Imagen: El País / Yusuf Byaruhanga e Israel Bekandi |
Uganda ha reducido la tasa anual de nuevos casos de VIH-Sida, pero el estigma prevalece. Por eso muchos hombres ocultan la enfermedad a sus parejas sexuales con consecuencias nefastas para ellas.
Alice McCool / Brian Mutebi | Planeta Futuro, El País, 2018-05-23
https://elpais.com/elpais/2018/05/22/planeta_futuro/1526984015_698154.html
Yusuf Byaruhanga está sentado entre las paredes de color pastel desteñido de una escuela de un suburbio de Kampala. Al lado de la silla reposa su bastón. Este hombre de 63 años habla con franqueza de su condición de enfermo de sida. “Muchos hombres temen la vergüenza, el estigma y la discriminación, o tienen miedo de perder su trabajo, así que ocultan su estado”, explica. “Algunos no se dan cuenta de las ventajas de confesar que eres seropositivo”.
Byaruhanga es miembro de un grupo de ‘vida positiva’ cuyos integrantes se apoyan mutuamente, comparten experiencias e instruyen a la comunidad en general sobre el sida y la salud sexual. Incluso han empezado un pequeño negocio conjunto en el que producen y venden artículos de artesanía.
El grupo forma parte de un movimiento ugandés que ha contribuido a librar la enfermedad de la infamia que la acompaña. No obstante, incluso personas como Byaruhanga siguen defendiendo ideas muy poco avanzadas. A la pregunta de si es importante revelar a las posibles parejas sexuales que eres portador del VIH, el virus del sida, para que puedan consentir la relación con conocimiento de causa, desecha la sugerencia. “Si una mujer te quiere, va a acostarse contigo tanto si estás enfermo como si no”, zanja.
Esta clase de actitud tiene consecuencias. Las tasas de nuevos casos han descendiendo drásticamente, según UNAIDS; sin embargo, la prevalencia es significativamente mayor entre las mujeres que entre los hombres. Según una encuesta nacional realizada en 2016-2017, el 7,6% de la población femenina vive con la enfermedad frente a un 4,7% de los varones. Esta diferencia es especialmente alarmante en la franja de edad de entre 15 y 24 años, en la que el porcentaje es cuatro veces más alto entre ellas.
Las causas detrás de esta disparidad son complejas, pero se pueden reducir en gran medida a las diferentes formas de desigualdad entre los sexos. Una de ellas es que perdura el tradicional papel masculino, por el cual se espera que los hombres sean dominantes. Un ejemplo bastante elocuente es que, en Uganda, las mujeres que han sido víctimas de violencia de género por parte de su pareja tienen un 50% más de probabilidades de haberse contagiado de sida que las que no la han padecido.
Robert Wyron, profesor asociado de la Universidad de Colorado y autor de ‘AIDS and Masculinity in the African City’ (‘Sida y masculinidad en las ciudades africanas’) explica que las dinámicas de las relaciones tradicionales también contribuyen a esta diferencia. “Existe la idea de que las mujeres jóvenes se sienten atraídas por las relaciones con hombres mayores que pueden prestarles apoyo, y resulta que es mucho más probable que esos hombres sean seropositivos”, señala. “Se convierte en un círculo vicioso de desigualdad económica sumada a la desigualdad de género”.
Wyron añade que las mujeres pueden seguir corriendo el riesgo de contraer la enfermedad incluso después del matrimonio. “Debido que los hombres conservan sus privilegios sexuales, cuando están casados suelen tener otras parejas, normalmente, en secreto”, explica. “Enfrentarse a ellos puede tener consecuencias desastrosas para las mujeres, ya que, seguramente, les espera la violencia. Por eso las mujeres de la franja de edad ligeramente superior también están expuestas a la infección”.
Dorcus Ndagire es miembro del grupo de ‘vida positiva’. Ella tiene 45 años y contrajo el sida a consecuencia de una violación en su juventud. Estaba prometida e iba a casarse, pero su iglesia se negó a celebrar el enlace cuando trascendió que era seropositiva y su futuro esposo, no. Si hubiese sido al revés, no habría habido problema, pero en su caso, cuenta, "era demasiada deshonra".
Ndagire relata que, en su comunidad, los hombres suelen abandonar a sus parejas con el argumento de que ya no pueden mantenerlas. “Aseguran que se han quedado sin ingresos o que han perdido el empleo y se van con otra mujer”, explica. “Las mujeres se quedan con la enfermedad y luchando para cuidar de sus hijos”.
En África oriental, el papel de protector y sostén de la familia forma parte de las normas masculinas, pero las consecuencias pueden ser fatales. Stephen Tugume, de 24 años, se enteró de que era seropositivo cuando, en su adolescencia, le hicieron una prueba después de que su madre cayese enferma y acabase muriendo. Tubume empezó a tomar los medicamentos necesarios, pero su padre, que también tenía sida, se negó a acompañarlo en el tratamiento.
“Me dijo que no le iba bien económicamente, que si empezaba a tomar esos medicamentos tan fuertes no iba a sobrevivir, y que no ganaba lo suficiente para mantener a su familia y a sí mismo”, recuerda. Su padre murió al cabo de siete años.
En opinión de Wyron, actualmente la pobreza estructural y las ideas tradicionales sobre la masculinidad son las principales barreras para hacer frente a la crisis del sida. “Aunque en África existen diversas organizaciones que se dedican a involucrar a los hombres en la prevención del sida, no hemos visto el mismo empeño por parte de los Gobiernos para que se hable de los privilegios de los hombres y de sus prerrogativas sexuales”, afirma. “Y en países como Uganda, el Gobierno de la nación y el presidente son la encarnación de las ideas dominantes y problemáticas sobre los hombres y la masculinidad. Con todo, la fuente más evidente de todos estos problemas”, resume, “es la persistencia de la pobreza urbana”.
Volviendo al grupo de vida positiva, su fundador, Israel Bendaki, de 55 años, muestra con orgullo las sandalias y los bolsos que han confeccionado. “Puse en marcha el grupo para ayudar a los hombres que vivían negando su condición”, cuenta. “Cuando me diagnosticaron, en 1990, oculté mi estado y recurrí a la bebida para olvidar mis preocupaciones”. Bendaki dice que la situación ha mejorado mucho desde entonces, cuando no se disponía de tratamiento médico y el estigma era tal que la gente “ni siquiera compartía una taza contigo”.
Pero aún queda un largo camino por recorrer. En Uganda, la mayoría de los hombres siguen guardando silencio sobre su condición de seropositivos, mientras que las mujeres sufren la enfermedad desproporcionadamente. Aunque la iniciativa de Bendaki recibe el nombre de “grupo de hombres”, en su mayoría está compuesto por mujeres.
Byaruhanga es miembro de un grupo de ‘vida positiva’ cuyos integrantes se apoyan mutuamente, comparten experiencias e instruyen a la comunidad en general sobre el sida y la salud sexual. Incluso han empezado un pequeño negocio conjunto en el que producen y venden artículos de artesanía.
El grupo forma parte de un movimiento ugandés que ha contribuido a librar la enfermedad de la infamia que la acompaña. No obstante, incluso personas como Byaruhanga siguen defendiendo ideas muy poco avanzadas. A la pregunta de si es importante revelar a las posibles parejas sexuales que eres portador del VIH, el virus del sida, para que puedan consentir la relación con conocimiento de causa, desecha la sugerencia. “Si una mujer te quiere, va a acostarse contigo tanto si estás enfermo como si no”, zanja.
Esta clase de actitud tiene consecuencias. Las tasas de nuevos casos han descendiendo drásticamente, según UNAIDS; sin embargo, la prevalencia es significativamente mayor entre las mujeres que entre los hombres. Según una encuesta nacional realizada en 2016-2017, el 7,6% de la población femenina vive con la enfermedad frente a un 4,7% de los varones. Esta diferencia es especialmente alarmante en la franja de edad de entre 15 y 24 años, en la que el porcentaje es cuatro veces más alto entre ellas.
Las causas detrás de esta disparidad son complejas, pero se pueden reducir en gran medida a las diferentes formas de desigualdad entre los sexos. Una de ellas es que perdura el tradicional papel masculino, por el cual se espera que los hombres sean dominantes. Un ejemplo bastante elocuente es que, en Uganda, las mujeres que han sido víctimas de violencia de género por parte de su pareja tienen un 50% más de probabilidades de haberse contagiado de sida que las que no la han padecido.
Robert Wyron, profesor asociado de la Universidad de Colorado y autor de ‘AIDS and Masculinity in the African City’ (‘Sida y masculinidad en las ciudades africanas’) explica que las dinámicas de las relaciones tradicionales también contribuyen a esta diferencia. “Existe la idea de que las mujeres jóvenes se sienten atraídas por las relaciones con hombres mayores que pueden prestarles apoyo, y resulta que es mucho más probable que esos hombres sean seropositivos”, señala. “Se convierte en un círculo vicioso de desigualdad económica sumada a la desigualdad de género”.
Wyron añade que las mujeres pueden seguir corriendo el riesgo de contraer la enfermedad incluso después del matrimonio. “Debido que los hombres conservan sus privilegios sexuales, cuando están casados suelen tener otras parejas, normalmente, en secreto”, explica. “Enfrentarse a ellos puede tener consecuencias desastrosas para las mujeres, ya que, seguramente, les espera la violencia. Por eso las mujeres de la franja de edad ligeramente superior también están expuestas a la infección”.
Imagen: El País / Dorcus Ndagire |
Ndagire relata que, en su comunidad, los hombres suelen abandonar a sus parejas con el argumento de que ya no pueden mantenerlas. “Aseguran que se han quedado sin ingresos o que han perdido el empleo y se van con otra mujer”, explica. “Las mujeres se quedan con la enfermedad y luchando para cuidar de sus hijos”.
En África oriental, el papel de protector y sostén de la familia forma parte de las normas masculinas, pero las consecuencias pueden ser fatales. Stephen Tugume, de 24 años, se enteró de que era seropositivo cuando, en su adolescencia, le hicieron una prueba después de que su madre cayese enferma y acabase muriendo. Tubume empezó a tomar los medicamentos necesarios, pero su padre, que también tenía sida, se negó a acompañarlo en el tratamiento.
“Me dijo que no le iba bien económicamente, que si empezaba a tomar esos medicamentos tan fuertes no iba a sobrevivir, y que no ganaba lo suficiente para mantener a su familia y a sí mismo”, recuerda. Su padre murió al cabo de siete años.
En opinión de Wyron, actualmente la pobreza estructural y las ideas tradicionales sobre la masculinidad son las principales barreras para hacer frente a la crisis del sida. “Aunque en África existen diversas organizaciones que se dedican a involucrar a los hombres en la prevención del sida, no hemos visto el mismo empeño por parte de los Gobiernos para que se hable de los privilegios de los hombres y de sus prerrogativas sexuales”, afirma. “Y en países como Uganda, el Gobierno de la nación y el presidente son la encarnación de las ideas dominantes y problemáticas sobre los hombres y la masculinidad. Con todo, la fuente más evidente de todos estos problemas”, resume, “es la persistencia de la pobreza urbana”.
Volviendo al grupo de vida positiva, su fundador, Israel Bendaki, de 55 años, muestra con orgullo las sandalias y los bolsos que han confeccionado. “Puse en marcha el grupo para ayudar a los hombres que vivían negando su condición”, cuenta. “Cuando me diagnosticaron, en 1990, oculté mi estado y recurrí a la bebida para olvidar mis preocupaciones”. Bendaki dice que la situación ha mejorado mucho desde entonces, cuando no se disponía de tratamiento médico y el estigma era tal que la gente “ni siquiera compartía una taza contigo”.
Pero aún queda un largo camino por recorrer. En Uganda, la mayoría de los hombres siguen guardando silencio sobre su condición de seropositivos, mientras que las mujeres sufren la enfermedad desproporcionadamente. Aunque la iniciativa de Bendaki recibe el nombre de “grupo de hombres”, en su mayoría está compuesto por mujeres.
Y TAMBIÉN…
Maceteros hechos con botes vacíos de pastillas contra el estigma del VIH.
La artista Bárbara Kemigisa conoce los peligros de no seguir el tratamiento antirretroviral. Ahora difunde este mensaje con figuras hechas con tarros usados de medicamentos, algunos suyos.
Evelyn Lirri | El País, 2017-08-21
https://elpais.com/elpais/2017/08/18/planeta_futuro/1503066962_607885.html
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