Imagen: El Español / Nacho Vidal |
"No creo en la educación sexual: no puedes enseñar a nadie a chupar un pene o una vagina." "He estado con más de 3.000 mujeres, pero no he llegado a 6.000."
Lorena G. Maldonado | El Español, 2018-09-29
https://www.elespanol.com/cultura/20180929/nacho-vidal-hombres-gustan-transexuales-esconden/341467102_0.html
Es el actor porno más conocido de España, el hombre más desprejuiciado del terruño. Pero también es padre de familia, enamoradizo militante, cineasta y empresario. Cuenta que cuando alguna mujer le ha presionado en momentos íntimos al grito de "¿pero tú no eres Nacho Vidal?", él ha contestado: "No, soy Ignacio Jordà González, si fuese Nacho Vidal tendrías que pagarme". Vive bifurcado entre la persona y el personaje, pero cada vez pasa más tiempo en el primer estadio.
Sobre todo, en la faceta que dedica a su hija de 11 años, a quien llamaron "Nacho" al nacer, antes de descubrir, como dice su padre, que era "una niña con pene". Ahora recoge su experiencia en 'Mi nombre es Violeta' (Cross Books), una novela firmada por Santi Anaya con la colaboración y el apoyo de la familia. Hablamos con la estrella del cine porno de género, infancia, educación sexual, prostitución, machismo... y amor.
P. Ha sido admirable la reacción que habéis tenido con el caso de vuestra hija Violeta, ojalá muchos más padres actuasen así. El cambio de nombre tan rápido, ahora darle voz a su experiencia a través de este libro… ¿Qué le recomendarías tú a los padres que están en pleno proceso de incomprensión ante un hijo o una hija trans?
R. Bueno, lo primero es que tenemos que dejar de decir que es admirable que un padre sea un padre. Tenemos que dejar de alegrarnos de que un padre sea un padre, porque un padre no debe hacer otra cosa. Yo no concibo lo que estoy haciendo yo de otra manera que no sea de ésta, ¿sabes?, igual que acompaño y apoyo a mi hija, apoyo a mi otro hijo y a mi otra hija de igual manera. No es diferente uno a otro. Un padre es lo que tiene que hacer.
P. Claro, pero desgraciadamente vivimos en un mundo que aún es homófobo y tránsfobo.
R. Ya… ¿sabes qué pasa? Yo creo que la gente que es así es porque no se ha encontrado en la situación en sus propias carnes, en su familia o en sus propios hijos. Una parte de mi familia es del Opus. Ellos aman a mi hija. La aman con locura. Yo tengo muchos amigos que son muy radicales… con ciertas cosas… y matan por mi hija. Cuando tú tienes esta experiencia maravillosa que es tener un hijo o una hija trans y conoces a ese ser, todo ese rollo y esas fobias se te quitan. Si estás en tu casa sentado y tienes una niña maravillosa que te dice “te quiero” y es transexual, te aseguro que esa fobia se te va.
P. ¿A qué edad crees que es conveniente que el adolescente trans comience a hormonarse o incluso a operarse? En el libro se plantea esto último y se trata simplemente como una opción, no como un camino a seguir en absoluto.
R. Para mí está siendo lo más complicado el tema de hormonar o poner bloqueadores a mi niña. Está siendo lo más, lo más difícil de afrontar como padre, porque hoy por hoy ya le podríamos dar hormonas o bloqueadores, y ella quiere, la niña quiere. Pero no por nada, sino porque a los niños todo lo que sean cambios les encanta. A mi hijo, por ejemplo, le van a poner braquets y está feliz por eso, y yo pienso: ¡si tú supieras realmente todo lo que vas a sufrir con los braquets…! Entonces yo es una de las cosas en toda esta historia que pasa con mi hija Violeta que me está costando más. Darle a mi hija hormonas que van a hacer que cambie su estado de ánimo… cuando tiene 11 años… y ella ya es una hija perfecta, maravillosa, feliz, inteligente… eso no es una aspirina, es una pastilla que cambia muchas cosas. Muchísimas.
Y darle bloqueadores va a hacer que no le crezca la nuez, que no le cambie la voz, va a hacer que el pene se quede en micropene y no le crezca más, va a parar su crecimiento hacia arriba y hacia lo ancho… es un bloqueador. Para mí es un poquito como jugar a dios con tu hija. Me está costando bastante el ¿en qué momento, cómo lo hago? Es una lucha interna que tengo con eso. Y la madre también. No es tan fácil.
P. Quizá un poco más adelante, cuando ella misma se sienta segura, o no, de tomar la decisión.
R. Yo he hablado con muchas amigas mías trans sobre el tema. Algunas se han operado, otras no. Mi hija, cuando oye lo de la operación de vaginoplastia, dice “no, no, no”. Mi hija, cuando empezó con el tránsito, tenía 6-7 años. Yo recuerdo hacerle fotos en la bañera con su hermano. El hermano no se tapa el pene. Y ella sí se lo escondía. Cuando estábamos en la calle y tenía ganas de orinar, yo le decía: “Orina ahí en el árbol”. Y ella no quería. “Papá, no, no”. Tenía que llevarla a un baño para que se sentara, porque es una niña. Hoy por hoy mi hija tiene la capacidad de mear en un árbol si se está meando y no se tapa para nada los genitales. Va desnuda por casa y no se esconde de su cuerpo.
Con todo lo que estamos haciendo y pasando con ella, que ella se acepte tal y como es es lo primero. Vamos a ver si la sociedad también está preparada para eso. Yo la acompañaré en todo lo que ella quiere hacer, pero tener que quitarse los genitales… no sé, que cada uno haga lo que quiera, pero… me parece muy fuerte. Me parece algo más hacia fuera que hacia adentro. Hacia afuera de “si me quito el pene, soy una mujer completa y me van a aceptar”, ¿no?
P. De hecho, en el libro es lo que el chico que le gusta le acaba proponiendo, o, más bien, con lo que la acaba chantajeando. Le dice que estará con ella si le promete que se opera.
R. Sí. Yo esta conversación la he tenido con amigas mías transexuales y me han dicho que ellas se operaron porque eso lo veían y se ponían mal y se lo querían quitar. Pero tengo amigas trans que me dicen que son felices con sus penes, que tienen grandes orgasmos con ellos y que no se los van a quitar. Disfrutan con sus penes. Pero en el momento que le das bloqueadores a una niña, estás diciéndole que va a ser pasiva, no va a ser activa. Estás jugando con su sexualidad también, siendo una niña. Es complicado.
P. ¿Cómo crees que tiene que cambiar España en su educación sexual hacia los más jóvenes?
R. Yo creo que tendríamos que cambiar la educación en general, no solamente la educación sexual. La educación sexual tiene que ver… el sexo tiene que ver con la complicidad y el contacto con otra persona, y yo creo que no tienes que enseñarle a nadie a hacer el amor. Pienso así. No sé. Yo no puedo enseñarte a ti a besar. No puedo enseñar a nadie a chupar un pene o una vagina, eso lo hará cada uno como lo sienta. Creo que la educación sexual parte del deseo hacia la otra persona y fluye. No entiendo lo de “oye, pues tienes que coger el pene por aquí”, ¿no? ¿Qué vamos, al colegio ahora a enseñarles a chupar un pene? Creo que sí deberíamos enseñar, pero ya lo estamos haciendo, anticonceptivos. Pero, ¿enseñarles a hacer el amor con un hombre o una mujer? ¿Cómo lo haces, qué les enseñas: posturas? Eso lo descubres tú, con tu cuerpo.
P. Bueno, ahora los chavales descubren antes el porno que el cuerpo de la otra persona. ¿Piensas que pueden reproducir en su vida personal lo que ven en el porno? Luego, claro: hay desajuste entre el porno y la vida.
R. Bueno… hay que educar a la gente y hacerles entender que el porno es un producto y es ficción, y que puedes hacer cosas que has visto en una película porno y hay otras cosas que no. ¡O sí! No creo que el porno tenga que ser el que eduque sexualmente a los chavales, pero sí que creo que educa a muchos de ellos. Y tenemos una responsabilidad muy grande los que trabajamos en la industria para hacer un tipo de porno (no todo), pero sí un tipo de porno que el que quiera ver cosas en concreto, pueda acceder a ellas.
P. Evidentemente no lo podemos controlar, pero, de ser posible, ¿pondrías una edad límite para empezar a acceder al porno?
R. No sé, yo he sido muy precoz.
P. ¿Cómo de precoz?
R. No quiero hablar. Pasapalabra (risas). No sé, para mí el sexo no es nada malo. Para mí un cuerpo desnudo no tiene nada de malo. Hay gente que cuando ve un pene en una fotografía tapa los ojos del niño. ¡Y el niño tiene un pene también! Pero “niño, no mires”. Estás haciéndole entender que es algo malo. Mis hijos no viven en ese rollo. Para ellos un cuerpo es un cuerpo y no hay esa malicia de “no mires”.
P. Es censura, en realidad.
R. Exacto.
P. Otro debate abierto: ¿es el porno machista?
R. No sé. ¿Quieres que te enseñe porno en el que la mujer maltrata al hombre? Te puedo enseñar miles de escenas. En vez de escuchar tanto voz populi y mirar 4 o 5 escenas y decir que el porno es machista y se utiliza a la mujer como un objeto, yo creo que, simplemente por curiosidad, tendrías que entrar en internet y poner “mujer activa con hombre pasivo”. Vas a alucinar con lo que las mujeres les hacéis a los hombres. Y entonces me vas a decir eso qué es: ¿feminista, machista, sexo, fantasía, producto? Lo de que el porno tiene algo que ver con el machismo no lo compro. El porno es un producto. Es un negocio.
Tú buscas lo que quieres, compras y eliges lo que quieres ver. Si quieres ver a una mujer activa con un hombre pasivo, lo tienes. Si quieres ver a una mujer con los pechos grandes, lo tienes. Si tú quieres ver una mujer siendo sumisa con un hombre activo, lo tienes. En porno se producen más de 60.000 películas al año, ¿tú sabes la cantidad de pornografía que hay o que tú tendrías que ver para hacer un pequeño juicio sobre esto? Pero es muy fácil atacar a la pornografía, yo estoy muy acostumbrado a que digan que es machista, o que está controlado por hombres, o que todos los directores son hombres… es mentira. Hay muchísimas mujeres que hacen pornografía. Y son mucho peores que los hombres dirigiendo, son mucho más heavys, son más hardcore. Y no precisamente con los hombres, sino con otras mujeres.
P. ¿Cuál ha sido la experiencia más rara que has vivido con el sexo, ya sea en tu vida personal o en la laboral?
R. ¿Rara?
P. Sorprendente para ti.
R. Uf, tendría que pensar mogollón ahora. Rara, ninguna. Es que para mí el sexo no es raro. No he hecho nada raro… ha sido trabajo, sexo. Bueno, tuve sexo con una enana una vez, que fue diferente. Pero para mí las enanas no son raras. Eso sí, no conozco a mucha gente que haya tenido sexo con una enana. No fue raro, fue curioso. Sí, además era muy guapa.
P. ¿Hay algo que te parezca ‘inmoral’ (aunque sea una palabra muy religiosa que no tiene nada que ver con el porno)? ¿Hay algo que nunca harías?
R. ¡Inmoral…! Dentro de la pornografía profesional, nada. No estamos hablando de cosas… otro tipo de actos… pornografía infantil, con animales, ni nada de eso, ¿no? Todo ese tipo de cosas para mí no tienen nada que ver con pornografía. Tienen que ver con enfermedad mental.
P. He leído que dices que te has acostado con más de 2.000 mujeres. ¿Esto es verdad?
R. No es verdad porque yo nunca he hecho una lista, nunca las he contado. ¿2.000? Mentira. Muchas más.
P. Eres el verdadero Julio Iglesias español.
R. No, no. Julio Iglesias canta, y yo trabajo con mujeres todos los días. Entonces… yo siempre he dicho que no me gusta poner números a las mujeres, porque no son cosas, pero yo diría que más de 3.000, pero no he llegado a 6.000.
P. Y de todas esas veces, ¿cuántas te has enamorado?
R. Cada vez que hago el amor.
P. Eso es un recurso poético, entiendo, ¿no?
R. No sé, me he enamorado mucho… soy muy enamoradizo.
P. ¿Cambia tu manera de entender el amor el trabajar en la industria del sexo? Es como esto que se dice del ginecólogo, que nunca se sabe si le afecta su oficio a la hora de tener relaciones personales.
R. No tiene nada que ver. No sé cómo será para un ginecólogo (risas). Para él la vagina de su mujer nunca será como tocar una vagina en la consulta, creo. Para mí es totalmente diferente. Yo hago “on” cuando trabajo y cuando dejo de trabajar hago “off”, voy a casa y hago el amor con mi pareja. No hay comparación, no es comparable.
P. ¿Has sentido alguna vez presión por ser Nacho Vidal? Por lo que tus parejas sexuales pudiesen esperar de ti.
R. Presión… sí. Alguna vez alguna chica me ha dicho “¿cómo? Tú tienes que follar más, tú eres Nacho Vidal” (risas). Y yo: “Joder… no soy Nacho Vidal, soy Ignacio Jordà. No soy Nacho Vidal, ¿o es que me vas a pagar?”.
P. Las expectativas, qué daño hacen.
R. Sí (risas). Normalmente intento dejar el pabellón bastante alto porque sé que esperan mucho de mí. Sí, esa presión sí existe.
P. ¿Cuánto importa el tamaño?
R. El tamaño importa lo que le importe a ella y lo que le importe a él. Yo tengo muchas amigas que me dicen “el otro día conocí a un tío, a un modelo súper guapo, nos vinimos a casa y tal, le bajé los pantalones, le vi la polla y automáticamente cogí el teléfono y dije: ay, me tengo que ir”. Y eso lo he oído muchísimas veces. Es súper cruel. ¿Tú también has hecho algo así alguna vez? (…) Qué crueldad, tía. Qué malas sois. Pobrecitos. ¿Qué tiene que hacer el chaval? ¿Suicídate, directamente?
P. No, hombre. Seguro que habrá otra persona que lo valore.
R. Ya… también es verdad. Yo lo veo tan cruel cuando me lo dicen. Es que creo que puedes hacer otras cosas con el chico, no sólo penetración.
Sobre todo, en la faceta que dedica a su hija de 11 años, a quien llamaron "Nacho" al nacer, antes de descubrir, como dice su padre, que era "una niña con pene". Ahora recoge su experiencia en 'Mi nombre es Violeta' (Cross Books), una novela firmada por Santi Anaya con la colaboración y el apoyo de la familia. Hablamos con la estrella del cine porno de género, infancia, educación sexual, prostitución, machismo... y amor.
P. Ha sido admirable la reacción que habéis tenido con el caso de vuestra hija Violeta, ojalá muchos más padres actuasen así. El cambio de nombre tan rápido, ahora darle voz a su experiencia a través de este libro… ¿Qué le recomendarías tú a los padres que están en pleno proceso de incomprensión ante un hijo o una hija trans?
R. Bueno, lo primero es que tenemos que dejar de decir que es admirable que un padre sea un padre. Tenemos que dejar de alegrarnos de que un padre sea un padre, porque un padre no debe hacer otra cosa. Yo no concibo lo que estoy haciendo yo de otra manera que no sea de ésta, ¿sabes?, igual que acompaño y apoyo a mi hija, apoyo a mi otro hijo y a mi otra hija de igual manera. No es diferente uno a otro. Un padre es lo que tiene que hacer.
P. Claro, pero desgraciadamente vivimos en un mundo que aún es homófobo y tránsfobo.
R. Ya… ¿sabes qué pasa? Yo creo que la gente que es así es porque no se ha encontrado en la situación en sus propias carnes, en su familia o en sus propios hijos. Una parte de mi familia es del Opus. Ellos aman a mi hija. La aman con locura. Yo tengo muchos amigos que son muy radicales… con ciertas cosas… y matan por mi hija. Cuando tú tienes esta experiencia maravillosa que es tener un hijo o una hija trans y conoces a ese ser, todo ese rollo y esas fobias se te quitan. Si estás en tu casa sentado y tienes una niña maravillosa que te dice “te quiero” y es transexual, te aseguro que esa fobia se te va.
P. ¿A qué edad crees que es conveniente que el adolescente trans comience a hormonarse o incluso a operarse? En el libro se plantea esto último y se trata simplemente como una opción, no como un camino a seguir en absoluto.
R. Para mí está siendo lo más complicado el tema de hormonar o poner bloqueadores a mi niña. Está siendo lo más, lo más difícil de afrontar como padre, porque hoy por hoy ya le podríamos dar hormonas o bloqueadores, y ella quiere, la niña quiere. Pero no por nada, sino porque a los niños todo lo que sean cambios les encanta. A mi hijo, por ejemplo, le van a poner braquets y está feliz por eso, y yo pienso: ¡si tú supieras realmente todo lo que vas a sufrir con los braquets…! Entonces yo es una de las cosas en toda esta historia que pasa con mi hija Violeta que me está costando más. Darle a mi hija hormonas que van a hacer que cambie su estado de ánimo… cuando tiene 11 años… y ella ya es una hija perfecta, maravillosa, feliz, inteligente… eso no es una aspirina, es una pastilla que cambia muchas cosas. Muchísimas.
Y darle bloqueadores va a hacer que no le crezca la nuez, que no le cambie la voz, va a hacer que el pene se quede en micropene y no le crezca más, va a parar su crecimiento hacia arriba y hacia lo ancho… es un bloqueador. Para mí es un poquito como jugar a dios con tu hija. Me está costando bastante el ¿en qué momento, cómo lo hago? Es una lucha interna que tengo con eso. Y la madre también. No es tan fácil.
P. Quizá un poco más adelante, cuando ella misma se sienta segura, o no, de tomar la decisión.
R. Yo he hablado con muchas amigas mías trans sobre el tema. Algunas se han operado, otras no. Mi hija, cuando oye lo de la operación de vaginoplastia, dice “no, no, no”. Mi hija, cuando empezó con el tránsito, tenía 6-7 años. Yo recuerdo hacerle fotos en la bañera con su hermano. El hermano no se tapa el pene. Y ella sí se lo escondía. Cuando estábamos en la calle y tenía ganas de orinar, yo le decía: “Orina ahí en el árbol”. Y ella no quería. “Papá, no, no”. Tenía que llevarla a un baño para que se sentara, porque es una niña. Hoy por hoy mi hija tiene la capacidad de mear en un árbol si se está meando y no se tapa para nada los genitales. Va desnuda por casa y no se esconde de su cuerpo.
Con todo lo que estamos haciendo y pasando con ella, que ella se acepte tal y como es es lo primero. Vamos a ver si la sociedad también está preparada para eso. Yo la acompañaré en todo lo que ella quiere hacer, pero tener que quitarse los genitales… no sé, que cada uno haga lo que quiera, pero… me parece muy fuerte. Me parece algo más hacia fuera que hacia adentro. Hacia afuera de “si me quito el pene, soy una mujer completa y me van a aceptar”, ¿no?
P. De hecho, en el libro es lo que el chico que le gusta le acaba proponiendo, o, más bien, con lo que la acaba chantajeando. Le dice que estará con ella si le promete que se opera.
R. Sí. Yo esta conversación la he tenido con amigas mías transexuales y me han dicho que ellas se operaron porque eso lo veían y se ponían mal y se lo querían quitar. Pero tengo amigas trans que me dicen que son felices con sus penes, que tienen grandes orgasmos con ellos y que no se los van a quitar. Disfrutan con sus penes. Pero en el momento que le das bloqueadores a una niña, estás diciéndole que va a ser pasiva, no va a ser activa. Estás jugando con su sexualidad también, siendo una niña. Es complicado.
P. ¿Cómo crees que tiene que cambiar España en su educación sexual hacia los más jóvenes?
R. Yo creo que tendríamos que cambiar la educación en general, no solamente la educación sexual. La educación sexual tiene que ver… el sexo tiene que ver con la complicidad y el contacto con otra persona, y yo creo que no tienes que enseñarle a nadie a hacer el amor. Pienso así. No sé. Yo no puedo enseñarte a ti a besar. No puedo enseñar a nadie a chupar un pene o una vagina, eso lo hará cada uno como lo sienta. Creo que la educación sexual parte del deseo hacia la otra persona y fluye. No entiendo lo de “oye, pues tienes que coger el pene por aquí”, ¿no? ¿Qué vamos, al colegio ahora a enseñarles a chupar un pene? Creo que sí deberíamos enseñar, pero ya lo estamos haciendo, anticonceptivos. Pero, ¿enseñarles a hacer el amor con un hombre o una mujer? ¿Cómo lo haces, qué les enseñas: posturas? Eso lo descubres tú, con tu cuerpo.
P. Bueno, ahora los chavales descubren antes el porno que el cuerpo de la otra persona. ¿Piensas que pueden reproducir en su vida personal lo que ven en el porno? Luego, claro: hay desajuste entre el porno y la vida.
R. Bueno… hay que educar a la gente y hacerles entender que el porno es un producto y es ficción, y que puedes hacer cosas que has visto en una película porno y hay otras cosas que no. ¡O sí! No creo que el porno tenga que ser el que eduque sexualmente a los chavales, pero sí que creo que educa a muchos de ellos. Y tenemos una responsabilidad muy grande los que trabajamos en la industria para hacer un tipo de porno (no todo), pero sí un tipo de porno que el que quiera ver cosas en concreto, pueda acceder a ellas.
P. Evidentemente no lo podemos controlar, pero, de ser posible, ¿pondrías una edad límite para empezar a acceder al porno?
R. No sé, yo he sido muy precoz.
P. ¿Cómo de precoz?
R. No quiero hablar. Pasapalabra (risas). No sé, para mí el sexo no es nada malo. Para mí un cuerpo desnudo no tiene nada de malo. Hay gente que cuando ve un pene en una fotografía tapa los ojos del niño. ¡Y el niño tiene un pene también! Pero “niño, no mires”. Estás haciéndole entender que es algo malo. Mis hijos no viven en ese rollo. Para ellos un cuerpo es un cuerpo y no hay esa malicia de “no mires”.
P. Es censura, en realidad.
R. Exacto.
P. Otro debate abierto: ¿es el porno machista?
R. No sé. ¿Quieres que te enseñe porno en el que la mujer maltrata al hombre? Te puedo enseñar miles de escenas. En vez de escuchar tanto voz populi y mirar 4 o 5 escenas y decir que el porno es machista y se utiliza a la mujer como un objeto, yo creo que, simplemente por curiosidad, tendrías que entrar en internet y poner “mujer activa con hombre pasivo”. Vas a alucinar con lo que las mujeres les hacéis a los hombres. Y entonces me vas a decir eso qué es: ¿feminista, machista, sexo, fantasía, producto? Lo de que el porno tiene algo que ver con el machismo no lo compro. El porno es un producto. Es un negocio.
Tú buscas lo que quieres, compras y eliges lo que quieres ver. Si quieres ver a una mujer activa con un hombre pasivo, lo tienes. Si quieres ver a una mujer con los pechos grandes, lo tienes. Si tú quieres ver una mujer siendo sumisa con un hombre activo, lo tienes. En porno se producen más de 60.000 películas al año, ¿tú sabes la cantidad de pornografía que hay o que tú tendrías que ver para hacer un pequeño juicio sobre esto? Pero es muy fácil atacar a la pornografía, yo estoy muy acostumbrado a que digan que es machista, o que está controlado por hombres, o que todos los directores son hombres… es mentira. Hay muchísimas mujeres que hacen pornografía. Y son mucho peores que los hombres dirigiendo, son mucho más heavys, son más hardcore. Y no precisamente con los hombres, sino con otras mujeres.
P. ¿Cuál ha sido la experiencia más rara que has vivido con el sexo, ya sea en tu vida personal o en la laboral?
R. ¿Rara?
P. Sorprendente para ti.
R. Uf, tendría que pensar mogollón ahora. Rara, ninguna. Es que para mí el sexo no es raro. No he hecho nada raro… ha sido trabajo, sexo. Bueno, tuve sexo con una enana una vez, que fue diferente. Pero para mí las enanas no son raras. Eso sí, no conozco a mucha gente que haya tenido sexo con una enana. No fue raro, fue curioso. Sí, además era muy guapa.
P. ¿Hay algo que te parezca ‘inmoral’ (aunque sea una palabra muy religiosa que no tiene nada que ver con el porno)? ¿Hay algo que nunca harías?
R. ¡Inmoral…! Dentro de la pornografía profesional, nada. No estamos hablando de cosas… otro tipo de actos… pornografía infantil, con animales, ni nada de eso, ¿no? Todo ese tipo de cosas para mí no tienen nada que ver con pornografía. Tienen que ver con enfermedad mental.
P. He leído que dices que te has acostado con más de 2.000 mujeres. ¿Esto es verdad?
R. No es verdad porque yo nunca he hecho una lista, nunca las he contado. ¿2.000? Mentira. Muchas más.
P. Eres el verdadero Julio Iglesias español.
R. No, no. Julio Iglesias canta, y yo trabajo con mujeres todos los días. Entonces… yo siempre he dicho que no me gusta poner números a las mujeres, porque no son cosas, pero yo diría que más de 3.000, pero no he llegado a 6.000.
P. Y de todas esas veces, ¿cuántas te has enamorado?
R. Cada vez que hago el amor.
P. Eso es un recurso poético, entiendo, ¿no?
R. No sé, me he enamorado mucho… soy muy enamoradizo.
P. ¿Cambia tu manera de entender el amor el trabajar en la industria del sexo? Es como esto que se dice del ginecólogo, que nunca se sabe si le afecta su oficio a la hora de tener relaciones personales.
R. No tiene nada que ver. No sé cómo será para un ginecólogo (risas). Para él la vagina de su mujer nunca será como tocar una vagina en la consulta, creo. Para mí es totalmente diferente. Yo hago “on” cuando trabajo y cuando dejo de trabajar hago “off”, voy a casa y hago el amor con mi pareja. No hay comparación, no es comparable.
P. ¿Has sentido alguna vez presión por ser Nacho Vidal? Por lo que tus parejas sexuales pudiesen esperar de ti.
R. Presión… sí. Alguna vez alguna chica me ha dicho “¿cómo? Tú tienes que follar más, tú eres Nacho Vidal” (risas). Y yo: “Joder… no soy Nacho Vidal, soy Ignacio Jordà. No soy Nacho Vidal, ¿o es que me vas a pagar?”.
P. Las expectativas, qué daño hacen.
R. Sí (risas). Normalmente intento dejar el pabellón bastante alto porque sé que esperan mucho de mí. Sí, esa presión sí existe.
P. ¿Cuánto importa el tamaño?
R. El tamaño importa lo que le importe a ella y lo que le importe a él. Yo tengo muchas amigas que me dicen “el otro día conocí a un tío, a un modelo súper guapo, nos vinimos a casa y tal, le bajé los pantalones, le vi la polla y automáticamente cogí el teléfono y dije: ay, me tengo que ir”. Y eso lo he oído muchísimas veces. Es súper cruel. ¿Tú también has hecho algo así alguna vez? (…) Qué crueldad, tía. Qué malas sois. Pobrecitos. ¿Qué tiene que hacer el chaval? ¿Suicídate, directamente?
P. No, hombre. Seguro que habrá otra persona que lo valore.
R. Ya… también es verdad. Yo lo veo tan cruel cuando me lo dicen. Es que creo que puedes hacer otras cosas con el chico, no sólo penetración.
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