domingo, 7 de enero de 2018

#hemeroteca #lgtbifobia | Miedo al cuerpo, miedo al placer

Imagen: La Marea / Luis del Val
Miedo al cuerpo, miedo al placer.
“Se trata de cómo ese macho blanco y heterosexual, cuyo cuerpo considera que es superior y propietario del resto, marca cuál debe ser el comportamiento del resto de individuos, y cuál el uso que hagan de sus cuerpos, para conservar lo que él considera sus propiedades”, escribe Fallarás.
Cristina Fallarás | La Marea, 2018-01-07
https://www.lamarea.com/2018/01/07/miedo-al-cuerpo-miedo-al-placer/

Una podría preguntarse seriamente de dónde viene el odio que tiene gran parte de la población a los gais y las lesbianas o a los transexuales, qué caray les han hecho para que reaccionen así. Volví a preguntármelo cuando oí el discursito que el periodista y escritor Luis del Val regurgitó en la COPE, un ejemplo de ignorancia y odio irracional. Y volví a responderme que bajo todo ello subyace el miedo al placer, o sea el miedo al cuerpo.

Las mujeres sabemos bien de qué va eso.

En su magnífica obra 'Entre el mundo y yo' (Seix Barral, 2017, National Book Award 2015 de No ficción), el escritor Ta-Nehisi Coates narra a su hijo lo que es la discriminación en la sociedad de Estados Unidos. Él es negro, y habla de la discriminación a los negros. Le explica cómo la única diferencia entre un hombre negro y otro blanco es el cuerpo. Solo eso. ¡El cuerpo! Por el hecho de ser negro, únicamente por eso, tu cuerpo es susceptible de ser vulnerado, golpeado, deshecho, retirado.

Cuando lo leí, sentí que me hablaba a mí, mujer. Lo sentí profundamente. La única diferencia entre una mujer y un hombre es el cuerpo. Solo eso. Algo físico.

En el caso de las mujeres, el cuerpo se ha convertido en un campo de batalla, en el lugar donde los hombres libran una lucha. Y esa lucha es, entre otras cosas, contra el uso que nosotras decidimos hacer de nuestro cuerpo. Ahí hay una diferencia añadida al relato de Coates, pero su punto de partida está en ese relato. Someter el cuerpo es someter al individuo, o sea castigar y cercenar su libertad.

Ahí nace y se desata el odio a gais, lesbianas o transexuales. Se trata de cómo ese macho blanco y heterosexual, cuyo cuerpo considera que es superior y propietario del resto, marca cuál debe ser el comportamiento del resto de individuos, y cuál el uso que hagan de sus cuerpos, para conservar lo que él considera sus propiedades. Pero, además, su construcción religiosa, ligada a la culpa y el pecado, le supone un miedo esencial a cualquier uso del cuerpo que no sea el reglado por la norma. Necesita esa herramienta, esa normativa. Propiedad y culpa.

El resto le da miedo. Le dan miedo los cuerpos diferentes al suyo, y por eso los ataca y odia. El odio viene del miedo. Le aterra el uso soberano que puedan hacer de sus cuerpos aquellos que son diferentes. Entre otros, mujeres, personas homosexuales o transexuales, etcétera. De ahí los cientos de legislaciones, en absolutamente todos los países y religiones, sobre comportamiento sexual, aborto, matrimonio, indumentaria.

Si, además, el uso que una o uno hace de ese cuerpo distinto, de su cuerpo, le procura placer, la cosa se les hace insoportable. Y tapan su miedo con la burla, el escarnio, el castigo y la discriminación.

Por eso Luis del Val y todos los demás ignorantes del PP y Ciudadanos que arremetieron contra gais, lesbianas, transexuales o mujeres, sencillamente trataban de tapar con burla y prohibición su patética cobardía.

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