jueves, 13 de diciembre de 2018

#hemeroteca #lesbianismo #violenciaintragenero | ¿Cómo abordar las violencias en las relaciones lésbicas?

Imagen: El Salto
¿Cómo abordar las violencias en las relaciones lésbicas?
Es imprescindible y urgente que levantemos las alfombras, abramos puertas y ventanas y reconozcamos que los abusos y la violencia también están ocurriendo en nuestras relaciones lésbicas. Que en nuestros espacios feministas y bolleros también hay violencia.
Ana Murillo | El Salto, 2018-12-13
https://www.elsaltodiario.com/violencia-machista/abrir-el-melon-de-la-violencia-entre-mujeres

Soy mujer, soy lesbiana, soy feminista y he estado en una relación de maltrato con otra mujer. Quisiera explicar que esto que acabo de escribir me es posible hacerlo gracias al cuidado de amigas y compañeras; a las sesiones semanales de terapia y a que ha pasado el tiempo suficiente como para que esto haya dejado de ser únicamente un problema personal. Mi objetivo para contarlo es politizarlo y defender que sea desde lo colectivo y desde el feminismo que enfrentemos este tipo de situaciones. Porque nos repetimos que lo personal es político, pero parece que seguimos arrastrando, lesbianas, bisexuales y heterosexuales, que lo político solamente alude a las otras, no a una misma, mucho menos cuando se trata de señalar y visibilizar la violencia en las parejas lesbianas. En algunos artículos que se han escrito sobre la violencia intragénero, se hace referencia a la falta de datos que recojan las complejas realidades que se viven en las parejas lésbicas, por lo que no me repetiré en este sentido. Sí parece preocupante el dato que se publicó tras un estudio de COGAM: el 60% de las personas encuestadas asegura conocer a alguien que ha sufrido violencia intragénero y un 30% reconoce haberla ejercido.

En los últimos encuentros estatales LGTBIQ+, Isabel González Sáez, psicóloga y experta en violencia intragénero, en su ponencia sobre violencia intra-sexo/intra-género, comentó que la OMS en el 2003 definió la violencia intragénero como “cualquier comportamiento en una relación íntima que causa daño físico, psicológico o sexual a su pareja”, siendo los tipos de violencia física, psicológica y verbal, sexual, relacionada con el VIH+, económica, digital o outing interno o externo. Soy mujer, soy lesbiana, soy feminista y durante casi tres años mantuve una relación de violencia y de abusos verbales y psicológicos. Una relación en la que he sufrido aislamiento, control, anulación y manipulación. Mi expareja y yo compartíamos espacios de lucha feminista y LGTBI, fue justamente en esos espacios en donde se produjeron nuestros primeros acercamientos. Asistimos a concentraciones, manifestaciones, proyecciones, charlas, etc., contra la violencia machista. Hemos leído libros y artículos sobre que el amor romántico mata. Lo coreábamos juntas y rodeadas de otras compañeras. Por todo esto, creí estar a salvo del maltrato. Porque damos por sentado que una mujer no maltrata a otra mujer. Porque una mujer feminista no maltrata a otra mujer. Porque una mujer feminista es capaz de reconocer el maltrato desde el primer momento.Y en algún momento de la relación, me vi reconocida en la propia historia de mi madre. Esa fue una de las cosas que me ayudó a romper con la espiral de violencia. Estoy convencida de que esto fue así porque el feminismo, en su momento, me abrió los ojos y me ayudó a identificar las estructuras de poder y dominación que operaban en otras relaciones de mi alrededor. Aun así, tardé casi tres años en marcharme, y sí, es un deber de honestidad emocional y política decir que mi forma de responder a tanta violencia fue, en algunos momentos, defenderme con violencia. Sin el feminismo, no tengo dudas, la relación se hubiera alargado. Por todo esto, pregunto y me pregunto, después de una relación de maltrato, ¿qué vamos a hacer, además de evitar ciertos espacios y de pasar por ciertos lugares para no coincidir con nuestras exparejas? Sin dejar de tener en cuenta que, ahora mismo, gran parte de nuestras relaciones y formas de comunicarnos pasan por las redes sociales y, en mi caso, las amigas o conocidas en común, aún teniendo cierta idea de la historia, siguen compartiendo sus publicaciones y felicitándola por sus éxitos, por lo que la reparación del daño es prácticamente imposible y el sentimiento de soledad e incomprensión no parece terminar nunca.

Es imprescindible y urgente que reconozcamos la violencia que ejercemos en nuestras relaciones de pareja lésbicas y preguntarnos entre todas, ¿qué vamos a hacer con esto? Tanto si somos víctimas o victimarias, ¿cómo vamos a gestionarlo entre todas? Porque creo que esto, finalmente, no irá de marginar, estigmatizar ni aislar a nadie por agresora, porque creo que esto es un problema de todas, un problema del que el colectivo lésbico tenemos que hacernos cargo. Es imprescindible y urgente que levantemos las alfombras, abramos puertas y ventanas y reconozcamos que los abusos y la violencia también están ocurriendo en nuestras relaciones lésbicas. Que en nuestros espacios feministas y bolleros también hay violencia. Debemos preguntarnos si estamos dispuestas a gestionarlo como colectivo y, sobre todo, de qué manera vamos a hacerlo. Han pasado dos años desde que reuní la fuerza suficiente para marcharme de la relación y sigo intentando entender. Es posible que nuestro silencio responda a una omisión estratégica para no perder legitimidad a la hora de denunciar la violencia machista. Es posible que el silenciamiento autoimpuesto y la invisibilización estén relacionados con la pretensión de no romper con esa idea tantas veces escuchada y repetida sobre la igualdad en las relaciones entre mujeres. Pero no creo que esa igualdad venga dada a priori, sin un compromiso real para construir relaciones igualitarias. Si a todo esto añadimos las dificultades que tenemos las lesbianas para entrar en contacto con otras lesbianas y generar redes de apoyo (estamos prácticamente sin espacios de ocio o encuentro en Madrid; podemos imaginar cómo estarán en otras ciudades más pequeñas o en los pueblos); la necesidad acuciante, debido a nuestra historia vital de soledad y de rechazo, de pertenecer a una comunidad que no cuestione la visión ideal y estereotipada de nosotras mismas y que, por último, en el discurso feminista hegemónico no parece existir ningún interés por las experiencias y las historias de vida de las lesbianas, la realidad de algunas de nosotras es preocupante. No obstante, las lesbianas también sabemos que, siendo toda dinámica de poder dañina, no son comparables ni tienen las mismas consecuencias, mortales en algunas ocasiones, las dinámicas de poder que surgen entre iguales que las que se dan entre géneros históricamente jerarquizados, donde una de las partes, las mujeres, está tradicionalmente subordinada a la otra, los hombres, habiéndose dispuesto, incluso, de “justificaciones” culturales para sostener esa violencia.

Pero, una vez asumido esto y teniendo claro que la violencia contras las mujeres, todas las mujeres, debe ser abordada por y desde el feminismo, ¿tenemos las lesbianas que seguir calladas y mirando hacia otro lado? ¿Qué vamos a decirle a las compañeras que se encuentran en relaciones con dinámicas violentas y de sometimiento: que no es bueno para el feminismo abrir ese melón? No puedo entender ni compartir un feminismo que no siga cuestionándose desde lo personal a lo público, desde las relaciones bolleras hasta las heteras, para que ninguna nos quedemos por el camino. Porque ¿a cuántas compañeras estamos dejando tiradas por no airear lo que ocurre en las jaulas asfixiantes en las que se han convertido algunas relaciones entre mujeres? Asumamos que reproducimos en nuestras relaciones las estructuras heteropatriarcales y las dinámicas del amor romántico, y seamos capaces, como colectivo, con las herramientas que nos proporciona el feminismo y politizando los conflictos, de dar respuesta a las relaciones de maltrato entre lesbianas. En estos días, escribiendo este texto, compartiéndolo con amigas, una de ellas me comentaba que tenía la impresión de que este tema, el de la violencia entre lesbianas, parece ser algo que se menciona de vez en cuando para, después, volver a caer en el olvido. Pienso que es el momento de decir basta, de tomarnos en serio nuestras vidas, las lesbianas también queremos vidas que merezcan ser vividas.

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