sábado, 28 de mayo de 2016

#hemeroteca #mujeres #fotografia | Diane Arbus: la realidad ante los ojos

Imagen: El Diario / Autorretrato de Diane Arbus
Diane Arbus: la realidad ante los ojos.
El trabajo de la fotógrafa en los años 60 nos hace notar el sufrimiento de la diferencia, de la brecha social que supone ser diferente.
Mariano Cuesta Juste | El Diario, 2016-05-28
http://www.eldiario.es/retrones/Diane-Arbus-realidad-ojos_6_520807922.html

Una de las fotógrafas más interesantes de la historia, desde mi punto de vista, es Diane Arbus. Su trabajo se desarrolla bajo la premisa de hacer de la fotografía un resultado de su modo de vida, es decir, no se puede separar su mirada fotográfica de su experiencia vital. Esto es de suma importancia teniendo en cuenta la diversidad de puntos de vista que hay entre los fotógrafos, pero el hecho de convertir la vida, tu punto de vista, en objeto fotográfico resalta más si cabe su talento y su peculiar forma de mirar.

Diane Nemerov nació en 1923 en Nueva York, adoptó el apellido por el que la conocemos cuando se casó con Allan Arbus, a la temprana edad de dieciocho años. Fue este quien introdujo en el mundo fotográfico a nuestra protagonista.

Se dedicaron a trabajar en diferentes revistas de moda durante años. Posteriormente se separaron y Diane empezó a configurar una mirada muy particular influenciada, sin lugar a dudas, por la película “Freaks: La parada de los monstruos”. En esta película de Todd Browning basada en un relato de Todd Robins (‘Espuelas’, 1932) se muestra la vida de personajes circenses de todo tipo. Los circos de antes eran bastante diferentes a lo que yo recuerdo que son los circos. En esa época los retrones eran personajes de circo: enanos, deformes, personas con enfermedades mentales, toda una suerte de “rara avis” estrafalarios que hacían las “delicias” del público ávido de experiencias nuevas.

En la década de los cincuenta y sesenta, Diane Arbus cambia su mirada y pasa de la moda a los personajes marginales. Decide ser fiel a sí misma y empieza a retratar a estos personajes como salidos de la casa de los horrores pero que no son más que el vecino, el tendero, la mujer del quinto…

Empieza a mostrar una realidad poco conocida más que de manera espectacular. Diane Arbus se detiene en las sensaciones, en el momento, alejado del espectáculo donde a través de su cámara nos hace notar el sufrimiento de la diferencia, de la brecha social que supone ser diferente. Y es más llamativo aún que lo haga una mujer en los años 60, con lo que la mujer era por entonces. Parece como si colectivos marginales se unieran para rebatir el ‘statu quo’ imperante de hombre blanco poderoso y guapo frente a la sociedad diversa y plural, llena de matices e imperfecciones.

Arbus una de las primeras pioneras de la fotografía social de denuncia de realidades hasta ahora ajenas a la sociedad, la primera en abrir los ojos y repartir bofetadas de realismo en el mundo perfecto de la fotografía bella y perfecta. Planteó problemas, detuvo el punto de mira en la cuestión del ser humano, más allá de la superficialidad estética imperante. Fue un soplo de aire fresco, un mazazo en las costuras de la estructura social norteamericana y posteriormente europea puesto que su trascendencia sobrepasó los límites del continente americano.

Diane Nemerov, se dedicó a abrirnos los ojos a la realidad que no queremos ver, que ocultamos, que obviamos cuando giramos la cabeza hacia otro lado, pero que está ahí, y cuanto antes la veamos antes podremos asumir que la sociedad ni es perfecta, ni bella, ni dulce. Apostemos por las sociedades imperfectas y ricas en variedad, en las que el diferente cada vez lo sea menos porque en el fondo todos somos diferentes, aunque no lo queramos reconocer, lo que ocurre es que ser exclusivos nos hace fuertes, frente al resto del mundo. Por eso el hombre en general no reconoce a la mujer como igual, porque tiene privilegios que no quiere perder, así como el resto de la gente normal se resiste en reconocer a las personas con discapacidad, porque se sienten superiores muchas veces. Es la vanidad de la suerte, el ego, la estupidez que Diane Arbus se encarga de quitarnos con su fotografía.

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