El Confidencial / Paloma del Río // |
La responsabilidad de los periodistas en el mundo LGBTI.
Es una de las voces más emblemáticas en las retransmisiones deportivas, especialmente de gimnasia, patinaje e hípica. En 2019 ganó el Premio Ondas como mejor presentadora.
Paloma del Río | Vanitatis, El Confidencial, 2020-06-26
https://www.vanitatis.elconfidencial.com/famosos/2020-06-26/responsablidad-periodistas-mundo-lgbt_2653419/
Llega junio y llega el mes de las celebraciones del Orgullo. En todo el país se hace algo para reivindicar un modo de vida y unos sentimientos: charlas, conferencias, encuentros, mesas redondas... y todo culmina con el desfile del Orgullo del Paseo de Recoletos de Madrid.
No es que en otras ciudades no haya desfiles y concentraciones pero el de Madrid es 'el desfile', y conozco a muchas personas que, aún celebrándolo en sus propias ciudades, se desplazan ese fin de semana para vivir en Madrid el culmen del mes del Orgullo.
Anónimos y conocidos; gais y heteros. Todos juntos van a disfrutar y lo normal es divertirse y pasárselo bien. Parece una burbuja de aceptación de duración limitada. Me pregunto por qué lo que se vive durante esos días no puede extenderse al resto del año, pero no encuentro la respuesta. Todo lo contrario: lo habitual es encontrarse noticias en las que se habla de ataques a hombres y mujeres homosexuales por el hecho de serlo.
¿Qué les molesta?
También me pregunto qué le puede molestar a la gente que yo sea lesbiana y que ame y quiera compartir mi vida con una persona de mi mismo sexo. ¿Qué les molesta? ¿Qué les importa? Si ellos supieran que su vida a mí me parece perfecta si es la que ellos han decidido vivir... No soy yo nadie para criticar o juzgar la vida, los gustos de todo tipo (musicales, gastronómicos, de apariencia, el estilo de vida..., en fin, mil cosas) de los demás y no entiendo por qué los demás tienen que juzgar la mía.
No creo que lleguemos a saber nunca el efecto que un reconocimiento de la homosexualidad de alguien popular tiene sobre personas que, en el anonimato y en el ocultamiento, viven situaciones angustiosas y castrantes. El dolor que sufren, el señalamiento de su entorno, el estigma que viven, el sambenito que les cuelgan por ser diferentes. No hay ningún método para cuantificar el bien que hacen los personajes populares, hombres y mujeres, que deciden hablar abiertamente de su homosexualidad, y los medios de comunicación somos los que llevamos esas noticias a las casas de la gente, de la sociedad.
La mayoría de la población se informa a través de la prensa generalista y un grupo reducido lo hace a través de medios, revistas, blogs o páginas webs, especializados en el mundo LGBTI. Los periodistas, seamos homosexuales o heterosexuales, tenemos la obligación de trasladar esas noticias de manera objetiva y respetuosa para aquel que decide hablar abiertamente de su vida y de su mundo.
Valor y respeto
El paso que está dando una persona popular al reconocer su modo de vida y de amor es muy grande, y solo los que han pasado por ese puente saben el dolor que, en la mayoría de los casos, hay detrás de él. Lo mínimo que se pide es un poquito de respeto, y los periodistas, los medios de comunicación en general, estamos obligados, deontológica y moralmente, a tratar esa noticia con el mismo respeto con el que tratamos cualquier otra noticia, sea del ámbito que sea.
Tener que oír “qué pena, con lo guapo que es” cuando recientemente Pablo Alborán ha dado el paso de hablar de su vida personal hace que a mí, personalmente, se me caiga el alma a los pies y me lleve a pensar cuánto respeto nos falta por aprender a los periodistas.
Se habla mucho de la RSC (Responsabilidad Social Corporativa) como un objetivo prioritario de las empresas, pero yo me bajo a la RSI (Responsabilidad Social Individual) como objetivo prioritario de cada uno de nosotros para con los demás y su forma de vida. Sea la que sea.
El mundo ha avanzado. Sigamos avanzando y vivamos y dejemos vivir a los demás como quieran hacerlo. No soy juez y no juzgo pero no voy a consentir que me juzguen, ni a mí ni a nadie que yo conozca, por amar a quien amo.
Como ya comenté en otra ocasión, la vida ya tiene muchos dramas como para que amar a la persona que amas sea otro más. Seamos responsables.
No es que en otras ciudades no haya desfiles y concentraciones pero el de Madrid es 'el desfile', y conozco a muchas personas que, aún celebrándolo en sus propias ciudades, se desplazan ese fin de semana para vivir en Madrid el culmen del mes del Orgullo.
Anónimos y conocidos; gais y heteros. Todos juntos van a disfrutar y lo normal es divertirse y pasárselo bien. Parece una burbuja de aceptación de duración limitada. Me pregunto por qué lo que se vive durante esos días no puede extenderse al resto del año, pero no encuentro la respuesta. Todo lo contrario: lo habitual es encontrarse noticias en las que se habla de ataques a hombres y mujeres homosexuales por el hecho de serlo.
¿Qué les molesta?
También me pregunto qué le puede molestar a la gente que yo sea lesbiana y que ame y quiera compartir mi vida con una persona de mi mismo sexo. ¿Qué les molesta? ¿Qué les importa? Si ellos supieran que su vida a mí me parece perfecta si es la que ellos han decidido vivir... No soy yo nadie para criticar o juzgar la vida, los gustos de todo tipo (musicales, gastronómicos, de apariencia, el estilo de vida..., en fin, mil cosas) de los demás y no entiendo por qué los demás tienen que juzgar la mía.
No creo que lleguemos a saber nunca el efecto que un reconocimiento de la homosexualidad de alguien popular tiene sobre personas que, en el anonimato y en el ocultamiento, viven situaciones angustiosas y castrantes. El dolor que sufren, el señalamiento de su entorno, el estigma que viven, el sambenito que les cuelgan por ser diferentes. No hay ningún método para cuantificar el bien que hacen los personajes populares, hombres y mujeres, que deciden hablar abiertamente de su homosexualidad, y los medios de comunicación somos los que llevamos esas noticias a las casas de la gente, de la sociedad.
La mayoría de la población se informa a través de la prensa generalista y un grupo reducido lo hace a través de medios, revistas, blogs o páginas webs, especializados en el mundo LGBTI. Los periodistas, seamos homosexuales o heterosexuales, tenemos la obligación de trasladar esas noticias de manera objetiva y respetuosa para aquel que decide hablar abiertamente de su vida y de su mundo.
Valor y respeto
El paso que está dando una persona popular al reconocer su modo de vida y de amor es muy grande, y solo los que han pasado por ese puente saben el dolor que, en la mayoría de los casos, hay detrás de él. Lo mínimo que se pide es un poquito de respeto, y los periodistas, los medios de comunicación en general, estamos obligados, deontológica y moralmente, a tratar esa noticia con el mismo respeto con el que tratamos cualquier otra noticia, sea del ámbito que sea.
Tener que oír “qué pena, con lo guapo que es” cuando recientemente Pablo Alborán ha dado el paso de hablar de su vida personal hace que a mí, personalmente, se me caiga el alma a los pies y me lleve a pensar cuánto respeto nos falta por aprender a los periodistas.
Se habla mucho de la RSC (Responsabilidad Social Corporativa) como un objetivo prioritario de las empresas, pero yo me bajo a la RSI (Responsabilidad Social Individual) como objetivo prioritario de cada uno de nosotros para con los demás y su forma de vida. Sea la que sea.
El mundo ha avanzado. Sigamos avanzando y vivamos y dejemos vivir a los demás como quieran hacerlo. No soy juez y no juzgo pero no voy a consentir que me juzguen, ni a mí ni a nadie que yo conozca, por amar a quien amo.
Como ya comenté en otra ocasión, la vida ya tiene muchos dramas como para que amar a la persona que amas sea otro más. Seamos responsables.
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