Imagen: Cubanet / Fusilamiento en La Cabaña |
Nelson y Ángel se rindieron ante la maldad y la intolerancia del dueño de la Isla. Sólo querían una cosa: vivir como seres humanos.
Tania Díaz Castro | Cubanet, 2015-08-27
https://www.cubanet.org/opiniones/un-horrendo-crimen-de-la-revolucion-cubana/
En 1971, el gobierno castrista cometió uno de sus más horrendos crímenes: fusiló en La Fortaleza de La Cabaña al escritor Nelson Rodríguez Leyva, de 27 años, junto a su amigo y amante, Ángel López Rabí, de sólo 16.
Un siglo antes, por la misma fecha y a muy poca distancia, el gobierno de la Metrópoli fusiló a ocho estudiantes de Medicina. Un abogado español a sueldo no logró defender sus vidas.
Igual ocurrió a Nelson y Ángel. Carecieron de una defensa imparcial. Ni siquiera sus abogadillos supieron que en 1964 Ediciones R le había editado a Nelson, joven de gran talento y a sugerencia de Virgilio Piñera, un excelente libro de narraciones titulado 'El regalo,' que tenía para publicarse un libro de poemas y que Ángel se daba a conocer con sus versos en revistas cubanas. Tampoco que durante un año Nelson había alfabetizado a campesinos en la Sierra Maestra. Mucho menos que, inconformes con el régimen comunista de Fidel Castro, no hacían sabotajes, método de lucha de los jóvenes contra el batistato, considerados hoy héroes inolvidables.
Desesperados, acorralados, difamados por el Máximo Líder, Nelson y Ángel optaron por marcharse del país en avión, en un lamentable intento por desviarlo. Gravemente heridos fueron condenados a la Pena Máxima por las mismas personas que habían asaltado de madrugada un cuartel militar, con decenas de víctimas y sólo habían cumplido meses de prisión.
Si alguien fue responsable de aquel hecho, es Fidel Castro, con su fobia contra los homosexuales, expresada claramente en el Congreso de Educación y Cultura, a principio de 1971. En su discurso de clausura condenó ¨el homosexualismo y otras aberraciones sociales y prácticas religiosas¨. Pocos días después, su periódico Granma publicó que ¨únicamente los revolucionarios podían acceder a la Universidad¨.
¿Cómo entonces podían vivir en Cuba jóvenes como Nelson y Ángel? Muchos tuvieron la suerte de llegar vivos al exilio. Otros fueron víctimas de una política moralista y absurda.
La Unión de Escritores y Artistas de Cuba no hizo nada por ellos.
El 2 de octubre del mismo año, murió en México uno de nuestros más geniales artistas, homosexual y cubano, Ignacio Villa o Bola de Nieve. Probablemente no hubiera regresado a su país.
Frágiles como Diego, el personaje fílmico de Titón, o como Fátima, creado por Miguel Barnet cuando la marea se calmó un poco, Nelson y Ángel se rindieron ante la maldad y la intolerancia del dueño de la Isla.
Querían vivir como seres humanos, que les respetaran el más elemental de los Derechos: su intimidad.
Por aquellos años la policía recibía la orden de subirlos a la fuerza en camiones-jaulas, para ser enviados a campos de concentración de las UMAP, un invento de Fidel Castro para convertirlos en machos, al estilo del ¨Hombre Nuevo¨, que por suerte fracasó.
Para conocer más sobre esta historia, hace apenas unos días pude obtener el teléfono de Manuel, el hermano de Nelson, un economista que vive en Línea y 10, en el Vedado.
Me habían advertido que aún podía ser un comunista incondicional del régimen, que recién había regresado de una misión en Venezuela, que no aceptaría mi llamada, que le había dado la espalda a su único hermano en los peores momentos.
Para mi sorpresa, de inmediato percibí que le complacía hablar sobre su hermano, sobre todo de su infancia. Nelson nació en Cienfuegos un 19 de julio de 1943. Era delgado, de cabellos y ojos claros, de piel blanca-rosada. Achacó su conducta posterior a unas fiebres que sufrió a los cinco años, donde quedó como muerto y revivido de milagro. Me contó de Ada, la madre, trastornada al conocer que después de curar las quemaduras de su hijo, se lo asesinaran. Apenado, se refirió a las relaciones amorosas que mantuvo Nelson con Ángel, culpable de todo según él.
–Fue Ángel quien extrajo la granada de una unidad militar –dijo.
Por su forma de hablar, me pareció que, pese a sus años –cinco años mayor que su hermano– aún tenía fortaleza de carácter para sobrellevar su tragedia familiar y percibí que libraba una lucha interna, entre el cariño que podía sentir por Nelson y la complicidad que le exigía el gobierno castrista.
Al día siguiente, con otras preguntas en la mente, volví a llamarlo. Manuel era otro. Nervioso y asustado me pidió que no lo llamara más, que por mi culpa, después de conversar conmigo, había tenido horribles pesadillas durante toda la noche.
¿Sería que soñó con su hermano, aferrado al palo de La Cabaña, pidiendo a gritos que no lo mataran, maldiciendo al comunismo? ¿Será que vio a Ángel, casi un niño, llorando, implorando piedad?
Sí, no creo equivocarme. Seguramente esa fue la noche que este hombre descubrió su verdad más escondida: Nelson aún permanecía en su corazón.
Un siglo antes, por la misma fecha y a muy poca distancia, el gobierno de la Metrópoli fusiló a ocho estudiantes de Medicina. Un abogado español a sueldo no logró defender sus vidas.
Igual ocurrió a Nelson y Ángel. Carecieron de una defensa imparcial. Ni siquiera sus abogadillos supieron que en 1964 Ediciones R le había editado a Nelson, joven de gran talento y a sugerencia de Virgilio Piñera, un excelente libro de narraciones titulado 'El regalo,' que tenía para publicarse un libro de poemas y que Ángel se daba a conocer con sus versos en revistas cubanas. Tampoco que durante un año Nelson había alfabetizado a campesinos en la Sierra Maestra. Mucho menos que, inconformes con el régimen comunista de Fidel Castro, no hacían sabotajes, método de lucha de los jóvenes contra el batistato, considerados hoy héroes inolvidables.
Desesperados, acorralados, difamados por el Máximo Líder, Nelson y Ángel optaron por marcharse del país en avión, en un lamentable intento por desviarlo. Gravemente heridos fueron condenados a la Pena Máxima por las mismas personas que habían asaltado de madrugada un cuartel militar, con decenas de víctimas y sólo habían cumplido meses de prisión.
Si alguien fue responsable de aquel hecho, es Fidel Castro, con su fobia contra los homosexuales, expresada claramente en el Congreso de Educación y Cultura, a principio de 1971. En su discurso de clausura condenó ¨el homosexualismo y otras aberraciones sociales y prácticas religiosas¨. Pocos días después, su periódico Granma publicó que ¨únicamente los revolucionarios podían acceder a la Universidad¨.
¿Cómo entonces podían vivir en Cuba jóvenes como Nelson y Ángel? Muchos tuvieron la suerte de llegar vivos al exilio. Otros fueron víctimas de una política moralista y absurda.
La Unión de Escritores y Artistas de Cuba no hizo nada por ellos.
El 2 de octubre del mismo año, murió en México uno de nuestros más geniales artistas, homosexual y cubano, Ignacio Villa o Bola de Nieve. Probablemente no hubiera regresado a su país.
Frágiles como Diego, el personaje fílmico de Titón, o como Fátima, creado por Miguel Barnet cuando la marea se calmó un poco, Nelson y Ángel se rindieron ante la maldad y la intolerancia del dueño de la Isla.
Querían vivir como seres humanos, que les respetaran el más elemental de los Derechos: su intimidad.
Por aquellos años la policía recibía la orden de subirlos a la fuerza en camiones-jaulas, para ser enviados a campos de concentración de las UMAP, un invento de Fidel Castro para convertirlos en machos, al estilo del ¨Hombre Nuevo¨, que por suerte fracasó.
Para conocer más sobre esta historia, hace apenas unos días pude obtener el teléfono de Manuel, el hermano de Nelson, un economista que vive en Línea y 10, en el Vedado.
Me habían advertido que aún podía ser un comunista incondicional del régimen, que recién había regresado de una misión en Venezuela, que no aceptaría mi llamada, que le había dado la espalda a su único hermano en los peores momentos.
Para mi sorpresa, de inmediato percibí que le complacía hablar sobre su hermano, sobre todo de su infancia. Nelson nació en Cienfuegos un 19 de julio de 1943. Era delgado, de cabellos y ojos claros, de piel blanca-rosada. Achacó su conducta posterior a unas fiebres que sufrió a los cinco años, donde quedó como muerto y revivido de milagro. Me contó de Ada, la madre, trastornada al conocer que después de curar las quemaduras de su hijo, se lo asesinaran. Apenado, se refirió a las relaciones amorosas que mantuvo Nelson con Ángel, culpable de todo según él.
–Fue Ángel quien extrajo la granada de una unidad militar –dijo.
Por su forma de hablar, me pareció que, pese a sus años –cinco años mayor que su hermano– aún tenía fortaleza de carácter para sobrellevar su tragedia familiar y percibí que libraba una lucha interna, entre el cariño que podía sentir por Nelson y la complicidad que le exigía el gobierno castrista.
Al día siguiente, con otras preguntas en la mente, volví a llamarlo. Manuel era otro. Nervioso y asustado me pidió que no lo llamara más, que por mi culpa, después de conversar conmigo, había tenido horribles pesadillas durante toda la noche.
¿Sería que soñó con su hermano, aferrado al palo de La Cabaña, pidiendo a gritos que no lo mataran, maldiciendo al comunismo? ¿Será que vio a Ángel, casi un niño, llorando, implorando piedad?
Sí, no creo equivocarme. Seguramente esa fue la noche que este hombre descubrió su verdad más escondida: Nelson aún permanecía en su corazón.
El trágico final de Nelson.
Una historia de horror sobre el asesinato de un joven escritor cubano, perpetrado por el régimen.
Tania Díaz Castro | Cubanet, 2012-05-16
https://www.cubanet.org/articulos/el-tragico-final-de-nelson/
Seis años después de que Che Guevara, dijera desafiante y orgulloso, en 1964, en las Naciones Unidas que en Cuba: “Hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando”, su promesa se cumplía y en Cuba se continuaba fusilando.
En 1971 fue fusilado Nelson, un joven escritor que, con los ojos vendados, murió ante una ráfaga de tiros en los fosos de la Fortaleza de la Cabaña, quizás en el mismo sitio donde había caído el poeta Juan Clemente Zenea, en el siglo XIX.
Nelson Rodríguez Leyva tenía 27 años cuando el gobierno castrista, tras un juicio sumario, apenas sin abogado defensor, lo condenó a la pena de muerte por haber intentado escapar del comunismo en una avioneta de fumigación. Han transcurrido 41 años y todavía queda mucho por saber sobre aquel crimen, cometido contra un joven que se dio a conocer en la narrativa cubana siendo menor de edad, con verdadero talento.
En 1964, el mismo año en que el Che Guevara alardeaba en la ONU sobre los fusilamientos, Ediciones R había publicado su libro de cuentos El regalo, por recomendación del propio Virgilio Piñera, director entonces de aquella editorial, y se esperaba su primer libro de poemas.
¿Acaso su peor pecado fue no mencionar a la revolución castrista en sus cuentos, o no escribir loas a Fidel Castro? El escritor Reinaldo Arenas fue su amigo. También el actor de teatro Ernesto Candeli. Se veían con frecuencia en el parque de la Funeraria Rivero, en el Vedado, donde hablaban sobre política, y Nelson, alegre y lleno de amor por la vida, confesaba a sus íntimos su deseo de vivir en libertad.
En 2007, hice todo lo posible por investigar sobre su vida. Fue una suerte haber conseguido su libro ‘El regalo’, y enviarlo al exilio. En Cuba, los miles de ejemplares publicados en 1964 habían desaparecido tras su muerte.
Supe, eso sí, que su hermano trabajaba como asesor político en Caracas y que Manuel, su sobrino, nada sabía sobre la historia de su tío Nelson, porque la familia no lo mencionaba.
Me fue imposible hacer contacto con Jesús Cristo Castro, un profesor de Secundaria que hizo planes para escapar con Nelson y que, a pesar de haberse arrepentido a última hora, fue condenado a 30 años de prisión. Cumplió 15 y marchó al exilio.
Toda la información que no tenemos la conoce el régimen castrista. En alguna gaveta debe aparecer incluso que Nelson no murió solo en el paredón de fusilamiento, sino junto a un gran amigo, de piel tan negra como el carbón y corazón de oro.
También supe que, aunque nunca más lo vieron leyendo sus poemas en el parquecito de la funeraria, o cantando las melodías de Los Beatles, con aquel gesto suyo de apartarse de la frente sus hermosos cabellos claros, ninguno de sus amigos creyó que Nelson había sido asesinado. Así lo escribió mi colega Luis Cino, porque alguien que se quedó en la celda de Nelson, aturdido y angustiado, pudo haber confundido el tiro de gracia que ultimo a Nelson con el cañonazo de las nueve.
En 1971 fue fusilado Nelson, un joven escritor que, con los ojos vendados, murió ante una ráfaga de tiros en los fosos de la Fortaleza de la Cabaña, quizás en el mismo sitio donde había caído el poeta Juan Clemente Zenea, en el siglo XIX.
Nelson Rodríguez Leyva tenía 27 años cuando el gobierno castrista, tras un juicio sumario, apenas sin abogado defensor, lo condenó a la pena de muerte por haber intentado escapar del comunismo en una avioneta de fumigación. Han transcurrido 41 años y todavía queda mucho por saber sobre aquel crimen, cometido contra un joven que se dio a conocer en la narrativa cubana siendo menor de edad, con verdadero talento.
En 1964, el mismo año en que el Che Guevara alardeaba en la ONU sobre los fusilamientos, Ediciones R había publicado su libro de cuentos El regalo, por recomendación del propio Virgilio Piñera, director entonces de aquella editorial, y se esperaba su primer libro de poemas.
¿Acaso su peor pecado fue no mencionar a la revolución castrista en sus cuentos, o no escribir loas a Fidel Castro? El escritor Reinaldo Arenas fue su amigo. También el actor de teatro Ernesto Candeli. Se veían con frecuencia en el parque de la Funeraria Rivero, en el Vedado, donde hablaban sobre política, y Nelson, alegre y lleno de amor por la vida, confesaba a sus íntimos su deseo de vivir en libertad.
En 2007, hice todo lo posible por investigar sobre su vida. Fue una suerte haber conseguido su libro ‘El regalo’, y enviarlo al exilio. En Cuba, los miles de ejemplares publicados en 1964 habían desaparecido tras su muerte.
Supe, eso sí, que su hermano trabajaba como asesor político en Caracas y que Manuel, su sobrino, nada sabía sobre la historia de su tío Nelson, porque la familia no lo mencionaba.
Me fue imposible hacer contacto con Jesús Cristo Castro, un profesor de Secundaria que hizo planes para escapar con Nelson y que, a pesar de haberse arrepentido a última hora, fue condenado a 30 años de prisión. Cumplió 15 y marchó al exilio.
Toda la información que no tenemos la conoce el régimen castrista. En alguna gaveta debe aparecer incluso que Nelson no murió solo en el paredón de fusilamiento, sino junto a un gran amigo, de piel tan negra como el carbón y corazón de oro.
También supe que, aunque nunca más lo vieron leyendo sus poemas en el parquecito de la funeraria, o cantando las melodías de Los Beatles, con aquel gesto suyo de apartarse de la frente sus hermosos cabellos claros, ninguno de sus amigos creyó que Nelson había sido asesinado. Así lo escribió mi colega Luis Cino, porque alguien que se quedó en la celda de Nelson, aturdido y angustiado, pudo haber confundido el tiro de gracia que ultimo a Nelson con el cañonazo de las nueve.
Y TAMBIÉN…
Nelson Rodríguez Leyva, joven narrador cubano fusilado en 1971.
Ebetania, 2015-08-27
https://ebetania.wordpress.com/2015/08/27/nelson-rodriguez-leyva-joven-narrador-cubano-fusilado-en-1971/
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DOCUMENTOS
El regalo (Cuentos) / Nelson Rodríguez Leyva ; epílogo de Reinaldo Arenas.
Madrid : Betania, 2015 [08].
ISBN 9788480173612
TEXTO COMPLETO | Betania
https://ebetania.files.wordpress.com/2015/08/el-regalo_ebook.pdf
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