Imagen: El Salto / C. Tangana |
Del famoso lema “ni machismo ni feminismo” pasamos al lema “feminismo sí, machismo y fascismo también”.
Jule Goikoetxea | El Salto, 2019-08-09
https://www.elsaltodiario.com/polirika/te-puedes-acostumbrar-a-la-guerra-pero-tangana-siempre-hay
Gerrara ohitu zintezke, baina Tangana egon badago.
Al hilo del concierto de Tangana y de su financiación con dinero público, el debate se ha colocado como siempre en el marco liberal, cristiano-moral y patriarcal. Y en vez de formular la siguiente pregunta: ¿tienen las instituciones públicas que financiar machismo, racismo, fascismo y capitalismo? La gente se hace la siguiente pregunta: ¿deben las instituciones públicas financiar a Tangana, Mojinos, Abel Azcona, Vulpes o Muguruza?
Primero: las instituciones YA SON racistas, machistas y capitalistas. Por tanto, sí, financian discursos racistas, machistas y fascistas. Si la respuesta es que no deben financiar machismo y fascismo, pasaríamos a un debate sobre el problema de la institucionalización en general, tema que se trata mucho en teoría política y filosofía, pero también en la militancia, y el debate se hubiera desarrollado en torno al problema que tenemos con nuestras instituciones patriarcales, liberales y coloniales.
Pero qué va... Mucha gente ha optado por hablar en torno a la segunda pregunta, porque les resulta más cómoda, encaja más con su percepción del mundo, ya que las posibles respuestas encajan con el marco universalista y formal del tipo: NO, las instituciones no pueden financiar grupos de música. O, alternativamente, SÍ, deben financiar grupos de música. O todo, o nada. A todos, o a nadie, tal y como dicta la moral universal y su derecho particular. Y éste es el problema.
Primero: la censura es un mecanismo de gobernanza política. Tanto la censura pública como privada (también la autocensura de la que tanto sabemos todas). Y se suele interpretar, por gran parte de la sociedad, como un tema abstracto, formal y universal, como dicta la moral kantiana. En cambio, cuando preguntas si deberían las instituciones publicas financiar discursos machistas, racistas y fascistas, mucha gente, en la izquierda, responderá: NO. Ahora bien. Si hago la pregunta siguiente: ¿deben las instituciones publicas financiar discursos feministas? Muchos responderían NO. Y aquí perdemos ya a la mitad de la izquierda y toda la coherencia analítica y política.
Porque ambas preguntas son la misma. Es decir, aquello que no es machista, es feminista. No hay un espacio neutro, correcto, virtuoso entre los dos, porque no son extremos, pero veo que tenéis mucho lío al mezclar Platón, Aristóteles y Kant con Marx, Rawls, Habermas y Harvey. Mucho lío.
El caso es que aquellos que opinan que las instituciones deben hacer políticas públicas por la igualdad, apoyan que se hagan políticas machistas al mismo tiempo, porque oye, eso es igualdad ¿no? ¡Tratar a todos por igual! (chupitajo). Grupos fascistas o feministas (de música o de tango), a todos por igual. Es que ni siquiera los liberales pluralistas defenderían esto...
Del mantra liberal “el sistema fascista y el sistema comunista son iguales, porque ambos son autoritarios" y "a nosotros los demócratas lo que nos importan son las formas, no el contenido” pasamos al “tanto Tangana (machismo) como Vulpes (feminismo) son lo mismo (grupos de música) y ambas deben ser financiadas por dinero público”. Es el mismo marco mental. Aquel que sigue creyendo, como dicta la doctrina liberal, que las instituciones han de ser neutras en el contenido, y aferrarse a la forma, como si la forma no fuera un tipo de contenido.
Como si el formalismo no fuera una ideología. Es también la base del pensamiento tecnócrata y neoliberal, solo que del lema “ni machismo ni feminismo” pasamos al lema “feminismo sí, machismo y fascismo también”. ¡Iujuu!
Porque somos tolerantes. Porque somos demócratas. Porque estamos a favor de la libertad de expresión. Estamos a favor de que todo el mundo pueda expresarse. Y una de: “no estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida... bla, bla, bla”.
No es que la gente se haga la pregunta: “¿Deben las instituciones públicas financiar a Tangana, Mojinos, Abel Azcona, Vulpes o Muguruza?” y te aparezcan tropecientos Voltaires, sino que vivimos rodeados de Voltaires que no pueden enmarcar el problema mas que en términos pertenecientes a la ilustración francesa. Pero todo bien. Y pasado revolución... Liberal, eso sí. Porque ya me diréis cómo hacer una revolución anti-liberal con el marco de pensamiento liberal, cristiano y, por tanto, patriarcal.
El derecho de la libertad de expresión, igual que el delito de odio, no se puede interpretar en sentido universal, abstracto y formal, y si se hace así, que cada cual vea en qué bando se posiciona. La libertad de expresión se puede usar para humillar y atacar a colectivos con poder o a colectivos sin poder. Igual que con el humor.
Pero si se decide usar el humor y la libertad de expresión para abajo (contra personas y colectivos precarizados, vulnerabilizados) y para fuera y no para dentro (hacia una misma) y para arriba (contra los poderosos), que luego no se extrañen que los tildemos de derechas, liberales, misóginos y racistas.
La financiación pública de discursos misóginos, neoliberales y racistas es sobre lo que se articula toda nuestra sociedad: el currículum educativo, los medios públicos, las universidades, los grados de formación, la medicina y su práctica, la ciencia y su práctica, la juerga y su imaginario, la cultura y su práctica, la brecha salarial, los derechos laborales... La misoginia, el racismo y el neoliberalismo están financiadas tanto por instituciones públicas como privadas, porque son instituciones creadas por y para el patriarcado liberal, igual que la familia, igual que el derecho.
No quiero aquí hacer un burdo ataque al derecho liberal, un ataque generalista y simplón. Pretendo destacar lo que me parece prioritario discutir y criticar. La operacionalización del derecho es tan ideológica como el derecho mismo. Y por mucho que el derecho sea una practica discursiva formalizada, no por eso deja de servir como dispositivo del liberalismo patriarcal.
Pero es que el debate tampoco ha ido por ahí. El estado de derecho es, primero, estado. Y luego, derecho. Estado patriarcal, derecho liberal. No hay derecho neutro. El derecho puede crear una neutralidad formal o procedimental. No al revés. Porque auctoritas, non veritas facit legem.
El problema del derecho a la libertad de expresión es el mismo que tiene la tolerancia. Tolera quien puede, no quien quiere. Del querer censurar a alguien a querer encarcelarlo hay un trecho muy amplio. Igual que entre censurar y no financiar públicamente el machismo y el fascismo. Es como cuando le preguntaron a Angela Davis si le parecía legitimo usar la violencia. Y ella dijo: "¿qué violencia?"
Somos censuradas (humilladas, omitidas, vejadas, atacadas), nosotras, nuestros cuerpos significantes y nuestras letras, todos los días en todas las instituciones públicas y en todas las disciplinas científicas y artísticas, mediante una censura financiada además públicamente.
Así que ¿qué censura? ¿qué violencia es con la que saltáis? O, mejor dicho ¿de qué derecho a la libertad de expresión nos habláis? La misma que te da derecho a crear una tele. Todo el mundo tiene derecho a tener un medio (de expresión) público. Pero no todo el mundo tiene la capacidad de hacerlo. Así que yo el derecho, mientras venga sin capacidad, y sea usado para incitar al odio a colectivos históricamente humillados y vejados, me lo paso por entre los rizos de mi pelo moreno.
No hay peor ideología que la neutralidad, no hay peor ideología que la que moraliza, formaliza y universaliza. Por supuesto que las instituciones tienen que financiar discursos feministas, anti-racistas y anti-fascistas y no financiar discursos fascistas y machistas. Y si lo que queréis es hablar sobre cómo se decidiría lo qué es o no machista, primero, haced un análisis de cómo se decide ahora. Y luego, una vez desmontada la mentalidad cristiana y la moral universalista y liberal de lo neutro, hablamos del conflicto que supondrá siempre decidir. Cualquier cosa.
No quiero terminar sin decir que Tuiter no es un dispositivo intelectual en donde se intercambian argumentos de forma pausada y se analizan silogismos, falacias y premisas implícitas que esconden axiomas tóxicos o maravillosos con cuidado, respeto y tiempo para pensar.
Tuiter es un dispositivo político. Escribir en Tuiter es posicionarse, incluso para quienes solo preguntan, ya que las preguntas también comunican el marco mental desde donde se hace la pregunta. Todo es significante, todo viene articulado semióticamente, y por eso retuitear, dar like o callar, todo son acciones políticas en tuiter. Quiera una o no.
Primero, porque es un ágora, aunque sea digital. Segundo, hablar en público implica siempre tomar una posición, ya que es una acción con consecuencias públicas y por tanto políticas. Igual que quien calla o deserta en mitad de la batalla.
Porque como dice Hertzainak: “gerrara ohitu zintezke baina gerra egon badago”.
Al hilo del concierto de Tangana y de su financiación con dinero público, el debate se ha colocado como siempre en el marco liberal, cristiano-moral y patriarcal. Y en vez de formular la siguiente pregunta: ¿tienen las instituciones públicas que financiar machismo, racismo, fascismo y capitalismo? La gente se hace la siguiente pregunta: ¿deben las instituciones públicas financiar a Tangana, Mojinos, Abel Azcona, Vulpes o Muguruza?
Primero: las instituciones YA SON racistas, machistas y capitalistas. Por tanto, sí, financian discursos racistas, machistas y fascistas. Si la respuesta es que no deben financiar machismo y fascismo, pasaríamos a un debate sobre el problema de la institucionalización en general, tema que se trata mucho en teoría política y filosofía, pero también en la militancia, y el debate se hubiera desarrollado en torno al problema que tenemos con nuestras instituciones patriarcales, liberales y coloniales.
Pero qué va... Mucha gente ha optado por hablar en torno a la segunda pregunta, porque les resulta más cómoda, encaja más con su percepción del mundo, ya que las posibles respuestas encajan con el marco universalista y formal del tipo: NO, las instituciones no pueden financiar grupos de música. O, alternativamente, SÍ, deben financiar grupos de música. O todo, o nada. A todos, o a nadie, tal y como dicta la moral universal y su derecho particular. Y éste es el problema.
Primero: la censura es un mecanismo de gobernanza política. Tanto la censura pública como privada (también la autocensura de la que tanto sabemos todas). Y se suele interpretar, por gran parte de la sociedad, como un tema abstracto, formal y universal, como dicta la moral kantiana. En cambio, cuando preguntas si deberían las instituciones publicas financiar discursos machistas, racistas y fascistas, mucha gente, en la izquierda, responderá: NO. Ahora bien. Si hago la pregunta siguiente: ¿deben las instituciones publicas financiar discursos feministas? Muchos responderían NO. Y aquí perdemos ya a la mitad de la izquierda y toda la coherencia analítica y política.
Porque ambas preguntas son la misma. Es decir, aquello que no es machista, es feminista. No hay un espacio neutro, correcto, virtuoso entre los dos, porque no son extremos, pero veo que tenéis mucho lío al mezclar Platón, Aristóteles y Kant con Marx, Rawls, Habermas y Harvey. Mucho lío.
El caso es que aquellos que opinan que las instituciones deben hacer políticas públicas por la igualdad, apoyan que se hagan políticas machistas al mismo tiempo, porque oye, eso es igualdad ¿no? ¡Tratar a todos por igual! (chupitajo). Grupos fascistas o feministas (de música o de tango), a todos por igual. Es que ni siquiera los liberales pluralistas defenderían esto...
Del mantra liberal “el sistema fascista y el sistema comunista son iguales, porque ambos son autoritarios" y "a nosotros los demócratas lo que nos importan son las formas, no el contenido” pasamos al “tanto Tangana (machismo) como Vulpes (feminismo) son lo mismo (grupos de música) y ambas deben ser financiadas por dinero público”. Es el mismo marco mental. Aquel que sigue creyendo, como dicta la doctrina liberal, que las instituciones han de ser neutras en el contenido, y aferrarse a la forma, como si la forma no fuera un tipo de contenido.
Como si el formalismo no fuera una ideología. Es también la base del pensamiento tecnócrata y neoliberal, solo que del lema “ni machismo ni feminismo” pasamos al lema “feminismo sí, machismo y fascismo también”. ¡Iujuu!
Porque somos tolerantes. Porque somos demócratas. Porque estamos a favor de la libertad de expresión. Estamos a favor de que todo el mundo pueda expresarse. Y una de: “no estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida... bla, bla, bla”.
No es que la gente se haga la pregunta: “¿Deben las instituciones públicas financiar a Tangana, Mojinos, Abel Azcona, Vulpes o Muguruza?” y te aparezcan tropecientos Voltaires, sino que vivimos rodeados de Voltaires que no pueden enmarcar el problema mas que en términos pertenecientes a la ilustración francesa. Pero todo bien. Y pasado revolución... Liberal, eso sí. Porque ya me diréis cómo hacer una revolución anti-liberal con el marco de pensamiento liberal, cristiano y, por tanto, patriarcal.
El derecho de la libertad de expresión, igual que el delito de odio, no se puede interpretar en sentido universal, abstracto y formal, y si se hace así, que cada cual vea en qué bando se posiciona. La libertad de expresión se puede usar para humillar y atacar a colectivos con poder o a colectivos sin poder. Igual que con el humor.
Pero si se decide usar el humor y la libertad de expresión para abajo (contra personas y colectivos precarizados, vulnerabilizados) y para fuera y no para dentro (hacia una misma) y para arriba (contra los poderosos), que luego no se extrañen que los tildemos de derechas, liberales, misóginos y racistas.
La financiación pública de discursos misóginos, neoliberales y racistas es sobre lo que se articula toda nuestra sociedad: el currículum educativo, los medios públicos, las universidades, los grados de formación, la medicina y su práctica, la ciencia y su práctica, la juerga y su imaginario, la cultura y su práctica, la brecha salarial, los derechos laborales... La misoginia, el racismo y el neoliberalismo están financiadas tanto por instituciones públicas como privadas, porque son instituciones creadas por y para el patriarcado liberal, igual que la familia, igual que el derecho.
No quiero aquí hacer un burdo ataque al derecho liberal, un ataque generalista y simplón. Pretendo destacar lo que me parece prioritario discutir y criticar. La operacionalización del derecho es tan ideológica como el derecho mismo. Y por mucho que el derecho sea una practica discursiva formalizada, no por eso deja de servir como dispositivo del liberalismo patriarcal.
Pero es que el debate tampoco ha ido por ahí. El estado de derecho es, primero, estado. Y luego, derecho. Estado patriarcal, derecho liberal. No hay derecho neutro. El derecho puede crear una neutralidad formal o procedimental. No al revés. Porque auctoritas, non veritas facit legem.
El problema del derecho a la libertad de expresión es el mismo que tiene la tolerancia. Tolera quien puede, no quien quiere. Del querer censurar a alguien a querer encarcelarlo hay un trecho muy amplio. Igual que entre censurar y no financiar públicamente el machismo y el fascismo. Es como cuando le preguntaron a Angela Davis si le parecía legitimo usar la violencia. Y ella dijo: "¿qué violencia?"
Somos censuradas (humilladas, omitidas, vejadas, atacadas), nosotras, nuestros cuerpos significantes y nuestras letras, todos los días en todas las instituciones públicas y en todas las disciplinas científicas y artísticas, mediante una censura financiada además públicamente.
Así que ¿qué censura? ¿qué violencia es con la que saltáis? O, mejor dicho ¿de qué derecho a la libertad de expresión nos habláis? La misma que te da derecho a crear una tele. Todo el mundo tiene derecho a tener un medio (de expresión) público. Pero no todo el mundo tiene la capacidad de hacerlo. Así que yo el derecho, mientras venga sin capacidad, y sea usado para incitar al odio a colectivos históricamente humillados y vejados, me lo paso por entre los rizos de mi pelo moreno.
No hay peor ideología que la neutralidad, no hay peor ideología que la que moraliza, formaliza y universaliza. Por supuesto que las instituciones tienen que financiar discursos feministas, anti-racistas y anti-fascistas y no financiar discursos fascistas y machistas. Y si lo que queréis es hablar sobre cómo se decidiría lo qué es o no machista, primero, haced un análisis de cómo se decide ahora. Y luego, una vez desmontada la mentalidad cristiana y la moral universalista y liberal de lo neutro, hablamos del conflicto que supondrá siempre decidir. Cualquier cosa.
No quiero terminar sin decir que Tuiter no es un dispositivo intelectual en donde se intercambian argumentos de forma pausada y se analizan silogismos, falacias y premisas implícitas que esconden axiomas tóxicos o maravillosos con cuidado, respeto y tiempo para pensar.
Tuiter es un dispositivo político. Escribir en Tuiter es posicionarse, incluso para quienes solo preguntan, ya que las preguntas también comunican el marco mental desde donde se hace la pregunta. Todo es significante, todo viene articulado semióticamente, y por eso retuitear, dar like o callar, todo son acciones políticas en tuiter. Quiera una o no.
Primero, porque es un ágora, aunque sea digital. Segundo, hablar en público implica siempre tomar una posición, ya que es una acción con consecuencias públicas y por tanto políticas. Igual que quien calla o deserta en mitad de la batalla.
Porque como dice Hertzainak: “gerrara ohitu zintezke baina gerra egon badago”.
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