Imagen: El Diario / Dolors Montserrat |
En 2017, 8 niñas y niños fueron asesinados por los hombres que maltrataban a sus madres. La cifra más elevada desde 2013, año en el que empezaron a contabilizarse estos casos como violencia de género. La protección de la sacrosanta institución de la familia no puede seguir amparando la tortura psicológica de centenares de niños y niñas en nuestro país.
Emilia Arias | +Pikara, El Diario, 2018-01-09
http://www.eldiario.es/pikara/Ministra-esperando_6_727637238.html
Quiero recordar a los niños y niñas que este año no van a volver al colegio tras las fiestas navideñas ni van a soplar más velas, a los que hemos fallado como sociedad. Los niños y las niñas que en 2017 fueron asesinados por sus padres o las parejas de sus madres. Borrados del mundo por hombres machistas que querían causar el mayor de los dolores a esas mujeres, matarlas en vida y condenarlas a una tristeza extrema: la tortura de sobrevivir a sus hijos.
El año que dejamos atrás, 8 niños y niñas fueron asesinados por los hombres que torturaban a sus madres, la cifra más elevada desde que en 2013 comenzaron a contabilizarse también estos casos como crímenes de violencia de género. En estos cuatro años de estadísticas (cifras que esconden historias), han sido 23 los menores de edad asesinados. Ellos, víctimas de la violencia machista, ya no están. Otros y otras tendrán que ir hoy, puede que esta tarde, algunos temblando, a ese punto de encuentro, donde el padre se los llevará unos días, los que le corresponden porque así lo ha dicho la justicia. ¿Qué justicia es esa?
No están locos. Son maltratadores, machistas, dominantes que se creen dueños de sus parejas, de las mujeres en general y también de sus hijos, a los que consideran una prolongación de sus madres. Y esto es así porque toda una estructura social les ha abrazado con su impunidad. Y lo sigue haciendo. ¿Un ejemplo concreto? El policía sevillano que, con una condena por malos tratos, seguía teniendo derecho a ver y pasar tiempo con su hijo y su hija. Él utilizaba a estos niños para continuar el maltrato. Llegó a mandar a su cuñada un mensaje avisando sobre la aparición de dos cadáveres infantiles. Quiso sacar fotos a sus hijos cubiertos de sangre para torturar a su ex pareja. Estos dos pequeños, con la connivencia del Estado y de toda una estructura judicial y penal benévola con este tipo de verdugos, son convertidos en herramientas para la tortura y son, a su vez, víctimas torturadas.
Hoy quiero que se entienda que los niños y las niñas que viven (sobreviven) o conviven con maltratadores pueden ser cuchillos en manos de estos machistas. Llevarán cicatrices profundas por lo visto, lo oído, lo vivido, lo llorado. No. Un maltratador jamás será un buen padre. También quiero recordar a los 27 niños y niñas que se han quedado huérfanos de madre en 2017. Entre ellos, los tres hijos de la mujer de Azuqueca de Henares (Guadalajara), que vieron como ese hombre mataba a su madre. Así de duro. Sin llegar a tan espeluznante (y tristemente real) escena, ¿alguien duda del dolor de un menor que escucha insultos hacia su madre? ¿Vejaciones? ¿Golpes? ¿Eso no es hacer daño a un menor? ¿Eso es tolerable?
Es necesario cambiar la mirada: el bienestar físico y psicológico de los menores debe estar por encima del “derecho” de un padre a ver a sus hijos o hijas. ¿Por qué? Pues muy sencillo: porque no siempre un padre es bueno ni inofensivo para un menor y, en no pocas ocasiones, sería mejor no tener ninguna relación con él. La protección de la sacrosanta institución de la familia no puede seguir amparando la tortura psicológica de centenares de niños y niñas en nuestro país.
Un tipo condenado por maltratar a su pareja no puede ser considerado un buen padre. Puede utilizar a sus hijos o hijas para seguir dañando a la madre a través de mensajes, palabras o ausencias en los turnos de custodia, puede dañar a esos menores con el mismo fin. Y yo me pregunto qué capacidad para educar tiene una persona con condenas por malos tratos. ¿Qué capacidad para enseñar sobre respeto, tolerancia y amor?
Los jueces y juezas pueden acogerse a los artículos 65 y 66 de la Ley contra la Violencia de Género y suspender la patria potestad y las visitas, pero apenas lo hacen. Optan por respetar el derecho del padre maltratador a ver a sus hijos. ¿Dónde está el tan manido “Interés superior del menor”? ¿Quién va a velar por los derechos de esos niños que ya son víctimas per se por haber vivido determinadas situaciones que les marcarán para siempre?
El verano pasado, los partidos políticos acordaron prohibir a los padres condenados tener a su cargo a los menores. Dolors Montserrat, Ministra de Sanidad, prometió hace semanas priorizar 26 medidas de las 200 del Pacto de Estado contra la violencia de género. Entre ellas, suspender el régimen de visitas cuando los niños presencien actos de violencia machista.
Ministra, muchos pequeños están esperando.
El año que dejamos atrás, 8 niños y niñas fueron asesinados por los hombres que torturaban a sus madres, la cifra más elevada desde que en 2013 comenzaron a contabilizarse también estos casos como crímenes de violencia de género. En estos cuatro años de estadísticas (cifras que esconden historias), han sido 23 los menores de edad asesinados. Ellos, víctimas de la violencia machista, ya no están. Otros y otras tendrán que ir hoy, puede que esta tarde, algunos temblando, a ese punto de encuentro, donde el padre se los llevará unos días, los que le corresponden porque así lo ha dicho la justicia. ¿Qué justicia es esa?
No están locos. Son maltratadores, machistas, dominantes que se creen dueños de sus parejas, de las mujeres en general y también de sus hijos, a los que consideran una prolongación de sus madres. Y esto es así porque toda una estructura social les ha abrazado con su impunidad. Y lo sigue haciendo. ¿Un ejemplo concreto? El policía sevillano que, con una condena por malos tratos, seguía teniendo derecho a ver y pasar tiempo con su hijo y su hija. Él utilizaba a estos niños para continuar el maltrato. Llegó a mandar a su cuñada un mensaje avisando sobre la aparición de dos cadáveres infantiles. Quiso sacar fotos a sus hijos cubiertos de sangre para torturar a su ex pareja. Estos dos pequeños, con la connivencia del Estado y de toda una estructura judicial y penal benévola con este tipo de verdugos, son convertidos en herramientas para la tortura y son, a su vez, víctimas torturadas.
Hoy quiero que se entienda que los niños y las niñas que viven (sobreviven) o conviven con maltratadores pueden ser cuchillos en manos de estos machistas. Llevarán cicatrices profundas por lo visto, lo oído, lo vivido, lo llorado. No. Un maltratador jamás será un buen padre. También quiero recordar a los 27 niños y niñas que se han quedado huérfanos de madre en 2017. Entre ellos, los tres hijos de la mujer de Azuqueca de Henares (Guadalajara), que vieron como ese hombre mataba a su madre. Así de duro. Sin llegar a tan espeluznante (y tristemente real) escena, ¿alguien duda del dolor de un menor que escucha insultos hacia su madre? ¿Vejaciones? ¿Golpes? ¿Eso no es hacer daño a un menor? ¿Eso es tolerable?
Es necesario cambiar la mirada: el bienestar físico y psicológico de los menores debe estar por encima del “derecho” de un padre a ver a sus hijos o hijas. ¿Por qué? Pues muy sencillo: porque no siempre un padre es bueno ni inofensivo para un menor y, en no pocas ocasiones, sería mejor no tener ninguna relación con él. La protección de la sacrosanta institución de la familia no puede seguir amparando la tortura psicológica de centenares de niños y niñas en nuestro país.
Un tipo condenado por maltratar a su pareja no puede ser considerado un buen padre. Puede utilizar a sus hijos o hijas para seguir dañando a la madre a través de mensajes, palabras o ausencias en los turnos de custodia, puede dañar a esos menores con el mismo fin. Y yo me pregunto qué capacidad para educar tiene una persona con condenas por malos tratos. ¿Qué capacidad para enseñar sobre respeto, tolerancia y amor?
Los jueces y juezas pueden acogerse a los artículos 65 y 66 de la Ley contra la Violencia de Género y suspender la patria potestad y las visitas, pero apenas lo hacen. Optan por respetar el derecho del padre maltratador a ver a sus hijos. ¿Dónde está el tan manido “Interés superior del menor”? ¿Quién va a velar por los derechos de esos niños que ya son víctimas per se por haber vivido determinadas situaciones que les marcarán para siempre?
El verano pasado, los partidos políticos acordaron prohibir a los padres condenados tener a su cargo a los menores. Dolors Montserrat, Ministra de Sanidad, prometió hace semanas priorizar 26 medidas de las 200 del Pacto de Estado contra la violencia de género. Entre ellas, suspender el régimen de visitas cuando los niños presencien actos de violencia machista.
Ministra, muchos pequeños están esperando.
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