miércoles, 26 de diciembre de 2018

#hemeroteca #homofobia #memoria | España cumple 40 años sin el delito de homosexualidad

Imagen: El Periódico / Manifestación por la Liberación Gay en Barcelona, 1977-06-26
España cumple 40 años sin el delito de homosexualidad.
En 1978 se reformó la ley de peligrosidad social: gais y transexuales dejaban de ser "vagos y maleantes". Esta norma, que reprimió durante décadas al colectivo LGTBI, comportaba el encarcelamiento y el destierro.
Beatriz Pérez | El Periódico, 2018-12-26
https://www.elperiodico.com/es/sociedad/20181226/espana-cumple-40-anos-eliminacion-delito-de-homosexualidad-ley-peligrosidad-social-7214507

"There's nothing here but flesh and bone". En español: "Aquí no hay nada más que carne y hueso". Es uno de los versos de la canción 'Outside' de George Michael, que relata su arresto "por actos obscenos" en 1998, cuando tenía 34 años, en unos baños públicos de Beverly Hills. Un policía encubierto le había tendido una trampa. El cantante, cuya carrera comenzó en los 80, se vio entonces obligado a hacer pública su homosexualidad.

En España, durante la dictadura franquista, la ley de peligrosidad social encarcelaba a cualquier persona que fuera sorprendida intentando establecer contacto homosexual o en algún local frecuentado por gais. Al igual que en EEUU, en Barcelona los urinarios públicos eran lugares de gancho para la policía. Esa ley, que durante décadas reprimió dura y sistemáticamente al colectivo LGTBI y que suponía años de encarcelamiento y el posterior destierro, fue reformada el 26 de diciembre de 1978 y eliminó de su articulado el delito de homosexualidad en España. Hoy se cumplen 40 años de aquel momento fundamental en la historia del colectivo: se abría la puerta para salir del armario de la clandestinidad.

"La ley de peligrosidad social fue aprobada en 1954 y sustituía a la de vagos y maleantes. En 1970 pasó a denominarse ley de peligrosidad y rehabilitación social. Es decir, incluyó la paternalista idea de que era posible curar la homosexualidad y rehabilitarnos", explica Jordi Samsó, presidente del Casal Lambda. El movimiento gay, con la creación clandestina del Front d'Alliberament Gai de Catalunya (FAGC) en Barcelona en 1971, nació como respuesta a esa norma. Años después, la primera manifestación LGTBI de España, en las Ramblas de Barcelona en junio de 1977, pedía la derogación de la ley de peligrosidad social, que estuvo especialmente activa en los 50 y 60.

Centros de rehabilitación social

Como relata Armand de Fluvià, fundador del FAGC e iniciador del movimiento gay en España y Catalunya, esta reforma supuso que los homosexuales ya no eran considerados ni "anormales" ni "peligrosos sociales" ni "predelincuentes". "Pasábamos a ser ciudadanos iguales que los demás", dice Fluvià, quien comenzó en la lucha escondido bajo el pseudónimo Roger de Gaimon. En Huelva y Badajoz se encontraban los centros de rehabilitación social donde encerraban a homosexuales y 'travestis' (en aquel momento no existía la palabra transexual) para curarlos con capellanes y psiquiatras.

"En los campos de concentración nazis estaba escrito 'El trabajo os hace libres'. Aquí la idea era que el trabajo nos hacía 'normales'. Quienes estaban allí encerrados confeccionaban pelotas de fútbol, sogas para la marina de guerra y parquets". Fluvià estuvo dos veces en una cárcel franquista pero no por homosexual, sino como preso político por estar a favor de una monarquía democrática parlamentaria.

"Los homosexuales fuimos los últimos en salir de las cárceles franquistas. Ocurrió en 1979", recuerda Jordi Samsó. Gais y transexuales no eran presos políticos, simplemente 'maricones'. Por eso la ley de amnistía de 1977 no incluyó al colectivo LGTBI, que no salió de la cárcel hasta febrero de 1979, un mes después de la aparición en el Boletín Oficial del Estado (BOE) de la reforma de la ley de peligrosidad social.

Quedaba el escándalo público
La eliminación del delito de homosexualidad fue un gran paso, pero aún quedaba mucho por hacer. La ley de peligrosidad social no se derogó completamente hasta 1995 y el delito de escándalo público contra las conductas provocadoras (nudismo, exhibicionismo, 'voyeurismo' u homosexualidad) estuvo vigente hasta 1988. Pero mientras tanto pasaban cosas. Por ejemplo, en 1987 una pareja gay de Taradell (Barcelona) se plantó en el juzgado de Vic para casarse. Hubo una manifestación de apoyo.

"Yo estuve ahí. Había más gente mirándonos que en la mani. El fiscal dijo que, según el artículo 14 de la Constitución, el matrimonio homosexual no tendría por qué ser inconstitucional, pero que no había precedentes judiciales en el derecho comparado. Se generó un debate", cuenta Eugeni Rodríguez, portavoz del FAGC y presidente del Observatori contra l'Homofòbia.

En 1986 se crearon los primeros grupos de Joves per l'Alliberament Gai (JAG), pero Rodríguez recuerda una anécdota que refleja la frágil libertad que aún se vivía durante los años posteriores a la reforma de la peligrosidad social: "En una manifestación, dos chicos se besaron delante de la Jefatura de Policía, en Barcelona, y los detuvieron por escándalo público. Dentro de la mili había un cuadro médico de exclusiones y uno de ellos era la homosexualidad, que se suprimió a finales de los 80". En 1991 la transexual Sonia Rescalvo fue brutalmente asesinada en el parque de la Ciutadella de Barcelona por un grupo de neonazis.

Eran, además, los años en que apareció el VIH/sida, que cogió desprevenido a todo el mundo y que no hacía sino añadir un elemento más de estigmatización a un colectivo históricamente discriminado. "En 1985 la Conselleria de Salut comenzó a publicar trípticos informativos sobre el sida. Los primeros años eran de desorientación para todo el mundo. Al VIH se le conocía como la 'enfermedad de las tres haches': hemofílicos, heroinómanos y homosexuales", rememora Jordi Samsó. La medicación que convertiría en crónico el sida no aparecería hasta 1998. Por el camino se quedó mucha gente.

"Contudencia legal y social"
El 2005 fue un año clave en la historia del colectivo: España se convierte en el cuarto país del mundo en legalizar el matrimonio. Y nueve años después el Parlament de Catalunya aprueba la ley 11/2014 para garantizar los derechos de la comunidad LGTBI y contra la homofobia, pionera en toda España. Rodríguez, aun así, lamenta que no se haga más uso de ella. "Desde el 2014 el Observatori contra l'Homofòbia, de forma rigurosa, ha cuantificado y denunciado 400 incidencias, pero la Generalitat solo ha puesto seis sanciones. Las instituciones deben ser conscientes de que no hemos luchado tanto para que después se banalicen las agresiones. Ante la LGTBIfobia, debe haber una respuesta contudente a nivel legal y social", dice.

El presidente del Observatori contra l'Homofòbia avanza que este 2018 cerrará con un ligero aumento de denuncias con respecto al año pasado y, entre ellas, suben "muchísimo" las notificaciones por transfobia, que alcanzan la segunda posición por detrás de los hombres homosexuales y bisexuales. Rodríguez pide que la memoria de todos esos años de terror y lucha no desaparezca. El colectivo reclama una placa en la parte baja de las Ramblas donde empezó aquella primera manifestación LGTBI y otra donde antaño estuvo el antiguo Cine Niza, en Sagrada Família: ahí, en 1977, se celebró el primer mitin para pedir la derogación de la ley de peligrosidad social.

Imagen: El Periódico / Jordi Petit
"Gais y transexuales fuimos los últimos en salir de las cárceles franquistas".
El histórico activista LGTBI Jordi Petit reflexiona sobre la eliminación, hace 40 años, del delito de homosexualidad. La ley de peligrosidad social reprimió al colectivo durante décadas con el encarcelamiento y el destierro.
Beatriz Pérez | El Periódico, 2018-12-26
https://www.elperiodico.com/es/sociedad/20181226/jordi-petit-gais-transexuales-fuimos-los-ultimos-salir-carceles-franquistas-ley-peligrosidad-social-7213491

Estuvo dos veces en la cárcel (donde fue violado) por militar en el Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC) y por ser sospechoso de subversión mientras hacía la mili. Jordi Petit (Barcelona, 1954) fue uno de los primeros activistas LGTBI de España y un histórico de la lucha por los derechos civiles. Su trabajo, desde la Coordinadora Gai-Lesbiana de Catalunya (1986-2014), contribuyó en 1994 a incluir a las parejas homosexuales en la ley de arrendamientos urbanos y en 1998, a promulgar la primera ley de parejas de hecho en toda España. Petit, que recibió la Creu de Sant Jordi y la Medalla de Honor de la ciudad de Barcelona por su trabajo, conoce bien la ley franquista de peligrosidad y rehabilitación social, denominada popularmente como la de 'vagos y maleantes', que fue usada para reprimir a homosexuales y transexuales (o 'travestis', como se les llamaba en la época) mediante el encarcelamiento y el posterior destierro. Hoy se cumplen 40 años de la reforma de esta norma que supuso la eliminación del delito de homosexualidad.

-¿Cómo fue ese momento?
-Mágico y muy esperado, porque hasta entonces no existíamos. Los últimos presos del franquismo en salir de las cárceles fuimos los homosexuales y los transexuales. La reforma de la ley de peligrosidad social apareció en el Boletín Oficial del Estado (BOE) del 11 de enero de 1979 y un mes más tarde salieron los presos homosexuales, que no recibieron compensación económica alguna hasta el Gobierno de Zapatero. Muchos ya no vivían. La ley no se derogó por completo hasta 1995.

-¿Y por qué fueron los últimos en ser excarcelados?
-Porque la Transición tuvo muchas limitaciones. Los presos políticos habían salido antes de las elecciones del 77, pero muchas otras cosas no cambiaron. Tampoco fue una condición para los acuerdos de la Transición tocar la ley de peligrosidad social. Quizás se cometió el error de no haber participado en órganos de oposición democrática como la Assemblea de Catalunya pero, en cualquier caso, no fue posible antes. La Transición no dio tanto de sí como hubiéramos querido y, por eso, salimos dos años largos más tarde.

-¿Cómo se consiguió esa victoria?
-Tuvo dos niveles de actuación. Por una parte, las primeras manifestaciones de Barcelona en el 77, sumadas a los manifiestos, artículos de prensa y a una notable simpatía de la opinión pública. Todo esto creó una fuerza que, en aquel momento, lideró el Front d'Alliberament Gai de Catalunya (FAGC), coordinado por Armand de Fluvià. Pero, por otra parte, en paralelo y de manera más práctica, tres diputados hicieron de puente con el Congreso de los Diputados. Fueron Josep Maria Riera del PSUC, Rudolf Guerra del PSC y Pablo Castellanos del PSOE. Ellos, en los pasillos de las Cortes, le insistían a Adolfo Suárez en la idea de que la democracia española no se podría homologar a las demás si existía esa ley tan rancia y si los homosexuales estaban en la cárcel. Y que eso, además de ser intolerable en democracia, podía ser incluso un elemento de boicot turístico.

-Tras la supresión del delito de homosexualidad, ¿cuál fue el siguiente paso?
-La batalla por legalizar las asociaciones y los locales homosexuales. En 1980, Josep Maria Riera y Rudolf Guerra, de nuevo, y Juan María Bandrés del Partido Socialista de Euskadi-Euskadiko Ezkerra (PSE-EE) insistieron a Suárez y al ministro del Interior en la legalización del FAGC, que finalmente se produjo en julio del 80. A esos diputados les debemos más de lo que pensamos.

-¿Cómo era ser homosexual en la Barcelona franquista?
-Por más cosmopolita que fuera Barcelona, para un niño de la época ser gay era un infierno. Los adolescentes más espabilados sabían dónde ligar de manera clandestina: los 'drugstore' de Passeig de Gràcia o las casetas de baño de la playa de Sant Sebastià, donde a veces había redadas. La Barcelona franquista quizás fue tolerante con los homosexuales de la 'Gauche Divine' por ser de origen bienestante. Ellos hacían su vida bohemia en el Bocaccio y La Cova del Drac, en la calle Tusset. Pero ser gay no dejaba de ser un gravísimo problema para los demás adolescentes y niños, porque no teníamos ninguna referencia ni información.

-¿Qué vivió usted?
-Recuerdo que de pequeño, cuando visitaba las casas de amigos de mis padres o familiares, me iba a la biblioteca a mirar los diccionarios y, cuando veía la descripción de la homosexualidad, salía aterrado. Yo sufrí 'bullying' en los Salesianos de la calle de Rocafort por parte de los compañeros y por culpa de una incursión del Opus Dei, que me indujo a la automortificación para expiar mi pecado de homosexualidad y para educar mi voluntad a través de un cilicio que yo me ponía en el brazo. Buscaba mi salvación como homosexual porque no me aceptaba. Así, la primera victoria del movimiento LGTBI en sus inicios, antes que salir de la ley de peligrosidad social, fue empezar a autoaceptarse y dejar atrás la 'autohomofobia'.

-La aparición del VIH/sida en los 80 obligó al movimiento a dar un cambio de rumbo. ¿Por qué?
-Así es. Con la derogación de la ley y la legalización, los frentes de liberación se vaciaron y se llenaron las pistas de baile. Fue muy lógico: la gente nunca había tenido tanta libertad. Muchas entidades nacidas en el 77 se disolvieron en el 80. Pero entonces llegó el sida, que supuso una crisis tremenda en las asociaciones que quedaban. Unas apostaban por el voluntariado de la prevención del sida de la mano de las instituciones; otro sector quería hacer la revolución sin colaborar con las instituciones porque consideraba que había que derribarlas. En aquel debate ni unos ni otros sabíamos lo terrible de lo que se nos venía encima. Yo pertenezco a una generación desaparecida. Muchísimos de mis amigos y amantes murieron.

-El año 1998 también fue importante para el movimiento.
-Sí, ese fue un año de cambio de humor en el colectivo. Aparece la revista 'Zero', llega Boris Izaguirre a España, hubo los 'Gay Games' en Ámsterdam y aparece la medicación que hace crónico el sida. La gente dejó de morirse...

-... Y en el 2005 España aprueba la ley del matrimonio homosexual.
-Fue una conquista que casi no nos creíamos, pero a veces en la política hay un juego similar al del billar. Durante los ocho años del mandato de Aznar fui llamado, de forma discreta, dos veces a la Moncloa para hablar con sus asesores. En el primer mandato, pedimos una ley de parejas de hecho, pero en el segundo, cuando ya se habían empezado a aprobar las leyes del matrimonio en Bélgica, Holanda y Dinamarca, exigimos el matrimonio tal cual. El asesor dijo que ni hablar. Las manifestaciones a favor de la ley de parejas y luego del matrimonio en el Orgullo Gay de Madrid -que no de Barcelona- enseguida se volvieron multitudinarias. La oposición de entonces, IU y el PSOE, se comprometió con nuestras reivindicaciones y Zapatero lo hizo posible.

-¿Qué queda por conseguir?
-Las leyes no significan que la sociedad cambie de manera automática. Ha aumentado la visibilidad, pero también las agresiones y la homofobia. El gran reto es ser tan visibles, que lleguemos a ser indiferentes. También dar más y mejor atención a las personas mayores LGTBI, acompañar a los refugiados LGTBI -que son rechazados por el resto de migrantes- e integrar en la escuela desde primaria la educación igualitaria. Ahora estamos ante un fenómeno que es la vanguardia del movimiento actual: las familias homoparentales. Son activistas las 24 horas del día: van con los críos a la escuela, por el barrio, a visitar a sus familias. Y eso es un elemento transformador importantísimo porque expande algo fundamental: el cariño, el amor. No hay arma más eficiente que el quererse.


Imagen: El Periódico / Maria Giralt
Las lesbianas: tan invisibles, que se libraron de la ley de peligrosidad social.
Las mujeres homosexuales también existían durante el franquismo, pero el régimen no concebía su existencia. Vivían con "terror" a ser descubiertas y sufrieron la represión de la dictadura en el entorno familiar.
Beatriz Pérez | El Periódico, 2018-12-26
https://www.elperiodico.com/es/sociedad/20181226/las-lesbianas-tan-invisibles-que-se-libraron-de-la-ley-de-peligrosidad-social-7215514

La ley de peligrosidad y rehabilitación social, que se aprobó en 1954 y que sustituía a la de vagos y maleantes, le sirvió al franquismo para reprimir durante décadas al colectivo LGTBI. A quienes eran sorprendidos entablando algún tipo de contacto homosexual les esperaban años de cárcel y destierro, además de un enorme rechazo social. Pero hubo un sector que tuvo la suerte y la desgracia, a un tiempo, de no sufrir esta ley: las mujeres lesbianas.

"Nos afectó muy poco porque estábamos totalmente invisibilizadas. Solo hay un caso documentado de una mujer encarcelada por lesbiana", relata Maria Giralt, directora general de Gayles TV. Giralt contaba con apenas 18 años cuando participó en la primera manifestación LGTBI de la historia de España, que tuvo lugar en las Ramblas de Barcelona en junio de 1977. '¡Detrás de las ventanas hay lesbianas!', gritaban. Este 26 de diciembre se cumplen 40 años de la reforma de la ley de peligrosidad social mediante la cual la homosexualidad dejaba de ser delito en España.

"Dos mujeres que vivían juntas o que iban de la mano por la calle no eran sospechosas. Por eso no se les hacía efectiva esa ley. Pero, cuando algo no existe, no se reivindica", prosigue Giralt, quien durante 10 meses trabajó como DJ en el Daniel's, un pub inglés para lesbianas que abrió en 1975 al lado de la plaza de Cardona, en el barrio de Sant Gervasi. Fue de los primeros de Barcelona.

Un pub "variopinto"
"Al Daniel's venían las chicas de El Molino cuando este cerraba, gente de la farándula, prostitutas lesbianas, niñas del colegio e, incluso, amas de casa con su bolsito. Y de toda la comarca. Era de lo más variopinto", añade esta activista. En el Daniel's también había redadas. "En la pista de baile había una luz roja que, cuando se encendía, avisaba de que venía la poli. Entonces las mujeres dejaban de bailar, se sentaban y se ponían a hablar".

Giralt matiza que, aunque a las lesbianas no se les aplicó directamente la ley de peligrosidad social, sí la sufrieron indirectamente, sobre todo en el entorno familiar. Muchas mujeres homosexuales eran internadas por la familia en centros psiquiátricos. "No sé si es peor esto o estar en la cárcel", opina Giralt, que vivió la represión franquista "como mujer, como lesbiana y como catalana". Ella fue una de las fundadoras del Col·lectiu de Lesbianes dentro del Front d'Alliberament Gai de Catalunya (FAGC), que en 1977 pedía la amnistía, el derecho al propio cuerpo, la libertad sexual y el reconocimiento de la existencia de las lesbianas.

Como explica Katy Pallàs, presidenta de la Associació de Famílies LGTBI, la "invisibilidad" que las lesbianas sufrieron durante el franquismo tenía que ver con el hecho de que la mujer tenía entonces un lugar "preferente": la casa. "Pero todo el mundo conocía a fulanita y menganita que vivían juntas porque no encontraban a 'ningún hombre que las quisiera'", señala con ironía.

"Terror de ser descubiertas"
"Durante el franquismo hubo represión hacia hombres y mujeres homosexuales, pero era más visible la persecución hacia ellos porque su homosexualidad ha sido siempre más visible", cuenta Paulina Blanco, de 69 años. "Las lesbianas hemos hecho creer a la gente que éramos amigas, primas, hermanas, porque vivíamos con el terror de ser descubiertas".

La familia de Paulina nunca aceptó su homosexualidad. Su madre la desheredó y su hermano las agredió físicamente a ella y a su esposa, Encarnita. "He sentido todo el desprecio y me he sentido muy mal. También he sentido vergüenza. Y no siempre he tenido fuerzas para enfrentarme al entorno que me rodeaba. Necesité terapia y ayuda. Ha sido muy largo y deja huella", cuenta. "Ahora me siento liberada de ese peso".

De niña fue a un colegio de monjas donde todo se "confabulaba" en contra de ella. "De adolescente primero descubrí mi sexualidad; dentro de ella, mi homosexualidad. Y mi soledad: ¿a quién le explicaba todo eso en los años 60?", se pregunta. "Yo tenía un sentimiento religioso muy acentuado, lo cual supuso una carga de pecado muy grande". De joven, en la "zozobra" de aceptarse como lesbiana y cristiana, acudió a la consulta de un psiquiatra en Madrid, quien le recomendó un tratamiento de 'electroshocks'. "Por suerte, no seguí esta recomendación", narra.

Al matrimonio 33 años después

Paulina conoció a Encarnita en 1972. Se casaron en el 2005, el mismo año en que se aprobó la ley del matrimonio homosexual. "Para mí esta fue la ley más importante. Fue la norma que restituyó nuestros derechos. Yo conocí a Encarnita a los 23 años y no nos pudimos casar hasta que tuve 56. Durante esos 33 años no tuvimos derechos: yo no podía pedir permisos cuando ella estaba enferma", opina. Esta pareja es patrona fundadora de la Fundació Enllaç, que asiste a personas mayores LGTBI en situación de soledad y precariedad. A Paulina le preocupa tener que ingresar un día en una residencia de ancianos: "Todos hemos sido educados en la homofobia", denuncia.

También Katy Pallàs señala que "todo ha cambiado muchísimo" en estos 40 años. "Sobre todo por el hecho de que las familias homoparentales podemos tener hijos con toda la protección legal. Hemos luchado mucho para que nuestros pequeños no fueran ciudadanos de segunda, y nos sentimos orgullosas de a donde hemos llegado", subraya. Según ella, las familias homoparentales, dado que son visibles "sí o sí", han trazado un importante "puente" entre las familias heterosexuales y la comunidad LGTBI.


Imagen: El Periódico / Silvia Reyes
"Las transexuales no teníamos otra salida que la prostitución".
Silvia Reyes fue encarcelada en 1974 en la Modelo tras una redada policial y, después, desterrada de Catalunya. Se trasladó a París, donde trabajó en el mundo del espectáculo, y en total estuvo 10 años fuera de España.
Beatriz Pérez | El Periódico, 2018-12-26
https://www.elperiodico.com/es/sociedad/20181226/las-transexuales-no-teniamos-otra-salida-que-la-prostitucion-7217596

Silvia Reyes (Las Palmas de Gran Canaria, 1949) estuvo encerrada en la cárcel la Modelo de Barcelona y en un centro de rehabilitación social (es decir, de cura de la homosexualidad) de Badajoz entre 1974 y 1975, el mismo año en que murió el dictador Franco. Su delito: ser transexual, en virtud de la ley franquista de peligrosidad y rehabilitación social. En aquellos años, además, ni siquiera existía esa palabra: las mujeres como Silvia eran denominadas 'travestis'. El término 'transexualidad' no aparecería hasta los 90 y la Organización Mundial de la Salud (OMS) dejó de considerarla una enfermedad mental este 2018. Este miércoles se cumplen 40 años de la despenalización del delito de homosexualidad en España.

"Me detuvieron en un 'drugstore' de Passeig de Gràcia. Ahí había restaurantes abiertos toda la noche a los que iban las chicas del espectáculo y de los clubes de alterne, los gais y las transexuales. La policía hacía redadas y, en una, me cogieron", relata Silvia, sentada en el sofá de su apartamento. Junto a otros detenidos, la trasladaron a la Jefatura Superior de Policía y allí estuvo tres días durmiendo en el suelo, sin comer nada.

Silvia había llegado a Barcelona en 1972 desde las Canarias. En 1974 comenzó a hormonarse. Se vio obligada a ejercer la prostitución. "Las transexuales no teníamos otra salida", denuncia. Cuando, junto a otras 'trans', la encerraron en la cárcel, creyó que era por ejercer la prostitución. "Pero el policía nos explicó que no, que era por 'travesti'".

En la Modelo ingresó con otras 37 transexuales. Todas ellas estaban encarceladas en un módulo separado del resto de presos. "De las 38 que éramos, solo una era aceptada por su familia. Las demás no". Con los años, tres acabaron suicidándose con sobredosis de heroína, en sus casas, "solas y rechazadas por sus familias y la sociedad". De su paso por la Modelo Silvia recuerda dos motines. "Los otros presos se amotinaron porque querían estar con nosotras, porque éramos muy agradables. Las fuerzas del orden los redujeron a todos".

Tras salir de la cárcel barcelonesa, Silvia fue trasladada al penal de Badajoz y salió en libertad cuatro días antes de morirse Franco: el 16 de noviembre de 1975. La ley de peligrosidad y rehabilitación social incluía el encarcelamiento y el posterior destierro y, así, como tantos otros miembros del colectivo LGTBI, fue expulsada de Catalunya tras cumplir condena. "Me fui a París, donde trabajé en el espectáculo. Estuve 10 años trabajando en este mundo en Francia, Suiza y Bélgica. Pero seguía viniendo a Barcelona una vez al mes", cuenta mientras enseña fotografías de la época.

Así, Silvia estuvo en aquella primera e histórica manifestación del colectivo LGTBI en España: sucedió en las Ramblas de Barcelona, el 26 de junio de 1977. "Las transexuales íbamos en la primera fila. Nuestro lema era '¡Basta ya!'. Al llegar a la plaza de Catalunya, nos estaban esperando los coches de los 'grises', así que nos quitamos los tacones y empezamos a correr como locas". Era amiga de Sonia Rescalvo, la transexual brutalmente asesinada en 1991 por un grupo de neonazis en el parque de la Ciutadella. "Me enteré al volver de Ginebra. Me quedé totalmente traumatizada", asegura.

Hasta el año 2009 los homosexuales y las transexuales encarcelados por el franquismo no comenzaron a recibir indemnizaciones del Estado. "Pedimos a Zapatero y al PSOE una pensión vitalicia de 400 euros al mes, pero no nos la dieron". Silvia recibió 7.500 euros.

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