Imagen: Google Imágenes |
Mar Esquembre Cerdá | Información, 2015-06-21
http://www.diarioinformacion.com/opinion/2015/06/21/patriarca-interior/1647419.html
El feminismo (incluso cuando no se le daba ese nombre) desveló la existencia del patriarcado. Eso que coloquialmente y para abreviar solemos denominar machismo. El patriarcado es un sistema jerárquico de relaciones de poder entre mujeres y hombres que sitúa a éstos en una posición de dominación y a nosotras en la de subordinación mediante la construcción cultural, a partir del sexo biológico, de las normatividades de género (masculina y femenina). En otras palabras, dicta de forma distinta y opuesta cómo deben ser y comportarse los hombres y las mujeres, qué tareas corresponden a unos y a otras y, consecuentemente, qué espacios son los apropiados para unos y otras. De esa forma, todo lo que socialmente identificamos como posiciones de poder se corresponden con la normatividad masculina, mientras el no-poder corresponde a la normatividad femenina. Y para que eso no se desmonte, cuenta con potentes recursos legitimadores, entre los que ocupa un lugar destacado el de la naturalización. No hay nada que se convierta en más inamovible que lo que consideramos «natural». Así que, cuanto antes interioricemos este sistema, mucho mejor para su pervivencia. De ahí que la socialización patriarcal comience incluso antes del nacimiento, con el rosa y el azul. Llevamos dentro todo el software patriarcal. El software feminista es el adecuado para desmontar esas normatividades genéricas que sostienen las relaciones asimétricas de poder. La cuestión es si lo queremos cambiar y si sabemos manejarlo. Creo que continuamente estamos aprendiendo, como en todo. Y a veces cometemos fallos y entonces, sin darnos cuenta, echamos mano del software antiguo para hacer funcionar el nuevo. A mí, que creo que llevo instalado el software feminista, me pasa constantemente, aunque permanezca siempre alerta. La última fue en el artículo del pasado domingo.
Basándome en una sola fuente, puse en boca de Mónica Oltra unas palabras sin añadir otras que había dicho para reivindicar no sólo la presencia de más mujeres en política y en puestos relevantes, sino que, además, sean feministas. Cargar las tintas contra las mujeres, como Mónica Oltra u otras, que se han abierto paso en un espacio de poder que el patriarcado nos niega afirmando que no son feministas no es muy feminista por mi parte porque no hago lo mismo con los hombres. Quizá es que me duele más (sobre todo cuando compartimos el espacio ideológico de la izquierda). Por eso criticamos con mayor ferocidad, por ejemplo, a una jueza que a un juez cuando se trata de resoluciones dictadas en casos de violencia machista. La crítica desde una perspectiva feminista, necesaria y legítima, ha de estar basada en actuaciones, sin exigir más por el hecho de ser mujeres quienes las llevan a cabo. Cuando caemos en ello hay que exorcizar al patriarca que llevamos dentro.
Basándome en una sola fuente, puse en boca de Mónica Oltra unas palabras sin añadir otras que había dicho para reivindicar no sólo la presencia de más mujeres en política y en puestos relevantes, sino que, además, sean feministas. Cargar las tintas contra las mujeres, como Mónica Oltra u otras, que se han abierto paso en un espacio de poder que el patriarcado nos niega afirmando que no son feministas no es muy feminista por mi parte porque no hago lo mismo con los hombres. Quizá es que me duele más (sobre todo cuando compartimos el espacio ideológico de la izquierda). Por eso criticamos con mayor ferocidad, por ejemplo, a una jueza que a un juez cuando se trata de resoluciones dictadas en casos de violencia machista. La crítica desde una perspectiva feminista, necesaria y legítima, ha de estar basada en actuaciones, sin exigir más por el hecho de ser mujeres quienes las llevan a cabo. Cuando caemos en ello hay que exorcizar al patriarca que llevamos dentro.
Por un pacto de sororidad
Mar Esquembre Cerdá | Información, 2015-06-14
http://www.diarioinformacion.com/opinion/2015/06/14/pacto-sororidad/1644784.html
Estaba bastante desanimada porque ni en la campaña electoral ni es los pactos postelectorales se ha tratado la igualdad de mujeres y hombres como una cuestión prioritaria. Nunca es el momento, nunca toca hasta que algo hace saltar las alarmas. En la Comunidad valenciana ha sido la vergonzosa composición de la Mesa de las Cortes, exclusivamente masculina. Nada más democrático que un pacto entre todas las fuerzas políticas que han obtenido representación para que todas estuvieran presentes en ese órgano de dirección y gobierno interno. Pero en las cabezas de quienes deciden ese pacto democrático vive el pacto fundante de las actuales democracias: el pacto patriarcal, profundamente antidemocrático e instalado de tal forma en nuestras mentes que sólo las concienciadas críticamente son capaces de prever sus resultados antes de que se produzcan. No es, pues, una «lamentable anécdota» como lo calificó la futura Vicepresidenta del Consell, Mónica Oltra. Si no hay conciencia feminista, esto ocurrirá una y otra vez.
De poco sirve que digamos que sin mujeres no hay democracia si lo reducimos a un mero cálculo aritmético y aupamos a cualquier mujer sólo por el hecho de serlo. Dijo Mónica Oltra hace unos días: «Se me ha atacado duramente por ser mujer». Quizá esta desagradable experiencia (que ojalá ninguna mujer tuviera que pasar) le haga replantearse muchas cosas sobre el significado profundo de la igualdad de mujeres y hombres y las nefastas consecuencias que acarrea la asunción de la igualdad formal, que es mero espejismo. Y a ese significado profundo se llega a través del feminismo, que es una teoría crítica del poder desde sus raíces. Ser feminista no es cuestión de biología, pero sí ayuda algo de biografía (pasar por esas desagradables experiencias a las que me he referido, entre otras) y necesita de bastante de «bibliografía», es decir, de informarse y formarse para transformar. Y eso requiere de acción colectiva, lo que implica un pacto feminista. Desde la Plataforma Feminista de Alicante lo hemos impulsado siempre. Ahora que varias de nuestras compañeras son representantes públicas confiamos en que lleven ese impulso. En las Cortes Valencianas, donde una de estas compañeras. Covadonga Peremarch, es diputada por Podemos, ya se ha materializado a través de una carta que su compañera de escaño, Cristina Cabedo, ha enviado a todas las diputadas una carta abierta proponiéndoles un pacto de sororidad. No es fácil. Somos diversas y no se pueden ocultar intereses varios, desde los personales hasta los partidistas, pero por encima de todo, ha de primar la unión que nos hará fuertes. Y esa unión se hace fuerte no con silencio, sino con diálogo constante. Nos hace falta ese pacto para desmontar el pacto no escrito antidemocrático. En efecto, sin mujeres no hay democracia, pero sin feminismo no es democracia.
De poco sirve que digamos que sin mujeres no hay democracia si lo reducimos a un mero cálculo aritmético y aupamos a cualquier mujer sólo por el hecho de serlo. Dijo Mónica Oltra hace unos días: «Se me ha atacado duramente por ser mujer». Quizá esta desagradable experiencia (que ojalá ninguna mujer tuviera que pasar) le haga replantearse muchas cosas sobre el significado profundo de la igualdad de mujeres y hombres y las nefastas consecuencias que acarrea la asunción de la igualdad formal, que es mero espejismo. Y a ese significado profundo se llega a través del feminismo, que es una teoría crítica del poder desde sus raíces. Ser feminista no es cuestión de biología, pero sí ayuda algo de biografía (pasar por esas desagradables experiencias a las que me he referido, entre otras) y necesita de bastante de «bibliografía», es decir, de informarse y formarse para transformar. Y eso requiere de acción colectiva, lo que implica un pacto feminista. Desde la Plataforma Feminista de Alicante lo hemos impulsado siempre. Ahora que varias de nuestras compañeras son representantes públicas confiamos en que lleven ese impulso. En las Cortes Valencianas, donde una de estas compañeras. Covadonga Peremarch, es diputada por Podemos, ya se ha materializado a través de una carta que su compañera de escaño, Cristina Cabedo, ha enviado a todas las diputadas una carta abierta proponiéndoles un pacto de sororidad. No es fácil. Somos diversas y no se pueden ocultar intereses varios, desde los personales hasta los partidistas, pero por encima de todo, ha de primar la unión que nos hará fuertes. Y esa unión se hace fuerte no con silencio, sino con diálogo constante. Nos hace falta ese pacto para desmontar el pacto no escrito antidemocrático. En efecto, sin mujeres no hay democracia, pero sin feminismo no es democracia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.