Imagen: La Opinión de Tenerife / Leticia Molero y Bea Barreto |
La pareja se conoció a través de un juego en una red social, aunque la tinerfeña al principio se hizo pasar por un chico. Llevan tres años casadas y aún conocen a gente que se sorprende.
M. Plasencia | La Opinión de Tenerife, 2015-07-19
http://www.laopinion.es/sociedad/2015/07/19/bea-encontro-leticia/618749.html
Beatriz Barreto siempre quiso formar una familia. Sabía que no lo tenía fácil por su condición sexual, pero para ella nunca supuso un impedimento. Primero encontró cierta estabilidad con una pareja que además le regaló la posibilidad de compartir a sus dos hijos. Pero la vida a veces se vuelve cuesta arriba y Bea tuvo que enfrentarse a la pérdida. El mismo año en menos de tres meses lloró primero por el fallecimiento de uno de los niños y después por la muerte de la que había sido su compañera durante los últimos años.
Era 2009 y ya estaba permitido el matrimonio entre personas del mismo sexo, pero Bea no reparó en eso hasta que no conoció a Leticia Molero. "Supe que sería mi mujer", dice convencida mientras la mira como si esta premonición no fuera más que un sueño. Lo logró hace tres años, el 6 de julio de 2012, después de una carrera de obstáculos.
La primera de las vallas que se encontró, curiosamente, la colocó la propia joven, que se había convertido en una habitual en un juego interactivo de la red social de Facebook. En el foro de este entretenimiento encontró a Leticia, "pero ni siquiera me atrevía a hablarle", explica Bea. Para acercarse, aunque fue casi sin querer, la joven utilizó un perfil falso. "Tenía 20 cuentas para jugar y diez de ellas tenían nombre de chico", recuerda antes de puntualizar que el contacto con la que ahora es su mujer se produjo a través de un ficticio Raúl.
"Un día estaba hablando con un amigo valenciano en el foro común y apareció Raúl, enseguida conectamos y comenzamos a hablar en el messenger", indica Leticia, quien admite que "poco a poco se fue convirtiendo en algo más". "A veces pensaba que la foto no correspondía con Raúl de verdad pero nunca pensé que sería una chica", afirma.
Y ahí es donde empezaron los nervios de Bea, porque lo que comenzó como "una tontuna" se convirtió en algo mucho más serio: "Simplemente nos enamoramos". Por eso reunió valor y en medio de muchos nervios admitió ante Leticia su verdadera identidad y llegó entonces un nuevo obstáculo.
"Yo no quería ni verla, me enfadé muchísimo, tuve muy mala reacción y le dije que no volviera a hablarme nunca más", indica Leticia antes de concluir que "estaba enamorada de la persona, no de su imagen", con lo que se explica que abandonara su Madrid de residencia para mudarse a Tenerife.
Es entonces cuando surge un tercer obstáculo. Leticia siempre se había considerado heterosexual y después de hacer frente a sus propios sentimientos tenía que contarle el giro en su vida a su familia. "Me preocupaba mi madre y se lo confesé en el aeropuerto cuando ya me venía", comenta entre risas.
Ahora ya para todos es, como debe ser, normal. Incluso a la hora de plantear la boda, ya que ambas recibieron todo el apoyo familiar. "Aunque no nos hacía falta", insiste la pareja. Eso sí, a Bea le costó lo suyo convencer a su entonces novia, máxime cuando ante la intención de ir buscando fecha, por aquello de que suelen tardar en dar cita, se encontraron con apenas seis meses para prepararlo todo.
Hace apenas una semana han celebrado su aniversario y ambas admiten que cuando toca presentarse una a la otra como "mi mujer" aún reciben miradas de desconcierto. En esos casos, mientras Bea asegura que se ríe "porque ya son muchos años viendo la misma cara de sorpresa, incluso antes de casarnos"; para Leticia la mejor opción es no decirlo: "Dudas de si contarlo porque esos silencios y esas reacciones se acaban convirtiendo en incómodos".
En cualquier caso, las dos insisten en mostrar su relación sin tapujos. "Es la mujer de mi vida", insiste Bea, y se nota en el tono de voz que emplea, en la mirada que se regalan y en el rubor que asoma tras la sonrisa de felicidad. Son, por tanto, como cualquier otra pareja del género que sea. ¿Y los hijos? Es otro escollo, porque Bea adora a los niños pero Leticia no está por la labor. Quizá en el próximo capítulo de su historia.
Era 2009 y ya estaba permitido el matrimonio entre personas del mismo sexo, pero Bea no reparó en eso hasta que no conoció a Leticia Molero. "Supe que sería mi mujer", dice convencida mientras la mira como si esta premonición no fuera más que un sueño. Lo logró hace tres años, el 6 de julio de 2012, después de una carrera de obstáculos.
La primera de las vallas que se encontró, curiosamente, la colocó la propia joven, que se había convertido en una habitual en un juego interactivo de la red social de Facebook. En el foro de este entretenimiento encontró a Leticia, "pero ni siquiera me atrevía a hablarle", explica Bea. Para acercarse, aunque fue casi sin querer, la joven utilizó un perfil falso. "Tenía 20 cuentas para jugar y diez de ellas tenían nombre de chico", recuerda antes de puntualizar que el contacto con la que ahora es su mujer se produjo a través de un ficticio Raúl.
"Un día estaba hablando con un amigo valenciano en el foro común y apareció Raúl, enseguida conectamos y comenzamos a hablar en el messenger", indica Leticia, quien admite que "poco a poco se fue convirtiendo en algo más". "A veces pensaba que la foto no correspondía con Raúl de verdad pero nunca pensé que sería una chica", afirma.
Y ahí es donde empezaron los nervios de Bea, porque lo que comenzó como "una tontuna" se convirtió en algo mucho más serio: "Simplemente nos enamoramos". Por eso reunió valor y en medio de muchos nervios admitió ante Leticia su verdadera identidad y llegó entonces un nuevo obstáculo.
"Yo no quería ni verla, me enfadé muchísimo, tuve muy mala reacción y le dije que no volviera a hablarme nunca más", indica Leticia antes de concluir que "estaba enamorada de la persona, no de su imagen", con lo que se explica que abandonara su Madrid de residencia para mudarse a Tenerife.
Es entonces cuando surge un tercer obstáculo. Leticia siempre se había considerado heterosexual y después de hacer frente a sus propios sentimientos tenía que contarle el giro en su vida a su familia. "Me preocupaba mi madre y se lo confesé en el aeropuerto cuando ya me venía", comenta entre risas.
Ahora ya para todos es, como debe ser, normal. Incluso a la hora de plantear la boda, ya que ambas recibieron todo el apoyo familiar. "Aunque no nos hacía falta", insiste la pareja. Eso sí, a Bea le costó lo suyo convencer a su entonces novia, máxime cuando ante la intención de ir buscando fecha, por aquello de que suelen tardar en dar cita, se encontraron con apenas seis meses para prepararlo todo.
Hace apenas una semana han celebrado su aniversario y ambas admiten que cuando toca presentarse una a la otra como "mi mujer" aún reciben miradas de desconcierto. En esos casos, mientras Bea asegura que se ríe "porque ya son muchos años viendo la misma cara de sorpresa, incluso antes de casarnos"; para Leticia la mejor opción es no decirlo: "Dudas de si contarlo porque esos silencios y esas reacciones se acaban convirtiendo en incómodos".
En cualquier caso, las dos insisten en mostrar su relación sin tapujos. "Es la mujer de mi vida", insiste Bea, y se nota en el tono de voz que emplea, en la mirada que se regalan y en el rubor que asoma tras la sonrisa de felicidad. Son, por tanto, como cualquier otra pareja del género que sea. ¿Y los hijos? Es otro escollo, porque Bea adora a los niños pero Leticia no está por la labor. Quizá en el próximo capítulo de su historia.
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