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La LGTBfobia también asiste a clase. Los expertos coinciden en que no solo se debe centrar la formación del alumnado en las materias troncales, sino que se deben incorporar la educación emocional y otras temáticas que favorezcan el respeto por las diferencias.
Tomás Loyola Barberis | Periódico Escuela, 2015-05-21/27
http://www.periodicoescuela.es/content/Documento.aspx?params=H4sIAAAAAAAEAO29B2AcSZYlJi9tynt_SvVK1-B0oQiAYBMk2JBAEOzBiM3mkuwdaUcjKasqgcplVmVdZhZAzO2dvPfee--999577733ujudTif33_8_XGZkAWz2zkrayZ4hgKrIHz9-fB8_IorZ7LMXpzv0PNg52N_b-YWXed0U1fKzvZ3d-zv35YPi_PppNX1zvco_O8_KJv-F-aSq3gbv_f6m_f8D79pDGlEAAAA=WKE
El 40% de los delitos de odio registrados en España en 2014 fueron originados por la orientación sexual de la víctima. La misma tendencia que ya habían marcado las cifras presentadas por el Ministerio del Interior en 2013 a través de los informes sobre incidentes relacionados con esta tipología delictiva. De igual manera, el Estudio 2013 sobre discriminación por orientación sexual y/o identidad de género en España, realizado por la Felgtb y Cogam, afirma que casi el 45% de las personas LGTB entrevistadas se habían sentido discriminadas en alguna ocasión. ¿Quiere decir esto que España es un país LGTBfóbico?
Ámbito civil
España fue el tercer país del mundo en reconocer el matrimonio entre personas del mismo sexo en 2005, detrás de Holanda y Bélgica. En 2004, una encuesta del CIS mostraba una realidad que aceptaba sin problemas el matrimonio homosexual con más de 66% de apoyo (frente a un 26,5% de rechazo). Según otra encuesta del CIS de 2011, el 86% de los jóvenes opinaba que debería poder hablarse con naturalidad sobre diversidad sexual, el 81% aceptaba las relaciones entre varones y un 84% entre mujeres; el 76% aprobaba el matrimonio entre personas del mismo sexo. Además, el 86% no estaba de acuerdo con la afirmación de que la homosexualidad es una enfermedad y al 81% le parecería irrelevante si su profesor o profesora fuera homosexual.
Pero la sociedad es contradictoria por naturaleza. En la misma encuesta, un 77% de los y las jóvenes reconoció haber escuchado insultos, el 79% dijo haber oído hablar mal de los homosexuales, y un 18% de ellos había sido testigo de golpes y empujones causados por acoso por cuestiones de orientación sexual.
Normativa vigente
Tanto la LOE como la Lomce abordan la diversidad sexual desde el respeto. Dice el artículo 23 que la Educación Secundaria Obligatoria contribuirá a desarrollar en los alumnos y las alumnas las capacidades que les permitan “conocer y aceptar el funcionamiento del propio cuerpo y el de los otros, respetar las diferencias, afianzar los hábitos de cuidado y salud corporales e incorporar la educación física y la práctica del deporte para favorecer el desarrollo personal y social. Conocer y valorar la dimensión humana de la sexualidad en toda su diversidad”.
Hasta aquí todo bien, en teoría. Pero la práctica muestra una realidad que no casa bien con la atención a la diversidad: aumento de ratios, reducción del número de docentes, aumento de la carga horaria de asignaturas troncales en desmedro de otras que podrían favorecer la inclusión, la educación emocional y otros aspectos fundamentales del crecimiento, pero poco medibles en pruebas internacionales y nada útiles para establecer comparativas entre centros.
Tal como dice Belén de la Rosa, secretaria de Formación de la Federación de Educación de Comisiones Obreras (FE-CCOO), “poco podemos hablar si no hay un compromiso político para abordar la educación en la sexualidad y la diversidad en sentido amplio, políticas que tienen que verse reflejadas en la puesta en marcha de normativas en el ámbito educativo”. Y continúa: “Es imposible incorporar contenidos de ningún tipo en la situación actual, con niñas y niños que a veces vienen sin comer, cuando hace frío en las aulas, hay masificación de estudiantes, cuentan con menos recursos y con una plantilla de profesorado cada vez en peores condiciones”.
Otra curiosa contradicción en el sistema, explica Luis García, docente del IES Cabo Blanco (Canarias). “Trabajar la diversidad sexual y de género en los centros educativos no solo es recomendable, sino que debería ser obligatorio. La LOE y la Lomce nos hablan de educar en el respeto a la diversidad afectivo-sexual. La forma de hacerlo es lo de menos, pero abordarlo es de obligado cumplimiento”, afirma.
La realidad
Entonces, ¿qué se está haciendo? Si bien el marco otorgado por la Lomce para el currículo es bastante estricto, las autonomías han intervenido lo que han podido en sus planes curriculares. Además, cada centro también ha tomado cartas en el asunto, dependiendo del margen de maniobra que tenga y los intereses que motiven la puesta en marcha de determinadas actividades o programas.
Melani Penna, doctora en Educación y psicóloga, especializada en diversidad sexual y en la lucha contra la homofobia, sostiene que “frente a la integración ideal de las leyes, falta una integración real que no se ha dado, del día a día, de la homofobia cognitiva que sigue estando ahí”. Este tipo de homofobia tiene que ver con las ideas y conceptos que se manejan sobre los homosexuales, todavía teñidos de una visión negativa y, en muchas ocasiones, errónea, manejada en función de estereotipos, y asociada a lo antinatural o amoral, tal como explica el documento "Homofobia en el sistema educativo", publicado por la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (Felgtb) en 2005, y coordinado por Jesús Generelo y José Ignacio Pichardo, antropólogo de la Universidad Complutense.
Es precisamente este último quien se refirió a las carencias actuales del sistema. “Falta un plan de educación sexual integral en España, en el que se incluyan todas las temáticas de género, de diversidad, de transexualidad, de homofobia, etc.”, explicó Pichardo. Su experiencia –otra contradicción más– es que lleva muchos años abordando la diversidad sexual y conoce numerosas experiencias de centros de Primaria o Secundaria en los que se tratan estos temas, donde la generalidad es la aceptación, el respeto y el agradecimiento por un trabajo que enriquece no solo las vivencias del alumnado, sino también del profesorado y de las familias.
“Se están haciendo muchas cosas con buenos resultados. Y, cuando se hacen, no pasa nada. En los centros se trabajan temas de diversidad y convivencia, donde la temática LGTB es una cosa más”, aclara Pichardo. Pero la realidad es que son iniciativas que surgen de los propios centros, de las AMPA o de los estudiantes.
Según Eva Abril, concejala de Aranjuez y profesora del IES Matías Bravo de Valdemoro, las temáticas de diversidad afectivo-sexual “no se tratan de ninguna manera y, cuando se hace, es a riesgo de los profesionales que se atreven a tratar temas que la Administración considera tabúes”. Pero De la Rosa es tajante al afirmar que “es irresponsable dejar esto a la voluntariedad del profesorado, sin poner encima de la mesa recursos, aumentar las plantillas para que se favorezca la posibilidad de abordar la educación de forma más individualizada, además de formación específica y un cambio en la concepción de las políticas que pasen por desinstrumentalizar o academizar la educación. No se trata de abandonar materias instrumentales, sino que se trata de incorporar contenidos sobre la gestión de emociones, los afectos, las diversidades, educación de género, la gestión de lo colectivo o del espacio escolar”.
Cuerpos docentes
No obstante, y pese a todas las limitaciones impuestas sobre ellos y sobre los currículos, son los y las docentes quienes se dejan la piel para completar la formación de sus estudiantes, abordando ciertos temas que para ellos resultan indispensables, para dotarles no solo de herramientas académicas, sino que para darles también la oportunidad de adquirir habilidades sociales y emocionales para su vida presente y futura.
Pero, ¿por qué no se extiende más? ¿Por qué no se incluye en el currículo? Si bien la base del problema está en las carencias del sistema, la realidad también muestra las debilidades en la formación del profesorado. Luis García, del IES Cabo Blanco, reconocía que “los y las docentes de Secundaria y Formación Profesional venimos de estudiar carreras muy específicas donde no hay asignaturas enfocadas a la educación. Como máximo, cursábamos un curso de adaptación pedagógica (CAP) y actualmente el Máster. Por tanto, nos falta mucha formación, que vamos completando, si existe voluntad, con recursos sobre uso de las TIC, metodologías específicas, atención a la diversidad, etc.”.
Coincide con él Melani Penna al afirmar que, si bien la diversidad afectivo-sexual es un tema que interesa al 87% del alumnado que ella encuestó para su investigación entre estudiantes de las carreras de Ciencias de la Educación, la realidad es que “tienen un gran desconocimiento sobre este tema, ya que no se les habla de ello en la carrera ni en el posgrado”.
Lo contradictorio, una vez más, es que, tal como asegura José Ignacio Pichardo, “cuando un profesor actúa en el ámbito de la diversidad afectivo-sexual y el respeto, la cosa cambia”. Y precisamente actúan cuando se sienten seguros de su formación y de contar con las herramientas para hacerlo; de lo contrario, muchas veces no saben cómo abordar una situación de acoso, de LGTBfobia, de convivencia... Por eso, el antropólogo no duda en manifestar que la formación del profesorado “es esencial para trabajar la diversidad”.
Además de la falta de formación, los principales obstáculos son los que se han comentado con anterioridad: rigidez de los currículos; falta de tiempo y recursos; recortes en las plantillas, en orientación y apoyo educativo, aulas masificadas que no favorecen la atención individualizada, etc. No obstante, y como siempre ocurre en la práctica, el profesorado ha encontrado pequeños resquicios para satisfacer sus propias motivaciones, pero también las de muchos padres, madres o tutores, e incluso de los propios alumnos que, a veces, también demandan más conocimiento.
¿Cómo responde el alumnado?
Luis García explica que en el IES Cabo Blanco el alumnado “se muestra muy interesado con todas las actividades, aunque siempre hay resistencias, fundamentalmente de los sectores más conservadores. Independientemente de la postura que adopten, todas las actividades que desarrollamos son de obligado cumplimiento, ya que se recogen en la Programación General Anual”.
Por su parte, Eva Abril también tiene una visión bastante positiva del trabajo que se realiza con el alumnado. “En general sienten curiosidad al principio; pero, una vez que lo saben y se habla con absoluta normalidad, no le dan más vueltas”, añadió.
De igual manera, Belén de la Rosa comentó que “cuando se habla abiertamente del tema, se exponen vivencias o se informa adecuadamente de todo lo que tiene que ver con otras realidades, otras maneras de vivir, de afectos, el alumnado es muy receptivo porque siente reflejada su propia diversidad. Se ven reforzados, tienen referencias y empiezan a entender que todos somos diversos o diversas de alguna manera”.
¿Y las familias?
“Con respecto a las familias, generalmente he tenido buena aceptación –continúa De la Rosa–. En alguna ocasión alguna no ha querido que su hijo o hija participase en alguna actividad, pero por lo general ven con muy buenos ojos que eduquemos en valores, en afectos y en la diversidad, porque muchas veces no se sienten preparados para hablar de estos temas en familia. De hecho muchas afirman desconocer qué es la homofobia y la transfobia, cómo y cuándo ocurre, qué hacer, cómo hablar de transexualidad o intersexualidad…”.
La experiencia del profesor de Secundaria del archipiélago canario es similar y García asegura que “en cinco años que llevo en este centro, jamás ha habido ni una sola queja por parte de las familias. Lo más grave que hemos tenido ha sido algún comentario homófobo por parte de algún alumno, pero nada más”.
Y Eva Abril remata: “Respecto a las familias, nunca he tenido ningún problema; muy al contrario, algunas veces en las tutorías me han comentado que, gracias a haber dicho yo en clase que era lesbiana, han hablado en casa del tema y algunas veces ha servido para reconocer que algún miembro de la familia también es LGTBIQ”, explica.
Entonces, ¿dónde está el problema? Acercarse a este punto no resulta simple, porque la generalización puede afectar a la visión global de la situación en los centros. Si bien no hay estudios definitivos sobre el tema, una investigación dirigida por Santiago Agustín Ruiz, titulada Familias homoparentales en España: integración social, necesidades y derechos, sostenía que “cuando se pregunta acerca de la integración en la práctica educativa, observamos que pese a que las familias [homoparentales] se sienten aceptadas y valoradas por el profesorado y el ideario de los centros, perciben que todavía es necesario hacer un esfuerzo por la inclusión en aspectos más prácticos”. Estos hacen alusión a la visibilización de la diversidad afectivo-sexual en el entorno escolar, en cuanto a la decoración de los espacios comunes, las actividades, el currículo y ciertos asuntos administrativos.
No obstante, el estudio también afirmaba que “la relación con el profesorado es en general valorada de forma positiva: un 75% dice haber recibido muestras explícitas de halago y/o apoyo, en un 42,3% se han percibido muestras de curiosidad y en un 28,9% muestras de sorpresa. Si hablamos de interacciones negativas, un 3,8% ha sido objeto de algún tipo de rechazo por parte de profesionales del centro, aunque en todos los casos se califica como puntual, y un 5,8% por parte de otros padres/madres, aunque también de forma puntual”. Con estos datos, surge inmediatamente la pregunta: ¿Cuál es el problema entonces?
Como José Ignacio Pichardo reconoce, al igual que pasó con Educación para la Ciudadanía, la manifestación de la homofobia y la resistencia a abordar la diversidad afectivo-sexual proviene en general de un número menor de personas que las que están a favor. “La mayor parte de las y los jóvenes muestran respeto por la diversidad. Es la minoría del 20% o 30% la que acaba imponiendo el acoso, el insulto o la exclusión homofóbica, porque el amplio porcentaje restante se calla”.
Y Luis García responde de forma tajante: “La situación del alumnado LGBT va mejorando. No obstante, ciertos estudios nos alertan de que la LGTBfobia persiste en la escuela, de que hay alumnado que sigue sufriendo discriminación por su orientación sexual o su identidad de género, no solo por parte de sus semejantes, sino también del profesorado, siendo en Secundaria el primer motivo de discriminación”.
Judith Velasco, responsable del Área de Apoyo Psicológico e Investigación de It Gets Better España, afirma que “entre el 5% y el 18% del alumnado ha experimentado en algún momento una situación de acoso escolar. Los datos concretos sobre la prevalencia del fenómeno son menos precisos, dado que el momento de máxima incidencia del acoso es en el primer ciclo de Secundaria y en muchas ocasiones todavía no se han identificado como LGBT, o porque terapéuticamente no interesa tanto el motivo de la victimización como el hecho de ser acosado en sí”.
Tanto Abril como De la Rosa coinciden en que el principal problema es que se sigue construyendo la sociedad y el conocimiento en una relación binaria (hombre/mujer, femenino/masculino, por ejemplo), lo que genera esa tendencia a estigmatizar a todo lo que no encaje dentro de esos parámetros. Por eso, el alumnado transexual, bisexual, asexual o quienes sin tener una identidad definida asumen comportamientos considerados contrarios a su género, resultan los más afectados por los ataques y el acoso.
Y pese a que falta una política gubernamental para abordar la diversidad afectivo-sexual y la convivencia en los centros educativos, la realidad vuelve a marcar una clara tendencia: el profesorado, en general, es el que está rellenando los huecos que la propia legislación tiene. España no es, en teoría, un país homofóbico; pero, sin duda, tiene una importante tarea: plantear una hoja de ruta que lleve a la educación a dejar de contar excepciones y a establecer, en cambio, prácticas cotidianas de integración e inclusión.
Ámbito civil
España fue el tercer país del mundo en reconocer el matrimonio entre personas del mismo sexo en 2005, detrás de Holanda y Bélgica. En 2004, una encuesta del CIS mostraba una realidad que aceptaba sin problemas el matrimonio homosexual con más de 66% de apoyo (frente a un 26,5% de rechazo). Según otra encuesta del CIS de 2011, el 86% de los jóvenes opinaba que debería poder hablarse con naturalidad sobre diversidad sexual, el 81% aceptaba las relaciones entre varones y un 84% entre mujeres; el 76% aprobaba el matrimonio entre personas del mismo sexo. Además, el 86% no estaba de acuerdo con la afirmación de que la homosexualidad es una enfermedad y al 81% le parecería irrelevante si su profesor o profesora fuera homosexual.
Pero la sociedad es contradictoria por naturaleza. En la misma encuesta, un 77% de los y las jóvenes reconoció haber escuchado insultos, el 79% dijo haber oído hablar mal de los homosexuales, y un 18% de ellos había sido testigo de golpes y empujones causados por acoso por cuestiones de orientación sexual.
Normativa vigente
Tanto la LOE como la Lomce abordan la diversidad sexual desde el respeto. Dice el artículo 23 que la Educación Secundaria Obligatoria contribuirá a desarrollar en los alumnos y las alumnas las capacidades que les permitan “conocer y aceptar el funcionamiento del propio cuerpo y el de los otros, respetar las diferencias, afianzar los hábitos de cuidado y salud corporales e incorporar la educación física y la práctica del deporte para favorecer el desarrollo personal y social. Conocer y valorar la dimensión humana de la sexualidad en toda su diversidad”.
Hasta aquí todo bien, en teoría. Pero la práctica muestra una realidad que no casa bien con la atención a la diversidad: aumento de ratios, reducción del número de docentes, aumento de la carga horaria de asignaturas troncales en desmedro de otras que podrían favorecer la inclusión, la educación emocional y otros aspectos fundamentales del crecimiento, pero poco medibles en pruebas internacionales y nada útiles para establecer comparativas entre centros.
Tal como dice Belén de la Rosa, secretaria de Formación de la Federación de Educación de Comisiones Obreras (FE-CCOO), “poco podemos hablar si no hay un compromiso político para abordar la educación en la sexualidad y la diversidad en sentido amplio, políticas que tienen que verse reflejadas en la puesta en marcha de normativas en el ámbito educativo”. Y continúa: “Es imposible incorporar contenidos de ningún tipo en la situación actual, con niñas y niños que a veces vienen sin comer, cuando hace frío en las aulas, hay masificación de estudiantes, cuentan con menos recursos y con una plantilla de profesorado cada vez en peores condiciones”.
Otra curiosa contradicción en el sistema, explica Luis García, docente del IES Cabo Blanco (Canarias). “Trabajar la diversidad sexual y de género en los centros educativos no solo es recomendable, sino que debería ser obligatorio. La LOE y la Lomce nos hablan de educar en el respeto a la diversidad afectivo-sexual. La forma de hacerlo es lo de menos, pero abordarlo es de obligado cumplimiento”, afirma.
La realidad
Entonces, ¿qué se está haciendo? Si bien el marco otorgado por la Lomce para el currículo es bastante estricto, las autonomías han intervenido lo que han podido en sus planes curriculares. Además, cada centro también ha tomado cartas en el asunto, dependiendo del margen de maniobra que tenga y los intereses que motiven la puesta en marcha de determinadas actividades o programas.
Melani Penna, doctora en Educación y psicóloga, especializada en diversidad sexual y en la lucha contra la homofobia, sostiene que “frente a la integración ideal de las leyes, falta una integración real que no se ha dado, del día a día, de la homofobia cognitiva que sigue estando ahí”. Este tipo de homofobia tiene que ver con las ideas y conceptos que se manejan sobre los homosexuales, todavía teñidos de una visión negativa y, en muchas ocasiones, errónea, manejada en función de estereotipos, y asociada a lo antinatural o amoral, tal como explica el documento "Homofobia en el sistema educativo", publicado por la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (Felgtb) en 2005, y coordinado por Jesús Generelo y José Ignacio Pichardo, antropólogo de la Universidad Complutense.
Es precisamente este último quien se refirió a las carencias actuales del sistema. “Falta un plan de educación sexual integral en España, en el que se incluyan todas las temáticas de género, de diversidad, de transexualidad, de homofobia, etc.”, explicó Pichardo. Su experiencia –otra contradicción más– es que lleva muchos años abordando la diversidad sexual y conoce numerosas experiencias de centros de Primaria o Secundaria en los que se tratan estos temas, donde la generalidad es la aceptación, el respeto y el agradecimiento por un trabajo que enriquece no solo las vivencias del alumnado, sino también del profesorado y de las familias.
“Se están haciendo muchas cosas con buenos resultados. Y, cuando se hacen, no pasa nada. En los centros se trabajan temas de diversidad y convivencia, donde la temática LGTB es una cosa más”, aclara Pichardo. Pero la realidad es que son iniciativas que surgen de los propios centros, de las AMPA o de los estudiantes.
Según Eva Abril, concejala de Aranjuez y profesora del IES Matías Bravo de Valdemoro, las temáticas de diversidad afectivo-sexual “no se tratan de ninguna manera y, cuando se hace, es a riesgo de los profesionales que se atreven a tratar temas que la Administración considera tabúes”. Pero De la Rosa es tajante al afirmar que “es irresponsable dejar esto a la voluntariedad del profesorado, sin poner encima de la mesa recursos, aumentar las plantillas para que se favorezca la posibilidad de abordar la educación de forma más individualizada, además de formación específica y un cambio en la concepción de las políticas que pasen por desinstrumentalizar o academizar la educación. No se trata de abandonar materias instrumentales, sino que se trata de incorporar contenidos sobre la gestión de emociones, los afectos, las diversidades, educación de género, la gestión de lo colectivo o del espacio escolar”.
Cuerpos docentes
No obstante, y pese a todas las limitaciones impuestas sobre ellos y sobre los currículos, son los y las docentes quienes se dejan la piel para completar la formación de sus estudiantes, abordando ciertos temas que para ellos resultan indispensables, para dotarles no solo de herramientas académicas, sino que para darles también la oportunidad de adquirir habilidades sociales y emocionales para su vida presente y futura.
Pero, ¿por qué no se extiende más? ¿Por qué no se incluye en el currículo? Si bien la base del problema está en las carencias del sistema, la realidad también muestra las debilidades en la formación del profesorado. Luis García, del IES Cabo Blanco, reconocía que “los y las docentes de Secundaria y Formación Profesional venimos de estudiar carreras muy específicas donde no hay asignaturas enfocadas a la educación. Como máximo, cursábamos un curso de adaptación pedagógica (CAP) y actualmente el Máster. Por tanto, nos falta mucha formación, que vamos completando, si existe voluntad, con recursos sobre uso de las TIC, metodologías específicas, atención a la diversidad, etc.”.
Coincide con él Melani Penna al afirmar que, si bien la diversidad afectivo-sexual es un tema que interesa al 87% del alumnado que ella encuestó para su investigación entre estudiantes de las carreras de Ciencias de la Educación, la realidad es que “tienen un gran desconocimiento sobre este tema, ya que no se les habla de ello en la carrera ni en el posgrado”.
Lo contradictorio, una vez más, es que, tal como asegura José Ignacio Pichardo, “cuando un profesor actúa en el ámbito de la diversidad afectivo-sexual y el respeto, la cosa cambia”. Y precisamente actúan cuando se sienten seguros de su formación y de contar con las herramientas para hacerlo; de lo contrario, muchas veces no saben cómo abordar una situación de acoso, de LGTBfobia, de convivencia... Por eso, el antropólogo no duda en manifestar que la formación del profesorado “es esencial para trabajar la diversidad”.
Además de la falta de formación, los principales obstáculos son los que se han comentado con anterioridad: rigidez de los currículos; falta de tiempo y recursos; recortes en las plantillas, en orientación y apoyo educativo, aulas masificadas que no favorecen la atención individualizada, etc. No obstante, y como siempre ocurre en la práctica, el profesorado ha encontrado pequeños resquicios para satisfacer sus propias motivaciones, pero también las de muchos padres, madres o tutores, e incluso de los propios alumnos que, a veces, también demandan más conocimiento.
¿Cómo responde el alumnado?
Luis García explica que en el IES Cabo Blanco el alumnado “se muestra muy interesado con todas las actividades, aunque siempre hay resistencias, fundamentalmente de los sectores más conservadores. Independientemente de la postura que adopten, todas las actividades que desarrollamos son de obligado cumplimiento, ya que se recogen en la Programación General Anual”.
Por su parte, Eva Abril también tiene una visión bastante positiva del trabajo que se realiza con el alumnado. “En general sienten curiosidad al principio; pero, una vez que lo saben y se habla con absoluta normalidad, no le dan más vueltas”, añadió.
De igual manera, Belén de la Rosa comentó que “cuando se habla abiertamente del tema, se exponen vivencias o se informa adecuadamente de todo lo que tiene que ver con otras realidades, otras maneras de vivir, de afectos, el alumnado es muy receptivo porque siente reflejada su propia diversidad. Se ven reforzados, tienen referencias y empiezan a entender que todos somos diversos o diversas de alguna manera”.
¿Y las familias?
“Con respecto a las familias, generalmente he tenido buena aceptación –continúa De la Rosa–. En alguna ocasión alguna no ha querido que su hijo o hija participase en alguna actividad, pero por lo general ven con muy buenos ojos que eduquemos en valores, en afectos y en la diversidad, porque muchas veces no se sienten preparados para hablar de estos temas en familia. De hecho muchas afirman desconocer qué es la homofobia y la transfobia, cómo y cuándo ocurre, qué hacer, cómo hablar de transexualidad o intersexualidad…”.
La experiencia del profesor de Secundaria del archipiélago canario es similar y García asegura que “en cinco años que llevo en este centro, jamás ha habido ni una sola queja por parte de las familias. Lo más grave que hemos tenido ha sido algún comentario homófobo por parte de algún alumno, pero nada más”.
Y Eva Abril remata: “Respecto a las familias, nunca he tenido ningún problema; muy al contrario, algunas veces en las tutorías me han comentado que, gracias a haber dicho yo en clase que era lesbiana, han hablado en casa del tema y algunas veces ha servido para reconocer que algún miembro de la familia también es LGTBIQ”, explica.
Entonces, ¿dónde está el problema? Acercarse a este punto no resulta simple, porque la generalización puede afectar a la visión global de la situación en los centros. Si bien no hay estudios definitivos sobre el tema, una investigación dirigida por Santiago Agustín Ruiz, titulada Familias homoparentales en España: integración social, necesidades y derechos, sostenía que “cuando se pregunta acerca de la integración en la práctica educativa, observamos que pese a que las familias [homoparentales] se sienten aceptadas y valoradas por el profesorado y el ideario de los centros, perciben que todavía es necesario hacer un esfuerzo por la inclusión en aspectos más prácticos”. Estos hacen alusión a la visibilización de la diversidad afectivo-sexual en el entorno escolar, en cuanto a la decoración de los espacios comunes, las actividades, el currículo y ciertos asuntos administrativos.
No obstante, el estudio también afirmaba que “la relación con el profesorado es en general valorada de forma positiva: un 75% dice haber recibido muestras explícitas de halago y/o apoyo, en un 42,3% se han percibido muestras de curiosidad y en un 28,9% muestras de sorpresa. Si hablamos de interacciones negativas, un 3,8% ha sido objeto de algún tipo de rechazo por parte de profesionales del centro, aunque en todos los casos se califica como puntual, y un 5,8% por parte de otros padres/madres, aunque también de forma puntual”. Con estos datos, surge inmediatamente la pregunta: ¿Cuál es el problema entonces?
Como José Ignacio Pichardo reconoce, al igual que pasó con Educación para la Ciudadanía, la manifestación de la homofobia y la resistencia a abordar la diversidad afectivo-sexual proviene en general de un número menor de personas que las que están a favor. “La mayor parte de las y los jóvenes muestran respeto por la diversidad. Es la minoría del 20% o 30% la que acaba imponiendo el acoso, el insulto o la exclusión homofóbica, porque el amplio porcentaje restante se calla”.
Y Luis García responde de forma tajante: “La situación del alumnado LGBT va mejorando. No obstante, ciertos estudios nos alertan de que la LGTBfobia persiste en la escuela, de que hay alumnado que sigue sufriendo discriminación por su orientación sexual o su identidad de género, no solo por parte de sus semejantes, sino también del profesorado, siendo en Secundaria el primer motivo de discriminación”.
Judith Velasco, responsable del Área de Apoyo Psicológico e Investigación de It Gets Better España, afirma que “entre el 5% y el 18% del alumnado ha experimentado en algún momento una situación de acoso escolar. Los datos concretos sobre la prevalencia del fenómeno son menos precisos, dado que el momento de máxima incidencia del acoso es en el primer ciclo de Secundaria y en muchas ocasiones todavía no se han identificado como LGBT, o porque terapéuticamente no interesa tanto el motivo de la victimización como el hecho de ser acosado en sí”.
Tanto Abril como De la Rosa coinciden en que el principal problema es que se sigue construyendo la sociedad y el conocimiento en una relación binaria (hombre/mujer, femenino/masculino, por ejemplo), lo que genera esa tendencia a estigmatizar a todo lo que no encaje dentro de esos parámetros. Por eso, el alumnado transexual, bisexual, asexual o quienes sin tener una identidad definida asumen comportamientos considerados contrarios a su género, resultan los más afectados por los ataques y el acoso.
Y pese a que falta una política gubernamental para abordar la diversidad afectivo-sexual y la convivencia en los centros educativos, la realidad vuelve a marcar una clara tendencia: el profesorado, en general, es el que está rellenando los huecos que la propia legislación tiene. España no es, en teoría, un país homofóbico; pero, sin duda, tiene una importante tarea: plantear una hoja de ruta que lleve a la educación a dejar de contar excepciones y a establecer, en cambio, prácticas cotidianas de integración e inclusión.
Stop LGTBfobia!
Algunos recursos de información, apoyo y denuncia en caso de acoso por LGTBfobia:
_It Gets Better España (www.itgetsbetter.es), también en Facebook, Twitter e Instagram.
_Observatorio Español contra la LGTBfobia (http://www.stoplgbtfobia.org).
_Arcópoli (http://www.arcopoli.org/)
_Cogam (http://www.cogam.es/secciones/stop-homo-transfobia)
_Felgtb (http://www.felgtb.org/consultas-y-denuncias)
han aprobado o considerado jornadas sobre el acoso
ResponderEliminarhomofobico o por genero ?