Imagen: El Punt Avui / Una clase del Roselló-Pòrcel, Santa Coloma de Gramenet |
El modelo educativo catalán ha recibido varios ataques al tiempo que se ve amenazado por el artículo 155. ¿Como nació la inmersión lingüística en Catalunya y quien la impulsó? Lo explican miembros de la comunidad educativa de los años 80.
Gemma García | El Salto, 2017-11-03
https://elsaltodiario.com/articulo-155/cuando-las-familias-charnegas-construyeron-la-escuela-publica-en-catalan
Jesús Martínez se recuerda a sí mismo con un megáfono gritando a los cuatro vientos desde un coche para que el vecindario de Santa Coloma de Gramenet se sumara al clamor por una educación pública en catalán. Era el inicio de la década de los 80, cuando nacía un movimiento de madres y padres, mayoritariamente castellanohablantes y de Andalucía, para reclamar que sus hijos e hijas pudieran aprender en catalán. Lo consiguieron con persistencia: en Santa Coloma de Gramenet, gobernada por Luis Hernández del PSUC, nació la primera escuela pública en catalán, la Rosselló-Pòrcel. Fueron muchos encuentros con actores políticos, acciones en la calle y asambleas cada jueves a las ocho de la tarde. Haciendo balance, Martínez considera que, "si entonces pensábamos que no nos equivocábamos, ahora todavía estamos más seguros".
La mayoría eran familias charnegas, "inmigrantes castellanohablantes residentes en Cataluña", según una de las definiciones que hace el Optimot [servicio lingüístico de la Generalitat de Catalunya], que le otorga una connotación despectiva. Aún así, como ha pasado con tantos otros términos que se utilizan de forma ofensiva, en los últimos tiempos ha vivido una reapropiación por parte de la gente, e hijos e hijas de migrantes nacidos en España lo han reivindicado como propio.
El actual modelo educativo tiene uno de sus fundamentos en la Ley de normalización lingüística, aprobada el seis de abril de 1983 en el Parlamento de Cataluña, con 105 votos a favor y una abstención. Había un amplio consenso para evitar que el alumnado fuera separado por razones de lengua y para que el catalán fuera empleado progresivamente a medida que todos los alumnos la fueran dominando. El modelo se empezó a implantar durante el curso 1983-1984 en 19 aulas de doce escuelas públicas de Santa Coloma –primero en la Rosselló– y, nueve años más tarde, la onda expansiva llegaba a un total de 800 escuelas de toda Catalunya. Las pruebas de competencia lingüística, que realiza el Consejo Superior de Evaluación del Sistema Educativo, revelan que el conocimiento del castellano y del catalán del alumnado es similar.
Campo de batalla
Aunque la mayoría parlamentaria y de la comunidad educativa defendió el modelo de inmersión, desde el inicio hubo cierta oposición que se acentuó en 2012, cuando el entonces ministro de Educación, José Ignacio Wert, en una comparecencia en el Congreso se refirió a "la deriva de parte del sistema educativo" catalán y explicitó que el interés del Gobierno español era "españolizar a los alumnos catalanes".
En el contexto político actual, también hay una ofensiva contra el modelo de inmersión lingüística. El ministro de Asuntos Exteriores, Alfonso Dastis, afirmó que los niños catalanes "no aprenden lengua castellana en la escuela" y el presidente del PP catalán, Xavier García Albiol, denuncia, precisamente desde Santa Coloma, que "en las escuelas catalanas se educa a los niños en el odio a España". Como remate, Toni Cantó, diputado de Ciudadanos, recientemente ha presentado una moción contra "el adoctrinamiento en las escuelas", pero se ha quedado solo.
Precisamente hoy, el ministro de Educación, Cultura y Deporte, Íñigo Méndez de Vigo, ha asegurado que si se activa el artículo 155 de la Constitución, él lo aplicará en Enseñanza. Ante los ataques, la comunidad educativa ha salido con tromba. El Marco Unitario de la Comunidad Educativa (MUCE), que aglutina sindicatos de profesorado, de alumnado y asociaciones, asegura que, con o sin 155, no permitirán "que nos toque la educación". Asimismo, la Asociación de Inspectores de Educación en Catalunya, que agrupa el 90% de los profesionales, ya ha manifestado que las acusaciones en la escuela son falsas y responden a un uso partidista de la educación.
El consenso, para el profesor jubilado José María Cervelló, "es muy sólido, porque se basa en la confianza con la escuela". El portavoz de Som Escola –43 entidades del ámbito educativo– recuerda que la inmersión lingüística fue la manera de defender los derechos de toda la población: "La escuela se comprometió a que la criatura saldría sabiendo tanto catalán como castellano y no tendría ningún problema para aprender las otras materias". En gran parte resultado de la inmersión, subraya Cervelló, actualmente, si entras en un horno en Santa Coloma de Farners y Santa Coloma de Gramenet tienes la certeza de que te entenderán: "Ha sido básica para la cohesión social y la convivencia", concluye.
De Santa Coloma a todo el país
Montse Giral fue una de las profesoras que estuvieron en primera línea de la escuela Rosselló-Pòrcel. Para esta maestra, la clave del éxito radica en que todo nació de una demanda de madres y padres, la mayoría migrados del sur del Estado, que quería una escuela pública en catalán para sus hijos e hijas. Por lo tanto, la inmersión lingüística no fue impuesta desde ninguna institución, sino que esta fue a remolque de la demanda social. Primero empezaron con unas aulas habilitadas en una guardería, en 1982, después se trasladaron a la escuela de música Can Roig i Torres y finalmente aterrizaron en una antigua fábrica de pieles, donde todo estaba por hacer y todo fue posible. "La implicación de maestros y madres y padres fue absoluta", recuerda Giral, que terminó enseñando durante 27 años.
La escuela la construyeron conjuntamente. Incluso madres y padres hacían talleres en los que cada uno aportaba sus conocimientos. Jesús Martínez, por ejemplo, enseñó a los niños sobre seguridad vial porque era profesor de autoescuela. Él, que había llegado muy pequeño desde Murcia al Carmel, que había mal aprendido catalán en la calle y luego en la fábrica, tenía claro que la lengua catalana permitiría a sus hijos crecer con igualdad de oportunidades: "Nosotros continuamos hablando castellano en casa, y la escuela posibilitó que los hijos también supieran catalán, como todo lo demás".
Su hija Nadia Martínez entró en la Rosselló-Pòrcel cuando tenía cinco años. Del primer día de escuela guarda un ‘flash’: "Decía a mi padre que no entendería nada. Pero, obviamente después no hubo ningún problema". Creció en catalán, conservando el castellano en casa, y ahora es maestra de una escuela pública. El modelo de inmersión, defiende Martínez, "garantiza el derecho de todos a aprender las dos lenguas y después utilizar la que quieras".
Montse Giral y también Inma y Rosa fueron las primeras profesoras de Nadia y de muchos otros alumnos que crecieron en catalán. "Construimos una escuela participativa, activa y catalana", se enorgullece Giral. La maestra, ahora jubilada, no rehúye el hecho de que hubo ciertas resistencias desde el profesorado: "Cualquier cambio genera resistencias", pero lograron convencer y activar formaciones para que el profesorado estuviera preparado para enseñar en catalán.
De Santa Coloma, el modelo se extendió por Barcelona, impregnando todo el cinturón metropolitano de Barcelona. Y dentro de los centros comenzó a aplicarse en los primeros cursos. José María Cervelló lo vivió desde la escuela Milán y Gelabert de Sant Boi: "Gracias a la inmersión, toda la gente menor de 40 años no tiene problemas de competencias lingüísticas". Pero para entender aquel clamor de principios de los 80, hay que rebobinar a mediados de los años 70, cuando un reducido grupo de maestros ya daba clases en catalán en 536 centros en todo el país, según el Departamento de Enseñanza.
Tanto Montse Giral como Josep Maria Cervelló ya eran maestros de catalán y, con la llegada de la inmersión lingüística, contribuyeron a la formación del profesorado, que en muchos casos ni siquiera lo hablaba o no lo sabía escribir porque habían sido escolarizados en castellano.
Actualmente, en la escuela conviven alumnos procedentes de más de 170 Estados. En las casas, pues, se hablan muchas lenguas, pero en la escuela, el catalán es vehicular. Tanner Martínez lo agradece. Llegó de Venezuela hace dieciséis años y actualmente su hija cursa quinto en el centro público Matilde Orduña, de Esplugues de Llobregat. Mientras continúa conversando en casa en castellano, su hija ha podido aprender el catalán gracias a la escuela y ella ahora estudia para sacarse el nivel C.
Sobre la escuela pública catalana ahora planea el artículo 155 de la Constitución española, que podría significar su control directo por parte del Estado. Jesús Martínez teme que se quieran "cargar la semilla que tanta gente plantó" a principios de los 80, pero asegura que, "en la medida de lo posible, no lo vamos a permitir".
La mayoría eran familias charnegas, "inmigrantes castellanohablantes residentes en Cataluña", según una de las definiciones que hace el Optimot [servicio lingüístico de la Generalitat de Catalunya], que le otorga una connotación despectiva. Aún así, como ha pasado con tantos otros términos que se utilizan de forma ofensiva, en los últimos tiempos ha vivido una reapropiación por parte de la gente, e hijos e hijas de migrantes nacidos en España lo han reivindicado como propio.
El actual modelo educativo tiene uno de sus fundamentos en la Ley de normalización lingüística, aprobada el seis de abril de 1983 en el Parlamento de Cataluña, con 105 votos a favor y una abstención. Había un amplio consenso para evitar que el alumnado fuera separado por razones de lengua y para que el catalán fuera empleado progresivamente a medida que todos los alumnos la fueran dominando. El modelo se empezó a implantar durante el curso 1983-1984 en 19 aulas de doce escuelas públicas de Santa Coloma –primero en la Rosselló– y, nueve años más tarde, la onda expansiva llegaba a un total de 800 escuelas de toda Catalunya. Las pruebas de competencia lingüística, que realiza el Consejo Superior de Evaluación del Sistema Educativo, revelan que el conocimiento del castellano y del catalán del alumnado es similar.
Campo de batalla
Aunque la mayoría parlamentaria y de la comunidad educativa defendió el modelo de inmersión, desde el inicio hubo cierta oposición que se acentuó en 2012, cuando el entonces ministro de Educación, José Ignacio Wert, en una comparecencia en el Congreso se refirió a "la deriva de parte del sistema educativo" catalán y explicitó que el interés del Gobierno español era "españolizar a los alumnos catalanes".
En el contexto político actual, también hay una ofensiva contra el modelo de inmersión lingüística. El ministro de Asuntos Exteriores, Alfonso Dastis, afirmó que los niños catalanes "no aprenden lengua castellana en la escuela" y el presidente del PP catalán, Xavier García Albiol, denuncia, precisamente desde Santa Coloma, que "en las escuelas catalanas se educa a los niños en el odio a España". Como remate, Toni Cantó, diputado de Ciudadanos, recientemente ha presentado una moción contra "el adoctrinamiento en las escuelas", pero se ha quedado solo.
Precisamente hoy, el ministro de Educación, Cultura y Deporte, Íñigo Méndez de Vigo, ha asegurado que si se activa el artículo 155 de la Constitución, él lo aplicará en Enseñanza. Ante los ataques, la comunidad educativa ha salido con tromba. El Marco Unitario de la Comunidad Educativa (MUCE), que aglutina sindicatos de profesorado, de alumnado y asociaciones, asegura que, con o sin 155, no permitirán "que nos toque la educación". Asimismo, la Asociación de Inspectores de Educación en Catalunya, que agrupa el 90% de los profesionales, ya ha manifestado que las acusaciones en la escuela son falsas y responden a un uso partidista de la educación.
El consenso, para el profesor jubilado José María Cervelló, "es muy sólido, porque se basa en la confianza con la escuela". El portavoz de Som Escola –43 entidades del ámbito educativo– recuerda que la inmersión lingüística fue la manera de defender los derechos de toda la población: "La escuela se comprometió a que la criatura saldría sabiendo tanto catalán como castellano y no tendría ningún problema para aprender las otras materias". En gran parte resultado de la inmersión, subraya Cervelló, actualmente, si entras en un horno en Santa Coloma de Farners y Santa Coloma de Gramenet tienes la certeza de que te entenderán: "Ha sido básica para la cohesión social y la convivencia", concluye.
De Santa Coloma a todo el país
Montse Giral fue una de las profesoras que estuvieron en primera línea de la escuela Rosselló-Pòrcel. Para esta maestra, la clave del éxito radica en que todo nació de una demanda de madres y padres, la mayoría migrados del sur del Estado, que quería una escuela pública en catalán para sus hijos e hijas. Por lo tanto, la inmersión lingüística no fue impuesta desde ninguna institución, sino que esta fue a remolque de la demanda social. Primero empezaron con unas aulas habilitadas en una guardería, en 1982, después se trasladaron a la escuela de música Can Roig i Torres y finalmente aterrizaron en una antigua fábrica de pieles, donde todo estaba por hacer y todo fue posible. "La implicación de maestros y madres y padres fue absoluta", recuerda Giral, que terminó enseñando durante 27 años.
La escuela la construyeron conjuntamente. Incluso madres y padres hacían talleres en los que cada uno aportaba sus conocimientos. Jesús Martínez, por ejemplo, enseñó a los niños sobre seguridad vial porque era profesor de autoescuela. Él, que había llegado muy pequeño desde Murcia al Carmel, que había mal aprendido catalán en la calle y luego en la fábrica, tenía claro que la lengua catalana permitiría a sus hijos crecer con igualdad de oportunidades: "Nosotros continuamos hablando castellano en casa, y la escuela posibilitó que los hijos también supieran catalán, como todo lo demás".
Su hija Nadia Martínez entró en la Rosselló-Pòrcel cuando tenía cinco años. Del primer día de escuela guarda un ‘flash’: "Decía a mi padre que no entendería nada. Pero, obviamente después no hubo ningún problema". Creció en catalán, conservando el castellano en casa, y ahora es maestra de una escuela pública. El modelo de inmersión, defiende Martínez, "garantiza el derecho de todos a aprender las dos lenguas y después utilizar la que quieras".
Montse Giral y también Inma y Rosa fueron las primeras profesoras de Nadia y de muchos otros alumnos que crecieron en catalán. "Construimos una escuela participativa, activa y catalana", se enorgullece Giral. La maestra, ahora jubilada, no rehúye el hecho de que hubo ciertas resistencias desde el profesorado: "Cualquier cambio genera resistencias", pero lograron convencer y activar formaciones para que el profesorado estuviera preparado para enseñar en catalán.
De Santa Coloma, el modelo se extendió por Barcelona, impregnando todo el cinturón metropolitano de Barcelona. Y dentro de los centros comenzó a aplicarse en los primeros cursos. José María Cervelló lo vivió desde la escuela Milán y Gelabert de Sant Boi: "Gracias a la inmersión, toda la gente menor de 40 años no tiene problemas de competencias lingüísticas". Pero para entender aquel clamor de principios de los 80, hay que rebobinar a mediados de los años 70, cuando un reducido grupo de maestros ya daba clases en catalán en 536 centros en todo el país, según el Departamento de Enseñanza.
Tanto Montse Giral como Josep Maria Cervelló ya eran maestros de catalán y, con la llegada de la inmersión lingüística, contribuyeron a la formación del profesorado, que en muchos casos ni siquiera lo hablaba o no lo sabía escribir porque habían sido escolarizados en castellano.
Actualmente, en la escuela conviven alumnos procedentes de más de 170 Estados. En las casas, pues, se hablan muchas lenguas, pero en la escuela, el catalán es vehicular. Tanner Martínez lo agradece. Llegó de Venezuela hace dieciséis años y actualmente su hija cursa quinto en el centro público Matilde Orduña, de Esplugues de Llobregat. Mientras continúa conversando en casa en castellano, su hija ha podido aprender el catalán gracias a la escuela y ella ahora estudia para sacarse el nivel C.
Sobre la escuela pública catalana ahora planea el artículo 155 de la Constitución española, que podría significar su control directo por parte del Estado. Jesús Martínez teme que se quieran "cargar la semilla que tanta gente plantó" a principios de los 80, pero asegura que, "en la medida de lo posible, no lo vamos a permitir".
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