un fan de Ourense, que no conoció a Poch, ni vio nunca en directo a Derribos Arias, ni estuvo en San Sebastián cuando todo empezó, ni en Madrid en el momento de explosión de la verdadera Movida, el que ha glosado la ingobernable y fulgurante trayectoria de uno de los grupos más inclasificables y brillantes que han dado estas latitudes.
La banda multiforme que crearon los donostiarras Poch (Ignacio Gasca) y Alejo Alberdi, mutación permanente que adquirió nombres como Confiscadores de Polos, La Banda Sin Futuro, Apátridas Dúo y finalmente esos Derribos Arias que deslumbraron primero en el San Sebastián 'underground' de finales de los 70, y luego en el Madrid desinhibido de los primeros 80, ya tiene un libro para poner orden y valor en una trayectoria tan caótica como insólita. Se titula 'Derribos Arias, licencia para aberrar', haciendo honor al verbo predilecto de Poch, toda una filosofía de vida. Y su autor es el periodista y músico Carlos Rego, colaborador de la revista 'Ruta 66' y autor de libros como 'Nuevo rock americano: años 80'.
«Aquellos años de los primeros sellos independientes, 1982 y 1983, fueron muy importantes para mí, era un chaval de 17 años», nos cuenta Carlos Rego. «Me gustaba mucho la música, y pedía por correo aquellos primeros discos de Décima Víctima, Glutamato Ye-Yé, Parálisis Permanente, Gabinete Caligari. Y entre esos grupos, Derribos Arias era mi favorito».
Branquias y pinzas
No era el único fascinado por el mundo 'aberrante' y el talento desbordante de Poch y Alejo, desde luego. Canciones como 'Branquias bajo el agua' o el disparatado himno punki-pop 'Dios salve al lehendakari' trascendieron pronto mucho más allá de lo esperable en un grupo que no cumplía ninguna regla estilística ni de imagen, y que se alimentaba de la ironía y la imaginación de Poch, y no sólo en las letras, y la amalgama musical de un chaval en constante aprendizaje como Alejo, que tuvieron su formación más estable en compañía de Paul (Manuel Moreno) en la batería y Juan Verdera en el bajo. Su llegada a Madrid deslumbró justo en el momento en que afloraba el germen de la auténtica Movida, la de Alaska y los Pegamoides, Aviador Dro, Gabinete Caligari y Loquillo, con Radio 3 alentando y retransmitiéndolo todo.
«Me propuse escribir el libro porque creía que había una historia que merecía ser contada», prosigue Carlos Rego, «más allá de la estricta producción musical del grupo que no es demasiado extensa. Y descubrí cosas que me fueron dando la razón». Conversó con los otros componentes del grupo («Deme Gómez, el poco conocido guitarrista de la última época me dio una entrevista estupenda») y con cómplices como Julián Hernández de Siniestro Total o Pablo Carbonell («no sabía que Poch había tenido tanta relación con los Toreros Muertos»). Y también entrevistó a su novia Lili y a la hermana de Poch, Julieta, para conocer cómo fueron los últimos y duros años del músico, que padecía la enfermedad de Huntington, lo que le provocaba aquellos espasmos extraños que muchos pensaban que solo formaban parte de una buscada excentricidad, y que le causó finalmente la muerte en 1998, después de años de obligada reclusión en la casa familiar de San Sebastián.
«Lo primero que me llamó la atención fue el cariño que se sigue teniendo al grupo, y especialmente a Poch», afirma Rego. Y también que, a pesar de que yo nunca conocí a Poch, los que sí estuvieron con él tampoco le conocieron de verdad. Porque nunca dejaba ver lo que había detrás de esa excentricidad. Así que a través de lo que todos me contaban, incluida su hermana, trato de hacerme una idea de cómo era en realidad».
Otro punto de sombra es «la ruptura del grupo, a raíz del disco en solitario de Poch, que fue más dolorosa de lo que la gente puede pensar. También descubrí que el grupo intentó recomponerse después y grabar otro disco, pero ya no lograron acceder a una compañía a pesar del prestigio que tenían».
La discografía de Derribos Arias no hace justicia a sus verdaderos logros. Cuatro singles y un elepé, 'En la guía, en el listín' (1983), que no reflejaba el buen momento creativo que estaba viviendo el grupo («fue un desastre, teníamos que grabar de noche y todo fue muy improvisado», se lamenta Alejo), son un legado insuficiente. A pesar de que canciones como 'Tupés en crecimiento', 'A flúor' o 'Misiles hacia Cuba' conserven toda su originalidad y rara lucidez.
Las pinzas de la colada que Poch se colgaba del pelo, el abrigo de cuero raído que le robaron y reclamó insistentemente desde los micrófonos de Radio 3, la inigualable forma de cantar y/o aberrar, como a él le gustaba decir, su relación imposible con el surf y la playa de Gros, las gafas reconstruídas con esparadrapo, conformaron una imagen estrambótica y fascinante. Pero «la imagen de Derribos Arias se había quedado muy circunscrita a la extravagancia de Poch y poca gente hablaba de la música», destaca Carlos Rego. «Y con el libro quería restablecer toda esa herencia del grupo. También quería dar mi visión sobre aquellos años, en que la onda expansiva de Madrid llegaba a ciudades pequeñas como Ourense. Y nos fascinaba el entusiasmo, las ganas de hacer cosas diferentes, y un tipo de música que aquí no se había oído hasta entonces. Todo eso quedó sepultado por la visión de la Movida que ahora se presenta como un batiburrillo de los 80 en el que da lo mismo Alaska que Tino Casal y Antonio Flores. Pero en aquel momento era un movimiento muy minoritario y creativo, que funcionó de una manera subterránea.
Alejo Alberdi, guitarrista y alma mater de Derribos Arias junto a Poch, no conocía a Rego, y a pesar de las reticencias iniciales, enseguida superadas con conversaciones e intercambios de información, se quedó sorprendido con el resultado: «Es un trabajo impecable y nadie lo podía haber hecho mejor. Es escueto, pero está todo lo que tiene que estar, combinando las entrevistas con gente de la época con la narración de la historia del grupo. Yo creo que es una de las mejores biografías musicales que he leído». Y en los primeros capítulos, Rego también reconstruye el San Sebastián musical en la frontera entre los 70 y los 80, caldo de cultivo para un talento tan especial como el de Derribos Arias.
La banda multiforme que crearon los donostiarras Poch (Ignacio Gasca) y Alejo Alberdi, mutación permanente que adquirió nombres como Confiscadores de Polos, La Banda Sin Futuro, Apátridas Dúo y finalmente esos Derribos Arias que deslumbraron primero en el San Sebastián 'underground' de finales de los 70, y luego en el Madrid desinhibido de los primeros 80, ya tiene un libro para poner orden y valor en una trayectoria tan caótica como insólita. Se titula 'Derribos Arias, licencia para aberrar', haciendo honor al verbo predilecto de Poch, toda una filosofía de vida. Y su autor es el periodista y músico Carlos Rego, colaborador de la revista 'Ruta 66' y autor de libros como 'Nuevo rock americano: años 80'.
«Aquellos años de los primeros sellos independientes, 1982 y 1983, fueron muy importantes para mí, era un chaval de 17 años», nos cuenta Carlos Rego. «Me gustaba mucho la música, y pedía por correo aquellos primeros discos de Décima Víctima, Glutamato Ye-Yé, Parálisis Permanente, Gabinete Caligari. Y entre esos grupos, Derribos Arias era mi favorito».
Branquias y pinzas
No era el único fascinado por el mundo 'aberrante' y el talento desbordante de Poch y Alejo, desde luego. Canciones como 'Branquias bajo el agua' o el disparatado himno punki-pop 'Dios salve al lehendakari' trascendieron pronto mucho más allá de lo esperable en un grupo que no cumplía ninguna regla estilística ni de imagen, y que se alimentaba de la ironía y la imaginación de Poch, y no sólo en las letras, y la amalgama musical de un chaval en constante aprendizaje como Alejo, que tuvieron su formación más estable en compañía de Paul (Manuel Moreno) en la batería y Juan Verdera en el bajo. Su llegada a Madrid deslumbró justo en el momento en que afloraba el germen de la auténtica Movida, la de Alaska y los Pegamoides, Aviador Dro, Gabinete Caligari y Loquillo, con Radio 3 alentando y retransmitiéndolo todo.
«Me propuse escribir el libro porque creía que había una historia que merecía ser contada», prosigue Carlos Rego, «más allá de la estricta producción musical del grupo que no es demasiado extensa. Y descubrí cosas que me fueron dando la razón». Conversó con los otros componentes del grupo («Deme Gómez, el poco conocido guitarrista de la última época me dio una entrevista estupenda») y con cómplices como Julián Hernández de Siniestro Total o Pablo Carbonell («no sabía que Poch había tenido tanta relación con los Toreros Muertos»). Y también entrevistó a su novia Lili y a la hermana de Poch, Julieta, para conocer cómo fueron los últimos y duros años del músico, que padecía la enfermedad de Huntington, lo que le provocaba aquellos espasmos extraños que muchos pensaban que solo formaban parte de una buscada excentricidad, y que le causó finalmente la muerte en 1998, después de años de obligada reclusión en la casa familiar de San Sebastián.
«Lo primero que me llamó la atención fue el cariño que se sigue teniendo al grupo, y especialmente a Poch», afirma Rego. Y también que, a pesar de que yo nunca conocí a Poch, los que sí estuvieron con él tampoco le conocieron de verdad. Porque nunca dejaba ver lo que había detrás de esa excentricidad. Así que a través de lo que todos me contaban, incluida su hermana, trato de hacerme una idea de cómo era en realidad».
Otro punto de sombra es «la ruptura del grupo, a raíz del disco en solitario de Poch, que fue más dolorosa de lo que la gente puede pensar. También descubrí que el grupo intentó recomponerse después y grabar otro disco, pero ya no lograron acceder a una compañía a pesar del prestigio que tenían».
La discografía de Derribos Arias no hace justicia a sus verdaderos logros. Cuatro singles y un elepé, 'En la guía, en el listín' (1983), que no reflejaba el buen momento creativo que estaba viviendo el grupo («fue un desastre, teníamos que grabar de noche y todo fue muy improvisado», se lamenta Alejo), son un legado insuficiente. A pesar de que canciones como 'Tupés en crecimiento', 'A flúor' o 'Misiles hacia Cuba' conserven toda su originalidad y rara lucidez.
Las pinzas de la colada que Poch se colgaba del pelo, el abrigo de cuero raído que le robaron y reclamó insistentemente desde los micrófonos de Radio 3, la inigualable forma de cantar y/o aberrar, como a él le gustaba decir, su relación imposible con el surf y la playa de Gros, las gafas reconstruídas con esparadrapo, conformaron una imagen estrambótica y fascinante. Pero «la imagen de Derribos Arias se había quedado muy circunscrita a la extravagancia de Poch y poca gente hablaba de la música», destaca Carlos Rego. «Y con el libro quería restablecer toda esa herencia del grupo. También quería dar mi visión sobre aquellos años, en que la onda expansiva de Madrid llegaba a ciudades pequeñas como Ourense. Y nos fascinaba el entusiasmo, las ganas de hacer cosas diferentes, y un tipo de música que aquí no se había oído hasta entonces. Todo eso quedó sepultado por la visión de la Movida que ahora se presenta como un batiburrillo de los 80 en el que da lo mismo Alaska que Tino Casal y Antonio Flores. Pero en aquel momento era un movimiento muy minoritario y creativo, que funcionó de una manera subterránea.
Alejo Alberdi, guitarrista y alma mater de Derribos Arias junto a Poch, no conocía a Rego, y a pesar de las reticencias iniciales, enseguida superadas con conversaciones e intercambios de información, se quedó sorprendido con el resultado: «Es un trabajo impecable y nadie lo podía haber hecho mejor. Es escueto, pero está todo lo que tiene que estar, combinando las entrevistas con gente de la época con la narración de la historia del grupo. Yo creo que es una de las mejores biografías musicales que he leído». Y en los primeros capítulos, Rego también reconstruye el San Sebastián musical en la frontera entre los 70 y los 80, caldo de cultivo para un talento tan especial como el de Derribos Arias.
Alejo Alberdi: «Ni graciosos ni vanguardistas, estuvimos en tierra de nadie».
El cofundador de Derribos Arias considera a Poch «mi mentor, una persona muy inteligente y con un magnetismo increíble».
Ricardo Aldarondo | El Diario Vasco, 2015-12-13
http://www.diariovasco.com/culturas/201512/06/alejo-alberdi-musico-graciosos-20151206001741-v.html
Después de Derribos Arias, Alejo Alberdi (San Sebastián, 1960) produjo el disco debut de Aventuras de Kirlian, piedra angular del segundo Donosti Sound, el del pop de los 90. Sigue viviendo en Madrid, «metido de lleno en el tema de la política de drogas, escribiendo en Cáñamo, y muy volcado en las redes sociales». Y maravillado con esa «biblioteca de Alejandría que es Spotify, estoy disfrutando de la música más que nunca», afirma.
- ¿Cómo conoció a Poch?
- Supe de él estando en Barcelona, en una especie de piso patera de hippies, donde me encontré con un tío que se llamaba Ricardo y era de Bilbao. Estaba tan fascinado con Poch que me estuvo hablando de él durante hora y media. Lo que contaba era tan interesante, que me dieron ganas de conocerle. Yo acababa de volver de Inglaterra con un montón de discos y había visto en directo a muchos grupos: The Clash, The Jam, The Dictators, Stranglers, Richard Hell... Ese verano me encontré con Poch en las fiestas del Puerto de San Sebastián, le conté todo lo que había visto en Inglaterra y al poco tiempo estábamos colaborando.
- ¿Qué le fascinó de él, tenía razón el chico de Bilbao?
- Se quedó corto. Poch era una persona de un magnetismo increíble, sobre todo en aquella época, cuando la enfermedad y el personaje no estaban tan consolidados. Congeniamos enseguida, aunque había una diferencia de edad importante cuando tienes 17 años, él tenía cinco más que yo. Fue mi mentor, le debo casi todo lo que me ha pasado en la vida, y estaré siempre agradecido a que me diera esa oportunidad, porque no hubiera podido entrar en ningún grupo con mi escasísimo nivel musical. Con él aprendí a tocar, y todo lo demás. A pesar de esa extroversión aparente también era muy cerrado para determinadas cosas. Era muy difícil llegar a una intimidad con él. Ocultaba su maldición física con todo ese humor absurdo, con su personaje... Aunque cuando yo lo conocí no era tan personaje. Hizo tres años de la carrera de Medicina en Huesca y yo creo que llegó un punto en que se dio cuenta de que no iba a poder ejercer a causa de su enfermedad. Era muy buen estudiante, tenía un ingenio increíble y era muy inteligente. Difícilmente hubiera podido disfrazar su enfermedad siendo médico. En el mundo de la farándula, sí que pudo.
-¿Ese talante disparatado ha ensombrecido el valor musical y vanguardista de Derribos Arias?
- No éramos un grupo gracioso como Siniestro Total, ni tampoco vanguardista en el sentido más estirado. Éramos como un híbrido extraño. Puede que haya gente que se quede con la parte más chusca del grupo, pero una canción como 'Branquias bajo el agua', que abre la carrera del grupo, y la que lo cierra, 'Un poco shiego', que son dos de mis favoritas, no tienen nada de gracioso. No sé, siempre estuvimos en tierra de nadie.
DOCUMENTACIÓN
Derribos Arias, el accidente perfecto.
Su vida, por trágica y enloquecida, ni siquiera podría ser albergada en una novela.
Rafa Cervera | El País, 2015-11-25
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/11/23/actualidad/1448279098_476293.html
- ¿Cómo conoció a Poch?
- Supe de él estando en Barcelona, en una especie de piso patera de hippies, donde me encontré con un tío que se llamaba Ricardo y era de Bilbao. Estaba tan fascinado con Poch que me estuvo hablando de él durante hora y media. Lo que contaba era tan interesante, que me dieron ganas de conocerle. Yo acababa de volver de Inglaterra con un montón de discos y había visto en directo a muchos grupos: The Clash, The Jam, The Dictators, Stranglers, Richard Hell... Ese verano me encontré con Poch en las fiestas del Puerto de San Sebastián, le conté todo lo que había visto en Inglaterra y al poco tiempo estábamos colaborando.
- ¿Qué le fascinó de él, tenía razón el chico de Bilbao?
- Se quedó corto. Poch era una persona de un magnetismo increíble, sobre todo en aquella época, cuando la enfermedad y el personaje no estaban tan consolidados. Congeniamos enseguida, aunque había una diferencia de edad importante cuando tienes 17 años, él tenía cinco más que yo. Fue mi mentor, le debo casi todo lo que me ha pasado en la vida, y estaré siempre agradecido a que me diera esa oportunidad, porque no hubiera podido entrar en ningún grupo con mi escasísimo nivel musical. Con él aprendí a tocar, y todo lo demás. A pesar de esa extroversión aparente también era muy cerrado para determinadas cosas. Era muy difícil llegar a una intimidad con él. Ocultaba su maldición física con todo ese humor absurdo, con su personaje... Aunque cuando yo lo conocí no era tan personaje. Hizo tres años de la carrera de Medicina en Huesca y yo creo que llegó un punto en que se dio cuenta de que no iba a poder ejercer a causa de su enfermedad. Era muy buen estudiante, tenía un ingenio increíble y era muy inteligente. Difícilmente hubiera podido disfrazar su enfermedad siendo médico. En el mundo de la farándula, sí que pudo.
-¿Ese talante disparatado ha ensombrecido el valor musical y vanguardista de Derribos Arias?
- No éramos un grupo gracioso como Siniestro Total, ni tampoco vanguardista en el sentido más estirado. Éramos como un híbrido extraño. Puede que haya gente que se quede con la parte más chusca del grupo, pero una canción como 'Branquias bajo el agua', que abre la carrera del grupo, y la que lo cierra, 'Un poco shiego', que son dos de mis favoritas, no tienen nada de gracioso. No sé, siempre estuvimos en tierra de nadie.
DOCUMENTACIÓN
Derribos Arias, el accidente perfecto.
Su vida, por trágica y enloquecida, ni siquiera podría ser albergada en una novela.
Rafa Cervera | El País, 2015-11-25
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/11/23/actualidad/1448279098_476293.html
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Y TAMBIÉN…
Diez años del inclasificable Poch. Homenaje en Donostia al músico rockero que se dio a conocer con Derribos Arias y otros grupos. Sesión de DJs, dos conciertos colectivos y dos exposiciones.
Iñaki Zarata | El Diario Vasco, 2008-09-18
http://www.diariovasco.com/20080918/cultura/diez-anos-inclasificable-poch-20080918.html
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