viernes, 26 de enero de 2018

#hemeroteca #violenciasexual | ‘No es no’, sin lugar a dudas

Imagen: Deia / Chicas contra la violencia machista en Lekeitio, Bizkaia
‘No es no’, sin lugar a dudas.
La lucha que durante años han llevado a cabo mujeres, colectivos feministas e instituciones ha dado paso a una potente movilización contra las agresiones sexistas. El movimiento ‘No es no’ recibe el Premio Sabino Arana 2017.
Marta Martínez | Deia, 2018-01-26
http://www.deia.com/2018/01/26/sociedad/euskadi/no-es-no-sin-lugar-a-dudas

Las mujeres de vuelta a casa queremos ser libres, no valientes”. El grito de guerra se repite a lo largo de la geografía vasca en los últimos años. Las mujeres quieren disfrutar, desmadrarse, jugar, reír y bailar en entornos seguros y libres de acosos y baboseos. Lo que no quieren es notar una mano extraña acariciando su cuerpo, sentir desagrado cuando una voz irrumpe en su mente -“¡qué tetas tienes!”-, verse acorralada por alguien que considera que solo está “ligando”. Pero, sobre todo, no quieren estremecerse cuando aprecian una sombra en su vuelta a casa, no quieren sentir su corazón a punto de salirse del pecho cuando un desconocido se cruza en su camino, no quieren llegar sin aliento a la puerta del portal y sentirse, al fin, a salvo.

Y a ese clamor se ha unido una sociedad horrorizada con las agresiones sexistas. La violación perpetrada por la autodenominada ‘La Manada’ en la primera noche de Sanfermines de 2016 fue la catarsis de un movimiento social que se estaba gestando en torno a las fiestas estivales. El domingo, el ‘grito colectivo’ “EZ beti da EZ! ¡NO es NO!” recibirá el premio Sabino Arana.

“Se puede hacer un paralelismo entre la violencia de género y esta violencia en fiestas. No son cosas aisladas, son violencia machista. Lo mismo que un día no se hablaba de la violencia de género, estaba en el ámbito privado y fue saliendo al ámbito público, con las agresiones sexistas pasa lo mismo. Al igual que antes se decía que era un problema de la mujer víctima y ahora cada vez la sociedad está mucho más concienciada y ve que es un problema social, con el tema de las agresiones sexistas pasa igual”, reflexionaba Irati Fernández Pujana, técnica del área de violencia de género del Ayuntamiento de Bilbao, en Deia en aquel julio de 2016, mientras cientos de personas gritaban “No es no” en las calles de Iruñea.

Y, en este sentido, 2017 fue un año para marcar en rojo en el calendario: ‘feminismo’ ha dejado de ser una palabra maldita -al menos, algo menos maldita-, la ‘sororidad’ -solidaridad entre mujeres- se llenó de contenido y la indignación recorrió las calles y las redes sociales por los casos de acoso sexual en las relaciones de poder y por cómo la justicia volvía a cuestionar la vida y conducta de una denunciante de violación.

El año arrancó con la Marcha de las Mujeres de Washington, una de las manifestaciones más masivas de la historia de Estados Unidos, convocada para protestar por la llegada al poder de Donald Trump. Muchas de las asistentes llevaban gorros rosas con orejas de gata, en un juego de palabras por el doble significado de ‘pussy’ (gata y coño). Poco antes de las elecciones presidenciales de noviembre de 2016, el diario ‘The Washington Post’ publicó una grabación de 2005 en la que el actual mandatario charlaba con el presentador Billy Bush y afirmaba: “Me siento automáticamente atraído por las chicas guapas y empiezo a besarlas. Es como un imán. Las beso. Ni siquiera espero. Y cuando eres una estrella te dejan hacer lo que quieras. Lo que quieras. Agarrarlas por el coño. Puedes hacer de todo”. Las declaraciones levantaron mucha indignación, pero no impidieron la victoria de Trump, dejando en shock a medio mundo.

En Estados Unidos, 2017 fue también el año del movimiento #MeToo contra el acoso sexual. El sexismo removió los cimientos del Hollywood y traspasó fronteras. El último episodio ha sacudido esta misma semana la City londinense. El ‘Financial Times’ infiltró a dos periodistas a la cena que cada año organiza el Club de los Presidentes, a la que asistieron 360 invitados del mundo de la empresa, las finanzas y la política. Las azafatas contratadas para el evento, 130, recibieron una serie de instrucciones: debían ser “guapas, altas y delgadas”, llevar ropa interior negra, a juego con las minifaldas que se les proporcionarían, sus teléfonos móviles debían quedarse fuera de la sala y tenían que firmar un acuerdo de confidencialidad. Ya durante el evento, como pudieron comprobar las dos periodistas, las mujeres fueron sometidas a toqueteos, propuestas sexuales y otro tipo de acosos.

Más denuncias
La lucha individual y colectiva que durante años han llevado a cabo mujeres de diferentes partes del mundo, colectivos feministas e instituciones ha dado paso hoy en día a un potente movimiento contra las agresiones sexistas que ha sacudido conciencias y ha dado visibilidad a una lacra social que antes pasaba desapercibida, precisamente por su cotidianidad. “No es que ahora haya más agresiones sexistas, es que la gente es cada vez más consciente, tolera menos y dice antes no”, explica Irati Fernández Pujana. En este sentido, Blanca Estrella Ruiz, presidenta de la Asociación Clara Campoamor, apunta que “hay más cobertura e información por parte de los ayuntamientos y esto da más margen a denunciar. Antes no denunciaba nadie, pero eso no quiere decir que no pasara, venían a la asociación en septiembre a decir lo que les había pasado en julio y agosto. Lo que está ocurriendo en fiestas es una llamada de atención, porque se visualiza más la problemática, pero esto pasa todos los viernes y sábados”. Según la Ertzaintza, los primeros nueve meses del año pasado, las denuncias de agresiones sexuales experimentaron un repunte del 36%. Si en el mismo periodo de 2016 se produjeron 88 ataques, en 2017 tuvieron lugar 120. Asimismo, las infracciones contra la libertad sexual en su conjunto sufrieron un crecimiento del 28%, al pasar de 260 a 333.

Y mientras en Estados Unidos, decenas de mujeres relataban sus casos de acoso sexual, en España se abría un debate sobre el consentimiento en las relaciones sexuales con el juicio a ‘La Manada’, celebrado en Iruñea, como telón de fondo. Por lo que ha trascendido del proceso judicial, celebrado a puerta cerrada, el vídeo que grabaron los presuntos autores de la violación muestra a una chica sometida y en estado de shock, según la fiscal y la acusación particular. La defensa, por su parte, considera esa ausencia de “no” como parte de una relación consentida e, incluso, placentera.

Pero lo que dejó este juicio es una nueva marea de indignación contra la culpabilización de las mujeres y la cultura de la violación que aún no está desterrada. Especialmente polémica fue la decisión del juez de admitir como prueba el seguimiento en redes sociales que hizo un detective a la víctima durante los meses posteriores a la violación, a petición de uno de los acusados, para probar que llevaba una vida “normal”.

Además, el abogado defensor de tres de los acusados llegó a decir en el alegato final que la víctima se había mostrado “con rictus jovial, afabilidad, falta de aflicción y una peculiar manera de sentarse”. Sobre sus clientes dijo que “no son modelos de nada, pueden ser verdaderos imbéciles, simples, con comportamientos, en sus mensajes, patanes e infantiloides, pero son buenos hijos. Algunos tienen trabajo y otros lo intentan. Están unidos a sus familias y a sus amigos, pero su imagen ha sido destrozada sin que hayan cometido los delitos de los que se les acusa”.

Asun Casasola vivió el proceso judicial celebrado el pasado noviembre con especial intensidad y envuelta en dolorosos recuerdos. Miembro activo de los colectivos feministas Andreas y Lunes Lilas, la mujer es la madre de Nagore Laffage, asesinada en los Sanfermines de 2008 por José Diego Yllanes. El hombre fue condenado a doce años de cárcel por homicidio, no por asesinato, porque el jurado popular no apreció alevosía en el crimen, pese a que el cuerpo de Nagore mostraba 36 golpes. Durante el juicio, celebrado también en Iruñea, a Casasola le preguntaron si su hija “era ligona”. Casi una década después, la mujer lamenta que se siga culpabilizando a las víctimas. “A Nagore la mataron porque dijo que no. Y a esta chica le cuestionan por qué no dijo que no”, lamenta. El proceso judicial contra ‘La Manada’ provocó una nueva ola de indignación y cientos de hombres y mujeres, al grito de “La manada somos nosotras” y “Yo sí te creo”, mostraron su solidaridad con la víctima.

La justicia
Mientras que a nivel social quienes han sufrido agresiones sexuales han encontrado respaldo popular, la justicia sigue revictimizando a quien denuncia. Blanca Estrella recuerda el caso de la jueza del juzgado de violencia de género de Gasteiz María del Carmen Molina Mansilla, que en 2016 preguntó a una mujer que estaba denunciando agresiones sexuales por parte de su expareja: “¿Cerró bien las piernas? ¿Cerró toda la parte de los órganos femeninos?”. La Comisión Disciplinaria del Consejo General del Poder Judicial archivó el año pasado el expediente que tenía abierto contra la jueza.

Y es debido al estigma, a la falta de reconocimiento y a la humillación que muchas mujeres sufren por lo que siguen sin denunciar sus casos. Y ¿qué ocurre si, además, quien te ha agredido es alguien conocido o alguien con el que ya habías iniciado un acercamiento sexual? La conocida como violación en cita es una de las formas de violencia de género que más predomina entre la juventud. Sin embargo, este tipo de agresión sexual escapa de las estadísticas porque por norma general no es denunciado.

“Había una chica que lo decía muy gráficamente: ‘Es que no me imagino contándole a un juez, así en masculino, que yo sí quería pero no tanto, cómo le cuento que no me gustó una mirada...’ Es tan subjetivo, es tan fina la línea que no se ven contando esas cosas sin sentir que las van a culpabilizar o llamar exageradas”, explica Norma Vázquez, directora de la consultora Sortzen, que en 2011 elaboró el informe ‘Agresiones sexuales, cómo se viven, cómo se entienden y cómo se atienden’. “Está muy interiorizado el tema del no es no, y cada vez se repite más, pero decir no cuando te ves en esa situación a veces no es tan fácil”, sostiene.

La lucha ha comenzado, pero queda aún mucho trabajo por hacer. Las expertas coinciden en que uno de los pilares fundamentales debe ser la educación. El caso reciente ocurrido en el campus de Albacete, donde un grupo de estudiantes hablaba en un grupo de WhatsApp de “marcarse una manada” con una compañera o la detención de tres futbolistas de la Arandina acusados de agresión sexual reflejan un profundo problema social a abordar.

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