Imagen: El País / Pablo Ortiz |
Siempre he tenido la sensación de que en cuestión de sexo era distinto. Hace un año más o menos lo descubrí: soy asexual.
Pablo Ortiz | Verne, El País, 2016-05-07
http://verne.elpais.com/verne/2016/05/05/articulo/1462464575_465211.html
Siempre he tenido la sensación de que en cuestión de sexo no era igual que los demás, que tenía motivaciones distintas, pero no acababa de ponerle un nombre. Era sencillamente un tema que no me preocupaba y precisamente por eso, no le daba más vueltas. Hace un año más o menos lo descubrí: soy asexual. En abril se estrenó un anuncio de Flex en el que hablo del tema. A mi familia se lo conté horas antes de coger el tren a Madrid para el rodaje.
Cuando era adolescente vivía la sexualidad con bastante indiferencia. No terminaba de ser capaz de equipararme a los demás, pero es algo que no me planteaba. Estos últimos años decidí entenderme más para interactuar mejor con la gente, lo que me hacía ver pequeñas señales de que yo era distinto. Un ejemplo, como podría ser cualquier otro, eran las reacciones de mis amigos cuando pasaba junto a nosotros una chica guapa. Mi reacción -bastante nula- difería de cómo se comportaban ellos, así que me pregunté si es que me estaba equivocando. Durante una temporada intenté fijarme tanto en mujeres como en hombres, a ver si era eso. Pero tampoco.
No deseaba tener sexo con otras personas. A nivel sentimental y romántico sí que había sentido aprecio, y sabía que en algunos casos había podido sentir algo más que amistad, pero no sentía la necesidad de acostarme con nadie. No soy virgen, que conste. He tenido relaciones sexuales pero nunca eran tan espectaculares como se supone que deberían ser. Era una actividad más, como ir a ver una película o dar un paseo, pero soy de los (¿pocos?) que prefieren la segunda opción. Si se daban cuenta -lo cual sólo es posible con una buena comunicación- me preguntaban qué me pasaba, claro. Eran momentos raros.
- Verás... es que soy apagado.
- ¿Apagado cómo?
- Pues… como contrario de encendido. Más o menos por ahí.
Tengo un amigo con quien no tengo mucho contacto. No nos conocíamos en persona -nos hablamos por proyectos en entidades sin ánimo de lucro- y la primera vez que nos vimos le parecí sociable, agradable, cercano. La segunda vez yo estaba cansado y mi faceta más distante relucía, así que comenzó a analizarme. Tiempo después me mandó un artículo, quizá como conclusión de sus reflexiones.
Aquel artículo me pareció una pequeña revolución en la forma de entender las relaciones. Me sentí muy identificado.
A partir del momento en el que le pongo un nombre a cómo soy -sexualmente hablando-, hace un año, y empiezo a encontrar a otra gente igual, lo entiendo e inicio un proceso. Tienes que clasificar tus sentimientos, las atracciones que sientes, para saber dónde estás. Yo hice ese camino solo, con ayuda de la Asexualpedia y con páginas de Facebook de la comunidad. Poder usar los mismos marcos de referencia me ayudó mucho.
La asexualidad se manifiesta de formas diferentes. Puede gustarte el sexo aunque no experimentes atracción sexual hacia otra persona. Puedes enamorarte o no. Yo estoy a medio camino. Sí que disfruto de mi sexualidad, aunque no tengo necesidad de compartirla con otra gente. La verdad, prefiero correr por la montaña. Soy capaz de tener sexo y a la persona le puede gustar. Puedo disfrutar del momento, pero más por la intimidad que por el sexo en sí.
Este último año ha sido una liberación para mí. Por fin pude empezar la conversación que tenía pendiente con mis amigos. Hasta que no supe que era una cuestión de orientación sexual, no era capaz de explicarles mi forma de ver el sexo. Era como un lastre y creo que generaba una brecha de confianza entre nosotros.
Un día quedamos en un bar y les advertí de que quería comentarles algo importante. Sabía que me iba a dar corte sacar el tema, pero que así ellos me lo iban a recordar. Y cuando lo hicieron, les dije:
- Voy a hablaros de mi sexualidad.
Repasamos algunos momentos de mi vida que ahora tenían sentido y me agradecieron que me abriera. Se lo tomaron con sorpresa, excepto una amiga que dijo que siempre lo había sabido. ¡Ya me lo podía haber contado y me habría ahorrado tiempo!
Después surgió lo del anuncio de colchones. La productora contactó con la Asociación de Asexuales y se hizo una votación en la que se decidió no participar. Por un lado estaba el miedo personal: la gente no veía la necesidad de que su orientación personal fuera pública. Por otro, el miedo colectivo de no saber cómo lo iban a enfocar y que nos pudieran presentar como a cuatro locos. Porque ya ha pasado. Es un tema que no se ha tratado siempre bien y había mucho miedo al amarillismo y a titulares grotescos.
Soy una persona decidida y dije ¡venga, hagámoslo! Como activista para muchas causas, veía que había una laguna con esta orientación. Muchos cuentan que han llegado a la comunidad después de varias penurias y de pasar por médicos, que simplemente les constatan que están sanos y cuerdos, que son normales. Creo que si hacemos campaña, podemos dar más visibilidad a la asexualidad y evitarle a bastante gente pasar por ese calvario.
Pero hacerlo público, sacar tu cara y decir tus datos da vértigo.
Cuando me decidí a hacerlo sabía que tocaba contárselo a mis padres y lo hice en cuanto me confirmaron que participaría en el anuncio: horas antes de irme a rodarlo. Me digo, se lo voy a decir, para que no se enteren por la televisión. Vivo con ellos mientras busco trabajo como biotecnólogo y nos sentimos a gusto, pero nunca he sido muy partidario de explicar mi vida sentimental. Si no lo hacía, seguramente, era porque no entendía qué me pasaba. Igual que el aviso a mis amigos de que había un tema que tratar, el anuncio me dio el empujón que necesitaba para hablarlo con mi familia.
Primero les conté que me iba a hacer un anuncio a Madrid y que me iban a pagar poco, pero como habíamos tenido una mala experiencia con la publicidad en el barrio (Sant Genís dels Agudells, en la montaña de Barcelona, ojalá un día pueda explicarlo bien), les olía a chamusquina. Todo les sonaba raro y entonces sigo explicándoles: “Es un anuncio sobre asexualidad. Necesitan a gente asexual”. Ahí nos quedamos parados por un instante. Para ellos era la primera noticia. Mi hermano, de 17 años, saca el móvil y lee las dos definiciones que da la Wikipedia: “Orientación sexual de una persona que no siente atracción sexual hacia ninguna otra persona”. Y “reproducción en la que un único organismo es capaz de originar otros individuos nuevos”. Yo, por si acaso, les aclaro que es la primera, que de momento no me puedo reproducir como una estrella de mar.
La verdad es que hubo tensión. Estaban preocupados porque no se lo hubiera contado antes, por instinto protector y también por cómo iban a tratar el tema. Rápidamente la situación fue mejorando y desde Madrid les estuve contando cómo iba lo del anuncio. Creo que siento no haberme sincerado antes con ellos.
Ahora que ha empezado a emitirse, estoy contento. Me gusta cómo ha quedado, pero sobre todo estoy satisfecho porque lo han recibido muy bien en los grupos de asexuales. Y bastante gente se está sintiendo identificada y se están uniendo a los grupos y consultando la Asexualpedia para saber más. También he notado diferencia en cómo lo ve la sociedad. Al final se trata de eso, de cambiar actitudes.
Desde entonces hay gente que me felicita porque “soy famoso” y gente como desconcertada. Nadie me ha dicho nada negativo. Hay quien me aplaude por haberme dado cuenta. También están los que se abstienen de comentar, quizá porque no me entienden o porque lo hacen demasiado bien, y los que me bombardean a preguntas.
Lo que les explico es que cuando eres asexual no sientes atracción sexual por otras personas, y por lo tanto, no sientes la necesidad de practicar el sexo con nadie. Pero que también puedes ver a alguien que no te despierte nada y que después de hablar te acabe atrayendo aunque no sexualmente (o sí, la asexualidad no deja de ser un abanico de distintas sensibilidades). Me ha sorprendido que hay gente que me pregunta “Pablo, ¿seré yo asexual?”. Y otros que me dicen: “Ahora que eres como una voz de la asexualidad, esto que siento… ¿entra?”
Lo importante es darse cuenta de lo que te ocurre: que hay una falta de deseo sexual hacia las otras personas. Pero que no debe confundirse con un episodio de tu vida: el estrés, un tratamiento que afecta la libido, una mala racha, una decisión personal… Quien se ha sentido atraído sexualmente y ha disfrutado de sexo frugal y de repente no lo hace, será raro que se haya vuelto asexual. O si siente atracción sexual pero tiene problemas con el coito, puede que sea algo tratable y no una forma de asexualidad. Quien encaje con la definición de asexual lo debe llevar con naturalidad. Si no se acaba de encajar con esto, quizá sea mejor buscar ayuda.
Con otras personas, la manera de llevarlo es con transparencia y honestidad. Al final lo que funciona mejor es comunicarlo, que la otra persona lo entienda y la relación pueda ser más cercana. Actualmente no tengo pareja, pero con 24 años, a mí no me preocupa ni me hace sufrir si la tendré en el futuro y cómo afrontaremos el sexo. Igual que no me preocupa a estas alturas si a una hipotética pareja le puede gustar jugar al dominó y me tocará echar partidas juntos.
Cuando era adolescente vivía la sexualidad con bastante indiferencia. No terminaba de ser capaz de equipararme a los demás, pero es algo que no me planteaba. Estos últimos años decidí entenderme más para interactuar mejor con la gente, lo que me hacía ver pequeñas señales de que yo era distinto. Un ejemplo, como podría ser cualquier otro, eran las reacciones de mis amigos cuando pasaba junto a nosotros una chica guapa. Mi reacción -bastante nula- difería de cómo se comportaban ellos, así que me pregunté si es que me estaba equivocando. Durante una temporada intenté fijarme tanto en mujeres como en hombres, a ver si era eso. Pero tampoco.
No deseaba tener sexo con otras personas. A nivel sentimental y romántico sí que había sentido aprecio, y sabía que en algunos casos había podido sentir algo más que amistad, pero no sentía la necesidad de acostarme con nadie. No soy virgen, que conste. He tenido relaciones sexuales pero nunca eran tan espectaculares como se supone que deberían ser. Era una actividad más, como ir a ver una película o dar un paseo, pero soy de los (¿pocos?) que prefieren la segunda opción. Si se daban cuenta -lo cual sólo es posible con una buena comunicación- me preguntaban qué me pasaba, claro. Eran momentos raros.
- Verás... es que soy apagado.
- ¿Apagado cómo?
- Pues… como contrario de encendido. Más o menos por ahí.
Tengo un amigo con quien no tengo mucho contacto. No nos conocíamos en persona -nos hablamos por proyectos en entidades sin ánimo de lucro- y la primera vez que nos vimos le parecí sociable, agradable, cercano. La segunda vez yo estaba cansado y mi faceta más distante relucía, así que comenzó a analizarme. Tiempo después me mandó un artículo, quizá como conclusión de sus reflexiones.
Aquel artículo me pareció una pequeña revolución en la forma de entender las relaciones. Me sentí muy identificado.
A partir del momento en el que le pongo un nombre a cómo soy -sexualmente hablando-, hace un año, y empiezo a encontrar a otra gente igual, lo entiendo e inicio un proceso. Tienes que clasificar tus sentimientos, las atracciones que sientes, para saber dónde estás. Yo hice ese camino solo, con ayuda de la Asexualpedia y con páginas de Facebook de la comunidad. Poder usar los mismos marcos de referencia me ayudó mucho.
La asexualidad se manifiesta de formas diferentes. Puede gustarte el sexo aunque no experimentes atracción sexual hacia otra persona. Puedes enamorarte o no. Yo estoy a medio camino. Sí que disfruto de mi sexualidad, aunque no tengo necesidad de compartirla con otra gente. La verdad, prefiero correr por la montaña. Soy capaz de tener sexo y a la persona le puede gustar. Puedo disfrutar del momento, pero más por la intimidad que por el sexo en sí.
Este último año ha sido una liberación para mí. Por fin pude empezar la conversación que tenía pendiente con mis amigos. Hasta que no supe que era una cuestión de orientación sexual, no era capaz de explicarles mi forma de ver el sexo. Era como un lastre y creo que generaba una brecha de confianza entre nosotros.
Un día quedamos en un bar y les advertí de que quería comentarles algo importante. Sabía que me iba a dar corte sacar el tema, pero que así ellos me lo iban a recordar. Y cuando lo hicieron, les dije:
- Voy a hablaros de mi sexualidad.
Repasamos algunos momentos de mi vida que ahora tenían sentido y me agradecieron que me abriera. Se lo tomaron con sorpresa, excepto una amiga que dijo que siempre lo había sabido. ¡Ya me lo podía haber contado y me habría ahorrado tiempo!
Después surgió lo del anuncio de colchones. La productora contactó con la Asociación de Asexuales y se hizo una votación en la que se decidió no participar. Por un lado estaba el miedo personal: la gente no veía la necesidad de que su orientación personal fuera pública. Por otro, el miedo colectivo de no saber cómo lo iban a enfocar y que nos pudieran presentar como a cuatro locos. Porque ya ha pasado. Es un tema que no se ha tratado siempre bien y había mucho miedo al amarillismo y a titulares grotescos.
Soy una persona decidida y dije ¡venga, hagámoslo! Como activista para muchas causas, veía que había una laguna con esta orientación. Muchos cuentan que han llegado a la comunidad después de varias penurias y de pasar por médicos, que simplemente les constatan que están sanos y cuerdos, que son normales. Creo que si hacemos campaña, podemos dar más visibilidad a la asexualidad y evitarle a bastante gente pasar por ese calvario.
Pero hacerlo público, sacar tu cara y decir tus datos da vértigo.
Cuando me decidí a hacerlo sabía que tocaba contárselo a mis padres y lo hice en cuanto me confirmaron que participaría en el anuncio: horas antes de irme a rodarlo. Me digo, se lo voy a decir, para que no se enteren por la televisión. Vivo con ellos mientras busco trabajo como biotecnólogo y nos sentimos a gusto, pero nunca he sido muy partidario de explicar mi vida sentimental. Si no lo hacía, seguramente, era porque no entendía qué me pasaba. Igual que el aviso a mis amigos de que había un tema que tratar, el anuncio me dio el empujón que necesitaba para hablarlo con mi familia.
Primero les conté que me iba a hacer un anuncio a Madrid y que me iban a pagar poco, pero como habíamos tenido una mala experiencia con la publicidad en el barrio (Sant Genís dels Agudells, en la montaña de Barcelona, ojalá un día pueda explicarlo bien), les olía a chamusquina. Todo les sonaba raro y entonces sigo explicándoles: “Es un anuncio sobre asexualidad. Necesitan a gente asexual”. Ahí nos quedamos parados por un instante. Para ellos era la primera noticia. Mi hermano, de 17 años, saca el móvil y lee las dos definiciones que da la Wikipedia: “Orientación sexual de una persona que no siente atracción sexual hacia ninguna otra persona”. Y “reproducción en la que un único organismo es capaz de originar otros individuos nuevos”. Yo, por si acaso, les aclaro que es la primera, que de momento no me puedo reproducir como una estrella de mar.
La verdad es que hubo tensión. Estaban preocupados porque no se lo hubiera contado antes, por instinto protector y también por cómo iban a tratar el tema. Rápidamente la situación fue mejorando y desde Madrid les estuve contando cómo iba lo del anuncio. Creo que siento no haberme sincerado antes con ellos.
Ahora que ha empezado a emitirse, estoy contento. Me gusta cómo ha quedado, pero sobre todo estoy satisfecho porque lo han recibido muy bien en los grupos de asexuales. Y bastante gente se está sintiendo identificada y se están uniendo a los grupos y consultando la Asexualpedia para saber más. También he notado diferencia en cómo lo ve la sociedad. Al final se trata de eso, de cambiar actitudes.
Desde entonces hay gente que me felicita porque “soy famoso” y gente como desconcertada. Nadie me ha dicho nada negativo. Hay quien me aplaude por haberme dado cuenta. También están los que se abstienen de comentar, quizá porque no me entienden o porque lo hacen demasiado bien, y los que me bombardean a preguntas.
Lo que les explico es que cuando eres asexual no sientes atracción sexual por otras personas, y por lo tanto, no sientes la necesidad de practicar el sexo con nadie. Pero que también puedes ver a alguien que no te despierte nada y que después de hablar te acabe atrayendo aunque no sexualmente (o sí, la asexualidad no deja de ser un abanico de distintas sensibilidades). Me ha sorprendido que hay gente que me pregunta “Pablo, ¿seré yo asexual?”. Y otros que me dicen: “Ahora que eres como una voz de la asexualidad, esto que siento… ¿entra?”
Lo importante es darse cuenta de lo que te ocurre: que hay una falta de deseo sexual hacia las otras personas. Pero que no debe confundirse con un episodio de tu vida: el estrés, un tratamiento que afecta la libido, una mala racha, una decisión personal… Quien se ha sentido atraído sexualmente y ha disfrutado de sexo frugal y de repente no lo hace, será raro que se haya vuelto asexual. O si siente atracción sexual pero tiene problemas con el coito, puede que sea algo tratable y no una forma de asexualidad. Quien encaje con la definición de asexual lo debe llevar con naturalidad. Si no se acaba de encajar con esto, quizá sea mejor buscar ayuda.
Con otras personas, la manera de llevarlo es con transparencia y honestidad. Al final lo que funciona mejor es comunicarlo, que la otra persona lo entienda y la relación pueda ser más cercana. Actualmente no tengo pareja, pero con 24 años, a mí no me preocupa ni me hace sufrir si la tendré en el futuro y cómo afrontaremos el sexo. Igual que no me preocupa a estas alturas si a una hipotética pareja le puede gustar jugar al dominó y me tocará echar partidas juntos.
* Texto redactado por Gloria Rodríguez-Pina bajo la supervisión de Pablo Ortiz.
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