miércoles, 22 de noviembre de 2017

#hemeroteca #violenciamachista | Virginija Langbakk: “La sociedad aún trata de justificar al agresor y culpa a la mujer víctima de violencia”

Imagen: El País / Virginija Langbakk
Virginija Langbakk · Directora del Instituto Europeo de Igualdad de Género (EIGE): “La sociedad aún trata de justificar al agresor y culpa a la mujer víctima de violencia”.
La responsable del organismo de la UE alerta de que la falta de estándares comunes contribuye a ocultar y minimizar la radiografía real de los abusos machistas.
María R. Sahuquillo | El País, 2017-11-22
https://elpais.com/internacional/2017/11/21/actualidad/1511288682_711621.html

Virginija Langbakk tiene una tarea ingente entre manos: promover la igualdad de género en la UE. La directora del Instituto Europeo para la Igualdad de Género (EIGE) un organismo que depende de la Comisión Europea y que tiene su sede en Vilnius se encuentra una realidad en la que una de cada tres europeas ha sido víctima de violencia física o sexual. Lacra que cuesta a los países más de 100.000 millones de euros al año y que está infrarrepresentada en las cifras. Una Unión en la que casi la mitad de los europeos todavía cree que el rol más importante de la mujer es el cuidado del hogar. En ese entorno, Langbakk, sueca de origen lituano, apunta la importancia de luchar contra la segregación por sexos y los estereotipos. También de involucrar a los hombres en la lucha por la igualdad. La directora de EIGE alerta también de que la falta de unificación en los términos de lo que se considera violencia de género en la UE dificulta la persecución y la radiografía del fenómeno.

Pregunta. ¿Cuál son los mayores desafíos en materia de igualad en la UE?
Respuesta. Es difícil establecer una escala porque cada problema tiene un impacto. Uno de ellos es minimizar la segregación por sexos, algo que tiene un efecto importantísimo en la sociedad. Un ejemplo: son las mujeres las que mayormente desempeñan trabajos relacionados con los cuidados, la educación y la salud; y esas profesiones están peor pagadas, algo que se traduce en menores beneficios y pensiones más bajas. Son ‘profesiones de mujeres’ y no tienen el mismo estatus, lo que significa que tan pronto como eliges tu profesión estás condenada a ser ciudadana de segunda clase. Lo vemos también en los fondos de la Comisión Europea, muchos de los cuales se invierten en investigación, innovación, tecnologías; campos en los que apenas hay mujeres, lo que supone que ese dinero irá a parar a los hombres. Y eso significa que solo los hombres podrán disponer de esos fondos que todos hemos reunido a través de los presupuestos de la UE, también que las tecnologías e innovaciones que construyan e ideen con ellos estarán orientadas a cómo piensan los hombres. Si no hay mujeres no podrán influir, así que ¿cuál es la utilidad de una tecnología pensada por y para la mitad de la sociedad?

P. Habla usted de la prevalencia de los estereotipos, que todavía sitúan a la mujer al cuidado de hogar.
R. Los estereotipos son realmente la esencia de todo. Porque no solo difieren entre los distintos países, sino que además no se pueden regular por ley. No se pueden considerar desde el estándar de los derechos humanos. Están ahí, nos influyen a nosotros, a nuestros hijos y nietos. Y todavía no hemos encontrado una manera eficaz de cambiar esas actitudes que juzgan a las mujeres que trabajan en tecnologías como marimachos y a los hombres que trabajan en el ámbito de los cuidados como débiles, por ejemplo.

P. Una de cada tres europeas ha sufrido violencia física o sexual, según datos de la UE. Son cifras abrumadoras en pleno siglo XXI.
R. Lo son. La violencia contra la mujer es en parte efecto y resultado de la desigualdad de género, porque los hombres creen que tienen el derecho y el poder para hacer lo que quieran; no solo ven a la mujer como una propiedad que pueden manejar y a la que dar órdenes, sino que creen que es su derecho como hombres. Pero realmente no sabemos la magnitud de la violencia contra las mujeres en los países de la UE. Las cifras oficiales revelan una pequeña parte de la radiografía real porque son muchas las que no acuden a las instituciones. Ahora, con las redes sociales, ese muro de contención se ha roto y mucha gente ha empezado a darse cuenta del problema. Pero aunque cada vez se habla más del delito, y más ahora que muchos casos están saliendo a la luz porque las víctimas se apoyan unas a otras, aún nos encontramos muchas actitudes que culpan a la mujer, a la víctima, que creen que ella de alguna manera se lo buscó.

P. ¿Cómo luchar contra la violencia de género?
R. Las instituciones no pueden ignorar el problema, hay que actuar. Debe haber un compromiso político, un plan que involucre a cada organismo que lidia con la violencia hacia la mujer: policía, justicia, seguridad social, sanidad...; y también al sector privado, como las empresas, para que conozcan el problema y puedan abordarlo. Además, es vital que se unifiquen las definiciones sobre los distintos tipos de violencia para que todos los Estados miembros lo entiendan de la misma manera. Ahora hay países en los que algunos actos violentos, como por ejemplo tocamientos o ciertos abusos sexuales, no son considerados un delito específico mientras que en otros países sí. Ese estándar es la única manera, además, de recabar datos y estadísticas fiables, comparables y rigurosas; también la forma para que la policía y la justicia de los distintos países estados miembros conozcan la información adecuada.

P. ¿Qué opina de la oleada de casos de abuso sexual que se han hecho públicos a raíz del caso Weinstein y que se ha extendido hacia Europa?
R. Creo que alguien valiente tiene que romper el hielo. Y es lo que ha ocurrido, alguien ha roto la espita y muchas se han atrevido a contar sus casos de acoso sexual y acoso sexual en el trabajo. Normalmente, las mujeres que callan lo hacen porque sienten que su círculo más cercano no es lo suficientemente maduro para escuchar o entenderlas. Puede que cuando decides hablar de manera global sientes que tu entorno más cercano ya no te señala, no ligan tu nombre a tu persona sino a los hechos, las experiencias.

P. ¿Hay una epidemia de acoso? ¿Acaso lo ha normalizado la sociedad?
R. Creo que esto tiene que ser como una herida sangrante hasta que salga todo el veneno. Muchas veces la sociedad juzga mucho menos al hombre, al infractor, y justifica lo que ha pasado, culpando a la víctima. Es hora, y lo vemos por el debate social que se ha generado, de que las instituciones tomen medidas. El primer paso es que la gente comprenda qué es aceptable y qué no. Y aquí volvemos a las definiciones comunes a los Veintiocho. El segundo es hablar de ello. Nos encontramos ahora que muchos hombres están empezando a analizar y a preguntarse si alguna vez hicieron algo mal. Además, el Parlamento Europeo, por ejemplo, ha instado a crear una directiva específica y se está debatiendo la creación de un organismo independiente que analice y ayude a las instituciones de los Estados miembros a implementar los procedimientos de la resolución contra el acoso.

P. Mencionaba que culpar a la víctima es aún hoy es un patrón que se repite en las instituciones de muchos países. En España hace poco hubo un caso en el que una jueza preguntó a una mujer, en un caso de violación, si había cerrado bien las piernas. Ahora se está juzgando otro en el que uno de los acusados de una violación múltiple contrató un detective para seguir a la denunciante y demostrar que, como hacía vida ‘normal’, no había sido violada; una investigación que el juez del caso ha admitido como una de las pruebas.
R. Pero eso es acoso. Es como predeterminar el crimen, lo haces y después esperas que ella sufra las consecuencias. Es terrible.

P. ¿Es la lucha contra la violencia de género y por la igualdad de género es un asunto solo de mujeres?
R. Por supuesto que no. También hay violencia hacia los hombres, pero la gran mayoría de las víctimas son mujeres; así que nos concentramos en ello. Además, hay que trabajar con los hombres para que cambien su actitud y sean menos violentos, para que respeten a las mujeres y construyan relaciones más igualitarias, lo que contribuye también a cerrar otras brechas.

P. Desde su perspectiva de observadora de la realidad europea, ¿cuáles son los países con mayores problemas de violencia de género y desigualdad?
R. No podemos decir cuáles son los peores países en cuanto a violencia, porque si miramos la prevalencia observamos que los que saben que es un delito lo denuncian. Así que países bien clasificados en igualdad de género, como los nórdicos, tienen un alto índice de denuncias, lo cual no deja de ser una paradoja.

P. Más allá de las campañas y las instituciones, ¿qué debemos hacer?
R. Hablar de ello, que cada persona lo comente en su entorno. Habla con tus hijos. Ellos también pueden encontrarse con casos entre sus amigos o en su escuela y pueden llegar a apoyar a quien lo necesita. Cuando pienso en ello me acuerdo de un caso que me ocurrió a mí misma. Hace años me caí en la ducha, me golpeé la cabeza contra la mampara y quedé inconsciente. Cuando desperté tenía un corte en la cara y sangre. En urgencias me miraron, mis compañeros de trabajo me miraban —solo uno preguntó qué me había pasado— y cuando iba por la calle con mi marido la gente me observaba y después a él, como si me hubiese golpeado. Pero nadie se acercó a preguntarme si necesitaba ayuda. Eso me dejó pensando si yo fuese una víctima de violencia de género qué haría, con quién hablaría, donde acudiría. Los ciudadanos podemos y debemos estar al tanto de pequeños cambios en las personas de nuestro entorno, amigos, familia, compañeros de trabajo.

P. Como en su caso mucha gente piensa que no es su problema. En España, por ejemplo, menos del 3% de las denuncias por malos tratos en la pareja llegan desde la familia o allegados de la víctima. En Europa, uno de los últimos Eurobarómetros mostraba que el 15% de los ciudadanos creen que esta lacra no debe salir del ámbito de la familia.
R. Sí, en muchos países todavía se ve como un asunto privado. ‘No fisgues’ a no ser que llegue al hospital o a los tribunales, por ejemplo, en el caso de los divorcios. Pero hay que apoyar a las personas que lo sufren de la manera que lo necesitan. Por supuesto, hay diferencias entre un caso de acoso con un compañero o dentro de la pareja, pero en general la víctima calla por un sentimiento de culpa y vergüenza.

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