Ilustración de Sonia R. Arjonilla |
Patricia Rivas Lis | Pikara, 2019-03-20
https://www.pikaramagazine.com/2019/03/acuacion/
La Real Academia de Ingeniería define el término acuación como “Formación de un complejo que contiene agua, por substitución de otros grupos coordinados en el complejo”. La Real Academia Española de la Lengua en su diccionario no lo recoge.
El pasado 1 de enero envié, a través del formulario de la Unidad interactiva del DRAE, la propuesta de inclusión del término acuación, en los siguientes términos:
Acuación: f. acción y efecto de acuar
Acuar: tr. Expulsar con rapidez y fuerza por vía vaginal fluido prostático antes, durante o después del orgasmo.
En buena lógica, esto es lo que me contestó la RAE el 9 de enero de 2019:
“El Diccionario de la lengua española no inventa palabras, ni acepciones, ni tampoco las promociona o publicita. Se limita a recoger en su nomenclatura aquellas que tienen o han tenido uso en el idioma español, aquellas que existen y que existen con un nivel de uso intenso y amplio. La Real Academia Española a través de su diccionario no promueve, ni censura voces y acepciones, se limita a ser notaria de su uso. Es requisito fundamental para el mantenimiento y la inclusión de voces que corresponden a las distintas áreas y países de habla hispánica, que su empleo actual esté suficientemente documentado en textos, preferentemente de los corpus de la RAE, que deben abarcar, además, un periodo de tiempo de al menos seis o siete años, pues de otro modo, podrían reflejar un uso pasajero. Por tanto, para la incorporación o enmienda de una palabra o acepción al Diccionario es necesario testimoniar su uso según hemos relatado anteriormente. Si dispone de textos suficientes con los que podamos iniciar los trámites para posibles adiciones o enmiendas, puede mandarlos a través del formulario de la UNIDRAE que encontrará en la página web de la RAE. Agradeciendo su interés por nuestro Diccionario, reciba un saludo muy cordial.”
La propuesta guarda relación con el TFG de Psicología que acabo de entregar en la UOC (Universidad Oberta de Catalunya) que lleva por título “La construcción social del placer sexual femenino en Occidente: el caso de la acuación” en el que desde una perspectiva feminista y a través del análisis crítico del discurso se analizan las posibles articulaciones entre el contenido de los discursos que han sido hegemónicos en la construcción social del conocimiento en Occidente en relación a las mujeres y el modo en el que se ha llevado a cabo la construcción social de la subjetividad femenina con respecto a su propio placer sexual. Y para ello, pongo como ejemplo el caso de la acuación.
Al margen de la osadía que supone la propuesta, sabiendo cómo piensa la Institución con respecto al lenguaje que afecta a las mujeres, proponer el término acuación como alternativa a la locución hasta ahora empleada de “eyaculación femenina” tiene que ver tanto con la necesidad de que este fenómeno, que es exclusivamente femenino, tenga su propio significante, como con el hecho de que, como decía Adrienne Rich, «para nosotras, el proceso de nombrar y definir no es un juego intelectual, sino una captación de nuestra experiencia y una llave para la acción». Así pues, las razones de la propuesta, que son varias y que van más allá del hecho de que los significantes lingüísticos consigan su significado a través de su diferenciación de otros significantes, están relacionadas, sobre todo, con la importancia que el lenguaje (con sus silencios, mentiras y secretos) tiene en la vida de las mujeres. Otras razones, serían las siguientes:
El pasado 1 de enero envié, a través del formulario de la Unidad interactiva del DRAE, la propuesta de inclusión del término acuación, en los siguientes términos:
Acuación: f. acción y efecto de acuar
Acuar: tr. Expulsar con rapidez y fuerza por vía vaginal fluido prostático antes, durante o después del orgasmo.
En buena lógica, esto es lo que me contestó la RAE el 9 de enero de 2019:
“El Diccionario de la lengua española no inventa palabras, ni acepciones, ni tampoco las promociona o publicita. Se limita a recoger en su nomenclatura aquellas que tienen o han tenido uso en el idioma español, aquellas que existen y que existen con un nivel de uso intenso y amplio. La Real Academia Española a través de su diccionario no promueve, ni censura voces y acepciones, se limita a ser notaria de su uso. Es requisito fundamental para el mantenimiento y la inclusión de voces que corresponden a las distintas áreas y países de habla hispánica, que su empleo actual esté suficientemente documentado en textos, preferentemente de los corpus de la RAE, que deben abarcar, además, un periodo de tiempo de al menos seis o siete años, pues de otro modo, podrían reflejar un uso pasajero. Por tanto, para la incorporación o enmienda de una palabra o acepción al Diccionario es necesario testimoniar su uso según hemos relatado anteriormente. Si dispone de textos suficientes con los que podamos iniciar los trámites para posibles adiciones o enmiendas, puede mandarlos a través del formulario de la UNIDRAE que encontrará en la página web de la RAE. Agradeciendo su interés por nuestro Diccionario, reciba un saludo muy cordial.”
La propuesta guarda relación con el TFG de Psicología que acabo de entregar en la UOC (Universidad Oberta de Catalunya) que lleva por título “La construcción social del placer sexual femenino en Occidente: el caso de la acuación” en el que desde una perspectiva feminista y a través del análisis crítico del discurso se analizan las posibles articulaciones entre el contenido de los discursos que han sido hegemónicos en la construcción social del conocimiento en Occidente en relación a las mujeres y el modo en el que se ha llevado a cabo la construcción social de la subjetividad femenina con respecto a su propio placer sexual. Y para ello, pongo como ejemplo el caso de la acuación.
Al margen de la osadía que supone la propuesta, sabiendo cómo piensa la Institución con respecto al lenguaje que afecta a las mujeres, proponer el término acuación como alternativa a la locución hasta ahora empleada de “eyaculación femenina” tiene que ver tanto con la necesidad de que este fenómeno, que es exclusivamente femenino, tenga su propio significante, como con el hecho de que, como decía Adrienne Rich, «para nosotras, el proceso de nombrar y definir no es un juego intelectual, sino una captación de nuestra experiencia y una llave para la acción». Así pues, las razones de la propuesta, que son varias y que van más allá del hecho de que los significantes lingüísticos consigan su significado a través de su diferenciación de otros significantes, están relacionadas, sobre todo, con la importancia que el lenguaje (con sus silencios, mentiras y secretos) tiene en la vida de las mujeres. Otras razones, serían las siguientes:
- porque va siendo hora de que las referencias del lenguaje para las cuestiones que tienen que ver con las mujeres se realicen mediante significantes propios y apropiados, no como si todo lo femenino fuese un subproducto de la realidad masculina (considerada la realidad en sí). Por tanto, se considera adecuado el empleo de un término propio y específico que sustituya al calco hasta ahora utilizado –traducción literal del 'female ejaculation' anglosajón– por entender que éste opera por subdelegación del ya existente para el fenómeno masculino (evitando así que ocurra como con el fútbol, deporte que cuando quienes lo practican son hombres se llama fútbol y que cuando las que lo juegan son mujeres se llama fútbol femenino);
- porque atendiendo a la capacidad revolucionaria del lenguaje como generador de significados y, por tanto, de realidad, que la fenomenología de la acuación sea (re)conocida socialmente como realidad propia y exclusiva de las mujeres el término contribuya a su empoderamiento a través del lenguaje, empoderamiento que no podrá ser llevado a cabo de manera completa sin el conocimiento de su propio cuerpo en lo que a su sexualidad se refiere, desvinculándolo de la condena y del sometimiento a la que el saber científico masculino, no neutral, lo tenía amarrado al reducir su estudio al ámbito de la reproducción;
- porque este idioma merece tener un término propio de referencia del fenómeno, al igual que el francés tiene las feminine fountains y el inglés el squirting;
- porque, al igual que en el caso de la eyaculación, el fenómeno consiste en una (ev)acuación de fluido proveniente de la próstata, cuya existencia está demostrada también en las mujeres;
- porque por su aspecto, olor y sabor el producto acuado se parece al agua: tanto que en algunas culturas se le denomina “agua sagrada”;
- porque la forma sustantiva admite su forma verbal, que sólo puede conjugarse en femenino: yo acúo, tú acúas, ella acúa, nosotras acúamos, vosotras acuáis y ellas acúan;
- porque, al igual que ocurre en una ecuación, quedan incógnitas por despejar, sobre todo las que tienen que ver con la X, que las que afectan a la Y están ya muy estudiadas y
- porque esta realidad merece ser contada en sus propios términos y
- porque una de las aportaciones básicas del feminismo, como teoría crítica y como movimiento social, ha sido (y es) poner nombre a lo que no lo tenía (sororidad, feminicidio, techo de cristal...).
Dado que la sexualidad es el ámbito en el que las distinciones del sistema sexo/género operan por excelencia, al existir atribuciones sexuales asignadas a lo masculino y a lo femenino que varían según la época y la cultura, es posible deducir cómo las prácticas discursivas hegemónicas que han silenciado, ocultado o desinformado acerca de realidades que afectan a la sexualidad femenina han favorecido una determinada construcción de un sí mismo de las mujeres basado en el desconocimiento de su propio cuerpo hasta el punto de que esa construcción ha devenido en una destrucción de su ser íntimo que deja de expresarse por haberle sido negada sistemáticamente la expresión. Así, eentender cómo y cuándo el conocimiento en Occidente acerca del fenómeno de la acuación quedó enterrado por el puritanismo y el patriarcado pone de manifiesto cómo éste opera como jefe de obra en la construcción social de la subjetividad con respecto del placer sexual femenino. El recorrido histórico y bibliográfico que explica el desconocimiento generalizado y la desinformación intencionada que existe en la sociedad occidental en torno a la acuación permite, como poco, cuestionar el papel que tanto la ciencia médica como la industria pornográfica (producciones típicamente masculinas) han jugado en Occidente a la hora de reubicar en los márgenes de la aceptabilidad una realidad que afecta en exclusiva a las mujeres, convirtiéndola así en algo desconocido para la mayoría de ellas, que la desconocen porque no la experimentan o que no la experimentan porque la desconocen.
En otras épocas, Galeno, Aristóteles, San Agustín de Hipona o Santo Tomás mencionaron la acuación en sus escritos (semen femenino la llamaban) y en otras culturas distintas a la occidental, la emisión de abundante fluido prostático por parte de la mujer que se produce antes, durante o después del orgasmo ha estado presente desde hace siglos en las literaturas tántrica y taoísta y ha sido también representada en imágenes, tanto en papel como en la piedra, en el Japón y en la India antiguos. En la actualidad, en Ruanda el fenómeno de la eyaculación femenina tiene un nombre específico (‘kunyara’) y forma parte del patrimonio cultural del país hasta el punto de que los matrimonios quedan sellados con el regalo de una estera de fibras de plátano para proteger los colchones, porque se desean muchas ocasiones de húmedos orgasmos femeninos. En nuestra sociedad actual son escasas las referencias a la acuación más allá de las referencias pornográficas al ‘squirting’ o a las llamadas en Francia ‘femenine fountains’.
Si todas las mujeres desde que nacemos estamos físicamente dotadas para la acuación ¿por qué ésta no se produce en la mayoría de los casos?; si en la Antigüedad se conocía y se representaba ¿qué ha sucedido en Occidente para que la acuación haya dejado de existir como realidad?; si en otras sociedades y culturas se admite y se celebra ¿por qué en la sociedad occidental actual se la silencia o se la sitúa en los márgenes de la aceptabilidad?; ¿por qué la ciencia, que se interesa por todo, nunca se ha interesado por esto?.
Que en el siglo XXI la mayoría de las mujeres no sepan qué es la acuación y que por ello tal vez no la experimenten, o si la experimentan no la reconozcan, evidencia de hasta qué punto el discurso hegemónico patriarcal influye y condiciona no solo la estructura social y sus prácticas, sino que afecta a las experiencias individuales de las personas. La constatación de cómo el silenciamiento y la desinformación en Occidente acerca de la acuación han sido herramientas empleadas por el discurso patriarcal para contribuir a la “docilidad” del cuerpo de las mujeres explica tanto la escasísima literatura científica y bibliografía existente como la marginalidad en la que se la sitúa en la actualidad (industria pornográfica) constituyendo por ello un problema psicosocial en sí mismo que no sólo merece atención, desde el punto de vista de la psicología social, sino que exige un análisis que dé cuenta de cómo las distintas herramientas políticas (del cuerpo y del lenguaje) han sido empleadas por el patriarcado, a través de la mentira y del silencio, para convertir el cuerpo de las mujeres en cómplice de un sistema que niega a esas mismas mujeres el autoconocimiento limitando con ello la capacidad para su propio disfrute.
La representación que en los discursos de las distintas disciplinas del conocimiento institucionalizado se hace de las mujeres y de sus cuerpos, que sirve para justificar culturalmente las condiciones a las que éstas han sido sometidas a lo largo de los últimos siglos, sirve a su vez para explicar el modo de entender al sujeto mujer. Los usos y las formas que en ellos aparecen tanto para referirse a ellas como a su sexualidad contribuyen a crear una imagen casi siempre negativa de las mismas vinculando con empecinada insistencia esta última al hecho de la reproducción. En una suerte de carrera de relevos la continuidad, el entrelazamiento y la sinergia socio histórica existente entre las prácticas discursivas de las distintas disciplinas del conocimiento instituido permite entender estos discursos como mecanismos de dominación y control. Analizar cómo han incidido (e insistido) en la pervivencia de las diferencias a la hora de entender la sexualidad femenina con respecto a la masculina sirve también para comprender cómo la aceptación y el acatamiento social de su pronunciamiento forma parte del mecanismo de activación de esos mismos discursos. Llama la atención como estos discursos, enunciados desde ámbitos teóricamente enfrentados (ciencia vs religión) e incluso dentro de la misma disciplina por corrientes teóricamente contrapuestas, llevan siglos poniéndose de acuerdo en la representación que desde los distintos ámbitos del conocimiento se ha hecho de las mujeres.
En otras épocas, Galeno, Aristóteles, San Agustín de Hipona o Santo Tomás mencionaron la acuación en sus escritos (semen femenino la llamaban) y en otras culturas distintas a la occidental, la emisión de abundante fluido prostático por parte de la mujer que se produce antes, durante o después del orgasmo ha estado presente desde hace siglos en las literaturas tántrica y taoísta y ha sido también representada en imágenes, tanto en papel como en la piedra, en el Japón y en la India antiguos. En la actualidad, en Ruanda el fenómeno de la eyaculación femenina tiene un nombre específico (‘kunyara’) y forma parte del patrimonio cultural del país hasta el punto de que los matrimonios quedan sellados con el regalo de una estera de fibras de plátano para proteger los colchones, porque se desean muchas ocasiones de húmedos orgasmos femeninos. En nuestra sociedad actual son escasas las referencias a la acuación más allá de las referencias pornográficas al ‘squirting’ o a las llamadas en Francia ‘femenine fountains’.
Si todas las mujeres desde que nacemos estamos físicamente dotadas para la acuación ¿por qué ésta no se produce en la mayoría de los casos?; si en la Antigüedad se conocía y se representaba ¿qué ha sucedido en Occidente para que la acuación haya dejado de existir como realidad?; si en otras sociedades y culturas se admite y se celebra ¿por qué en la sociedad occidental actual se la silencia o se la sitúa en los márgenes de la aceptabilidad?; ¿por qué la ciencia, que se interesa por todo, nunca se ha interesado por esto?.
Que en el siglo XXI la mayoría de las mujeres no sepan qué es la acuación y que por ello tal vez no la experimenten, o si la experimentan no la reconozcan, evidencia de hasta qué punto el discurso hegemónico patriarcal influye y condiciona no solo la estructura social y sus prácticas, sino que afecta a las experiencias individuales de las personas. La constatación de cómo el silenciamiento y la desinformación en Occidente acerca de la acuación han sido herramientas empleadas por el discurso patriarcal para contribuir a la “docilidad” del cuerpo de las mujeres explica tanto la escasísima literatura científica y bibliografía existente como la marginalidad en la que se la sitúa en la actualidad (industria pornográfica) constituyendo por ello un problema psicosocial en sí mismo que no sólo merece atención, desde el punto de vista de la psicología social, sino que exige un análisis que dé cuenta de cómo las distintas herramientas políticas (del cuerpo y del lenguaje) han sido empleadas por el patriarcado, a través de la mentira y del silencio, para convertir el cuerpo de las mujeres en cómplice de un sistema que niega a esas mismas mujeres el autoconocimiento limitando con ello la capacidad para su propio disfrute.
La representación que en los discursos de las distintas disciplinas del conocimiento institucionalizado se hace de las mujeres y de sus cuerpos, que sirve para justificar culturalmente las condiciones a las que éstas han sido sometidas a lo largo de los últimos siglos, sirve a su vez para explicar el modo de entender al sujeto mujer. Los usos y las formas que en ellos aparecen tanto para referirse a ellas como a su sexualidad contribuyen a crear una imagen casi siempre negativa de las mismas vinculando con empecinada insistencia esta última al hecho de la reproducción. En una suerte de carrera de relevos la continuidad, el entrelazamiento y la sinergia socio histórica existente entre las prácticas discursivas de las distintas disciplinas del conocimiento instituido permite entender estos discursos como mecanismos de dominación y control. Analizar cómo han incidido (e insistido) en la pervivencia de las diferencias a la hora de entender la sexualidad femenina con respecto a la masculina sirve también para comprender cómo la aceptación y el acatamiento social de su pronunciamiento forma parte del mecanismo de activación de esos mismos discursos. Llama la atención como estos discursos, enunciados desde ámbitos teóricamente enfrentados (ciencia vs religión) e incluso dentro de la misma disciplina por corrientes teóricamente contrapuestas, llevan siglos poniéndose de acuerdo en la representación que desde los distintos ámbitos del conocimiento se ha hecho de las mujeres.
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