viernes, 6 de agosto de 2021

#hemeroteca #travestis #testimonios | Eduardo Gaviña: «En el instituto, era como ser negro y estar en una boda del Ku Klux Klan».

Imagen: Naiz / Eduardo Gaviña //
Eduardo Gaviña · Travesti, fotógrafo y mucho más: «En el instituto, era como ser negro y estar en una boda del Ku Klux Klan».
Eduardo Gaviña (Laudio, 1969) es el «alter ego» de Yogurinha Borova, una presumida espía rusa llegada del frío que canta en euskara canciones liberadoras ahora para el público infantil. Como Teresa Rabal, pero en drag queen y con pelucón.
Amaia Ereñaga | Naiz, 2021-08-06
https://www.naiz.eus/es/info/noticia/20210806/en-el-instituto-era-como-ser-negro-y-estar-en-una-boda-del-ku-klux-klan

«Soy abertzale, maritxu y de izquierdas», suelta a bote pronto. Es Eduardo Gaviña, fotógrafo, cabaretera, cantante –seis discos en su haber– y creador de personajes superlativos como Yogurhina Borova. Son algunos de sus «haberes», porque también ha sido concursante de un reality [“Safari Wazungu”, ETB2, en 2016], videobloguer y, ahora, diseñador. No resulta difícil reconocerle vestido «de calle» por su camiseta, en la que se lee ”Stop LGBTIfobia”. Forma parte de la colección de ropa y de accesorios coloristas que le «nacieron» en el confinamiento, con sudaderas y hasta cortinas de baño o camisetas del Athletic –«el equipo necesita una peña un poco marica»–. Unos artículos para los que recibe pedidos desde Latinoamérica y Nueva York en su página web y en la tienda XL Polita, en las Siete Calles de Bilbo.

Debutó con Las Fellini haciendo de Mel G –«la culpa la tienen las Spice Girls»–, y por cosas de los nuevos tiempos, Eduardo ha pasado de vivir «muchas noches de ‘Walking Dead’» a disfrutar «del día, la naturaleza y el horizonte». Así, este euskaldunberri salido de AEK se dedica al público infantil con el espectáculo “Meri, Mari eta Lari”, pese a que tampoco hace ascos a locales alternativos madrileños con compañeras como La rata de Antequera. Por cierto, con las restricciones, el circuito drag de la noche está fatal. ¿A quienes citamos? «A Asier Bilbao o Andoni Mutiloa, que hace un espectáculo que se llama ‘Esnatu naiz’ en el que es un baserritarra que quiere ser Beyonce; es maravillosa». Mientras, en su canal de Youtube, Yogurhina canta: «Te imaginas un mundo sin pluma. / Un arcoíris en blanco y negro. / Un baño sin espuma. / Te imaginas un mundo sin vida. / Sin pelucones ni plataformas./ Sin reinonas y sin divas. / Déjame ser. / Tal como quiero ser. (...)» (“Plumofobia”, 2017).

El suyo tiene que ser una clase de cliente especial, que no lo importe ponerse en estos tiempos una camiseta que diga: «No más plumofobia»
Es muy interesante, porque no hay solo rechazo fuera del colectivo a la pluma, dentro del colectivo también hay muchísimo. Tienes que ser un chico y parecer superhetero. Pero yo digo que la pluma es maravillosa y es un arma de reivindicación, porque siéntete como te dé la gana. “Plumofobia” también es una canción pensada para reivindicar la pluma de las chicas.

En su perfil de Twitter se define como travesti. Yo pensaba que era drag queen, pero ¿me explica la diferencia entre travesti, drag queen y transformista?
¿Qué soy? Es complicado, porque yo no soy nada ahora mismo. Tengo esa sensación de estar en un limbo, y no me importa, porque no saben cómo clasificarme. A nivel laboral es peligroso, porque solo se acuerdan de mí cuando llega el Orgullo. Estoy en un momento como de indefinición: no soy teatrero, pero hago teatro; no soy fotógrafo pero hago fotos; soy hombre, pero me visto de mujer; no soy cantante pero hago canciones; no soy diseñador, pero hago camisetas. Y todo es así: no soy travesti, no soy transformista, no soy drag queen...

Te explico: transformista puede ser un chico o una chica que hace un personaje, que se transforma en una persona, pero no hay un tema sexual por medio, de disforia de género o lo que sea. A ti, por ejemplo, te gusta Marilyn Monroe y te transformas en ella: eres transformista. Una travesti tiene ya un componente sexual, de rollo femenino, que yo a veces reivindico, aunque no me sienta mujer. Ha tenido siempre un componente tan negativo que siempre lo reivindico. Y drag tampoco soy.

Me llamaron el otro día para “Drag Race” [programa de televisión que es la réplica estatal del famosísimo en EEUU de la drag RuPaul] y, tras una hora de teléfono, no me entendieron. Les dije que yo no encajaba allí y que sí que me podían llevar un día, porque soy la primera drag queen del planeta que ha hecho una canción para niños sobre diversidad. Sí que hay drags que van a colegios a contar cuentos, pero una canción ex profeso para ellos, creo que soy la única que lo ha hecho. Yo les expliqué que no me interesa el vestuario por el vestuario, sino contar cosas. No encajo en ningún sitio, pero soy feliz.

De profesión es fotógrafo.

Cuando vino lo digital, me barrió. Figúrate, cuando yo empiezo a tener sexualidad, aparece el sida. Llevas 21 años reprimido y, en un campo de trabajo en Coslada, se lo dices por primera vez a un americano: ‘Soy maricón’... y la otra meada de risa. Lo sabía desde el primer día. Bueno, pues cuando empiezo a tener sexualidad, llega el sida –nuestra sexualidad ha sido espantosa– y cuando me hago autónomo, el año pasado, aparece esta mandanga: otra vez, adáptate, el pánico, la ansiedad…

Hay fotografías suyas en la exposición sobre la webserie «Ni naizena naiz», sobre la experiencia de diez personas trans. ¿Iniciativas como esta sirven para conocer de cerca su realidad, más ahora con toda la polémica incluso dentro del feminismo? ¿Hay una necesidad de conocer para empatizar?
Sí, he hecho algunas de las fotografías. Las mujeres han estado tan ninguneadas, tan arrasadas, que a algunas como que les da miedo... es extrañísimo. Yo soy maricón y, te lo juro, lo sé desde pequeñito. Mi primer sueño erótico fue con un obrero de la construcción, porque, encima, me gustan ese tipo de hombres gigantones. Yo era supermariquita y supersensible de crío, no sabían si era un niño o una niña. De verdad, no somos maricones por hacernos los guays, ni por una decisión personal. ¡Con lo heavy que es vivir esto, y ellas sienten ese lado femenino y lo son de verdad! Es innegable.

No es fácil ser trans. Por eso choca que se diga que con la nueva ley los hombres se volverán mujeres.
Por favor. Es como si un millonario decide hacerse pobre: ¿Si estás en una posición privilegiada, por qué te vas a cambiar? ¿Qué dices? Esto no es un juego ni no son carnavales: son 365 días al año en los que estás incomodísima o incomodísimo en tu cuerpo. En otras culturas ya se hablaba de un tercer sexo.

Últimamente hay un repunte de la homofobia: no solo la muerte de Samuel en Galiza, es que se dan casos aquí en Zornotza, en Basauri...
Porque están alentando los de Vox a esta gente.

Muchos de los agresores son chavales muy jóvenes. No sé si es un problema de educación, se habla incluso del porno duro que consumen los adolescentes. ¿Hay más homofobia ahora o es que siempre ha existido?
Sí, esto es de siempre. Yo solo sé que en la EGB no recibí nada de bullying. Yo noté la diferencia cuando entré en el instituto de Llodio: «¡Marica, maricón…!». El viaje de estudios fue bastante espantoso. ¿Sabes qué pasa? Que lo teníamos tan interiorizado que ahora digo: “¡Si me estaban todo el rato llamando maricón y marica!», pero era como lo normal. Como si eres negro y estás en una boda de blancos del Ku Klux Klan, una pasada. Esto siempre ha existido, pero ahora hay más consciencia. Ahora tenemos voz y no nos vamos a callar.

¿Hacer espectáculos para críos va por ahí, por educarlos? ¿Y cómo reaccionan ellos?
Claro. La primera vez me llamaron de un colegio de Dima para hacer “Eraso sexistarik ez” y “Maite duzunarekin gozatu”, y yo estaba más acojonada que los profesores y los niños. Soy supertímido y estaba temblando. ¡Solo se me ocurre a mí traer unos tacones al patio! Vestido con un buzo de color carne, salí y los niños así [con la boca abierta]. Hay que hacer más cosas, porque normalizan… bueno, la palabra normal no sé, pero hacen ¡chas!: ‘¿Este es un señor feo, de 50 años, vestido de mujer y que canta y quiere que bailemos? ¡Pues bailamos!’. Y notas enseguida quién se separa, porque posiblemente en casa ha escuchado algo.

¿Suele haber reacciones negativas?
No. Son reacciones tontas, como separarse, como si fueras un bicho. Y pasa, ha pasado siempre.

En Donostia, recibieron amenazas.
Hubo dos llamadas a la casa de cultura Okendo diciendo que estábamos aleccionado a los niños: ‘Perfecto –les respondieron–, haga un escrito con su nombre poniendo los motivos por lo que cree que no tenemos que contratar a esta gente’. No hubo respuesta, claro. Cuando llegamos y nos enteramos, temblando, y las de la casa de cultura, cuidándonos. Lo que pasó ese día fue mágico: se generó una energía como si estuviéramos actuando en los 60.

Algunas de sus canciones son como himnos. Un ejemplo: «Maitatu bihotzez, inoiz ez ezkutatu. Sentipenak askatu, zarena kanporatu».
Esta es maravillosa, es el “A quién le importa” de Fangoria y Alaska en euskara y para críos. He hecho también otra canción, que llama “Ausarten kluba”, en contra del bullying. ¡Y luego voy a Torremolinos y digo que he hecho una canción en euskara para niños sobre la diversidad! Lo he hecho también en Galicia. El día siguiente que mataran a Samuel yo actuaba en el Teatro Colón de A Coruña en el Orgullo. Imagínate, se me pone el vello de punta: el teatro de pie y les hice bailar a los peques. Fue maravilloso, muy chulo.

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