Imagen: El País / Jorge Mario Bergoglio |
Francisco cierra su viaje a Chile alimentando aún más la polémica con las víctimas, que insisten en que Barros vio cómo les abusaban durante años.
Carlos E. Cué | El País, 2018-01-19
https://elpais.com/internacional/2018/01/18/america/1516294003_537910.html
La sombra de los abusos sexuales de la Iglesia chilena ha opacado el viaje del Papa Francisco a este país vecino del suyo durante los tres días, hasta el último minuto. La polémica no se apagaba, pero fue el propio Pontífice el que la recalentó en el último paso de su viaje, Iquique, en el norte, cerca de la frontera con Bolivia. Francisco paseaba antes de subirse al Papamóvil y un periodista de la radio Bio Bio le preguntó por la polémica que ha generado la presencia en todos los actos, también en Iquique, del obispo de Osorno, Juan Barros, que según las víctimas de los abusos del sacerdote Fernando Karadima fue un encubridor, porque sabía todo y nunca dijo nada. Barros fue secretario de Karadima durante años, y algunas víctimas como Juan Carlos Cruz aseguran que él vio como les tocaba o les forzaba para besarlo. Barros lo niega todo y asegura contar con el apoyo del Papa. Y Francisco lo dejó clarísimo. Con cara muy seria, indignado con la polémica que ha arruinado al menos mediáticamente su viaje, aseguró ante los periodistas: “El día que me traigan una prueba contra el obispo Barros, ahí voy a hablar. No una sola prueba en contra. Es todo calumnia. ¿Está claro?”
Le contestó rápidamente Juan Carlos Cruz, que insiste en que Barros vio durante años cómo abusaban de él. “Como si uno hubiese podido sacarse una selfie o una foto mientras Karadima me abusaba a mí y a otros con Juan Barros parado al lado viéndolo todo”, clamó ante la exigencia de pruebas. “Estas personas desde arriba está locos y @pontifex habla de reparación de las víctimas. Seguimos igual y su perdón sigue siendo vacío”. Cruz, que hoy es un alto ejecutivo de una multinacional y vive en EEUU –todas las víctimas eran de familias conocidas y con buena formación- insistió con su batalla en Twitter en varios idiomas a todos los que ponían en duda su versión. Otra de las víctimas, José Andrés Murillo, que se ha unido a Cruz y ha creado una fundación de protección a los niños, también contestó indignado: “Esto ya se puso personal... Francisco, date cuenta de que nuestra lucha es contra el abuso… Benedicto, te necesitamos ahora”, ironizó.
Poco antes de este apoyo explícito que el Papa quiso que vieran todos, el propio obispo Barros, que viaja a las misas en el mismo avión que la prensa chilena, había explicado que el Papa le había trasladado su apoyo en privado. Pero esta decisión del Pontífice de hacerlo en público le da una dimensión mucho mayor. Es el único momento en que Francisco ha dicho unas palabras a la prensa en todo el viaje. No fue algo organizado, sino espontáneo, pero él quiso dejar clara su postura a favor de Barros. Después, delante de todas las cámaras, se despidió de Barros con un gran abrazo y un beso. “El Santo Padre fue muy cariñoso al final de la misa dándome ánimo y cariño, fueron palabras de apoyo. El Santo Padre ha sido siempre muy cariñoso y muy apoyador conmigo”, había dicho Barros a un grupo de periodistas poco antes del respaldo sin fisuras del Papa que confirmó sus palabras.
Esta polémica final oscurece el mensaje que el primer día quiso dar Francisco sobre la “vergüenza” que sentía por los abusos, que han destrozado la imagen de la iglesia chilena y han debilitado su presencia, hasta el punto de que los dos actos principales fuera de Santiago, en Temuco y en Iquique, han mostrado con claridad esos problemas de convocatoria porque llegó mucha menos gente de la prevista y eran muy visibles las enormes zonas vacías con pantallas gigantes preparadas para unos fieles que nunca llegaron de forma tan masiva como había previsto la organización, algo nada usual en los viajes de un Papa que en otros países es una estrella indiscutible que revienta todos los aforos.
El Papa reivindica la inmigración y clama contra los que explotan a los extranjeros
Chile es un país rico dentro de Latinoamérica que está atrayendo inmigrantes de los países limítrofes, y cada vez hay una mayor tensión, especialmente en el norte del país, donde está la frontera con Bolivia y hay una mayor presión. Hasta allí se fue el Papa para lanzar un discurso de defensa cerrada de la inmigración ante miles de personas ataviadas con distintos trajes típicos de varios países.
En Iquique, zona de minas, se concentran los inmigrantes que vinieron de Bolivia, Perú, Colombia y más recientemente de Haití buscando oportunidades. El discurso racista se está extendiendo incluso en la política, y ya el 68% de los chilenos se muestra favorable a limitar la inmigración, mientras el 47% cree que quitan trabajo a los chilenos, según el Instituto Nacional de Derechos Humanos.
El Papa trató de frenar esa ola de xenofobia en Chile y en todo el planeta en la era Trump. “No hay alegría cristiana cuando se les hace sentir a los demás que sobran o que entre nosotros no tienen lugar. Iquique es una zona de inmigrantes que nos recuerda la grandeza de familias enteras que, ante la adversidad, no se dan por vencidas y se abren paso buscando vida. Estemos atentos a todas las situaciones de injusticia y a las nuevas formas de explotación que exponen a tantos hermanos a perder la alegría de la fiesta. Estemos atentos frente a la precarización del trabajo que destruye vidas y hogares. Estemos atentos a los que se aprovechan de la irregularidad de muchos inmigrantes porque no conocen el idioma o no tienen los papeles en regla”, clamó.
Le contestó rápidamente Juan Carlos Cruz, que insiste en que Barros vio durante años cómo abusaban de él. “Como si uno hubiese podido sacarse una selfie o una foto mientras Karadima me abusaba a mí y a otros con Juan Barros parado al lado viéndolo todo”, clamó ante la exigencia de pruebas. “Estas personas desde arriba está locos y @pontifex habla de reparación de las víctimas. Seguimos igual y su perdón sigue siendo vacío”. Cruz, que hoy es un alto ejecutivo de una multinacional y vive en EEUU –todas las víctimas eran de familias conocidas y con buena formación- insistió con su batalla en Twitter en varios idiomas a todos los que ponían en duda su versión. Otra de las víctimas, José Andrés Murillo, que se ha unido a Cruz y ha creado una fundación de protección a los niños, también contestó indignado: “Esto ya se puso personal... Francisco, date cuenta de que nuestra lucha es contra el abuso… Benedicto, te necesitamos ahora”, ironizó.
Poco antes de este apoyo explícito que el Papa quiso que vieran todos, el propio obispo Barros, que viaja a las misas en el mismo avión que la prensa chilena, había explicado que el Papa le había trasladado su apoyo en privado. Pero esta decisión del Pontífice de hacerlo en público le da una dimensión mucho mayor. Es el único momento en que Francisco ha dicho unas palabras a la prensa en todo el viaje. No fue algo organizado, sino espontáneo, pero él quiso dejar clara su postura a favor de Barros. Después, delante de todas las cámaras, se despidió de Barros con un gran abrazo y un beso. “El Santo Padre fue muy cariñoso al final de la misa dándome ánimo y cariño, fueron palabras de apoyo. El Santo Padre ha sido siempre muy cariñoso y muy apoyador conmigo”, había dicho Barros a un grupo de periodistas poco antes del respaldo sin fisuras del Papa que confirmó sus palabras.
Esta polémica final oscurece el mensaje que el primer día quiso dar Francisco sobre la “vergüenza” que sentía por los abusos, que han destrozado la imagen de la iglesia chilena y han debilitado su presencia, hasta el punto de que los dos actos principales fuera de Santiago, en Temuco y en Iquique, han mostrado con claridad esos problemas de convocatoria porque llegó mucha menos gente de la prevista y eran muy visibles las enormes zonas vacías con pantallas gigantes preparadas para unos fieles que nunca llegaron de forma tan masiva como había previsto la organización, algo nada usual en los viajes de un Papa que en otros países es una estrella indiscutible que revienta todos los aforos.
El Papa reivindica la inmigración y clama contra los que explotan a los extranjeros
Chile es un país rico dentro de Latinoamérica que está atrayendo inmigrantes de los países limítrofes, y cada vez hay una mayor tensión, especialmente en el norte del país, donde está la frontera con Bolivia y hay una mayor presión. Hasta allí se fue el Papa para lanzar un discurso de defensa cerrada de la inmigración ante miles de personas ataviadas con distintos trajes típicos de varios países.
En Iquique, zona de minas, se concentran los inmigrantes que vinieron de Bolivia, Perú, Colombia y más recientemente de Haití buscando oportunidades. El discurso racista se está extendiendo incluso en la política, y ya el 68% de los chilenos se muestra favorable a limitar la inmigración, mientras el 47% cree que quitan trabajo a los chilenos, según el Instituto Nacional de Derechos Humanos.
El Papa trató de frenar esa ola de xenofobia en Chile y en todo el planeta en la era Trump. “No hay alegría cristiana cuando se les hace sentir a los demás que sobran o que entre nosotros no tienen lugar. Iquique es una zona de inmigrantes que nos recuerda la grandeza de familias enteras que, ante la adversidad, no se dan por vencidas y se abren paso buscando vida. Estemos atentos a todas las situaciones de injusticia y a las nuevas formas de explotación que exponen a tantos hermanos a perder la alegría de la fiesta. Estemos atentos frente a la precarización del trabajo que destruye vidas y hogares. Estemos atentos a los que se aprovechan de la irregularidad de muchos inmigrantes porque no conocen el idioma o no tienen los papeles en regla”, clamó.
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