Imagen: Metro de Madrid |
Numerosos expertos alertan de que el lunes es “demasiado pronto” para recuperar la actividad económica no esencial pero la patronal, las derechas y la banca sienten terror ante un país paralizado.
José Antequera | Diario 16, 2020-04-12
https://diario16.com/patronal-derechas-gobierno-actividad/
La actividad laboral no esencial vuelve a ponerse en marcha el próximo lunes. Millones de trabajadores saldrán a la calle tras el confinamiento y lo harán asustados por el miedo al contagio. Los metros, los trenes y los autobuses volverán a llenarse de gente, personas que desconfiarán unas de otras. El Ejecutivo repartirá 10 millones de mascarillas en lugares estratégicos como terminales y estaciones de transporte. Los ciudadanos deberán seguir al pie de la letra la guía de buenas prácticas para no contagiarse. Huir de las aglomeraciones, guardar una distancia mínima de seguridad de al menos dos metros y lavarse las manos con asiduidad son los mejores consejos para salvar la vida. Ahora bien, ¿está el país preparado para afrontar el reto o la decisión del Gobierno supuestamente avalada por los epidemiólogos y científicos es más bien precipitada?
Hay numerosas opiniones autorizadas que alertan sobre una medida que por prematura podría echar por tierra todo lo que los ciudadanos han conseguido tras semanas de sacrificios y durísimo confinamiento. Es un dato empírico que la famosa curva epidemiológica de la que habla constantemente el doctor Fernando Simón se está aplanando en una clara tendencia a la estabilización. El balance de hoy, el mejor en las últimas semanas, resulta ciertamente esperanzador. Las estadísticas revelan que 510 personas han muerto infectadas por coronavirus en España en las últimas 24 horas. Son muchas, es verdad, pero en cualquier caso la cifra se ha reducido casi a la mitad (el 2 de abril, la jornada más negra, se registraron 950 decesos). Ahora sabemos que estamos en el buen camino.
Entre las voces de alerta que deberíamos tener en cuenta está el Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC), que considera que “actualmente es demasiado pronto para empezar a levantar todas las medidas de distanciamiento comunitario y físico” puestas en marcha por los países de la UE para contener la pandemia del coronavirus. Además, el ECDC asegura que “antes de considerar la posibilidad de levantar cualquier medida, los países deberían asegurarse de que se establezcan mejores sistemas de pruebas y vigilancia para controlar las estrategias de aumento/disminución y evaluar las consecuencias epidemiológicas”.
Los expertos europeos insisten en que los “planes de desescalada”, como el que está estudiando el Gobierno en España para las próximas semanas, deben garantizar que se disponga de las “capacidades adecuadas” para “mitigar el riesgo de un rebrote”. Es decir, sin test de detección rápida para toda la población, sin aplicaciones informáticas de prevención como las implantadas en China y sin un plan bien trazado y dirigido a las empresas para que adopten las medidas de seguridad laboral necesarias (con acopio del mínimo material sanitario), existe un serio riesgo de recaída, un peligro real de que la enfermedad reaparezca con virulencia como ocurrió a finales del mes de enero.
El economista Richard Baldwin insiste en la importancia del confinamiento, única herramienta que se ha probado efectiva a falta de la vacuna. Si algo nos enseña esta lucha desigual contra el coronavirus es que es mejor ser conservador y quedarse en casa para no lamentar un contagio. Baldwin asegura que las cuarentenas y otras medidas de contención son un “imperativo moral” frente a la pandemia “porque están muriendo personas que no deberían estar muriendo” en países donde se pueden asumir los costos del confinamiento y los rescates financieros para proteger la economía. “Si no implementas una cuarentena para ahorrar dinero, estás frente a un asunto moral y no económico”, alega en una entrevista para la BBC.
La opinión de este experto es apoyada por otros economistas, como el exministro socialista Miguel Sebastián. “Creo que el Gobierno debería mantener el decreto de hibernación, que pretende levantar el lunes 13, durante una semana más. Es un millón de personas desplazándose, muchas en transporte público”. A su vez, comunidades autónomas como Cataluña van a ser mucho más conservadoras. La Generalitat está dispuesta a mantener el confinamiento general de la población hasta el mes junio.
En los primeros días de la crisis, el Gobierno de Pedro Sánchez se vio desbordado ante la magnitud de una pandemia que nadie esperaba. Esa comprensible falta de reflejos se ha repetido en los países occidentales que ahora también se ven sacudidos por la plaga. El propio vicepresidente de asuntos sociales, Pablo Iglesias, ha reconocido públicamente que el Consejo de Ministros tardó en reaccionar. Sin embargo, más allá de la improvisación inicial, de la escasez de material y personal sanitario atribuible a los años de recortes del PP, es innegable que la estrategia seguida posteriormente por el Ejecutivo de coalición ha sido la acertada. Confinamiento, estado de alarma y paralización de las actividades económicas no esenciales se han revelado claves para frenar la expansión del coronavirus. Y todo ello gracias al principio filosófico que ha inspirado la actuación del Gobierno: primero la salud, después el dinero. Gastar lo que haya que gastar donde sea necesario, cuando sea necesario y como sea necesario. Al final, insistiendo en la idea, se ha conseguido estabilizar la curva de la epidemia y podemos estar a las puertas de la fase de control y erradicación de la enfermedad. Un gran triunfo de la sociedad española en su conjunto, mayormente de los heroicos sanitarios, de los ciudadanos que han aceptado con responsabilidad quedarse recluidos en sus casas y de enfermos tanto leves como graves.
En ese contexto, el Gobierno se plantea levantar unas medidas que han dado un buen resultado. Pero la precipitación puede ser tan nociva como la falta de previsión. Si nefasto fue no reaccionar con prontitud, aún peor puede ser actuar demasiado aceleradamente. ¿A qué se debe entonces esa necesidad imperiosa de recuperar la actividad económica no esencial el próximo lunes? Los científicos están de acuerdo en que cuanto más tiempo dure el confinamiento mejor para la evolución de la epidemia y en cualquier caso la “desescalada” debe ser paulatina, progresiva y con pies de plomo. Por tanto, hay que buscar en el ámbito político las explicaciones oportunas a la decisión de reactivar sectores como la industria y la construcción. Es algo sabido que la patronal CEOE ha estado presionando al Gobierno en los últimos días para que preserve la economía de la misma manera que vela por la salud de las personas. La maquinaria del dinero no puede “hibernar” más de dos semanas seguidas. El horizonte de perder 6 puntos de PIB resulta mucho más aterrador para algunos empresarios que la posibilidad de superar los 20.000 muertos por la epidemia. En la misma línea se han situado las derechas, PP, Vox y Ciudadanos, que se han lanzado a la “caza del hombre” Pedro Sánchez por sus humanistas decretos económicos de paralización de toda actividad no esencial. Tampoco las élites bancarias y las empresas del Íbex ven con buenos ojos un parón total de los negocios. Ningún presidente del Gobierno puede gobernar con semejante ejército en su contra. Sin duda, la decisión de poner al país a trabajar el próximo lunes obedece no solo a la opinión de los médicos y expertos, también a las presiones del gran capital. Es una forma de mantener a la bestia alimentada. Ojalá el Gobierno haya acertado esta vez. Ojalá no tengamos que arrepentirnos.
Hay numerosas opiniones autorizadas que alertan sobre una medida que por prematura podría echar por tierra todo lo que los ciudadanos han conseguido tras semanas de sacrificios y durísimo confinamiento. Es un dato empírico que la famosa curva epidemiológica de la que habla constantemente el doctor Fernando Simón se está aplanando en una clara tendencia a la estabilización. El balance de hoy, el mejor en las últimas semanas, resulta ciertamente esperanzador. Las estadísticas revelan que 510 personas han muerto infectadas por coronavirus en España en las últimas 24 horas. Son muchas, es verdad, pero en cualquier caso la cifra se ha reducido casi a la mitad (el 2 de abril, la jornada más negra, se registraron 950 decesos). Ahora sabemos que estamos en el buen camino.
Entre las voces de alerta que deberíamos tener en cuenta está el Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC), que considera que “actualmente es demasiado pronto para empezar a levantar todas las medidas de distanciamiento comunitario y físico” puestas en marcha por los países de la UE para contener la pandemia del coronavirus. Además, el ECDC asegura que “antes de considerar la posibilidad de levantar cualquier medida, los países deberían asegurarse de que se establezcan mejores sistemas de pruebas y vigilancia para controlar las estrategias de aumento/disminución y evaluar las consecuencias epidemiológicas”.
Los expertos europeos insisten en que los “planes de desescalada”, como el que está estudiando el Gobierno en España para las próximas semanas, deben garantizar que se disponga de las “capacidades adecuadas” para “mitigar el riesgo de un rebrote”. Es decir, sin test de detección rápida para toda la población, sin aplicaciones informáticas de prevención como las implantadas en China y sin un plan bien trazado y dirigido a las empresas para que adopten las medidas de seguridad laboral necesarias (con acopio del mínimo material sanitario), existe un serio riesgo de recaída, un peligro real de que la enfermedad reaparezca con virulencia como ocurrió a finales del mes de enero.
El economista Richard Baldwin insiste en la importancia del confinamiento, única herramienta que se ha probado efectiva a falta de la vacuna. Si algo nos enseña esta lucha desigual contra el coronavirus es que es mejor ser conservador y quedarse en casa para no lamentar un contagio. Baldwin asegura que las cuarentenas y otras medidas de contención son un “imperativo moral” frente a la pandemia “porque están muriendo personas que no deberían estar muriendo” en países donde se pueden asumir los costos del confinamiento y los rescates financieros para proteger la economía. “Si no implementas una cuarentena para ahorrar dinero, estás frente a un asunto moral y no económico”, alega en una entrevista para la BBC.
La opinión de este experto es apoyada por otros economistas, como el exministro socialista Miguel Sebastián. “Creo que el Gobierno debería mantener el decreto de hibernación, que pretende levantar el lunes 13, durante una semana más. Es un millón de personas desplazándose, muchas en transporte público”. A su vez, comunidades autónomas como Cataluña van a ser mucho más conservadoras. La Generalitat está dispuesta a mantener el confinamiento general de la población hasta el mes junio.
En los primeros días de la crisis, el Gobierno de Pedro Sánchez se vio desbordado ante la magnitud de una pandemia que nadie esperaba. Esa comprensible falta de reflejos se ha repetido en los países occidentales que ahora también se ven sacudidos por la plaga. El propio vicepresidente de asuntos sociales, Pablo Iglesias, ha reconocido públicamente que el Consejo de Ministros tardó en reaccionar. Sin embargo, más allá de la improvisación inicial, de la escasez de material y personal sanitario atribuible a los años de recortes del PP, es innegable que la estrategia seguida posteriormente por el Ejecutivo de coalición ha sido la acertada. Confinamiento, estado de alarma y paralización de las actividades económicas no esenciales se han revelado claves para frenar la expansión del coronavirus. Y todo ello gracias al principio filosófico que ha inspirado la actuación del Gobierno: primero la salud, después el dinero. Gastar lo que haya que gastar donde sea necesario, cuando sea necesario y como sea necesario. Al final, insistiendo en la idea, se ha conseguido estabilizar la curva de la epidemia y podemos estar a las puertas de la fase de control y erradicación de la enfermedad. Un gran triunfo de la sociedad española en su conjunto, mayormente de los heroicos sanitarios, de los ciudadanos que han aceptado con responsabilidad quedarse recluidos en sus casas y de enfermos tanto leves como graves.
En ese contexto, el Gobierno se plantea levantar unas medidas que han dado un buen resultado. Pero la precipitación puede ser tan nociva como la falta de previsión. Si nefasto fue no reaccionar con prontitud, aún peor puede ser actuar demasiado aceleradamente. ¿A qué se debe entonces esa necesidad imperiosa de recuperar la actividad económica no esencial el próximo lunes? Los científicos están de acuerdo en que cuanto más tiempo dure el confinamiento mejor para la evolución de la epidemia y en cualquier caso la “desescalada” debe ser paulatina, progresiva y con pies de plomo. Por tanto, hay que buscar en el ámbito político las explicaciones oportunas a la decisión de reactivar sectores como la industria y la construcción. Es algo sabido que la patronal CEOE ha estado presionando al Gobierno en los últimos días para que preserve la economía de la misma manera que vela por la salud de las personas. La maquinaria del dinero no puede “hibernar” más de dos semanas seguidas. El horizonte de perder 6 puntos de PIB resulta mucho más aterrador para algunos empresarios que la posibilidad de superar los 20.000 muertos por la epidemia. En la misma línea se han situado las derechas, PP, Vox y Ciudadanos, que se han lanzado a la “caza del hombre” Pedro Sánchez por sus humanistas decretos económicos de paralización de toda actividad no esencial. Tampoco las élites bancarias y las empresas del Íbex ven con buenos ojos un parón total de los negocios. Ningún presidente del Gobierno puede gobernar con semejante ejército en su contra. Sin duda, la decisión de poner al país a trabajar el próximo lunes obedece no solo a la opinión de los médicos y expertos, también a las presiones del gran capital. Es una forma de mantener a la bestia alimentada. Ojalá el Gobierno haya acertado esta vez. Ojalá no tengamos que arrepentirnos.
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