miércoles, 27 de febrero de 2019

#hemeroteca #iglesia #pederastia | Los abusos a niños de Manuel Briñas se prolongaron durante tres décadas en dos colegios

Imagen: El País / Colegio Santa María del Pilar
Los abusos a niños de Manuel Briñas se prolongaron durante tres décadas en dos colegios.
La orden de los Marianistas recibe también denuncias de exalumnos del Santa María del Pilar de Madrid.
Oriol Güell | El País, 2019-02-27
https://elpais.com/sociedad/2019/02/25/actualidad/1551103042_141662.html

La publicación el pasado día 13 por El País de un caso de abusos cometido por el marianista Manuel Briñas ha acabado por destapar lo que durante más de tres décadas fue una rutina de agresiones sexuales a niños en dos colegios de Madrid: el Hermanos Amorós, en el barrio de Carabanchel, y el Santa María del Pilar, en el distrito de Retiro. Este diario ha recabado más de una docena de testimonios de exalumnos que detallan cómo entre 1964 y 1997 y cuando tenían entre 7 y 13 años sufrieron desde “tocamientos y caricias” a “masturbaciones y felaciones” por quien también fue durante 20 años responsable de la cantera del Atlético de Madrid.

Ningún abuso conocido se produjo en el seno del club. “Yo iba al Amorós, a los campamentos de verano y a la cantera del Atleti. Abusó de mí en todas partes menos en el club. Ahí se contenía”, explica una víctima. Algunos niños fueron agredidos de forma repetida durante más de tres años. “Abusó de decenas de nosotros. Nunca se sabrá de cuántos. Era un depredador”, afirman, con palabras muy parecidas, cuatro víctimas.

Los marianistas, que han abierto una investigación interna, habían recibido el pasado lunes siete denuncias. En algunos casos —no todos— se trata de las mismas personas que han contado su historia a este diario. Briñas, que hasta hace dos semanas hacía vida normal y vivía en una residencia de la orden en el centro de Madrid, “ha sido recluido y permanece incomunicado”, según un portavoz. La orden mantiene en secreto su localización. “Su situación psicológica no es normal. No podíamos esperar una reacción normal de alguien como él”, añadió este portavoz, sin querer entrar en más detalles. Briñas, que hoy tiene 88 años, sufre problemas de corazón.

Los primeros abusos se remontan “a 1964, quizá 1965”. “Yo tenía 9 ó 10 años e iba al Santa María del Pilar”, recuerda G. “Briñas era el jefe de la manada verde de los lobatos, la rama de los más pequeños de los ‘scouts’. Una noche nos hizo dormir a mí y a otro niño en su tienda. Lo que pasó allí no lo he olvidado en la vida”, añade.

En algún momento a finales de los años 60, Briñas fue trasladado de colegio y acabó en el Hermanos Amorós. Tanto G. como Miguel M.H,. la primera persona que denunció los abusos, sospechan que “fue trasladado por una queja”. “Lo incomprensible es que le dejaran hacer durante décadas en otro colegio”, añaden.

Un portavoz de los marianistas asegura que “no consta” que Briñas fuera trasladado de centro por este motivo. “Estamos en las primeras fases de la investigación, escuchando a las víctimas y tratando de hacernos una idea del alcance de lo ocurrido”, afirma este portavoz. Otras fuentes afirman que el ambiente en la orden es de “conmoción y desolación absoluta por la magnitud de lo conocido”.

R. G. es uno de los nuevos testimonios. “Fui al campamento de verano del Amorós en 1975, con 7 años. No podíamos ir con menos de 10, pero a mí me dejaron porque mi hermano mayor iba”, cuenta. “Éramos solo dos niños tan pequeños. Briñas nos llevó a su tienda e hizo lo que quiso con nosotros. Es algo que siempre me ha marcado”, asegura.

Los testimonios coinciden en gran parte de los detalles de la forma de actuar de Briñas. En los campamentos de verano, los abusos se producían en la tienda denominada “enfermería”. “Si te dolía la tripa o te habías torcido un tobillo, era su excusa para empezar a sobarte. De ahí seguía a los genitales y hasta lo que quisiera llegar. Estabas en sus manos porque era tal su poder que nadie se atrevía a decir nada. Era repugnante”, afirma M. A. M.

La furgoneta que Briñas llevaba a los campamentos era otro escenario habitual de abusos. “Le iba muy bien porque te hacía subir y te llevaba a cualquier rincón tranquilo”, recuerda M. Á. “A veces incluso hacía bromas diciendo que tenía la mano loca. Yo aprendí a escaquearme para no subir”, añade.

En el colegio Hermanos Amorós, varias víctimas recuerdan un espacio junto a los vestuarios donde “tenía una lámpara de calor y una camilla”. Allí Briñas tumbaba a los niños y los desnudaba para abusar de ellos. Uno recuerda como el marianista “eyaculó” encima de él.

En las dos últimas semanas, Manuel Briñas ha pasado de ser una figura reverenciada en los colegios marianistas de Madrid y el Atlético de Madrid a alguien con el que nadie quiere mantener vínculo alguno. El club rompió toda relación con él el pasado 14 de febrero, al igual que los organizadores de los campamentos de verano que Briñas empezó a organizar hace 30 años.

Muchas víctimas recelan de estos movimientos. “No puede ser que nadie se diera cuenta de nada durante más de 30 años. Nos dejaron a nosotros, los más vulnerables, en sus manos. Al final ha tenido que ser el más valiente de nosotros el que diera el primer paso”, aplauden cinco de ellas.

Entradas de fútbol a cambio de silencio
La primera denuncia presentada ante la policía por una víctima de los abusos de Manuel Briñas está a punto de llegar a un juzgado de Madrid. Fue presentada el pasado día 13 en Salamanca por un hombre que asegura haber sido agredido entre 1990 y 1994. La denuncia, a la que ha tenido acceso este diario, fue remitida al juzgado de guardia de la ciudad y, desde ahí, ha sido remitida a Madrid, donde está pendiente de reparto.

La víctima suscribe que cuando se hacía “daño por un lance del juego”, Briñas lo llevaba a “una especie de enfermería, donde comenzaba a darle masajes que acababan en los genitales”. "Poco a poco", sigue la denuncia, los masajes se convirtieron en "masturbaciones" y luego en "felaciones".

La forma de conseguir el silencio era “con regalos como cintas de música, chándales, entradas de fútbol...”, asegura la víctima en su relato transcrito por la policía.

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