Imagen: El País / Manifestación 8M en Buenos Aires, Argentina |
El país suramericano plantea para la igualdad soluciones ajenas a la gramática, como que los plurales acaben en ‘e’ o ‘x’.
Jesús Ruiz Mantilla | El País, 2019-03-30
https://elpais.com/cultura/2019/03/30/actualidad/1553959465_205850.html
Entre las múltiples bipolarizaciones del mundo de hoy, Argentina apuesta con fuerza por el lenguaje inclusivo. Las polémicas por la legalización del aborto y las movilizaciones feministas en torno a los últimos 8 de marzo han salpicado a la lengua. Pero las propuestas en el país suramericano van más allá que en España, donde el debate ha capitalizado gran parte de las polémicas lingüísticas en los últimos años. Si en este país se manejan opciones que afectan a la economía del lenguaje y tratan de desdoblar, pero dentro de la norma, en Argentina la propuesta es más radical: propone cambiar bases gramaticales sustituyendo con la ‘e’ principalmente o incluso la 'x' los géneros masculino y femenino. Un problema que desquicia a 'todes'.
Caminar por Buenos Aires o por Córdoba es toparse muy probablemente con una manifestación a favor del aborto y otra en contra. Ese ambiente se ha extendido al lenguaje de género. Todo empezó en este periodo con revueltas estudiantiles y entrevistas en la televisión, comenta Juliana Rodríguez, periodista y editora de ‘La Voz del Interior’. Natalia Mira, una muchacha que ejercía de portavoz en el encierro del centro Pellegrini comenzó a utilizar con una destreza asombrosamente natural la ‘e’ como solución intermedia. Los videos fueron virales y la ruptura gramatical estalló en medio de una onda expansiva que reivindicaba igualdad en todos los frentes.
Pero Diana Maffía, feminista curtida, filósofa, fundadora de la Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología, entre otras asociaciones, se remonta más atrás: "Ya en los ochenta se discutía el lenguaje inclusivo referido específicamente a la diferencia entre género marcado y no marcado. Las soluciones -como en España- pasaban por duplicar", comenta.
En los noventa irrumpió fuertemente un movimiento de la diversidad no binario. "Más allá de la orientación sexual y con reclamos de identidad y derechos: travestis e intersexuales. Las travestis sugerían el uso de la @ (tod@s) que era resistido por no lingüístico y no pronunciable. Desde el movimiento trans e intersex se evolucionó hacia el uso de la x (todxs) y el del asterisco * (tod*s) para señalar la condición no fija y siempre hipotética de la asignación de género. Mas recientemente, sobre todo entre adolescentes y jóvenes, se extendió el uso de la vocal 'e", describe Maffía.
Juliana Rodríguez cree que la reciente oleada estudiantil ha sido una reacción natural, no estratégica. “La idea de quienes defienden el uso de la ‘e’ como género no marcado, para así fijar un lenguaje inclusivo, no sólo se basa en utilizarlo como lenguaje no sexista y escapar al binarismo del idioma, sino también marcar una postura generacional y, también, antiacademicista”. En ese sentido también se expresó la escritora Claudia Piñeiro en el Congreso Internacional de la Lengua que se celebró hasta este sábado en Córdoba (Argentina): “A las mujeres que lo utilizan les da exactamente igual lo que opine la Real Academia Española (RAE). Lo hacen y ya está”.
Pero quizás sí les interese lo que sostiene la Academia Argentina de las Letras, que preside José Luis Moure: “Estas polémicas se exacerban en periodos como este, cuando se celebra un congreso de la lengua. Las manifestaciones tienen, a mi modo de ver, un cariz político”.
A juicio de Moure, se trata de un asunto alentado por sectores bien formados e informados. “Siempre es necesario separar lo ideológico, cada uno tiene derecho a opinar como se le dé la gana. Es algo legítimo. Pero otra cosa es llevar eso al terreno del lenguaje, cuya propiedad resulta colectiva, más tratándose de un idioma que hablan más de 500 millones. En este caso, a mi juicio, aparece como un reclamo de un sector minoritario de clase media ilustrada, quien pretende que esa reivindicación se imponga de forma manifiesta en el lenguaje”.
Ahí observa el responsable de la Academia Argentina un problema práctico, difícil de resolver por imposición, aunque sea viral en las redes y tumultuosa por medio de manifestaciones en la calle. “La historia de la lengua nos demuestra a nosotros que los cambios vienen siempre de abajo hacia arriba, de manera paulatina y son admitidos cuando se imponen pero no afectan a la estructura de la lengua. Ésta tiene una composición morfológica en la que no es posible insertar un elemento que perturbe el equilibrio”.
Pese a todo, algunos políticos en el país han intentado llevarlo a la práctica. Con ello han ahondado en una curiosa confusión que ha dado para todo tipo de comentarios entre los mejores humoristas argentinos: “Cuando algunos políticos han intentado llevarlo a la práctica no pueden mantenerlo porque antes hay que atenderlo debidamente, como si aprendiéramos una lengua extranjera. No sólo se trata de intentar que cambien los sustantivos acabados en ‘e’ sino también los adjetivos, artículos y demás componentes de cada oración para que concorde. Eso implica un esfuerzo que contraría la tendencia natural aprendida”.
Moure no pretende denostar la tendencia: “Sólo aducir razones lingüísticas por las que, sospecho, no va a durar en el tiempo”, asegura. Diana Maffía se queja del sarcasmo que provoca el asunto: "Las reacciones han sido especialmente agresivas", comenta. "Cuanto más se avanza, más violenta se vuelve la disputa entre quienes no aceptan ser interpelados en sus convicciones binarias y rígidas sobre los géneros. Consideran banal y superficial ese activismo, como si reemplazaran cambios sustanciales en las relaciones sociales. Su extensión entre adolescentes en las escuelas suscitó incluso prohibiciones de uso por parte de las autoridades y desaprobaciones académicas por parte de docentes. Un castigo que muestra en su desmesura que estamos tocando un nudo muy sensible. La gramática no pertenece a las ciencias naturales, aunque se la pretenda eterna e inmutable", asegura la histórica feminista argentina.
Sus palabras prueban que el debate discurre con fuerza y cala en la sociedad de manera virulenta. “El tema no puede pensarse descontextualizado de todas las discusiones sobre tópicos relacionados al género que empezaron con el movimiento #NiUnaMenos de 2015”, agrega Juliana Rodríguez. Lleva mucha carga emocional. Y como la periodista expone, ciertamente política. “A los reclamos al Estado para reaccionar ante la tasa de feminicidios, los micromachismos, la despenalización del aborto, el cupo de mujeres en el Congreso, el techo de cristal en las empresas se añade al lenguaje no sexista”. Para ella, todo eso va mucho más allá de la ‘e’.
Caminar por Buenos Aires o por Córdoba es toparse muy probablemente con una manifestación a favor del aborto y otra en contra. Ese ambiente se ha extendido al lenguaje de género. Todo empezó en este periodo con revueltas estudiantiles y entrevistas en la televisión, comenta Juliana Rodríguez, periodista y editora de ‘La Voz del Interior’. Natalia Mira, una muchacha que ejercía de portavoz en el encierro del centro Pellegrini comenzó a utilizar con una destreza asombrosamente natural la ‘e’ como solución intermedia. Los videos fueron virales y la ruptura gramatical estalló en medio de una onda expansiva que reivindicaba igualdad en todos los frentes.
Pero Diana Maffía, feminista curtida, filósofa, fundadora de la Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología, entre otras asociaciones, se remonta más atrás: "Ya en los ochenta se discutía el lenguaje inclusivo referido específicamente a la diferencia entre género marcado y no marcado. Las soluciones -como en España- pasaban por duplicar", comenta.
En los noventa irrumpió fuertemente un movimiento de la diversidad no binario. "Más allá de la orientación sexual y con reclamos de identidad y derechos: travestis e intersexuales. Las travestis sugerían el uso de la @ (tod@s) que era resistido por no lingüístico y no pronunciable. Desde el movimiento trans e intersex se evolucionó hacia el uso de la x (todxs) y el del asterisco * (tod*s) para señalar la condición no fija y siempre hipotética de la asignación de género. Mas recientemente, sobre todo entre adolescentes y jóvenes, se extendió el uso de la vocal 'e", describe Maffía.
Juliana Rodríguez cree que la reciente oleada estudiantil ha sido una reacción natural, no estratégica. “La idea de quienes defienden el uso de la ‘e’ como género no marcado, para así fijar un lenguaje inclusivo, no sólo se basa en utilizarlo como lenguaje no sexista y escapar al binarismo del idioma, sino también marcar una postura generacional y, también, antiacademicista”. En ese sentido también se expresó la escritora Claudia Piñeiro en el Congreso Internacional de la Lengua que se celebró hasta este sábado en Córdoba (Argentina): “A las mujeres que lo utilizan les da exactamente igual lo que opine la Real Academia Española (RAE). Lo hacen y ya está”.
Pero quizás sí les interese lo que sostiene la Academia Argentina de las Letras, que preside José Luis Moure: “Estas polémicas se exacerban en periodos como este, cuando se celebra un congreso de la lengua. Las manifestaciones tienen, a mi modo de ver, un cariz político”.
A juicio de Moure, se trata de un asunto alentado por sectores bien formados e informados. “Siempre es necesario separar lo ideológico, cada uno tiene derecho a opinar como se le dé la gana. Es algo legítimo. Pero otra cosa es llevar eso al terreno del lenguaje, cuya propiedad resulta colectiva, más tratándose de un idioma que hablan más de 500 millones. En este caso, a mi juicio, aparece como un reclamo de un sector minoritario de clase media ilustrada, quien pretende que esa reivindicación se imponga de forma manifiesta en el lenguaje”.
Ahí observa el responsable de la Academia Argentina un problema práctico, difícil de resolver por imposición, aunque sea viral en las redes y tumultuosa por medio de manifestaciones en la calle. “La historia de la lengua nos demuestra a nosotros que los cambios vienen siempre de abajo hacia arriba, de manera paulatina y son admitidos cuando se imponen pero no afectan a la estructura de la lengua. Ésta tiene una composición morfológica en la que no es posible insertar un elemento que perturbe el equilibrio”.
Pese a todo, algunos políticos en el país han intentado llevarlo a la práctica. Con ello han ahondado en una curiosa confusión que ha dado para todo tipo de comentarios entre los mejores humoristas argentinos: “Cuando algunos políticos han intentado llevarlo a la práctica no pueden mantenerlo porque antes hay que atenderlo debidamente, como si aprendiéramos una lengua extranjera. No sólo se trata de intentar que cambien los sustantivos acabados en ‘e’ sino también los adjetivos, artículos y demás componentes de cada oración para que concorde. Eso implica un esfuerzo que contraría la tendencia natural aprendida”.
Moure no pretende denostar la tendencia: “Sólo aducir razones lingüísticas por las que, sospecho, no va a durar en el tiempo”, asegura. Diana Maffía se queja del sarcasmo que provoca el asunto: "Las reacciones han sido especialmente agresivas", comenta. "Cuanto más se avanza, más violenta se vuelve la disputa entre quienes no aceptan ser interpelados en sus convicciones binarias y rígidas sobre los géneros. Consideran banal y superficial ese activismo, como si reemplazaran cambios sustanciales en las relaciones sociales. Su extensión entre adolescentes en las escuelas suscitó incluso prohibiciones de uso por parte de las autoridades y desaprobaciones académicas por parte de docentes. Un castigo que muestra en su desmesura que estamos tocando un nudo muy sensible. La gramática no pertenece a las ciencias naturales, aunque se la pretenda eterna e inmutable", asegura la histórica feminista argentina.
Sus palabras prueban que el debate discurre con fuerza y cala en la sociedad de manera virulenta. “El tema no puede pensarse descontextualizado de todas las discusiones sobre tópicos relacionados al género que empezaron con el movimiento #NiUnaMenos de 2015”, agrega Juliana Rodríguez. Lleva mucha carga emocional. Y como la periodista expone, ciertamente política. “A los reclamos al Estado para reaccionar ante la tasa de feminicidios, los micromachismos, la despenalización del aborto, el cupo de mujeres en el Congreso, el techo de cristal en las empresas se añade al lenguaje no sexista”. Para ella, todo eso va mucho más allá de la ‘e’.
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