Imagen: El País / Concentración en Gasteiz, 2015-08-21 |
Santiago Eraso Beloki | santieraso, 2015-08-23
https://santieraso.wordpress.com/2015/08/23/contra-la-violencia-machista-deshacer-el-patriarcado/
Estos días, una vez más, han vuelto a aparecer en los medios de comunicación numerosos casos de mujeres inocentes asesinadas por hombres sin escrúpulos. Lamentablemente, más allá de las noticias cercanas, cientos de mujeres son asesinadas a diario en todo el mundo; las violaciones, los malos tratos físicos y psicológicos, depresiones y suicidios están presentes a diario en nuestra vida cotidiana; en consecuencia, también la “feminización de la pobreza”, el subempleo, las diferencias salariales, la discriminación y exclusión laboral son sistemáticos. En fin, todo un entramado complejo de discriminaciones personales, sociales y económicas que convierten a las mujeres en el blanco perfecto de la violencia machista.
Estas constates agresiones de todo tipo contra las mujeres, su condición subordinada a los hombres en la vida cotidiana, el papel secundario que todavía juegan en la política y, por tanto, en las decisiones que rigen el mundo, son consecuencia de una profunda injusticia que el dominio masculino perpetúa contra ellas.
El machismo asesino tiene una triple raíz ancestral: padre, patrón y patria (patriarcado, capitalismo y patriotismo) y sus conocidas instituciones reguladoras. Ya en el siglo IV antes de Cristo, Aristóteles nos enseñó que la imitación es el medio por excelencia para el aprendizaje. Lo que no intuyó fue hasta qué punto ese método de socialización de la experiencia podría llegar a hacer insufrible la vida de las personas que no encajaban con los esquemas de los comportamientos dominantes.
Sabemos que la herencia cultural se manifiesta en múltiples rituales familiares y sociales. Lamentablemente esa transmisión de costumbres impone y perpetua los viejos ideales de las sociedades patriarcales. Judith Butler escribió en "El género en disputa" que el género es el resultado de un conjunto de leyes y de normas sociales que, mediante palabras, acciones, gestos y deseos produce y mantiene la ficción de la coherencia y del privilegio heterosexual reproductivo, provocando la ilusión de que las cosas siempre son así y no pueden ser de otra manera.
Por el contrario, la autonomía de la mujer -y por extensión la de todo ser humano- y su acción individual o colectiva siempre están ligadas a la crítica social transformadora o a la superación de las normas coercitivas. Esta ha sido durante décadas la tarea fundamental de los movimientos de liberación feminista, gays, lesbianas, transexuales y todos aquellos que desde las políticas de acción entendemos que los cuerpos también son herramientas de emancipación política.
En fin, si no se actúa radicalmente desde la infancia no habrá solución para detener esta lacra universal contra las mujeres. Mi ultima hija tiene casi diez años y aunque en su ámbito privado/público familiar intentemos darle una educación más o menos igualitaria – con las contradicciones que arrastramos todos los componentes de la tribu familiar- en la escuela, en un porcentaje muy alto, se sigue exponiendo a una educación tan convencional y binaria como hace décadas, con todo lo que implica; y no digamos lo que le ocurre en la sociedad donde queda(mos) totalmente expuesta a los mecanismos del consumo; es decir, la mejor manera para conducirla a su papel de “mujer” reproductora, esposa, princesa etc.. (no hay más que pararse un poco a analizar la publicidad y todo el imaginario audiovisual que nos desborda ideológicamente).
Creo que queda muchísimo trabajo por hacer, mucho más de lo que inocentes de nosotr@s nos creemos. Ya no valen solo las medias tintas de esas reformas humanistas por aquí y por allí que no atacan de raíz los problemas, ni la retórica electoral apresurada, cuando ocurre el ultimo asesinato. Las políticas de igualdad que se están aplicando no dejan de ser ejercicios de buena voluntad ante la inmensa labor que nos queda por hacer. Las medidas de corrección de la violencia masculina/machista deben aplicarse desde la infancia y en todos los ámbitos sociales. El contexto familiar, la escuela, los medios de comunicación, el ámbito social de convivencia cotidiana deben abordar el problema con mucha mayor radicalidad.
Hacen falta muchas medidas estructurales y más tajantes para que afecten de lleno a las instituciones que nos rigen y ordenan las vidas. Judith Buttler en su recopilación de textos publicados en "Deshacer el género" afirma que escoger y vivir el propio cuerpo implica, ineludiblemente, establecer el significado preciso de su autonomía respecto a las leyes naturales que intentan imponer determinadas concepciones esencialistas o incluso a las que emanan del Estado, que tratan de encerrarlo en una normativización indiscutible.
Hace tiempo que esas medidas están mil veces escritas. Son aquellas que a lo largo de estos dos últimos siglos ya han sido señaladas por el movimiento feminista. Solo hay que mirar en esa dirección y aplicarlas, así de sencillo, ni más ni menos.
Estas constates agresiones de todo tipo contra las mujeres, su condición subordinada a los hombres en la vida cotidiana, el papel secundario que todavía juegan en la política y, por tanto, en las decisiones que rigen el mundo, son consecuencia de una profunda injusticia que el dominio masculino perpetúa contra ellas.
El machismo asesino tiene una triple raíz ancestral: padre, patrón y patria (patriarcado, capitalismo y patriotismo) y sus conocidas instituciones reguladoras. Ya en el siglo IV antes de Cristo, Aristóteles nos enseñó que la imitación es el medio por excelencia para el aprendizaje. Lo que no intuyó fue hasta qué punto ese método de socialización de la experiencia podría llegar a hacer insufrible la vida de las personas que no encajaban con los esquemas de los comportamientos dominantes.
Sabemos que la herencia cultural se manifiesta en múltiples rituales familiares y sociales. Lamentablemente esa transmisión de costumbres impone y perpetua los viejos ideales de las sociedades patriarcales. Judith Butler escribió en "El género en disputa" que el género es el resultado de un conjunto de leyes y de normas sociales que, mediante palabras, acciones, gestos y deseos produce y mantiene la ficción de la coherencia y del privilegio heterosexual reproductivo, provocando la ilusión de que las cosas siempre son así y no pueden ser de otra manera.
Por el contrario, la autonomía de la mujer -y por extensión la de todo ser humano- y su acción individual o colectiva siempre están ligadas a la crítica social transformadora o a la superación de las normas coercitivas. Esta ha sido durante décadas la tarea fundamental de los movimientos de liberación feminista, gays, lesbianas, transexuales y todos aquellos que desde las políticas de acción entendemos que los cuerpos también son herramientas de emancipación política.
En fin, si no se actúa radicalmente desde la infancia no habrá solución para detener esta lacra universal contra las mujeres. Mi ultima hija tiene casi diez años y aunque en su ámbito privado/público familiar intentemos darle una educación más o menos igualitaria – con las contradicciones que arrastramos todos los componentes de la tribu familiar- en la escuela, en un porcentaje muy alto, se sigue exponiendo a una educación tan convencional y binaria como hace décadas, con todo lo que implica; y no digamos lo que le ocurre en la sociedad donde queda(mos) totalmente expuesta a los mecanismos del consumo; es decir, la mejor manera para conducirla a su papel de “mujer” reproductora, esposa, princesa etc.. (no hay más que pararse un poco a analizar la publicidad y todo el imaginario audiovisual que nos desborda ideológicamente).
Creo que queda muchísimo trabajo por hacer, mucho más de lo que inocentes de nosotr@s nos creemos. Ya no valen solo las medias tintas de esas reformas humanistas por aquí y por allí que no atacan de raíz los problemas, ni la retórica electoral apresurada, cuando ocurre el ultimo asesinato. Las políticas de igualdad que se están aplicando no dejan de ser ejercicios de buena voluntad ante la inmensa labor que nos queda por hacer. Las medidas de corrección de la violencia masculina/machista deben aplicarse desde la infancia y en todos los ámbitos sociales. El contexto familiar, la escuela, los medios de comunicación, el ámbito social de convivencia cotidiana deben abordar el problema con mucha mayor radicalidad.
Hacen falta muchas medidas estructurales y más tajantes para que afecten de lleno a las instituciones que nos rigen y ordenan las vidas. Judith Buttler en su recopilación de textos publicados en "Deshacer el género" afirma que escoger y vivir el propio cuerpo implica, ineludiblemente, establecer el significado preciso de su autonomía respecto a las leyes naturales que intentan imponer determinadas concepciones esencialistas o incluso a las que emanan del Estado, que tratan de encerrarlo en una normativización indiscutible.
Hace tiempo que esas medidas están mil veces escritas. Son aquellas que a lo largo de estos dos últimos siglos ya han sido señaladas por el movimiento feminista. Solo hay que mirar en esa dirección y aplicarlas, así de sencillo, ni más ni menos.
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