Dame Jean Macnamara |
La médica australiana desarrolló métodos de tratamiento y rehabilitación de la enfermedad en menores y contribuyó al descubrimiento, años después, de su vacuna.
Alberto López | El País, 2020-04-02
https://elpais.com/sociedad/2020-04-01/dame-jean-macnamara-la-doctora-que-derroto-a-la-polio.html
De espíritu decidido, la pequeña estatura de Dame Jean Macnamara, apenas 152 centímetros, nunca fueron un obstáculo para su fortaleza. La Primera Guerra Mundial le dio la clave de su vocación: “Ser de alguna utilidad en el mundo”, así que dedicó su vida a la medicina con una ética de trabajo incansable que le permitió investigar, comprender y establecer mejores tratamientos para las diversas formas de parálisis. Se especializó sobre todo en la polio, potencialmente mortal en los menores hasta mediados del siglo pasado.
Su trabajo científico fue clave para lograr años después la vacuna de la poliomielitis y la convirtieron en una eminencia del bienestar de los niños y niñas por sus contribuciones a la salud. De hecho, sus investigaciones lograron hallar métodos de rehabilitación más eficaces sobre las parálisis.
Dedicada siempre a su propósito de estudiar, logró por sus excelentes calificaciones una beca que le permitió viajar a Europa y a Estados Unidos, donde abrió su espectro de conocimientos para tratar también a víctimas de envenenamiento por plomo, parálisis cerebral y a personas con deformaciones por malas postura. Todos sus logros científicos y su contribución al desarrollo de la humanidad le reportaron el título de Dama Comandante de la Orden del Imperio Británico en 1935.
Dame Annie Jean Macnamara nació el 1 de abril de 1899, en Beechworth, una ciudad histórica del sudeste de Australia. Fue la segunda hija de un secretario de justicia católico y una madre presbiteriana de quien heredó en nombre de Annie. Desde la infancia mostró gran interés por la naturaleza, ya que pasaba las vacaciones en una granja y siempre le impresionaron los efectos que los conejos y la sequía tenían en la destrucción de lo que más tarde ella denominó “la herencia de los niños” para referirse a la naturaleza.
La familia se mudó a Melbourne cuando todavía Dame Jean era una niña, en 1907. Su adaptación a la gran ciudad fue buena y empezó a destacar en los estudios. Consiguió una beca para matricularse en un instituto presbiteriano sólo de chicas, donde se convirtió en editora de la revista escolar ‘Patchwork’. Y con 15 años ganó el Premio a la Excelencia Educativa en Secundaria.
En esos años de adolescencia, la participación de Australia en la Primera Guerra Mundial, unida a su sensación de libertad en la naturaleza durante las vacaciones de verano en una granja, forjaron la vocación profesional de Jean. Ella misma se sintió obligada “a ser de alguna utilidad en el mundo”, e ingresó a la Universidad de Melbourne con 17 años. Se graduó en Medicina, Cirugía y Anatomía en 1922 junto a una generación que se convirtió también años después en médicos y científicos brillantes como Kate Campbell, Frank Macfarlane Burnet, Jean Littlejohn y Lucy Meredith Bryce.
Con su exposición del trabajo de fin de carrera logró una beca Beaney en Cirugía que le permitió empezar a trabajar como oficial médica residente en el Hospital Real de Melbourne. Un año después, en mayo de 1923, Jean fue nombrada residente en el Hospital de Niños gracias a buenas recomendaciones por su dedicación. A pesar de que las autoridades fueron reacias a su contratación porque no había instalaciones sanitarias adecuadas para las doctoras, finalmente accedieron a contar con sus servicios.
Durante su estancia en el Hospital de Niños de Melbourne se produjo una epidemia mundial de polio, y ella y su compañero de facultad Burnet demostraron que había más de una cepa del virus, algo que años más tarde fue decisivo en el desarrollo de la vacuna Salk contra la poliomielitis. Ambos probaron como terapia el uso del suero inmune en el tratamiento de pacientes en la etapa preparalítica y Jean publicó y defendió sus resultados en revistas australianas y británicas, aunque ese tratamiento acabó rechazándose.
Jean empezó a especializarse tanto en la enfermedad de la polio que entre 1925 y 1931 fue consultora y oficial médica responsable ante el Comité de Poliomielitis del estado australiano de Victoria, y entre 1930 y 1931 fue asesora honoraria de poliomielitis ante las autoridades oficiales de los estados de Nueva Gales del Sur, Australia del Sur y Tasmania.
Durante los dos años siguientes, entre septiembre de 1931 y octubre de 1933, la doctora viajó a Inglaterra y a Estados Unidos gracias a una beca Rockefeller. Su desánimo por el rechazo a su terapia con suero inmune la llevó a centrarse en la ortopedia. Entre sus logros en esos años de investigaciones y aprendizaje en el extranjero se encuentran el convencerse de la necesidad de un cuidado posterior adecuado de las personas discapacitadas, llegarse a reunir con el presidente Roosevelt, lograr el primer respirador artificial para Australia y conocer nuevas ideas para entablillar y rehabilitar a los enfermos. Asimismo, escribió a los departamentos de salud de todo el mundo para evaluar la posibilidad de que el virus de la polio se transmitiera a través de la leche. En 1934, al regresar a Australia, se casó con Joseph Ivan Connor, dermatólogo de profesión. La familia tuvo dos hijas, pero a pesar de su nueva vida, Jean continuó dedicándose plenamente a su profesión y pasó a supervisar a pacientes en dos hospitales. Su gran capacidad de trabajo y para inspirar confianza en sus pacientes, principalmente niños, llenaron las clínicas con familias preparadas para esperar horas hasta ser atendidas por ella.
Su método de tratamiento consistía en entablillar la parte paralizada del cuerpo hasta que el nervio dañado se recuperara y así reeducar de forma paciente los músculos. De esta forma, la doctora Jean pasó mucho tiempo no sólo con sus pacientes, sino también con su fabricante de férulas ideando ingeniosos dispositivos de retención e inmovilización. Poco a poco organizó un sistema de fisioterapeutas itinerantes y un servicio voluntario de conductores para atender a todos los pacientes.
En 1938, gracias a este sistema, abrió una clínica donde 30 niños eran tratados a diario y hasta se les daba un plato de comida caliente al mediodía. Dame Jean Macnamara vio incrementado su prestigio y empezó a dirigir y a supervisar otras clínicas en el país, apoyó la creación de un centro de tratamiento experimental y a la vez adquirió mejores instalaciones hospitalarias para ella.
Su trabajo se extendió a víctimas de envenenamiento por plomo y por parálisis cerebral, así como a personas con deformidades por malas posturas. En 1940, y por recomendación suya, abrió en Australia el primer centro para menores afectados por espasticidad en el Hospital de Niños.
Otra faceta de sus investigaciones la desarrolló en 1933 en la Universidad de Princeton (Estados Unidos), con la idea de expandir el virus del mixoma (mixomatosis) para erradicar una plaga de conejos en Australia. Aunque los ensayos inicialmente no tuvieron éxito, ella no desistió en los resultados, y cuando el virus se volvió epizoótico en 1951, a través de mosquitos y pulgas propagó el virus entre los animales, causando la reducción exitosa del número de conejos salvajes.
Jean, junto con su esposo, adquirió una granja como segunda residencia para los fines de semana y también luchó contra el uso indiscriminado de pesticidas. Su marido falleció en 1955 y desde entonces se volcó más aún en su propio trabajo hasta que, descuidando su propia salud, falleció el 13 de octubre de 1968 de un ataque al corazón causado por la enfermedad cardiaca que padecía. Tenía 69 años.
Muchos antiguos pacientes asistieron a su funeral que, según se publicó en los periódicos de forma casi macabra, pareció una escena de Lourdes. Según los deseos de la propia Dame Jean, sus cenizas fueron enterradas bajo una roca cubierta de musgo en Beechworth, su lugar natal.
Los reconocimientos a su labor investigadora y médica se sucedieron casi hasta la actualidad. Así, junto a otros siete científicos médicos australianos, alguno de su promoción, fue homenajeada en la emisión de un conjunto de cuatro sellos australianos lanzados en 1995. Ella aparece en el sello de 45 centavos con el doctor Burnet, compañero de universidad y de trabajo durante muchos años.
Asimismo, en 2018, la Comisión Electoral Australiana renombró una división electoral federal como Macnamara en su honor. Del mismo modo, un suburbio de Canberra fue nombrado Macnamara como reconocimiento a su contribución al desarrollo científico.
Su trabajo científico fue clave para lograr años después la vacuna de la poliomielitis y la convirtieron en una eminencia del bienestar de los niños y niñas por sus contribuciones a la salud. De hecho, sus investigaciones lograron hallar métodos de rehabilitación más eficaces sobre las parálisis.
Dedicada siempre a su propósito de estudiar, logró por sus excelentes calificaciones una beca que le permitió viajar a Europa y a Estados Unidos, donde abrió su espectro de conocimientos para tratar también a víctimas de envenenamiento por plomo, parálisis cerebral y a personas con deformaciones por malas postura. Todos sus logros científicos y su contribución al desarrollo de la humanidad le reportaron el título de Dama Comandante de la Orden del Imperio Británico en 1935.
Dame Annie Jean Macnamara nació el 1 de abril de 1899, en Beechworth, una ciudad histórica del sudeste de Australia. Fue la segunda hija de un secretario de justicia católico y una madre presbiteriana de quien heredó en nombre de Annie. Desde la infancia mostró gran interés por la naturaleza, ya que pasaba las vacaciones en una granja y siempre le impresionaron los efectos que los conejos y la sequía tenían en la destrucción de lo que más tarde ella denominó “la herencia de los niños” para referirse a la naturaleza.
La familia se mudó a Melbourne cuando todavía Dame Jean era una niña, en 1907. Su adaptación a la gran ciudad fue buena y empezó a destacar en los estudios. Consiguió una beca para matricularse en un instituto presbiteriano sólo de chicas, donde se convirtió en editora de la revista escolar ‘Patchwork’. Y con 15 años ganó el Premio a la Excelencia Educativa en Secundaria.
En esos años de adolescencia, la participación de Australia en la Primera Guerra Mundial, unida a su sensación de libertad en la naturaleza durante las vacaciones de verano en una granja, forjaron la vocación profesional de Jean. Ella misma se sintió obligada “a ser de alguna utilidad en el mundo”, e ingresó a la Universidad de Melbourne con 17 años. Se graduó en Medicina, Cirugía y Anatomía en 1922 junto a una generación que se convirtió también años después en médicos y científicos brillantes como Kate Campbell, Frank Macfarlane Burnet, Jean Littlejohn y Lucy Meredith Bryce.
Con su exposición del trabajo de fin de carrera logró una beca Beaney en Cirugía que le permitió empezar a trabajar como oficial médica residente en el Hospital Real de Melbourne. Un año después, en mayo de 1923, Jean fue nombrada residente en el Hospital de Niños gracias a buenas recomendaciones por su dedicación. A pesar de que las autoridades fueron reacias a su contratación porque no había instalaciones sanitarias adecuadas para las doctoras, finalmente accedieron a contar con sus servicios.
Durante su estancia en el Hospital de Niños de Melbourne se produjo una epidemia mundial de polio, y ella y su compañero de facultad Burnet demostraron que había más de una cepa del virus, algo que años más tarde fue decisivo en el desarrollo de la vacuna Salk contra la poliomielitis. Ambos probaron como terapia el uso del suero inmune en el tratamiento de pacientes en la etapa preparalítica y Jean publicó y defendió sus resultados en revistas australianas y británicas, aunque ese tratamiento acabó rechazándose.
Jean empezó a especializarse tanto en la enfermedad de la polio que entre 1925 y 1931 fue consultora y oficial médica responsable ante el Comité de Poliomielitis del estado australiano de Victoria, y entre 1930 y 1931 fue asesora honoraria de poliomielitis ante las autoridades oficiales de los estados de Nueva Gales del Sur, Australia del Sur y Tasmania.
Durante los dos años siguientes, entre septiembre de 1931 y octubre de 1933, la doctora viajó a Inglaterra y a Estados Unidos gracias a una beca Rockefeller. Su desánimo por el rechazo a su terapia con suero inmune la llevó a centrarse en la ortopedia. Entre sus logros en esos años de investigaciones y aprendizaje en el extranjero se encuentran el convencerse de la necesidad de un cuidado posterior adecuado de las personas discapacitadas, llegarse a reunir con el presidente Roosevelt, lograr el primer respirador artificial para Australia y conocer nuevas ideas para entablillar y rehabilitar a los enfermos. Asimismo, escribió a los departamentos de salud de todo el mundo para evaluar la posibilidad de que el virus de la polio se transmitiera a través de la leche. En 1934, al regresar a Australia, se casó con Joseph Ivan Connor, dermatólogo de profesión. La familia tuvo dos hijas, pero a pesar de su nueva vida, Jean continuó dedicándose plenamente a su profesión y pasó a supervisar a pacientes en dos hospitales. Su gran capacidad de trabajo y para inspirar confianza en sus pacientes, principalmente niños, llenaron las clínicas con familias preparadas para esperar horas hasta ser atendidas por ella.
Su método de tratamiento consistía en entablillar la parte paralizada del cuerpo hasta que el nervio dañado se recuperara y así reeducar de forma paciente los músculos. De esta forma, la doctora Jean pasó mucho tiempo no sólo con sus pacientes, sino también con su fabricante de férulas ideando ingeniosos dispositivos de retención e inmovilización. Poco a poco organizó un sistema de fisioterapeutas itinerantes y un servicio voluntario de conductores para atender a todos los pacientes.
En 1938, gracias a este sistema, abrió una clínica donde 30 niños eran tratados a diario y hasta se les daba un plato de comida caliente al mediodía. Dame Jean Macnamara vio incrementado su prestigio y empezó a dirigir y a supervisar otras clínicas en el país, apoyó la creación de un centro de tratamiento experimental y a la vez adquirió mejores instalaciones hospitalarias para ella.
Su trabajo se extendió a víctimas de envenenamiento por plomo y por parálisis cerebral, así como a personas con deformidades por malas posturas. En 1940, y por recomendación suya, abrió en Australia el primer centro para menores afectados por espasticidad en el Hospital de Niños.
Otra faceta de sus investigaciones la desarrolló en 1933 en la Universidad de Princeton (Estados Unidos), con la idea de expandir el virus del mixoma (mixomatosis) para erradicar una plaga de conejos en Australia. Aunque los ensayos inicialmente no tuvieron éxito, ella no desistió en los resultados, y cuando el virus se volvió epizoótico en 1951, a través de mosquitos y pulgas propagó el virus entre los animales, causando la reducción exitosa del número de conejos salvajes.
Jean, junto con su esposo, adquirió una granja como segunda residencia para los fines de semana y también luchó contra el uso indiscriminado de pesticidas. Su marido falleció en 1955 y desde entonces se volcó más aún en su propio trabajo hasta que, descuidando su propia salud, falleció el 13 de octubre de 1968 de un ataque al corazón causado por la enfermedad cardiaca que padecía. Tenía 69 años.
Muchos antiguos pacientes asistieron a su funeral que, según se publicó en los periódicos de forma casi macabra, pareció una escena de Lourdes. Según los deseos de la propia Dame Jean, sus cenizas fueron enterradas bajo una roca cubierta de musgo en Beechworth, su lugar natal.
Los reconocimientos a su labor investigadora y médica se sucedieron casi hasta la actualidad. Así, junto a otros siete científicos médicos australianos, alguno de su promoción, fue homenajeada en la emisión de un conjunto de cuatro sellos australianos lanzados en 1995. Ella aparece en el sello de 45 centavos con el doctor Burnet, compañero de universidad y de trabajo durante muchos años.
Asimismo, en 2018, la Comisión Electoral Australiana renombró una división electoral federal como Macnamara en su honor. Del mismo modo, un suburbio de Canberra fue nombrado Macnamara como reconocimiento a su contribución al desarrollo científico.
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