Imagen: Cuarto Poder |
Berta Cao | Cuarto Poder, 2015-05-09
http://www.cuartopoder.es/islamujeres/2015/05/09/el-asesinato-de-isabel-un-fracaso-colectivo/328
Se llamaba Isabel y se recuperaba de golpes en la cabeza que le habían provocado pérdida de masa encefálica. Que se los habían provocado unos atracadores, dijo él. Que lo despertaron sus gritos, declaró; aunque para el forense, los golpes fueron infligidos mientras Isabel dormía.
Él era un marido cariñoso y preocupado, por eso acudía todas las noches al hospital a dormir con ella, desde que pasó a planta tras un mes en la UCI del Complexo Hospitalario Universitario de Ourense (CHUO). Tan atento, que nadie se preocupó de las consecuencias de la recuperación de su víctima. Nadie pensó que, cuando Isabel recuperara el habla, podía, efectivamente, hablar. Para eso, su asesino cuidaba de ella, y para su protección llevaba un arma, para que no hablara.
Los agentes de la Guardia Civil que seguían el caso sospechaban de él, a pesar de esa conducta intachable que repetían en su entorno, y dicen que solicitaron una orden de alejamiento, aunque la juez no vio la necesidad. Ahora, el juzgado declara que la orden nunca fue solicitada. ¿Podrán seguir durmiendo, ejerciendo, con este crimen en su ‘haber’? ¿Podremos seguir confiando, con tantos crímenes en nuestro ‘debe’? Y que el Observatorio contra la violencia doméstica y de género del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) abra diligencias, que estudie qué ha pasado, no servirá de nada si no se toman las medidas correspondientes para que no haya ni una mujer asesinada más por falta de protección.
Y ahora pueden venir a defender al ‘presunto'; a hablar sobre cómo hay mujeres malas, falsas, culpables del pecado original y de otros más terrenales. Decir y decirnos que hay mujeres que llevan a los hombres hasta los límites, que les hacen, les hacemos perder todo raciocinio. ¿Quién se cree ya la defensa de lo indefendible? ¿Cómo se puede consentir que en las relaciones de pareja haya juez y parte que determina estas condenas? Lo hemos dicho y reiterado hasta la saciedad: “Si no es como tú quieres, búscate otra; déjala, que no va a cambiar”, o lo que es lo mismo: “No nos vais a domar a golpes.”
Detrás de Isabel, de ese nombre que hemos conocido hoy, hay una historia de sometimiento. Todos, todas sabemos que detrás de cada golpe hay un trabajo sistemático de opresión, una serie de agresiones psicológicas que impiden la respuesta al golpe. Imaginemos, por un momento, cómo habrá sido la vida de esta mujer durante los años que pasó con su verdugo. No nos engañemos, las cuchilladas en el hospital no son una respuesta a una provocación. Responden a una conducta, al silenciamiento definitivo de la víctima. No hubo arrepentimiento tras la agresión en el domicilio; hubo un plan para rematarla. Para (re)matar a su esposa, en la cama del hospital.
Como Isabel, miles de mujeres sufren a diario los golpes, los insultos, el desprecio de maridos, compañeros, novios actuales y pasados. Como Isabel, miles de mujeres no tienen la protección debida y regulada en la legislación actual. Como Isabel, miles de mujeres nos sentimos indefensas en un Estado que aún no ha considerado la violencia de género como un problema de Estado. Y nos preguntamos cuántas más de nosotras tienen que morir para que asuman que la violencia de género requiere un compromiso común de todas las fuerzas políticas, de toda la sociedad.
Estamos hartas de la violencia, y lo vamos a seguir gritando. Y saldremos a la calle, masivamente, a la vuelta del verano, porque ya no soportamos más pérdidas; porque cada golpe, cada asesinato, es un atentado a cada una de nosotras que en lugar de debilitarnos, como es su objetivo, nos está haciendo más fuertes. Somos muchas y estamos hartas de tantas violencias, de todas las violencias.
Él era un marido cariñoso y preocupado, por eso acudía todas las noches al hospital a dormir con ella, desde que pasó a planta tras un mes en la UCI del Complexo Hospitalario Universitario de Ourense (CHUO). Tan atento, que nadie se preocupó de las consecuencias de la recuperación de su víctima. Nadie pensó que, cuando Isabel recuperara el habla, podía, efectivamente, hablar. Para eso, su asesino cuidaba de ella, y para su protección llevaba un arma, para que no hablara.
Los agentes de la Guardia Civil que seguían el caso sospechaban de él, a pesar de esa conducta intachable que repetían en su entorno, y dicen que solicitaron una orden de alejamiento, aunque la juez no vio la necesidad. Ahora, el juzgado declara que la orden nunca fue solicitada. ¿Podrán seguir durmiendo, ejerciendo, con este crimen en su ‘haber’? ¿Podremos seguir confiando, con tantos crímenes en nuestro ‘debe’? Y que el Observatorio contra la violencia doméstica y de género del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) abra diligencias, que estudie qué ha pasado, no servirá de nada si no se toman las medidas correspondientes para que no haya ni una mujer asesinada más por falta de protección.
Y ahora pueden venir a defender al ‘presunto'; a hablar sobre cómo hay mujeres malas, falsas, culpables del pecado original y de otros más terrenales. Decir y decirnos que hay mujeres que llevan a los hombres hasta los límites, que les hacen, les hacemos perder todo raciocinio. ¿Quién se cree ya la defensa de lo indefendible? ¿Cómo se puede consentir que en las relaciones de pareja haya juez y parte que determina estas condenas? Lo hemos dicho y reiterado hasta la saciedad: “Si no es como tú quieres, búscate otra; déjala, que no va a cambiar”, o lo que es lo mismo: “No nos vais a domar a golpes.”
Detrás de Isabel, de ese nombre que hemos conocido hoy, hay una historia de sometimiento. Todos, todas sabemos que detrás de cada golpe hay un trabajo sistemático de opresión, una serie de agresiones psicológicas que impiden la respuesta al golpe. Imaginemos, por un momento, cómo habrá sido la vida de esta mujer durante los años que pasó con su verdugo. No nos engañemos, las cuchilladas en el hospital no son una respuesta a una provocación. Responden a una conducta, al silenciamiento definitivo de la víctima. No hubo arrepentimiento tras la agresión en el domicilio; hubo un plan para rematarla. Para (re)matar a su esposa, en la cama del hospital.
Como Isabel, miles de mujeres sufren a diario los golpes, los insultos, el desprecio de maridos, compañeros, novios actuales y pasados. Como Isabel, miles de mujeres no tienen la protección debida y regulada en la legislación actual. Como Isabel, miles de mujeres nos sentimos indefensas en un Estado que aún no ha considerado la violencia de género como un problema de Estado. Y nos preguntamos cuántas más de nosotras tienen que morir para que asuman que la violencia de género requiere un compromiso común de todas las fuerzas políticas, de toda la sociedad.
Estamos hartas de la violencia, y lo vamos a seguir gritando. Y saldremos a la calle, masivamente, a la vuelta del verano, porque ya no soportamos más pérdidas; porque cada golpe, cada asesinato, es un atentado a cada una de nosotras que en lugar de debilitarnos, como es su objetivo, nos está haciendo más fuertes. Somos muchas y estamos hartas de tantas violencias, de todas las violencias.
DOCUMENTACIÓN
La juez rechazó detener hace 10 días al 'asesino del hospital'
Natalia Puga / Fernándo Lázaro / Rafael J. Álvarez | El Mundo, 2015-05-09
http://www.elmundo.es/espana/2015/05/09/554d3aaa22601d98668b456f.html
El marido de la asesinada en Orense no fue detenido pese a las sospechas de maltrato
ABC, 2015-05-09
http://www.abc.es/local-galicia/20150509/abci-asesinada-pareja-orense-hospital-201505091339.html
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