Imagen: La Vanguardia |
Entre la concienciación y el discurso del odio, los incidentes por orientación o identidad sexual se ven invisibilizados en una sociedad cada vez más extremizada.
Carles Villalonga / Miriam Elies | La Vanguardia, 2019-08-11
https://www.lavanguardia.com/vida/20190811/463900338129/te-voy-a-hacer-heterosexual-a-hostias-toda-la-realidad-de-la-lgtbifobia-en-espana.html
“Te voy a hacer heterosexual a hostias”. “Me da asco veros besándoos”. “Os mataré, bolleras”. “No es normal que un niño tenga dos madres”. Son sólo algunas de las múltiples agresiones que personas del colectivo LGTBI han sufrido en lo que va de año. Agresiones que copan noticieros, portales de internet y redes sociales, generando una oleada de repulsa y condena, pero también de justificación y de crítica hacia el colectivo. Es la era de las libertades y de la incorrección política: el mejor hábitat para que afloren tanto la conciencia como el extremismo. La cara y la cruz de una moneda que invisibiliza la magnitud de un problema cada vez más en el centro del debate social y político.
Xavier Martínez fue víctima de una de estas agresiones. Ocurrió la noche del 1 de junio en el parque Joan Miró de Barcelona, junto a plaza Espanya, cuando se encontraba con su pareja. Un grupo de encapuchados les increpó y agredió a puñetazos y empujones. Tras ser atendido por el Servei d’Emergències Mèdiques, acudió a la comisaría de los Mossos de plaza Espanya para denunciarlo. Un trámite crucial, pero la gran mayoría de las víctimas no lo hace.
El ágora pública donde se halla la violencia contra el colectivo LGTBI ofrece también una de las claves más importantes para hacer frente a la problemática de los incidentes de odio por orientación e identidad sexual: la visibilización. Asociaciones como la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB) recalcan que “el colectivo sigue teniendo miedo de hacerse visible, y si no se hace visible es imposible pedir ayuda”. Así lo afirma la vocal de cooperación y delitos de odio de la federación, Arantxa Miranda.
Para ello, es imprescindible no quedarse en los datos sobre delitos de odio por orientación e identidad sexual que ofrece el Ministerio del Interior, ya que, como señala Miranda, “jamás coincidirán con los que aporten los observatorios”.
El Ministerio de Interior registra datos sobre delitos de odio desde 2013, cuando España se adaptó a las recomendaciones a nivel europeo, atendiendo a la creciente preocupación en Europa sobre este tipo de delitos. Entre 2014 y 2015, y tras las reclamaciones de organismos como la FELGTB, Interior empezó a depurar los mecanismos de registro de este tipo de delitos y a potenciar la formación para minimizar errores en la categorización de las denuncias. Resultado de ello fue una caída de más del 67% de los delitos de odio por orientación e identidad sexual de un año al siguiente.
Este descenso, sin embargo, “no muestra realmente una disminución de los delitos, sino que en esta ocasión se corrigieron los errores de catalogación que se produjeron en años anteriores”, relata la FELGTB. Desde esta entidad lamentan el problema de “la recogida de datos”, ya que no hay “un protocolo”, tal y como explica su vicepresidente, Mané Fernández. “No todas las denuncias que recogemos entran dentro de la tipificación de delitos de odio. Constatamos que hay más denuncias, pero no todas se pueden enmarcar en esta tipología”, explica.
Además, el Ministerio de Interior sólo indexa aquellos delitos denunciados, investigados y sentenciados. Mientras que el organismo oficial señala que en 2017 hubo 270 delitos de odio por orientación e identidad sexual, el informe ‘La cara oculta de la violencia hacia el colectivo LGTBI’ señala que se registraron 629 incidentes en toda España a través de las entidades sociales. Y eso teniendo en cuenta que las asociaciones consultadas advierten que “entre un 60 y un 80% de los casos no se denuncian”, tal y como confirman tanto Miranda como Eugeni Rodríguez, presidente el Observatori contra l’Homofòbia de Catalunya.
De acuerdo con el informe del Observatorio Redes contra el Odio, casi un 36% de las agresiones son perpetradas por personas cercanas a la víctima: compañeros de trabajo, vecinos, familiares… “Esto hace que muchas veces la víctima se niegue a denunciar por miedo a represalias”, dice Miranda.
La “falta de confianza en las autoridades” y la “vergüenza”, señalan desde el Observatori contra l’Homofòbia, también se ocultan tras la infradenuncia. “Venimos de represión policial, de ser tildados de enfermos”, argumenta Rodríguez, que añade que acudir a la policía “no siempre es posible, porque entra en juego la intimidad de la persona y que la víctima admita su orientación sexual ante un tercero”.
El sentimiento de culpa es otro de los motivos por los que la mayor parte de las víctimas no denuncia. Es habitual, según Miranda, que las víctimas piensen que su comportamiento -como ir cogido de la mano de sus parejas o besarse en público- ha incitado al agresor. “Incluso yo, que soy policía y vocal de delitos de odio, me cohibo con mi mujer al estar en un lugar desconocido”, lamenta. Miranda explica que otras veces, no se acude a las autoridades por simple desconocimiento de las leyes o por la falta de percepción de la agresión como un delito. “No en toda España el colectivo LGTBI está igual de protegido. Hay muchas comunidades con leyes contra la LGTBIfobia y no se hace uso de ellas por desconocimiento. En otras, sin embargo, ni siquiera se protege al colectivo”.
Martínez no dudó en denunciar, pero entiende que no siempre se haga por temor o indefensión. “Puede haber sido en tu pueblo, o que los agresores sean tus vecinos, o incluso tu familia, y tengas miedo. O que pienses que no pasará nada si denuncias”. En su caso, tenía claro que quería reportarlo a las autoridades, pero sabía que “no pasaría nada”. “Tres encapuchados, de noche, no se pueden denunciar”, lamenta.
Por otro lado, la consecuencia del miedo a visibilizarse, apunta la vocal de la FELGTB, es que el delito se ve minimizado. “Si no quieres que el entorno cercano sepa cuál es tu identidad u orientación sexual, si no lo cuentas, no se podrá poner el agravante de delito de odio”. Cuando esto ocurre, si además la unidad policial a la que se acude no está especializada y desconoce los indicadores de polarización, no hay nada que hacer. “Al final se queda en lesiones leves o en un robo”. Y eso se traduce en que no se brinda la ayuda necesaria a la víctima.
Esa formación es imprescindible para que los agentes que asistan a las víctimas sepan identificar una agresión homófoba, como ocurrió en el caso de Martínez. Los agentes de policía local y de Mossos que les atendieron les hicieron ver que se trataba de un delito de odio. “Fueron ellos quienes pusieron el factor discriminatorio, porque nosotros no entendimos por qué nos agredieron”. Sin embargo, el funcionario que se encargó de redactar la denuncia no quiso incluir, en un primer momento, que se trataba de un caso de homofobia. “Nos dijo que quien lo tenía que leer lo entendería. Insistimos, y al final lo añadió, junto a las palabras ‘los denunciantes dicen creer que…’”.
Además de la denuncia, Martínez compartió lo ocurrido en Facebook. Aquel post hizo posible que el Observatori contra l’Homofòbia contactara con ellos para brindarles asistencia y presentar una segunda denuncia ante la Fiscalía, además de visibilizar el drama que sufre el colectivo. Pero las redes sociales se enmarcan en una sociedad extremizada que las convierten en un arma de doble filo. “Hay una mayor conciencia social y más visibilidad a las agresiones LGTBIfóbicas. Por otro lado, sin embargo, vemos legitimados más discursos de odio que se llevan a cabo sin problema”, apunta Bernat Aragó, miembro de la organización Crida LGTBI.
Es la impunidad del anonimato. “En las redes, la gente siente que puede decir lo que quiera y que no hay un castigo directo. Hasta gente con renombre suelta algunas veces unas lindeces que deberían estar castigadas, porque son los referentes que otros pueden tomar como ejemplo”, lamenta la vocal de delitos de odio de FELGTB. Ahora, apunta el presidente del Observatori contra la Homofòbia, “es más fácil señalar a la víctima. Te están interpelando. Es como la cloaca del odio”.
El trabajo contra esta lacra debe ser estructural. Desde mejorar la formación “a profesionales de cuerpos policiales, de la sanidad y la educación”, a una unificación de criterios a la hora de recopilar los datos. Pero también se debe incidir en los discursos institucionales, ya que “el hecho que se institucionalice el discurso de la extrema derecha puede ser preocupante”, lamenta Aragó. “Si seguimos fomentando el odio institucional hacia el colectivo, el seguir empleándonos en que esto no es lo normal, habrá un fuerte repunte de agresiones”, denuncia Miranda.
“Pedimos a las administraciones públicas un esfuerzo, contundencia y que no se banalicen las agresiones. Hay que traducir las intenciones en hechos”, pide Rodríguez. Ese esfuerzo y contundencia, junto a una mayor visibilidad, es la herramienta definitiva para hacer frente a la LGTBIfobia, afirma Miranda. “Que nos conozcan y nos vean que somos tu vecino del primero, tu compañero de trabajo... estamos en todos lados y somos parte de la sociedad”.
¿Has sufrido una agresión LGTBIfóbica?
Si has sido víctima de un incidente de odio motivado por tu orientación o identidad sexual, puedes notificarlo en Stop LGTBIFobia_org, llamar a la línea arcoíris de la FELGTB a 913 604 605, pedir asesoramiento al Ministerio del Interior mediante el correo asistencia.ondod@interior.es y acudir a la comisaría más cercana para presentar una denuncia.
Xavier Martínez fue víctima de una de estas agresiones. Ocurrió la noche del 1 de junio en el parque Joan Miró de Barcelona, junto a plaza Espanya, cuando se encontraba con su pareja. Un grupo de encapuchados les increpó y agredió a puñetazos y empujones. Tras ser atendido por el Servei d’Emergències Mèdiques, acudió a la comisaría de los Mossos de plaza Espanya para denunciarlo. Un trámite crucial, pero la gran mayoría de las víctimas no lo hace.
El ágora pública donde se halla la violencia contra el colectivo LGTBI ofrece también una de las claves más importantes para hacer frente a la problemática de los incidentes de odio por orientación e identidad sexual: la visibilización. Asociaciones como la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB) recalcan que “el colectivo sigue teniendo miedo de hacerse visible, y si no se hace visible es imposible pedir ayuda”. Así lo afirma la vocal de cooperación y delitos de odio de la federación, Arantxa Miranda.
Para ello, es imprescindible no quedarse en los datos sobre delitos de odio por orientación e identidad sexual que ofrece el Ministerio del Interior, ya que, como señala Miranda, “jamás coincidirán con los que aporten los observatorios”.
El Ministerio de Interior registra datos sobre delitos de odio desde 2013, cuando España se adaptó a las recomendaciones a nivel europeo, atendiendo a la creciente preocupación en Europa sobre este tipo de delitos. Entre 2014 y 2015, y tras las reclamaciones de organismos como la FELGTB, Interior empezó a depurar los mecanismos de registro de este tipo de delitos y a potenciar la formación para minimizar errores en la categorización de las denuncias. Resultado de ello fue una caída de más del 67% de los delitos de odio por orientación e identidad sexual de un año al siguiente.
Este descenso, sin embargo, “no muestra realmente una disminución de los delitos, sino que en esta ocasión se corrigieron los errores de catalogación que se produjeron en años anteriores”, relata la FELGTB. Desde esta entidad lamentan el problema de “la recogida de datos”, ya que no hay “un protocolo”, tal y como explica su vicepresidente, Mané Fernández. “No todas las denuncias que recogemos entran dentro de la tipificación de delitos de odio. Constatamos que hay más denuncias, pero no todas se pueden enmarcar en esta tipología”, explica.
Además, el Ministerio de Interior sólo indexa aquellos delitos denunciados, investigados y sentenciados. Mientras que el organismo oficial señala que en 2017 hubo 270 delitos de odio por orientación e identidad sexual, el informe ‘La cara oculta de la violencia hacia el colectivo LGTBI’ señala que se registraron 629 incidentes en toda España a través de las entidades sociales. Y eso teniendo en cuenta que las asociaciones consultadas advierten que “entre un 60 y un 80% de los casos no se denuncian”, tal y como confirman tanto Miranda como Eugeni Rodríguez, presidente el Observatori contra l’Homofòbia de Catalunya.
De acuerdo con el informe del Observatorio Redes contra el Odio, casi un 36% de las agresiones son perpetradas por personas cercanas a la víctima: compañeros de trabajo, vecinos, familiares… “Esto hace que muchas veces la víctima se niegue a denunciar por miedo a represalias”, dice Miranda.
La “falta de confianza en las autoridades” y la “vergüenza”, señalan desde el Observatori contra l’Homofòbia, también se ocultan tras la infradenuncia. “Venimos de represión policial, de ser tildados de enfermos”, argumenta Rodríguez, que añade que acudir a la policía “no siempre es posible, porque entra en juego la intimidad de la persona y que la víctima admita su orientación sexual ante un tercero”.
El sentimiento de culpa es otro de los motivos por los que la mayor parte de las víctimas no denuncia. Es habitual, según Miranda, que las víctimas piensen que su comportamiento -como ir cogido de la mano de sus parejas o besarse en público- ha incitado al agresor. “Incluso yo, que soy policía y vocal de delitos de odio, me cohibo con mi mujer al estar en un lugar desconocido”, lamenta. Miranda explica que otras veces, no se acude a las autoridades por simple desconocimiento de las leyes o por la falta de percepción de la agresión como un delito. “No en toda España el colectivo LGTBI está igual de protegido. Hay muchas comunidades con leyes contra la LGTBIfobia y no se hace uso de ellas por desconocimiento. En otras, sin embargo, ni siquiera se protege al colectivo”.
Martínez no dudó en denunciar, pero entiende que no siempre se haga por temor o indefensión. “Puede haber sido en tu pueblo, o que los agresores sean tus vecinos, o incluso tu familia, y tengas miedo. O que pienses que no pasará nada si denuncias”. En su caso, tenía claro que quería reportarlo a las autoridades, pero sabía que “no pasaría nada”. “Tres encapuchados, de noche, no se pueden denunciar”, lamenta.
Por otro lado, la consecuencia del miedo a visibilizarse, apunta la vocal de la FELGTB, es que el delito se ve minimizado. “Si no quieres que el entorno cercano sepa cuál es tu identidad u orientación sexual, si no lo cuentas, no se podrá poner el agravante de delito de odio”. Cuando esto ocurre, si además la unidad policial a la que se acude no está especializada y desconoce los indicadores de polarización, no hay nada que hacer. “Al final se queda en lesiones leves o en un robo”. Y eso se traduce en que no se brinda la ayuda necesaria a la víctima.
Esa formación es imprescindible para que los agentes que asistan a las víctimas sepan identificar una agresión homófoba, como ocurrió en el caso de Martínez. Los agentes de policía local y de Mossos que les atendieron les hicieron ver que se trataba de un delito de odio. “Fueron ellos quienes pusieron el factor discriminatorio, porque nosotros no entendimos por qué nos agredieron”. Sin embargo, el funcionario que se encargó de redactar la denuncia no quiso incluir, en un primer momento, que se trataba de un caso de homofobia. “Nos dijo que quien lo tenía que leer lo entendería. Insistimos, y al final lo añadió, junto a las palabras ‘los denunciantes dicen creer que…’”.
Además de la denuncia, Martínez compartió lo ocurrido en Facebook. Aquel post hizo posible que el Observatori contra l’Homofòbia contactara con ellos para brindarles asistencia y presentar una segunda denuncia ante la Fiscalía, además de visibilizar el drama que sufre el colectivo. Pero las redes sociales se enmarcan en una sociedad extremizada que las convierten en un arma de doble filo. “Hay una mayor conciencia social y más visibilidad a las agresiones LGTBIfóbicas. Por otro lado, sin embargo, vemos legitimados más discursos de odio que se llevan a cabo sin problema”, apunta Bernat Aragó, miembro de la organización Crida LGTBI.
Es la impunidad del anonimato. “En las redes, la gente siente que puede decir lo que quiera y que no hay un castigo directo. Hasta gente con renombre suelta algunas veces unas lindeces que deberían estar castigadas, porque son los referentes que otros pueden tomar como ejemplo”, lamenta la vocal de delitos de odio de FELGTB. Ahora, apunta el presidente del Observatori contra la Homofòbia, “es más fácil señalar a la víctima. Te están interpelando. Es como la cloaca del odio”.
El trabajo contra esta lacra debe ser estructural. Desde mejorar la formación “a profesionales de cuerpos policiales, de la sanidad y la educación”, a una unificación de criterios a la hora de recopilar los datos. Pero también se debe incidir en los discursos institucionales, ya que “el hecho que se institucionalice el discurso de la extrema derecha puede ser preocupante”, lamenta Aragó. “Si seguimos fomentando el odio institucional hacia el colectivo, el seguir empleándonos en que esto no es lo normal, habrá un fuerte repunte de agresiones”, denuncia Miranda.
“Pedimos a las administraciones públicas un esfuerzo, contundencia y que no se banalicen las agresiones. Hay que traducir las intenciones en hechos”, pide Rodríguez. Ese esfuerzo y contundencia, junto a una mayor visibilidad, es la herramienta definitiva para hacer frente a la LGTBIfobia, afirma Miranda. “Que nos conozcan y nos vean que somos tu vecino del primero, tu compañero de trabajo... estamos en todos lados y somos parte de la sociedad”.
¿Has sufrido una agresión LGTBIfóbica?
Si has sido víctima de un incidente de odio motivado por tu orientación o identidad sexual, puedes notificarlo en Stop LGTBIFobia_org, llamar a la línea arcoíris de la FELGTB a 913 604 605, pedir asesoramiento al Ministerio del Interior mediante el correo asistencia.ondod@interior.es y acudir a la comisaría más cercana para presentar una denuncia.
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