Imagen: La Tribu de Frida / Ana Lovelace |
Carmengcueva | La Tribu de Frida, 2015-12-08
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Es posible que el lector ya conozca el nombre de Ada Lovelace. Así se llama un lenguaje de programación que el Departamento de Defensa de Estados Unidos inventó a finales de los años 70 y también el día internacional que conmemora las aportaciones de las mujeres a la ciencia. Pero Ada Lovelace fue hija del poeta romántico Lord Byron y la primera programadora de la historia. La editorial Alba acaba de publicar ‘El algoritmo de Ada’ de James Essinger, una biografía que viene a reivindicar su papel como científica y visionaria.
Han sido muchas las mujeres discriminadas en el mundo científico además de Ada Lovelace como, por ejemplo, Joan Clarke, una matemática brillante que trabajó junto a Alan Turing para descifrar Enigma, el código secreto utilizado por el ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial. O Rosalind Franklin, una química que contribuyó al descubrimiento de la doble hélice del ADN. Todas ellas tenían algo en común: una gran fascinación por las matemáticas desde la infancia y un enorme talento para la abstracción. Sus trayectorias siempre estuvieron ligadas a compañeros (Charles Baddage, Alan Turing y Maurice Wilkins, respectivamente) que obtuvieron todo el reconocimiento.
Augusta Ada Byron nació el domingo 10 de diciembre de 1815 y nunca llegó a conocer a su padre que la abandonó cuando tenía apenas un mes. Fue su madre, Annabella, quien huyó de la casa familiar ante las excentricidades y caprichos de su marido. Ella fue la que se ocupó de su educación ya que Lord Byron viajó al continente en enero de 1816 para no volver. Moriría en Grecia a mediados de abril de 1824 sin ver más a su hija ni a su mujer.
Desde pequeña Ada se rebeló como una niña imaginativa, nerviosa y apasionada, y de mala salud. Las matemáticas la ayudaron siempre a concentrarse. Algunos historiadores como Bruce Collier han querido quitarle importancia a sus aportaciones científicas definiéndola como “loca de remate”.
En la web de ‘The Ada Initiative’, que apoya el trabajo de las mujeres en la tecnología, se critica la suposición de que Ada era una perturbada: “Curiosamente, estos argumentos casi nunca se esgrimen para poner en duda la autoría de un hombre en las obras hechas en colaboración. Un trastorno mental o un carácter difícil redunda a veces en el prestigio de los científicos y matemáticos varones: valgan como ejemplo Nikola Tesla, John Nash e Isaac Newton”.
Su madre puso especial empeño en que aprendiese matemáticas. Por entonces, las aspiraciones de las jóvenes no podían ir más allá de casarse, tener hijos y vivir para sus maridos. Pero Ada siempre anheló una vida intelectual lejos del matrimonio. Hubo algunas excepciones como las de Jane Austen, las hermanas Brontë o George Eliot (Mary Ann Evans), mujeres de clase media que lucharon por tener una vida propia y ser escritoras. O, incluso, Mary Somerville, una brillante matemática contemporánea de Ada. Un talento fuera de lo común podía ser, en ocasiones, un pasaje a la libertad.
Ada acabó casándose y con tres hijos, pero lo que cambió su vida para siempre fue el telar de Jacquard —que usaba tarjetas perforadas para realizar diseños en el tejido—,un artilugio textil muy avanzado tecnológicamente que llegó a fascinarla. Desde siempre sintió atracción por la posibilidad de idear y construir máquinas como esa. Una noche de verano de 1833 conoció a la única persona que sentía la misma fascinación que ella: Charles Baddage.
Por entonces, Baddage ya había inventado una máquina diferencial o calculadora. Cuando Ada vio la máquina por primera vez supo que la inteligencia de Baddage había enlazado el mundo abstracto de las matemáticas con un objeto mecánico. Baddage no se conformaba, el siguiente paso fue la máquina analítica, que aplicaba el método de programación de Jacquard para hacer cálculos matemáticos. “Hay muchos motivos para considerar a Baddage un pionero de la informática, pero su principal aportación consistió en aplicar el método de programación de Jacquard al cálculo matemático”, escribe Essinger. El código de los ordenadores procede directamente del telar de Jacquard. La tarjeta perforada se puede considerar el antecedente del dígito binario.
En una carta que Ada le escribió a Baddage el 12 de enero de 1841 le decía que “creo que, en el futuro, mi inteligencia podría servirle en alguno de sus proyectos y planes. Yo, desde luego, si alguna vez fuera digna o capaz de servirle, le ofreceré mi inteligencia”. Su intención era contribuir al trabajo de Baddage para dar a conocer su máquina analítica y así poder llevar a cabo el sueño de tener una vida intelectual que la liberara de las exigencias de la maternidad, del cuidado de la casa y de su marido.
Para ello tradujo el artículo de un joven ingeniero italiano Luigi Menabrea sobre la máquina analítica y añadió unas notas que se hicieron más famosas que el artículo. Su trabajo contribuyó a demostrar que una máquina podría hacer cualquier operación matemática. En sus Notas, dispuestas de la A a la G, Ada aspiraba a crear la informática, lo que ella llama “la ciencia de las operaciones” y separarla de las matemáticas. La joven pensó que las matemáticas aportaban “los hilos invisibles” con los que puede describirse cualquier cosa material. Cuenta Essinger en esta exhaustiva biografía que ella “adelantaba una cuestión filosófica que los científicos más destacados discuten vivamente hoy y que se refleja en la creciente sofisticación con la que empresas de software como Google tratan un caudal de datos gigantesco”. Ada fue la primera en intuir lo que el invento de Baddage suponía para el progreso tecnológico: la digitalización de la información. Según Essinger, la informática podría haber nacido un siglo antes, en la Inglaterra de mediados del XIX.
La traducción del artículo y las Notas aparecieron publicadas en septiembre de 1843, pero la condición femenina de Ada acabó perjudicándoles: los científicos no se tomaron en serio un trabajo escrito por una mujer.
A Ada solo le faltaban unos meses para cumplir 36 años, la edad con la que su padre murió, cuando su salud empeoró y se supo que padecía los primeros síntomas de cáncer de útero. Para mitigar el dolor, tomaba láudano como analgésico, un potente fármaco compuesto de opio y brandy que hubiera podido restarle lucidez. La enfermedad siguió destruyéndola de una manera atroz y lenta hasta que murió el 27 de noviembre de 1852 con la misma edad que Lord Byron.
¿Y qué fue de Baddage? El inventor siguió persiguiendo durante casi veinte años más el sueño de construir su calculadora. Pero nunca llegó a construir una máquina por completo. Falleció en 1871. Una comisión formada por científicos llegaron a la conclusión, tras revisar sus escritos y artilugios, de que nada de lo que había dejado tenía utilidad alguna.
Para Jeremy Essinger aquel juicio fue uno de los mayores errores de la historia de la ciencia. Más de un siglo tardarían los científicos en alcanzar las mismas conclusiones que Ada sobre la máquina analítica. Fue ella, la maga del número, quien vislumbró antes que Baddage y que muchos otros, el futuro de la informática.
Han sido muchas las mujeres discriminadas en el mundo científico además de Ada Lovelace como, por ejemplo, Joan Clarke, una matemática brillante que trabajó junto a Alan Turing para descifrar Enigma, el código secreto utilizado por el ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial. O Rosalind Franklin, una química que contribuyó al descubrimiento de la doble hélice del ADN. Todas ellas tenían algo en común: una gran fascinación por las matemáticas desde la infancia y un enorme talento para la abstracción. Sus trayectorias siempre estuvieron ligadas a compañeros (Charles Baddage, Alan Turing y Maurice Wilkins, respectivamente) que obtuvieron todo el reconocimiento.
Augusta Ada Byron nació el domingo 10 de diciembre de 1815 y nunca llegó a conocer a su padre que la abandonó cuando tenía apenas un mes. Fue su madre, Annabella, quien huyó de la casa familiar ante las excentricidades y caprichos de su marido. Ella fue la que se ocupó de su educación ya que Lord Byron viajó al continente en enero de 1816 para no volver. Moriría en Grecia a mediados de abril de 1824 sin ver más a su hija ni a su mujer.
Desde pequeña Ada se rebeló como una niña imaginativa, nerviosa y apasionada, y de mala salud. Las matemáticas la ayudaron siempre a concentrarse. Algunos historiadores como Bruce Collier han querido quitarle importancia a sus aportaciones científicas definiéndola como “loca de remate”.
En la web de ‘The Ada Initiative’, que apoya el trabajo de las mujeres en la tecnología, se critica la suposición de que Ada era una perturbada: “Curiosamente, estos argumentos casi nunca se esgrimen para poner en duda la autoría de un hombre en las obras hechas en colaboración. Un trastorno mental o un carácter difícil redunda a veces en el prestigio de los científicos y matemáticos varones: valgan como ejemplo Nikola Tesla, John Nash e Isaac Newton”.
Su madre puso especial empeño en que aprendiese matemáticas. Por entonces, las aspiraciones de las jóvenes no podían ir más allá de casarse, tener hijos y vivir para sus maridos. Pero Ada siempre anheló una vida intelectual lejos del matrimonio. Hubo algunas excepciones como las de Jane Austen, las hermanas Brontë o George Eliot (Mary Ann Evans), mujeres de clase media que lucharon por tener una vida propia y ser escritoras. O, incluso, Mary Somerville, una brillante matemática contemporánea de Ada. Un talento fuera de lo común podía ser, en ocasiones, un pasaje a la libertad.
Ada acabó casándose y con tres hijos, pero lo que cambió su vida para siempre fue el telar de Jacquard —que usaba tarjetas perforadas para realizar diseños en el tejido—,un artilugio textil muy avanzado tecnológicamente que llegó a fascinarla. Desde siempre sintió atracción por la posibilidad de idear y construir máquinas como esa. Una noche de verano de 1833 conoció a la única persona que sentía la misma fascinación que ella: Charles Baddage.
Por entonces, Baddage ya había inventado una máquina diferencial o calculadora. Cuando Ada vio la máquina por primera vez supo que la inteligencia de Baddage había enlazado el mundo abstracto de las matemáticas con un objeto mecánico. Baddage no se conformaba, el siguiente paso fue la máquina analítica, que aplicaba el método de programación de Jacquard para hacer cálculos matemáticos. “Hay muchos motivos para considerar a Baddage un pionero de la informática, pero su principal aportación consistió en aplicar el método de programación de Jacquard al cálculo matemático”, escribe Essinger. El código de los ordenadores procede directamente del telar de Jacquard. La tarjeta perforada se puede considerar el antecedente del dígito binario.
En una carta que Ada le escribió a Baddage el 12 de enero de 1841 le decía que “creo que, en el futuro, mi inteligencia podría servirle en alguno de sus proyectos y planes. Yo, desde luego, si alguna vez fuera digna o capaz de servirle, le ofreceré mi inteligencia”. Su intención era contribuir al trabajo de Baddage para dar a conocer su máquina analítica y así poder llevar a cabo el sueño de tener una vida intelectual que la liberara de las exigencias de la maternidad, del cuidado de la casa y de su marido.
Para ello tradujo el artículo de un joven ingeniero italiano Luigi Menabrea sobre la máquina analítica y añadió unas notas que se hicieron más famosas que el artículo. Su trabajo contribuyó a demostrar que una máquina podría hacer cualquier operación matemática. En sus Notas, dispuestas de la A a la G, Ada aspiraba a crear la informática, lo que ella llama “la ciencia de las operaciones” y separarla de las matemáticas. La joven pensó que las matemáticas aportaban “los hilos invisibles” con los que puede describirse cualquier cosa material. Cuenta Essinger en esta exhaustiva biografía que ella “adelantaba una cuestión filosófica que los científicos más destacados discuten vivamente hoy y que se refleja en la creciente sofisticación con la que empresas de software como Google tratan un caudal de datos gigantesco”. Ada fue la primera en intuir lo que el invento de Baddage suponía para el progreso tecnológico: la digitalización de la información. Según Essinger, la informática podría haber nacido un siglo antes, en la Inglaterra de mediados del XIX.
La traducción del artículo y las Notas aparecieron publicadas en septiembre de 1843, pero la condición femenina de Ada acabó perjudicándoles: los científicos no se tomaron en serio un trabajo escrito por una mujer.
A Ada solo le faltaban unos meses para cumplir 36 años, la edad con la que su padre murió, cuando su salud empeoró y se supo que padecía los primeros síntomas de cáncer de útero. Para mitigar el dolor, tomaba láudano como analgésico, un potente fármaco compuesto de opio y brandy que hubiera podido restarle lucidez. La enfermedad siguió destruyéndola de una manera atroz y lenta hasta que murió el 27 de noviembre de 1852 con la misma edad que Lord Byron.
¿Y qué fue de Baddage? El inventor siguió persiguiendo durante casi veinte años más el sueño de construir su calculadora. Pero nunca llegó a construir una máquina por completo. Falleció en 1871. Una comisión formada por científicos llegaron a la conclusión, tras revisar sus escritos y artilugios, de que nada de lo que había dejado tenía utilidad alguna.
Para Jeremy Essinger aquel juicio fue uno de los mayores errores de la historia de la ciencia. Más de un siglo tardarían los científicos en alcanzar las mismas conclusiones que Ada sobre la máquina analítica. Fue ella, la maga del número, quien vislumbró antes que Baddage y que muchos otros, el futuro de la informática.
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