lunes, 11 de abril de 2016

#hemeroteca #cuidados | ¿Para cuándo los cuidados maricas?

Imagen: Diagonal / Ilustración de Antonia Santolaya
¿Para cuándo los cuidados maricas?.
El autor analiza los cuidados como asignatura pendiente en la “comunidad gay”.
Jose Antonio Langarita · Profesor en la Universitat de Girona | Diagonal, 2016-04-11

https://www.diagonalperiodico.net/cuerpo/29836-para-cuando-cuidados-maricas.html

Ayer me conecté a GayRomeo. Decidí escribir a uno de los hombres que parecía simpático y él tuvo la delicadeza de responderme, eso sí, para decir: “Otro correo basura. Bye, bye”. No es la primera vez que recibo este tipo de contestaciones en páginas dirigidas a gais. De hecho, son habituales en los perfiles virtuales advertencias del tipo “no plumíferos”, “sólo masculinos”, “no más de 35”, o incluso algunos todavía más ofensivos como “sólo gente sana”, que quiere decir: “Abstenerse seropositivos”.

Eviden­te­mente, reducir los espacios de encuentro virtual únicamente a experiencias negativas y comentarios insultantes no haría justicia de los buenos ratos, encuentros afortunados y oportunidades incuestionables que brinda internet a muchos hombres que tienen sexo con otros hombres. Por tanto, podríamos pensar que las exigencias a las que me refería anteriormente en realidad se deben a conductas individuales de gais deshumanizados que sólo piensan en sí mismos y que no merecen más importancia. Sin embargo, tengo la impresión de que los intereses individuales se están convirtiendo en el ‘modus operandi’, como mínimo, en la escena gay virtual. De manera que la explicación del fenómeno va más allá de los comportamientos de cada sujeto y exige una crítica más profunda que busque las causas en la estructura social.

Desde hace más de dos décadas los feminismos están discutiendo intensamente sobre los cuidados. Diferentes autoras y activistas han generado un debate muy fructífero que puede contribuir a mejorar las relaciones interpersonales desde una mirada crítica. Sin embargo, se trata de una reflexión que no hemos tenido, al menos de manera clara, en la escena gay. A mi modo de ver, es urgente repensar las lógicas del cuidado para favorecer nuestra calidad de vida y mejorar los entornos relacionales, pero también para no acabar siendo devorados por un individualismo sexual que convierta la llamada comunidad gay en un escenario labrado por múltiples ejercicios de exclusión.

Individualismo y masculinidad
Podríamos considerar que la individualización sexual contemporánea tiene, como mínimo, tres causas. La primera de ellas está relacionada con el desarrollo de un capitalismo salvaje que articula el conjunto de la sociedad a partir del enaltecimiento del valor individual y de la ficción de la igualdad de oportunidades. En este sentido, los gais no somos una excepción e integramos los discursos individualistas de la misma manera que el conjunto de la sociedad.

Se ha presentado a la población gay como un grupo homogéneo, con alto poder adquisitivo y preocupaciones superfluas. Pero este tipo de discurso puede ser fá­cil­mente desar­ticulado si observamos cómo la “comunidad gay” cuenta con personas y situaciones socioeconómicas diversas, e intereses y estilos de vida también muy diferentes. Pero las formas avanzadas de capitalismo ya no están relacionadas sólo con pautas de consumo, sino que se están incrustando en nuestra mirada del mundo hasta el punto de organizar todos los aspectos de la vida social desde esa desgarradora perspectiva.

La segunda de las causas está ine­quívocamente conectada con la manera en que se construyen las masculinidades en nuestra sociedad, pues la mayoría de veces quedan vinculadas a la defensa de valores competitivos y la acumulación de poder. Estos valores también se reproducen, con matices, en buena parte de los entornos gais, que tratan de buscar su correspondiente cuota de poder a través de nuevas formas de masculinización y de una especie de competencia marica que sólo subvierte parcialmente las lógicas hegemónicas.

Finalmente, la tercera de las causas tiene que ver con cómo hemos construido los discursos y las prácticas de la liberación sexual. Y creo que en este punto también tenemos que hacer un ejercicio de autocrítica. Es indiscutible que la imposición heterosexista y la homofobia nos han obligado a pensar y experimentar alternativas a la moral sexual hegemónica para sobrevivir en un entorno profundamente hostil. Por ello, hemos sido capaces de poner en tela de juicio muchos de los valores arraigados en nuestra sociedad, de construir relaciones que no partiesen necesariamente de la pareja monógama, la obligatoriedad del sexo con amor o la ideología familiarista. Hemos puesto el acento en el objeto de deseo como seña de identidad y estrategia política, porque sabemos que el sexo también es política.

Además, esta estrategia ha sido válida durante décadas y, en parte, todavía lo es. Sin embargo, la propuesta rupturista a partir de la práctica sexual se ha centrado mayoritariamente en el gozo como reivindicación colectiva asociada a la experiencia personal. Hemos reivindicado una y otra vez el placer de nuestras prácticas sexuales, el cual subscribo sin duda, pero también creo que lo hemos sobrevalorado y no hemos pensado en las implicaciones sociales que las prácticas sexuales tienen aparejadas.

Yo y mi orgasmo
Repensar las prácticas sexuales no conlleva cambiar nuestros fetiches particulares, buscar un novio para casarnos o dejar de visitar las zonas de ‘cruising’. Pero sí tomar conciencia de que el sexo es más que un orgasmo y que va más allá del yo. La reivindicación del gozo como instrumento de agencia puede ser válida, pero también puede reproducir las lógicas del mercado individual, convertir a los otros en elementos intercambiables, objetos para el placer personal, y provocar que en nuestras interacciones el bienestar de los demás sea insignificante. Por tanto, se deja vía libre para la grosería, la discriminación y los mensajes abusivos. Pero no sólo eso. También da lugar a relaciones sexuales en las que la falta de cuidado y atención al otro pueden ser evidentes y provocar encuentros sexuales marcados por una mirada basada en el “yo y mi orgasmo”, reforzando la perspectiva individualista de la sexualidad.

Sin duda, cada uno podemos decidir cómo, cuándo y con quién disfrutamos de nuestra sexualidad, pero si lo hacemos con otros se debe garantizar el cuidado mutuo aunque sea para una noche, unas horas o un simple magreo. Es por ello por lo que el cuidado es una asignatura pendiente en la “comunidad gay”. Es el momento de aprender de nuestras compañeras feministas, escuchar sus reflexiones sobre el cuidado, adaptarlas a la realidad marica y… gozar. ¡Que gocemos todos!

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