Imagen: El País |
El Maggio Musicale de Florencia estrena una versión de la obra de Bizet donde la protagonista mata a su maltratador. El montaje pretende denunciar el problema de los feminicidios.
Daniel Verdú | El País, 2018-01-10
https://elpais.com/cultura/2018/01/09/actualidad/1515529053_880482.html
¿Hasta dónde puede el arte reescribirse para seguir las exigencias políticas, éticas y morales de cada época o para denunciar problemas actuales? El teatro del Maggio Musicale de Florencia decidió el pasado domingo, de forma más o menos voluntaria, experimentarlo y estrenó una 'Carmen' de Bizet que supone un insólito paso más allá en esta reflexión. Los espectadores comprobaron cómo en el último acto de la propuesta del director de escena Leo Muscato la protagonista arrebata una pistola a Don José y le descerraja un tiro. El resultado: muere el maltratador y no su víctima. El motivo, explican los responsables del teatro, era denunciar la violencia contra las mujeres, que deja un cadáver en Italia cada tres días y cuya lucha carece de altavoces relevantes. Pero en un país donde la lírica es religión, manipular la conclusión de una obra poniendo en riesgo su significado ha generado el efecto contrario.
La supervivencia de la ópera obligó el siglo pasado a proponer todo tipo de experimentos sobre los escenarios. Directores como Peter Sellars transportaron principios de los ochenta las obras clásicas al mundo contemporáneo —el punto de inflexión fue su Don Giovanni inyectándose heroína sobre el escenario del Monadnock Music Festival de Manchester en 1980— y, desde entonces, la tentación de adaptar los clásicos ha constituido el ‘mainstream’ de la modernidad teatral. También esta ‘Carmen’, ambientada en un asentamiento de gitanos rumanos en la periferia de una gran ciudad italiana y con un Don José convertido en policía antidisturbios. Pero esa no es la cuestión que le ha costado a Muscato los abucheos de una parte del público, amenazas en las redes sociales y hasta la incomprensión de grandes amigos, como relata a este periódico sin comprender todavía la polémica desatada.
Las voces críticas con el cambio de final de ‘Carmen’ aluden al clima general en el que transcurre la polémica. Un periodo donde lo políticamente correcto se mezcla con logros como la visualización y denuncia social del acoso a las mujeres en la industria del cine, por ejemplo, pero que corre el riesgo de maquillar groseramente los aspectos hirientes, incómodos o violentos de grandes obras.
Cuando el arte ofende, la culpa no suele ser del arte. Se recurre ahora como burla a cierto revisionismo aquellas 24 obras de Shakespeare corregidas por Thomas Bowdler en 1807 donde, entre otras cosas, Ofelia no se suicidaba sino que moría accidentalmente. Los críticos ilustran también el fenómeno a través de la petición con 8.700 firmas que recibió el MET para retirar ‘El sueño de Teresa’, la pintura de Balthus de una niña de unos 13 años con la pierna levantada sobre una silla dejando entrever su ropa interior. El museo neoyorquino no tragó y la prensa italiana se escandalizaba ayer de que, aparentemente, lo hubiera consentido el teatro florentino. “¿Y si hacemos un ‘Moby Dick’ donde la ballena no muere y solo es anestesiada”, se interrogaba ‘La Repubblica’. En Francia, patria de Bizet y Mérimée, el cambio también ha recibido críticas.
Pero los defensores de Muscato, entre los que se cuenta el alcalde de Florencia, Dario Nardella —violinista, presidente del teatro en cuestión y gran aficionado a la ópera—, alegan que se trataba de una provocación político-social fundada en las obligaciones del arte de llamar la atención sobre las cuestiones contemporáneas. “Aprecio su elección porque lo hizo con un objetivo preciso: reflejar un tema gravísimo y serio en Italia como es la violencia contra las mujeres. Ha habido un gran debate y muchas críticas. Pero algunas no las entiendo. No es una cuestión ideológica sobre cambiar una ópera o su significado. El teatro debe ser denuncia, la cultura debe ser reinterpretada en el tiempo presente. Y vale también para la gran cultura del pasado. Eso no significa cambiar el pasado, no soy un estúpido que piensa en rescribir el arte. El mensaje de la elección de este director de escena es social y cultural: llamar la atención sobre una cuestión tan seria como son los ‘feminicidios’”, señala Nardella a El País.
Muscato, al teléfono, se muestra abatido por la polémica. “Se ha creado una polvareda exagerada, gratuita”, señala. Las 6 funciones —1.600 localidades por noche— están agotadas y el superintendente del teatro, de quien partió la idea de cambiar el final, quiere reponerla. Pero el escarnio público, sumado al infortunio de que la pistola con la que Carmen mata a Don José falló estrepitosamente en el estreno, se ha vuelto insoportable. “El único motivo por el que acepto llevar un clásico a escena es para que suscite un debate y un motor de emociones. No buscaba ‘epatar’. Yo nunca hablé de ‘feminicidio’, pero me alegra que se vea así”, explica mientras rechaza la etiqueta de políticamente correcto y le da la vuelta al argumento. “Me preocupa que ya no tengamos la libertad cultural e intelectual de dejarnos sorprender. No me pueden mandar a la hoguera sin ver toda la ópera”. De momento, quien quiera hacerlo ya no encontrará entradas.
La supervivencia de la ópera obligó el siglo pasado a proponer todo tipo de experimentos sobre los escenarios. Directores como Peter Sellars transportaron principios de los ochenta las obras clásicas al mundo contemporáneo —el punto de inflexión fue su Don Giovanni inyectándose heroína sobre el escenario del Monadnock Music Festival de Manchester en 1980— y, desde entonces, la tentación de adaptar los clásicos ha constituido el ‘mainstream’ de la modernidad teatral. También esta ‘Carmen’, ambientada en un asentamiento de gitanos rumanos en la periferia de una gran ciudad italiana y con un Don José convertido en policía antidisturbios. Pero esa no es la cuestión que le ha costado a Muscato los abucheos de una parte del público, amenazas en las redes sociales y hasta la incomprensión de grandes amigos, como relata a este periódico sin comprender todavía la polémica desatada.
Las voces críticas con el cambio de final de ‘Carmen’ aluden al clima general en el que transcurre la polémica. Un periodo donde lo políticamente correcto se mezcla con logros como la visualización y denuncia social del acoso a las mujeres en la industria del cine, por ejemplo, pero que corre el riesgo de maquillar groseramente los aspectos hirientes, incómodos o violentos de grandes obras.
Cuando el arte ofende, la culpa no suele ser del arte. Se recurre ahora como burla a cierto revisionismo aquellas 24 obras de Shakespeare corregidas por Thomas Bowdler en 1807 donde, entre otras cosas, Ofelia no se suicidaba sino que moría accidentalmente. Los críticos ilustran también el fenómeno a través de la petición con 8.700 firmas que recibió el MET para retirar ‘El sueño de Teresa’, la pintura de Balthus de una niña de unos 13 años con la pierna levantada sobre una silla dejando entrever su ropa interior. El museo neoyorquino no tragó y la prensa italiana se escandalizaba ayer de que, aparentemente, lo hubiera consentido el teatro florentino. “¿Y si hacemos un ‘Moby Dick’ donde la ballena no muere y solo es anestesiada”, se interrogaba ‘La Repubblica’. En Francia, patria de Bizet y Mérimée, el cambio también ha recibido críticas.
Pero los defensores de Muscato, entre los que se cuenta el alcalde de Florencia, Dario Nardella —violinista, presidente del teatro en cuestión y gran aficionado a la ópera—, alegan que se trataba de una provocación político-social fundada en las obligaciones del arte de llamar la atención sobre las cuestiones contemporáneas. “Aprecio su elección porque lo hizo con un objetivo preciso: reflejar un tema gravísimo y serio en Italia como es la violencia contra las mujeres. Ha habido un gran debate y muchas críticas. Pero algunas no las entiendo. No es una cuestión ideológica sobre cambiar una ópera o su significado. El teatro debe ser denuncia, la cultura debe ser reinterpretada en el tiempo presente. Y vale también para la gran cultura del pasado. Eso no significa cambiar el pasado, no soy un estúpido que piensa en rescribir el arte. El mensaje de la elección de este director de escena es social y cultural: llamar la atención sobre una cuestión tan seria como son los ‘feminicidios’”, señala Nardella a El País.
Muscato, al teléfono, se muestra abatido por la polémica. “Se ha creado una polvareda exagerada, gratuita”, señala. Las 6 funciones —1.600 localidades por noche— están agotadas y el superintendente del teatro, de quien partió la idea de cambiar el final, quiere reponerla. Pero el escarnio público, sumado al infortunio de que la pistola con la que Carmen mata a Don José falló estrepitosamente en el estreno, se ha vuelto insoportable. “El único motivo por el que acepto llevar un clásico a escena es para que suscite un debate y un motor de emociones. No buscaba ‘epatar’. Yo nunca hablé de ‘feminicidio’, pero me alegra que se vea así”, explica mientras rechaza la etiqueta de políticamente correcto y le da la vuelta al argumento. “Me preocupa que ya no tengamos la libertad cultural e intelectual de dejarnos sorprender. No me pueden mandar a la hoguera sin ver toda la ópera”. De momento, quien quiera hacerlo ya no encontrará entradas.
Universal no es lo mismo que intocable.
Lo que me interesa cuando voy a ver un clásico en escena no es su reproducción 'arqueológica', sino cómo se ha mirado el creador de hoy en ese espejo.
María Velasco | El País, 2018-01-09
https://elpais.com/cultura/2018/01/09/actualidad/1515526392_808947.html
Decir que los clásicos son universales no equivale a decir que son intocables, más bien lo contrario. Desde que el mundo es mundo, hay unas escrituras apócrifas y un mismo mito se convierte en rizoma gracias a las visiones y revisiones de diferentes autores. Lo que me interesa cuando voy a ver un clásico en escena no es su reproducción ‘arqueológica’, sino cómo se ha mirado el creador de hoy en ese espejo, pongo por ejemplo la adaptación de Troyanas de Alberto Conejero dirigida por Carme Portaceli.
El purismo, al igual que las academias privativas, nunca han sido buenos amigos del arte. La cultura es mutante. Un palimpsesto. Es un sueño (amparado por el fenómeno de la intertextualidad) que, 143 años más tarde (la ópera de ‘Carmen’ es de 1875), los pobladores de una sociedad lejana sigan, en el mejor de los casos, haciendo ‘casquería’ con tus obras.
Por otra parte, desde el punto de vista de una artista, los argumentos que esgrime Leo Muscato no me parecen convincentes. Quizás el primer error sea justificarse. En todo caso, hubiera preferido que alegara el capricho en el sentido goyesco (una reacción de la fantasía). Muscato podría soñar con la Carmen de Bizet como Pasolini soñó con la Rosaura de ‘La vida es sueño’ en su obra ‘Calderón’, ¿por qué no? Pero él se acoge a razones éticas: “No aplaudir un feminicidio”.
Otro italiano, el asimismo director de óperas Romeo Castellucci, nos dice que en el arte es la estética la que produce la ética y nos advierte de que no hay que confundir el acontecimiento escénico con un “congreso de buenos sentimientos”. Últimamente, se emiten muchos juicios de valor sobre obras de arte que apelan a lo edificante. ¿No es este el primer paso para una caza de brujas? No le podemos exigir pedagogía almibarada al arte, donde la conmoción (y a veces la violencia), como sucedía en la tragedia griega, es la que crea el conocimiento.
Como mujer que soy —el flagelo de la violencia contra las mujeres se ha hecho notar estas Navidades en España de una manera feroz, acompañado por comentarios repugnantes en los foros de los medios— y porque creo en un feminismo transfronterizo, transformador, transgénero, creo también que quizá ya va siendo hora, más allá de enfrentarse a la resiliencia de los clásicos o del repertorio, de escribir aquí y ahora para retorcerle el cuello al patriarcado.
El purismo, al igual que las academias privativas, nunca han sido buenos amigos del arte. La cultura es mutante. Un palimpsesto. Es un sueño (amparado por el fenómeno de la intertextualidad) que, 143 años más tarde (la ópera de ‘Carmen’ es de 1875), los pobladores de una sociedad lejana sigan, en el mejor de los casos, haciendo ‘casquería’ con tus obras.
Por otra parte, desde el punto de vista de una artista, los argumentos que esgrime Leo Muscato no me parecen convincentes. Quizás el primer error sea justificarse. En todo caso, hubiera preferido que alegara el capricho en el sentido goyesco (una reacción de la fantasía). Muscato podría soñar con la Carmen de Bizet como Pasolini soñó con la Rosaura de ‘La vida es sueño’ en su obra ‘Calderón’, ¿por qué no? Pero él se acoge a razones éticas: “No aplaudir un feminicidio”.
Otro italiano, el asimismo director de óperas Romeo Castellucci, nos dice que en el arte es la estética la que produce la ética y nos advierte de que no hay que confundir el acontecimiento escénico con un “congreso de buenos sentimientos”. Últimamente, se emiten muchos juicios de valor sobre obras de arte que apelan a lo edificante. ¿No es este el primer paso para una caza de brujas? No le podemos exigir pedagogía almibarada al arte, donde la conmoción (y a veces la violencia), como sucedía en la tragedia griega, es la que crea el conocimiento.
Como mujer que soy —el flagelo de la violencia contra las mujeres se ha hecho notar estas Navidades en España de una manera feroz, acompañado por comentarios repugnantes en los foros de los medios— y porque creo en un feminismo transfronterizo, transformador, transgénero, creo también que quizá ya va siendo hora, más allá de enfrentarse a la resiliencia de los clásicos o del repertorio, de escribir aquí y ahora para retorcerle el cuello al patriarcado.
María Velasco es dramaturga y doctora en Comunicación Audiovisual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.