jueves, 18 de enero de 2018

#hemeroteca #homofobia #testimonios | Y mi respuesta a quienes me acosaban por ser gay en el colegio se hizo viral

Imagen: El Mundo / Javier Cid
Y mi respuesta a quienes me acosaban por ser gay en el colegio se hizo viral.
Un 'post' en el que el periodista de El Mundo relataba el 'bullying' que sufrió en el colegio por ser gay se convierte en un referente anti homofobia en la Red.
Javier Cid | El Mundo, 2018-01-18
http://www.elmundo.es/f5/comparte/2018/01/18/5a609b48ca4741ad388b457f.html

Las grandes batallas, antes libradas en las Termópilas, hoy se baten en grupos de WhatsApp, que son el puñetero herpes del siglo XXI. Así lo he sufrido en mis mismísimas carnes descarnadas a cuenta de un chat de ex compañeros de colegio, personajes que me destrozaron la niñez a golpes, a insultos, a canalladas. Por maricón, que es un pecado como otro cualquiera. Desde los 10 a los 14 años, non stop, en un tremendo patíbulo de palizas y humillaciones. O sea, lo que los modernos de la parafernalia sociológica llaman ‘bullying’.

Me explico: cuando se cumple un cuarto de siglo de mi salida de aquella escuela de los horrores, mis verdugos han ideado un grupo de WhatsApp para organizar un reencuentro. Pura nostalgia que a mí, despellejado por los recuerdos, me escuece, me ofende, me pellizca por dentro. Hace unos días, sin más intención que desahogarme con los más íntimos, escribí unas palabras en mi muro de Facebook, que siento como un plácido salón con chimenea. Y mi secreto de confesión, que hice así en bajito, como un susurro de reclinatorio, se ha vuelto viral. Muy viral. Viralísimo. Reproduzco aquí, sin modificar ni una sola coma, esta reflexión que me salió de las mismísimas tripas:
"Llegó la hora. Sólo le pido a Dios, o a esas fuerzas vaporosas que mueven el mundo, que me alcance la vida para hacer mi revolución a tiempo. Necesito unos días, solo unos, y ya entonces podré morir en paz, con gran algarabía de pamelas en mis funerales. Hace 25 años que dejé el colegio, lo que venía llamándose la EGB, y con tal efeméride he sido incrustado en un chat de whatsapp con todos todos mis ex compañeros. Se está promoviendo un encuentro para festejar lo felices que eran hace un cuarto de siglo, cuando no tenían más runrún adolescente que jugar al fútbol y destrozarme la vida. Yo, que tengo poco que festejar de aquellos años terribles, guardo silencio. Leo los mensajes agazapado, enlutado en todos los recuerdos que me acorralan desde hace días. Sólo espero el momento de atacar; entonces, cuando pongan día y hora a su reencuentro miserable, escribiré una soflama tremenda que ya barrunto en mi cabecita loca. No estuvo el fútbol entre mis virtudes, pero sí el don de la escritura, y con esa lanza de palabras como balazos pienso clavarles mi desprecio. Por las pintadas de 'maricón' en las paredes del colegio. Por los cabezazos con los que me partisteis el labio y me rompisteis, también, un poquito por dentro. Por aquella tarde de invierno (había tanta nieve, la siento todavía hoy en las mejillas) en la que me destrozasteis una bici nueva al despeñarla por El Barranco, aquel paraje inhóspito del barrio en el que años después yo perdería mi virginidad, menuda paradoja desesperada. Por humillarme, por avasallarme, por robarme las ganas, la risa y las palabras, porque me arrancasteis las ganas de hablar, de decir, de ser, durante una niñez que parecía no acabarse nunca. Con 14 años me libré de vosotros, creí que por siempre, y ahora resucitáis en un grupo de whatsapp que me sonroja, pues será que no os queda ni un trocito de vergüenza. Por eso voy a responderos en un post legendario, un ajuste de cuentas que hará historia. Será el mejor texto que escribí nunca, mi pequeño legado a la Humanidad. Por justicia poética, me voy a vengar con lo único que tengo, que es mi pluma. No lo haré por mí, pues tengo más agallas que todos vosotros juntos y a hostias me hicisteis más fuerte. Me hicisteis un hombre. Me hicisteis ganar. Lo hago por mi madre, a la que los golpes le dolieron más que a mí. Y lo hago por los chavales que aún hoy soportan lo insoportable, pues las peores guerras a veces se suceden entre pupitres. Os voy a dejar sin aire, hijos de puta. Y entonces, ya sí, cerraré esa puerta de una puta vez. Y ahora, si me disculpáis, voy a cenar callos con garbanzos, que son buenísimos para el vigor. Y, por cierto, me queda el consuelo de saber que habéis visto, al menos en foto, lo bueno que estoy".
Éste es el ‘post’ que, por las extrañas leyes que rigen el ciberespacio, se ha expandido como una metástasis. Se ha generado un fascinante debate sobre mi odio o mi sed de venganza, sobre el poder sanador de las palabras, sobre la inocencia de unos agresores que no sumaban más de 12 años. Yo perdono, claro que perdono. Pero lo de olvidar ya no está en mis manos. Pero siento la obligación de decirles que no lo hicieron bien. Como a los perros cuando orinan sobre el parqué. Lo que hagan ellos con mi discursito -asumirlo, masticarlo, pensarlo, desecharlo- ya es cosa suya.

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