Imagen: Ecuador Etxea / Judy Chicago |
June Fernández | Pikara, 2015-12-11
http://www.pikaramagazine.com/2015/12/entrevista-a-judy-chicago/
A Judy Chicago no le sorprende que la primera retrospectiva de su obra se haya inaugurado tras 52 años produciendo arte. La obra de las artistas feministas que, como ella, rompieron con la hegemonía masculina en el arte, ha sido sistemáticamente cuestionada por una industria machista. Pero se resiste al victimismo. Esta exposición en la Alhóndiga de Bilbao supone su enésimo acto de rebeldía.
“¿Me escucháis bien? Hace poco di una conferencia y alguien me pidió que alzase la voz. Me entró la risa, porque en mi carrera lo normal ha sido que pidan que me calle”. El anecdotario de Judy Chicago (Chicago, 1939) entretiene al grupo de periodistas que han acudido a cubrir la inauguración de su retrospectiva en La Alhóndiga de Bilbao (Azkuna Zentroa). Si en la rueda de prensa se muestra entrañable, en la entrevista para Pikara Magazine despliega impaciencia y sarcasmo. “¿Qué es arte feminista?” Zanja mi primera y predecible pregunta diciéndome que eso se lo pregunte a comisarios de arte como el de esta exposición, Xabier Arakistain; que a ella le pregunte por su obra.
Habla con acento sureño y despacio; a rato se adivina que está cansada. Cansada de dar vueltas por Europa, cansada de descansar de hacer arte, que es lo que ella sigue disfrutando. Pero la siguiente pregunta la enciende, se levanta, empieza a agitar las manos y a parodiar a la mujer alienada o al genio machista de turno.
Cuando Judy Chicago estaba en la universidad, un profesor dijo que las mujeres no habían contribuido de forma significativa a la Historia. Su indignación le sirvió como motor para buscar referentes y constatar que no sólo existieron sino que su legado fue borrado del relato histórico patriarcal. Años después inauguró su instalación más emblemática, ‘The dinner party’. La exposición da cuenta también de otro de sus proyectos de gran formato: en 1972, un año después de organizar junto con Miriam Schapiro el primer programa de arte feminista en California, ambas fundaron con sus estudiantes el proyecto ‘Womanhouse’, en un edificio vacío de Los Ángeles crearon diecisiete ambientes para representar la discriminación de las mujeres, dando forma a la premisa que define la segunda ola del feminismo: lo personal es político.
“¿Por qué tardé tanto en montar una retrospectiva? Porque recién conocí a Arakis”. En la rueda de prensa, agradece al comisario ser el que mejor ha comprendido su obra. Y él la corresponde recordando la importancia del legado de Chicago: “Es una de las primeras artistas que se da cuenta de que la dominación masculina también se reproduce mediante el lenguaje visual; que vivimos en un régimen visual falocéntrico que se nos presenta como neutro”.
¿Qué contestaría ahora si le dijeran, como le ocurrió de joven, que tiene que elegir entre ser artista o mujer?
Me reiría de ellos. ¿Conoces a Élisabeth Vigée-Lebrun?
No…
Pues deberías ‘guglearla’. Fue una de las artistas más famosas y exitosas de su época. La gente piensa que no ha habido mujeres que hayan triunfado en el arte. Las hubo, pero fueron borradas de la historia. Ella era francesa, y esta fue la primera retrospectiva sobre ella: más de 200 años después de su muerte. Aquí en el Guggenheim Bilbao han programado una exposición de Jean Michel Basquiat, que acaba de morir, y de Richard Serra, que sigue vivo, pero Vigée-Lebrun tuvo que esperar 200 años.
En la historia del arte hay infinidad de autorretratos de artistas masculinos pintando. Una mujer artista de la generación de Vigée-Lebrun no se podía presentar así. Tenía que ser al mismo tiempo una artista y una dama. Y existían serias dudas sobre si las mujeres podían ser al mismo tiempo pintoras y mujeres. Así que ella dibujó un autorretrato en el que pintaba con un vestido que nunca hubiera utilizado para pintar, porque se lo mancharía entero. Y así sostenía la paleta con delicadeza. Así que el mensaje del cuadro era: “¿Ves? Puedo ser una artista y al mismo tiempo puedo ser una madre devota”.
Así que este es un problema que tenemos desde hace siglos. ¡Es ridículo! Nadie pregunta eso a los hombres. ¡¡Es ridículo!!
¿Qué opina de artistas cuyo trabajo es claramente feminista, pero que reniegan de esa etiqueta por miedo a que les cierren puertas? Pienso, por ejemplo, en Marina Abramovic.
Nadie infravalora a Andy Warhol por que se le asocie con el pop-art o a Jason Pollock por que se le llame expresionista abstracto. Vivimos en una cultura patriarcal en la que se devalúa el trabajo de las mujeres. Y cuando las mujeres se alzan para defender sus derechos, a la cultura no le gusta. [En tono burlesco]: “Uh, es una artista feminista, probablemente sea una puta, debe ser una persona horrible, seguro que se está acostando con alguien para conseguir esos encargos, debe ser malvada, terrible…”
El feminismo, más que una disciplina artística, es una mirada. ¿Ocurre que cuando se te define como artista feminista, ya solo se te compara con otras artistas feministas?
¿Qué tiene eso de malo? De todas formas, no es eso lo que ocurre. En realidad, la historia del arte feminista no está integrada en la historia del arte, lo que ocurre es que muchos críticos de arte ponen a las mujeres en el contexto de artistas masculinos. Así se dan cosas absurdas, como que a una artista que utiliza la técnica del bordado la comparen con Andy Warhol y no conmigo o con Miriam Schapiro, que también hemos utilizado esa técnica.
Me refería a que cuando una es artista feminista, solo la reconozcan desde espacios especializados en género.
Es que resulta fantasioso pensar que el patriarcado te va a recompensar por ser desobediente. [Carcajada] La desobediencia masculina sí que se premia. Puedes ser un bad boy [un malote], pero no una chica mala.
La crítica masculina ha tendido a tachar de narcisistas o locas a las artistas que han utilizado su propio cuerpo para hacer obras impactantes y transgresoras. ¿Persiste ese estigma?
Eso fue hace mucho tiempo. Artistas de performance como Hannah Wilke y Carolee Schneemann son reconocidas como artistas feministas de nivel. Aunque su obra siga sin ser tratada de la misma manera que a sus colegas masculinos, están en los libros de texto… ¿Pero sabes qué? Las mujeres lo pasan mal recibiendo malas críticas, se las toman como algo personal. Me resulta interesante que décadas después de que esas malas críticas se escribieran, la gente siga preguntándome sobre ellas.
¿Ya está superado?
Creo que las jóvenes artistas siguen enfrentando esas críticas. ¿Conoces a alguna joven artista feminista?
“¿Me escucháis bien? Hace poco di una conferencia y alguien me pidió que alzase la voz. Me entró la risa, porque en mi carrera lo normal ha sido que pidan que me calle”. El anecdotario de Judy Chicago (Chicago, 1939) entretiene al grupo de periodistas que han acudido a cubrir la inauguración de su retrospectiva en La Alhóndiga de Bilbao (Azkuna Zentroa). Si en la rueda de prensa se muestra entrañable, en la entrevista para Pikara Magazine despliega impaciencia y sarcasmo. “¿Qué es arte feminista?” Zanja mi primera y predecible pregunta diciéndome que eso se lo pregunte a comisarios de arte como el de esta exposición, Xabier Arakistain; que a ella le pregunte por su obra.
Habla con acento sureño y despacio; a rato se adivina que está cansada. Cansada de dar vueltas por Europa, cansada de descansar de hacer arte, que es lo que ella sigue disfrutando. Pero la siguiente pregunta la enciende, se levanta, empieza a agitar las manos y a parodiar a la mujer alienada o al genio machista de turno.
Cuando Judy Chicago estaba en la universidad, un profesor dijo que las mujeres no habían contribuido de forma significativa a la Historia. Su indignación le sirvió como motor para buscar referentes y constatar que no sólo existieron sino que su legado fue borrado del relato histórico patriarcal. Años después inauguró su instalación más emblemática, ‘The dinner party’. La exposición da cuenta también de otro de sus proyectos de gran formato: en 1972, un año después de organizar junto con Miriam Schapiro el primer programa de arte feminista en California, ambas fundaron con sus estudiantes el proyecto ‘Womanhouse’, en un edificio vacío de Los Ángeles crearon diecisiete ambientes para representar la discriminación de las mujeres, dando forma a la premisa que define la segunda ola del feminismo: lo personal es político.
“¿Por qué tardé tanto en montar una retrospectiva? Porque recién conocí a Arakis”. En la rueda de prensa, agradece al comisario ser el que mejor ha comprendido su obra. Y él la corresponde recordando la importancia del legado de Chicago: “Es una de las primeras artistas que se da cuenta de que la dominación masculina también se reproduce mediante el lenguaje visual; que vivimos en un régimen visual falocéntrico que se nos presenta como neutro”.
¿Qué contestaría ahora si le dijeran, como le ocurrió de joven, que tiene que elegir entre ser artista o mujer?
Me reiría de ellos. ¿Conoces a Élisabeth Vigée-Lebrun?
No…
Pues deberías ‘guglearla’. Fue una de las artistas más famosas y exitosas de su época. La gente piensa que no ha habido mujeres que hayan triunfado en el arte. Las hubo, pero fueron borradas de la historia. Ella era francesa, y esta fue la primera retrospectiva sobre ella: más de 200 años después de su muerte. Aquí en el Guggenheim Bilbao han programado una exposición de Jean Michel Basquiat, que acaba de morir, y de Richard Serra, que sigue vivo, pero Vigée-Lebrun tuvo que esperar 200 años.
En la historia del arte hay infinidad de autorretratos de artistas masculinos pintando. Una mujer artista de la generación de Vigée-Lebrun no se podía presentar así. Tenía que ser al mismo tiempo una artista y una dama. Y existían serias dudas sobre si las mujeres podían ser al mismo tiempo pintoras y mujeres. Así que ella dibujó un autorretrato en el que pintaba con un vestido que nunca hubiera utilizado para pintar, porque se lo mancharía entero. Y así sostenía la paleta con delicadeza. Así que el mensaje del cuadro era: “¿Ves? Puedo ser una artista y al mismo tiempo puedo ser una madre devota”.
Así que este es un problema que tenemos desde hace siglos. ¡Es ridículo! Nadie pregunta eso a los hombres. ¡¡Es ridículo!!
¿Qué opina de artistas cuyo trabajo es claramente feminista, pero que reniegan de esa etiqueta por miedo a que les cierren puertas? Pienso, por ejemplo, en Marina Abramovic.
Nadie infravalora a Andy Warhol por que se le asocie con el pop-art o a Jason Pollock por que se le llame expresionista abstracto. Vivimos en una cultura patriarcal en la que se devalúa el trabajo de las mujeres. Y cuando las mujeres se alzan para defender sus derechos, a la cultura no le gusta. [En tono burlesco]: “Uh, es una artista feminista, probablemente sea una puta, debe ser una persona horrible, seguro que se está acostando con alguien para conseguir esos encargos, debe ser malvada, terrible…”
El feminismo, más que una disciplina artística, es una mirada. ¿Ocurre que cuando se te define como artista feminista, ya solo se te compara con otras artistas feministas?
¿Qué tiene eso de malo? De todas formas, no es eso lo que ocurre. En realidad, la historia del arte feminista no está integrada en la historia del arte, lo que ocurre es que muchos críticos de arte ponen a las mujeres en el contexto de artistas masculinos. Así se dan cosas absurdas, como que a una artista que utiliza la técnica del bordado la comparen con Andy Warhol y no conmigo o con Miriam Schapiro, que también hemos utilizado esa técnica.
Me refería a que cuando una es artista feminista, solo la reconozcan desde espacios especializados en género.
Es que resulta fantasioso pensar que el patriarcado te va a recompensar por ser desobediente. [Carcajada] La desobediencia masculina sí que se premia. Puedes ser un bad boy [un malote], pero no una chica mala.
La crítica masculina ha tendido a tachar de narcisistas o locas a las artistas que han utilizado su propio cuerpo para hacer obras impactantes y transgresoras. ¿Persiste ese estigma?
Eso fue hace mucho tiempo. Artistas de performance como Hannah Wilke y Carolee Schneemann son reconocidas como artistas feministas de nivel. Aunque su obra siga sin ser tratada de la misma manera que a sus colegas masculinos, están en los libros de texto… ¿Pero sabes qué? Las mujeres lo pasan mal recibiendo malas críticas, se las toman como algo personal. Me resulta interesante que décadas después de que esas malas críticas se escribieran, la gente siga preguntándome sobre ellas.
¿Ya está superado?
Creo que las jóvenes artistas siguen enfrentando esas críticas. ¿Conoces a alguna joven artista feminista?
Sí, me hablan de actitudes paternalistas por parte de sus colegas masculinos. Las aplauden pero siempre sienten tratadas como mujeres, no como “una de ellos”.
El cambio no ha sido de alcance. Cada nueva generación tiene que enfrentarse a eso. Es muy irritante.
¿Cómo es que a los críticos les asustan tanto las vulvas?
Cuando mostré mis primeros trabajos claro que se asustaron y horrorizaron. Veremos qué ocurre ahora aquí, cuando lleguen las críticas, y tu pregunta será respondida. España cuenta con leyes de igualdad. Será interesante comprobar si ese clima se traslada al arte, si se reconoce el derecho de las mujeres a proponer imágenes centradas en la feminidad, de la misma forma que los hombres han tenido derecho a proponer imágenes fálicas. Mi experiencia es que los artículos tienden a ser muy positivos mientras que las críticas son realmente negativas. Porque los cambios sociales no han permeado en el arte.
El arte feminista se ha centrado en la subjetividad femenina. Usted, en cambio, se ha interesado por la masculinidad.
Durante mucho tiempo, parecía que sólo las mujeres teníamos género. Los hombres eran lo universal. Pareciera que solo nosotras estamos constreñidas por la feminidad, que los hombres no están modelados por el género. Que cometan actos terroristas o maten a mujeres no tiene nada que ver. ¡Ja! Hay mujeres artistas que siguen preocupadas por su identidad, pero yo no creo que el arte feminista pueda o tenga que ser sólo eso. Creo que el feminismo tiene que abrirse. Los primeros 15 años de mi carrera sí que me centré en la identidad femenina, en la historia de las mujeres, pero después me interesé por la construcción de género de la masculinidad, luego por el Holocausto… Y eso realmente cambió mi punto de vista.
¿Cómo relaciona el Holocausto con la masculinidad?
Viajamos por todo el mundo y observamos cómo el Holocauto se representaba en los diferentes lugares. Constatamos que cada país tenía una forma diferente de aproximarse al tema. Pero tenían en común que las mujeres eran excluidas del relato. Pero lo que empecé a observar fue que la opresión a las mujeres es parte de un sistema más grande, de una opresión global de injusticia resultado de diferentes estructuras de dominación. ‘The dinner party’ es una crítica a cómo se ha escrito la historia, por esa pequeña parte de la humanidad que es la que oprime. Y el resto de la gente, y los animales más aún, quedan debajo. El Holocausto también es resultado de ese sistema global de injusticia.
¿Qué reacciones observa cuando interpela a los hombres?
La primera vez que hice ‘Power play’, todavía recuerdo que en una lectura una mujer se puso de pie y se puso a gritar [Se levanta e imita]: “¡¿Por qué estás tan enfadada con los hombres?!” Y un hombre le respondió: “Ella nos ha retratado como somos”. Las mujeres han tendido a cumplir el rol de apoyar y defender a los hombres y sus comportamientos. Es como cuando los diseñadores de moda deciden: “Vamos a diseñar tacones altos porque las mujeres son estúpidas y los van a calzar”. Y todas las mujeres los usan. Así que ellas también son cómplices. Necesitamos más mujeres desobedientes.
En ese proceso de ampliar una mirada centrada en la feminidad, ¿le ha interesado el arte queer?
Hay mucho arte queer y lésbico que ha quedado excluido del diálogo artistico. El teórico queer que considero más prominente es Jonathan Katz, y él ha escrito el ensayo del catálogo de la última exhibición de ‘Power play’. La teoría queer es fruto de la teoría feminista y es, desde luego, una gran contribución. Hay muchos artistas como Jasper Johns que no han querido que su obra sea asociada con la homosexualidad. Ocurre como con las mujeres: “Oh, no quiero participar en una exhibición de mujeres, pueden darse cuenta de que soy una mujer”.
Después de 50 años haciendo arte, ¿qué es lo que le mueve ahora?
No soy feliz cuando no estoy dentro de mi estudio. Es muy difícil para mí. Llevo cinco semanas en Europa y es muy duro. Simplemente, no soy feliz cuando no estoy haciendo arte.
El cambio no ha sido de alcance. Cada nueva generación tiene que enfrentarse a eso. Es muy irritante.
¿Cómo es que a los críticos les asustan tanto las vulvas?
Cuando mostré mis primeros trabajos claro que se asustaron y horrorizaron. Veremos qué ocurre ahora aquí, cuando lleguen las críticas, y tu pregunta será respondida. España cuenta con leyes de igualdad. Será interesante comprobar si ese clima se traslada al arte, si se reconoce el derecho de las mujeres a proponer imágenes centradas en la feminidad, de la misma forma que los hombres han tenido derecho a proponer imágenes fálicas. Mi experiencia es que los artículos tienden a ser muy positivos mientras que las críticas son realmente negativas. Porque los cambios sociales no han permeado en el arte.
El arte feminista se ha centrado en la subjetividad femenina. Usted, en cambio, se ha interesado por la masculinidad.
Durante mucho tiempo, parecía que sólo las mujeres teníamos género. Los hombres eran lo universal. Pareciera que solo nosotras estamos constreñidas por la feminidad, que los hombres no están modelados por el género. Que cometan actos terroristas o maten a mujeres no tiene nada que ver. ¡Ja! Hay mujeres artistas que siguen preocupadas por su identidad, pero yo no creo que el arte feminista pueda o tenga que ser sólo eso. Creo que el feminismo tiene que abrirse. Los primeros 15 años de mi carrera sí que me centré en la identidad femenina, en la historia de las mujeres, pero después me interesé por la construcción de género de la masculinidad, luego por el Holocausto… Y eso realmente cambió mi punto de vista.
¿Cómo relaciona el Holocausto con la masculinidad?
Viajamos por todo el mundo y observamos cómo el Holocauto se representaba en los diferentes lugares. Constatamos que cada país tenía una forma diferente de aproximarse al tema. Pero tenían en común que las mujeres eran excluidas del relato. Pero lo que empecé a observar fue que la opresión a las mujeres es parte de un sistema más grande, de una opresión global de injusticia resultado de diferentes estructuras de dominación. ‘The dinner party’ es una crítica a cómo se ha escrito la historia, por esa pequeña parte de la humanidad que es la que oprime. Y el resto de la gente, y los animales más aún, quedan debajo. El Holocausto también es resultado de ese sistema global de injusticia.
¿Qué reacciones observa cuando interpela a los hombres?
La primera vez que hice ‘Power play’, todavía recuerdo que en una lectura una mujer se puso de pie y se puso a gritar [Se levanta e imita]: “¡¿Por qué estás tan enfadada con los hombres?!” Y un hombre le respondió: “Ella nos ha retratado como somos”. Las mujeres han tendido a cumplir el rol de apoyar y defender a los hombres y sus comportamientos. Es como cuando los diseñadores de moda deciden: “Vamos a diseñar tacones altos porque las mujeres son estúpidas y los van a calzar”. Y todas las mujeres los usan. Así que ellas también son cómplices. Necesitamos más mujeres desobedientes.
En ese proceso de ampliar una mirada centrada en la feminidad, ¿le ha interesado el arte queer?
Hay mucho arte queer y lésbico que ha quedado excluido del diálogo artistico. El teórico queer que considero más prominente es Jonathan Katz, y él ha escrito el ensayo del catálogo de la última exhibición de ‘Power play’. La teoría queer es fruto de la teoría feminista y es, desde luego, una gran contribución. Hay muchos artistas como Jasper Johns que no han querido que su obra sea asociada con la homosexualidad. Ocurre como con las mujeres: “Oh, no quiero participar en una exhibición de mujeres, pueden darse cuenta de que soy una mujer”.
Después de 50 años haciendo arte, ¿qué es lo que le mueve ahora?
No soy feliz cuando no estoy dentro de mi estudio. Es muy difícil para mí. Llevo cinco semanas en Europa y es muy duro. Simplemente, no soy feliz cuando no estoy haciendo arte.
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