El País / Nerea Pérez de las Heras // |
Nerea Pérez de las Heras: “Las películas de terror siempre han estado conectadas con lo LGTBI”.
La periodista es aficionada al cine y la literatura de género, pero también al submarinismo y las subastas, que no son lo que parecen. Teme la llegada del fin del mundo.
Sergio C. Fanjul | El País, 2022-08-05
https://elpais.com/cultura/2022-08-05/nerea-perez-de-las-heras-las-peliculas-de-terror-siempre-han-estado-conectadas-con-lo-lgtbi.html
“Me gustan bastante los vampiros, muy poco los zombis, mucho los fantasmas y todo lo relacionado con las criaturas ancestrales en el fondo del mar”. Nerea Pérez de las Heras (Madrid, 40 años) es periodista. En sus trabajos utiliza las herramientas del humor para tratar temas de la actualidad política, sobre todo relacionados con el feminismo o lo LGTB, aunque no solo. “Más que humorista, como a veces me dicen (y que me da un poco de apuro), soy una periodista con gracia”, bromea.
Tiene un espectáculo teatral que se llama 'Cómo hemos llegado hasta aquí', un podcast que se llama 'Saldremos mejores' y otro que se llama 'Lo normal'. Pero una de sus facetas más ocultas es su gusto por el cine y la literatura de género. Por eso ha querido retratarse en la sala madrileña Artistic Metropol, dedicada a estos productos escalofriantes.
Pregunta. ¿No le producen terror las pelis de terror?
Respuesta. Pues sí, no soy de esas que se van al festival de Sitges y se tragan toda la programación. Es que me dan miedo real, las miro con un ojo abierto y otro cerrado. Cuando una peli me da mucho miedo, prefiero leer la sinopsis en Wikipedia. Pero me encanta el género.
P. ¿De dónde le viene el gusto?
R. En mi casa siempre hemos sido de fantasía, ciencia ficción, terror. Stephen King, Margaret Atwood, Isaac Asimov, Phillip K. Dick, Octavia Butler (me encanta), la saga de la Dragonlance... hasta el doctor Jiménez del Oso. A mi madre le encantan los misterios, ve extraterrestres por todas partes.
P. Parece que no, pero estos géneros hablan de nuestra realidad.
R. Creo que son los más útiles para hablar de las cosas importantes. Eso se sabe de siempre. Si lees a Atwood o Butler encuentras un nivel de comprensión de la condición humana brutal. Más realista que el realismo.
P. ¿Existe una conexión entre el terror y lo LGTBI?
R. Sí. Siempre ha estado muy asociado al colectivo, por aquello de la identificación con el monstruo. El arquetipo de la vampira lesbiana, por ejemplo. Donde cabe lo monstruoso cabe la disidencia, te puedes identificar con el monstruo cuando la normalidad te parece horrible.
P. ¿Y en sentido inverso?
R. También se han creado villanos muy amanerados o femme fatales para escarnio y ridículo de maricas y lesbianas, como arma arrojadiza contra la comunidad. Pero la comunidad lo ha recogido como referente.
P. El papel de la mujer en estos géneros también tiene su enjundia, como emisora de gritos.
R. Fíjate, el arquetipo de la mujer como víctima del asesino en las pelis ‘slasher’ de los 70 coincide con el caso 'Roe contra Wade', que convirtió el aborto en un derecho en Estados Unidos. En las pelis, la imagen de la mujer díscola a la que le acaban pasando cosas terribles también ha servido para disciplinar.
P. Ahora se ve y se habla mucho del fin del mundo.
R. Es que tenemos mucho miedo, y hay que sacarlo por algún lado. Cada día pasan cosas distópicas distintas, las ves en el móvil. Estamos pasando un verano infernal, hay muchísimos migrantes climáticos, el cielo parece de un color raro... Aunque hayas tenido la precaución de no reproducirte, creo que lo vamos a vivir nosotras.
P. ¿Pero de verdad se acaba el mundo?
R. Mis colegas y yo tenemos largas conversaciones sobre dónde quedar cuando ocurra el colapso, para organizar nuestra supervivencia, porque no habrá telefonía. Yo no conduzco, así que no podemos quedar, no sé, en Guadalajara. Espero que no me pille muy mayor, que esté todavía fuerte.
P. ¿Cómo se ve en esa tesitura?
R. Tengo confianza en ser una buena superviviente: no tengo gran sensibilidad ni al hambre, ni a la sed, ni a las altas temperaturas, ni a las bajas temperaturas, ni al dolor. Soy un trozo de piedra.
P. ¿Qué echaría de menos?
R. A mis gatos. El lujo de tener mascotas. Los perros son más llevaderos en la distopía. Hasta que se los come una iguana mutante, claro. Y me dan mucha pena distopías como ‘La carretera’, cuando llegan al mar y es una masa gris. Echaría de menos el mar.
P. Por cierto, usted practica el submarinismo, con más de cien horas de inmersión a sus espaldas.
R. Me gasto ahí todo el dinero. Es como estar en otro planeta, aunque sea el tuyo. Ahí conoces la naturaleza de verdad. Yo he ido a Egipto y he pasado de las pirámides para sumergirme en el mar Rojo. Terminé con la sangre como coca-cola, de tanta inmersión que hice.
P. ¿Por qué le gusta?
R. En el mar tienes que estar quieta, no menearte, pasar desapercibida, solo respirar y no molestar. Mantener un perfil bajísimo. Es decir, lo contrario de lo que hacemos en la superficie. Eso me gusta.
P. Una de sus pelis de terror favoritas es 'Tiburón'. ¿No tiene miedo a ser devorada por uno?
R. He buceado con muchos tiburones, de punta negra, punta blanca, nodriza, martillo, preciosísimos. Les quiero mucho. Eran casi perfectos desde el principio, desde su versión 0.0. No han evolucionado una mierda porque no les ha hecho falta.
P. O sea, que la sociedad está estigmatizando a los tiburones.
R. Los humanos somos mucho más asesinos. Igual el tiburón blanco es más peligroso, pero los demás suelen pasar de ti.
P. Además de bucear le gusta 'Sumar'. Perdón por la rima, pero usted presentó el primer acto de la plataforma de Yolanda Díaz.
R. Lo que más me gustó fue que abajo, escuchando entre el público, estaban las caras conocidas, y sobre el escenario un sindicalista ‘rider’, otro de Amazon, una trabajadora doméstica, una psiquiatra de un centro de salud público... La gente que conoce su propia realidad. Tengo muchas esperanzas en ese proyecto. Yo es que creo mucho en organizarse: ya sea en una asociación de padres y madres, en un sindicato, en una asociación vecinal, donde sea. Estamos subdivididos y en el sálvese quien pueda.
P. ¿Qué opina del dilema que algunos plantan entra las llamadas izquierda material e identitaria?
R. Me parece una gilipollez y una trampa. Hablar de identidades no es una traición a la lucha de clases, de hecho, son inseparables. La economía atraviesa las identidades, y las identidades atraviesan la economía. Desde el feminismo, por ejemplo, no para de señalarse la merma en las condiciones de vida. Pero quieren que parezcamos menos realistas y generar brechas.
P. Volviendo al gusto: le gustan las subastas.
R. Trabajando en una galería de arte conocí ese maravilloso mundo y no era como lo imaginaba. No es tan inaccesible como pensamos, hay precios Ikea y encuentras cosas fascinantes. Angelotes, molduras, candelabros, mantones de Manila. Escalerillas para bibliotecas. Fantasía. Yo tengo una Santa Cecilia y un San Sebastián.
P. ¿Son como en las películas?
R. No exactamente, el proceso es bastante más tedioso... Pero va mucha gente joven, y es divertido mirar los catálogos con tus amigos. Además, me pone de muy buen humor pensar en esos grandes patrimonios de los ricos diluidos y redistribuidos.
Tiene un espectáculo teatral que se llama 'Cómo hemos llegado hasta aquí', un podcast que se llama 'Saldremos mejores' y otro que se llama 'Lo normal'. Pero una de sus facetas más ocultas es su gusto por el cine y la literatura de género. Por eso ha querido retratarse en la sala madrileña Artistic Metropol, dedicada a estos productos escalofriantes.
Pregunta. ¿No le producen terror las pelis de terror?
Respuesta. Pues sí, no soy de esas que se van al festival de Sitges y se tragan toda la programación. Es que me dan miedo real, las miro con un ojo abierto y otro cerrado. Cuando una peli me da mucho miedo, prefiero leer la sinopsis en Wikipedia. Pero me encanta el género.
P. ¿De dónde le viene el gusto?
R. En mi casa siempre hemos sido de fantasía, ciencia ficción, terror. Stephen King, Margaret Atwood, Isaac Asimov, Phillip K. Dick, Octavia Butler (me encanta), la saga de la Dragonlance... hasta el doctor Jiménez del Oso. A mi madre le encantan los misterios, ve extraterrestres por todas partes.
P. Parece que no, pero estos géneros hablan de nuestra realidad.
R. Creo que son los más útiles para hablar de las cosas importantes. Eso se sabe de siempre. Si lees a Atwood o Butler encuentras un nivel de comprensión de la condición humana brutal. Más realista que el realismo.
P. ¿Existe una conexión entre el terror y lo LGTBI?
R. Sí. Siempre ha estado muy asociado al colectivo, por aquello de la identificación con el monstruo. El arquetipo de la vampira lesbiana, por ejemplo. Donde cabe lo monstruoso cabe la disidencia, te puedes identificar con el monstruo cuando la normalidad te parece horrible.
P. ¿Y en sentido inverso?
R. También se han creado villanos muy amanerados o femme fatales para escarnio y ridículo de maricas y lesbianas, como arma arrojadiza contra la comunidad. Pero la comunidad lo ha recogido como referente.
P. El papel de la mujer en estos géneros también tiene su enjundia, como emisora de gritos.
R. Fíjate, el arquetipo de la mujer como víctima del asesino en las pelis ‘slasher’ de los 70 coincide con el caso 'Roe contra Wade', que convirtió el aborto en un derecho en Estados Unidos. En las pelis, la imagen de la mujer díscola a la que le acaban pasando cosas terribles también ha servido para disciplinar.
P. Ahora se ve y se habla mucho del fin del mundo.
R. Es que tenemos mucho miedo, y hay que sacarlo por algún lado. Cada día pasan cosas distópicas distintas, las ves en el móvil. Estamos pasando un verano infernal, hay muchísimos migrantes climáticos, el cielo parece de un color raro... Aunque hayas tenido la precaución de no reproducirte, creo que lo vamos a vivir nosotras.
P. ¿Pero de verdad se acaba el mundo?
R. Mis colegas y yo tenemos largas conversaciones sobre dónde quedar cuando ocurra el colapso, para organizar nuestra supervivencia, porque no habrá telefonía. Yo no conduzco, así que no podemos quedar, no sé, en Guadalajara. Espero que no me pille muy mayor, que esté todavía fuerte.
P. ¿Cómo se ve en esa tesitura?
R. Tengo confianza en ser una buena superviviente: no tengo gran sensibilidad ni al hambre, ni a la sed, ni a las altas temperaturas, ni a las bajas temperaturas, ni al dolor. Soy un trozo de piedra.
P. ¿Qué echaría de menos?
R. A mis gatos. El lujo de tener mascotas. Los perros son más llevaderos en la distopía. Hasta que se los come una iguana mutante, claro. Y me dan mucha pena distopías como ‘La carretera’, cuando llegan al mar y es una masa gris. Echaría de menos el mar.
P. Por cierto, usted practica el submarinismo, con más de cien horas de inmersión a sus espaldas.
R. Me gasto ahí todo el dinero. Es como estar en otro planeta, aunque sea el tuyo. Ahí conoces la naturaleza de verdad. Yo he ido a Egipto y he pasado de las pirámides para sumergirme en el mar Rojo. Terminé con la sangre como coca-cola, de tanta inmersión que hice.
P. ¿Por qué le gusta?
R. En el mar tienes que estar quieta, no menearte, pasar desapercibida, solo respirar y no molestar. Mantener un perfil bajísimo. Es decir, lo contrario de lo que hacemos en la superficie. Eso me gusta.
P. Una de sus pelis de terror favoritas es 'Tiburón'. ¿No tiene miedo a ser devorada por uno?
R. He buceado con muchos tiburones, de punta negra, punta blanca, nodriza, martillo, preciosísimos. Les quiero mucho. Eran casi perfectos desde el principio, desde su versión 0.0. No han evolucionado una mierda porque no les ha hecho falta.
P. O sea, que la sociedad está estigmatizando a los tiburones.
R. Los humanos somos mucho más asesinos. Igual el tiburón blanco es más peligroso, pero los demás suelen pasar de ti.
P. Además de bucear le gusta 'Sumar'. Perdón por la rima, pero usted presentó el primer acto de la plataforma de Yolanda Díaz.
R. Lo que más me gustó fue que abajo, escuchando entre el público, estaban las caras conocidas, y sobre el escenario un sindicalista ‘rider’, otro de Amazon, una trabajadora doméstica, una psiquiatra de un centro de salud público... La gente que conoce su propia realidad. Tengo muchas esperanzas en ese proyecto. Yo es que creo mucho en organizarse: ya sea en una asociación de padres y madres, en un sindicato, en una asociación vecinal, donde sea. Estamos subdivididos y en el sálvese quien pueda.
P. ¿Qué opina del dilema que algunos plantan entra las llamadas izquierda material e identitaria?
R. Me parece una gilipollez y una trampa. Hablar de identidades no es una traición a la lucha de clases, de hecho, son inseparables. La economía atraviesa las identidades, y las identidades atraviesan la economía. Desde el feminismo, por ejemplo, no para de señalarse la merma en las condiciones de vida. Pero quieren que parezcamos menos realistas y generar brechas.
P. Volviendo al gusto: le gustan las subastas.
R. Trabajando en una galería de arte conocí ese maravilloso mundo y no era como lo imaginaba. No es tan inaccesible como pensamos, hay precios Ikea y encuentras cosas fascinantes. Angelotes, molduras, candelabros, mantones de Manila. Escalerillas para bibliotecas. Fantasía. Yo tengo una Santa Cecilia y un San Sebastián.
P. ¿Son como en las películas?
R. No exactamente, el proceso es bastante más tedioso... Pero va mucha gente joven, y es divertido mirar los catálogos con tus amigos. Además, me pone de muy buen humor pensar en esos grandes patrimonios de los ricos diluidos y redistribuidos.
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