Imagen: El Periódico / Antoni Ruiz |
Antoni Ruiz fue encarcelado y violado por homosexual con solo 17 años, cuando aún estaba en vigor la ley franquista de peligrosidad social. Este activista fue clave para lograr, entrada la década del 2000, la petición de perdón del Estado y las indemnizaciones a los perseguidos por la dictadura.
Nacho Herrero | El Periódico, 2018-12-26
https://www.elperiodico.com/es/sociedad/20181226/un-gris-le-dijo-a-otro-preso-con-este-puedes-hacer-lo-que-quieras-que-es-maricon-7218023
A Antoni Ruiz i Saiz (Xirivella, València, 1958) la ley de peligrosidad social le ha marcado la vida. Encarcelado (y violado) por homosexual con solo 17 años se vio empujado a la prostitución hasta que logró rehacer su vida, pero también se convirtió en un activista por los derechos de las personas LGTBI y de aquellos presos sociales. Fue clave para lograr, entre el 2004 y el 2007, la petición de perdón por parte del Estado y una indemnización a los afectados. Ahora abandona la presidencia de la asociación que los agrupa con casi todos los objetivos cumplidos. Este 26 de diciembre se conmemoran los 40 años de la reforma de la ley franquista de peligrosidad social que comportó la eliminación del delito de homosexualidad.
-¿Cómo entró la ley de peligrosidad social en su vida?
-En el 76 le dije a mi familia que era homosexual y mi madre le pidió consejo a una monja que me denunció ante la Brigada Criminal de València. El 2 de marzo a las 6 de la mañana se presentaron en nuestra casa cuatro secretas en dos coches para recoger a un chiquillo de 17 años y de ahí nos fuimos a la comisaría provincial de València.
-¿Cuánto tiempo estuvo en la comisaría y qué ocurrió después?
-Allí me tiré dos noches y dos días. Por las noches me interrogaban o me llevaban paseando por donde iban los homosexuales a ligar para que denunciara a otros, pero yo siempre decía que no conocía a nadie. Siempre he pensado que la frustración de que les dijera que no a todo hizo que me presentaran al juzgado de peligrosidad social. Si hubiera acusado a otros, seguramente no me habrían llevado.
-¿Qué pasó en el tribunal?
-El juez empezó a recriminarme mi homosexualidad y me dijo que iba a ir a un colegio, que tenía que pasar una semana en la prisión, pero que no me preocupara. No tuve asistencia pese a ser menor, no pude hablar con mi familia ni con un abogado, ni me revisó ningún forense ni en la comisaría ni ante el juez. Al final estuve 15 días en la Modelo de València, luego a Carabanchel, donde estuve otros 15 días hasta que me llevaron a la Modelo de Badajoz, donde estuve dos meses.
-¿Cómo vivió aquel calvario?
-Con miedo, porque las prisiones entonces estaban abarrotadas, aquello era un polvorín. Lo viví un poco acojonado hasta que le pillé un poco el truco. En Carabanchel casi me cagué en los pantalones, pero le eché un poco de pecho y me libré de algunas violaciones, cosa que no pasó en la propia comisaría.
-¿Le violaron?
-Sí, en el calabozo, indicado por un 'gris'. Metió a otro preso y le dijo: "Con este puedes hacer lo que quieras, que es maricón". En las demás ya iba con muchísimo más cuidado y trataba de no estar solo nunca.
-Y después, el destierro.
-Me pasé el año de destierro en Dénia, a los 100 kilómetros justos que me marcaron, ni uno más. Estuve trabajando con mi tío, que era de derechas pero me dijo que tenía que ser yo y que no me preocupara. Cuando pase el año, volví a València y empecé mi lucha por los derechos LGTBI.
-¿Se reconcilió con su madre?
-No, costó muchísimos años, más de 15. Al principio la odiaba porque no sabía lo que había pasado. Cuando me dieron las explicaciones lo entendí. Lo que quería era pedir consejo, pero a ella también la engañaron, le dijeron que me iban a llevar a un colegio y que me iban a reeducar.
-Además de los meses de prisión y del destierro, la ley le dejó sin la vida que tenía.
-Sí, entonces trabajaba de pastelero y la policía ya se encargó de ir a todos los sitios en los que había trabajado para contar que me habían detenido por homosexual.
-¿Cómo consiguió rehacer su vida?
-La única oportunidad que me dieron una vez volví de Dénia -en ningún sitio donde había trabajado me cogieron- fue ejercer la prostitución. A eso nos abocaron a todos, porque nos cerraron todas las puertas.
-Algunos de sus compañeros serían de buenas familias y algunos clientes, los que redactaban esas leyes...
-Por supuesto. Cuando había una redada a los primeros que cogían era a los de clase humilde. Los que tenían apellido y afines al régimen entraban por una puerta y salían por la otra. Y los propios clientes, no voy a dar nombres, eran gente muy importante de València.
-¿Cómo vivió aquella navidad del 78 en la que se 'sacó' el delito de homosexualidad de la ley?
-Con muchísima alegría porque, aunque yo ya estaba fuera, suponía que nuestros compañeros salían de la cárcel. En enero salieron todos. Pero quedaba mucho por hacer, por la calle nos seguían señalando. No podías mostrar tu afectividad ni tu homosexualidad.
-Porque quedaba el delito de escándalo público…
-Sí, porque no se hablaba de homosexuales, pero siguieron poniendo sanciones administrativas por escándalo. Te ponían multas y, si no la cumplías, ibas a prisión.
-¿Fue la ley de matrimonio homosexual la que lo cambió todo para el colectivo?
-Lo cambia, es un gran triunfo. Pero ahí estuvimos Pedro Zerolo -que en paz descanse- y yo dando la batalla para que se reparara a los presos sociales. La reparación vino dos años después con la ley de la memoria histórica, en la que también participé. Antes, en el 2004, conseguimos una Declaración del Parlamento por unanimidad, que nos permitió empezar a plantear la cuestión de las indemnizaciones.
-¿Costó mucho que el Estado reconociera el daño causado?
-Hubo que hacer muchísimo trabajo y muy duro, y convencerlos. Se querían escapar un poco con que ya se había hecho la ley de matrimonio y otras cuestiones, pero al final nos salimos con la nuestra. Eran un poco reticentes.
-Hay un avance de la ultraderecha en Europa que parece poner en peligro esos derechos conseguidos. VOX ya ha dicho que, si de ellos depende, se cambiará la ley del matrimonio homosexual. ¿Sienten que hay amenaza de retroceso?
-No les vamos a tener miedo a VOX, hemos pasado por una dictadura bastante dura. Lo que no podemos hacer es retroceder. No les vamos a dejar que nos retiren los derechos conquistados. Aunque el pueblo español es muy comodón, creo que la gente se tiraría a la calle.
-Cuando echa la vista atrás para mirar estos 40 años, ¿cómo los valora?
-Muy positivamente, ha sido un orgullo ser presidente de la Asociación de ExPresos Sociales y luchar por nuestro reconocimiento y todo lo que hemos conseguido. Una de las mayores victorias ha sido que todos los expedientes de aquella ley pasaran de los juzgados a las 'consellerias' de cultura y al Arxiu Nacional de Catalunya, donde se pueden consultar. Ahora dejo la presidencia por cuestiones de salud y requiere mucho esfuerzo y viajes, y ya nos queda poco. En el 2008 un comisario de Alicante nos confirmó que aún estamos en los archivos de la Policía y estamos pendientes de dirigirnos al Ministerio del Interior para que lo retiren del sistema informático. No tenemos por qué aparecer allí. El otro objetivo es más complicado aún: recuperar los 3,4 millones que no gastaron en las indemnizaciones, hacer un fideicomiso y darle a los indemnizados una pequeña pensión para compensar, ya que la mayoría cobran pensiones no contributivas.
-¿Cómo entró la ley de peligrosidad social en su vida?
-En el 76 le dije a mi familia que era homosexual y mi madre le pidió consejo a una monja que me denunció ante la Brigada Criminal de València. El 2 de marzo a las 6 de la mañana se presentaron en nuestra casa cuatro secretas en dos coches para recoger a un chiquillo de 17 años y de ahí nos fuimos a la comisaría provincial de València.
-¿Cuánto tiempo estuvo en la comisaría y qué ocurrió después?
-Allí me tiré dos noches y dos días. Por las noches me interrogaban o me llevaban paseando por donde iban los homosexuales a ligar para que denunciara a otros, pero yo siempre decía que no conocía a nadie. Siempre he pensado que la frustración de que les dijera que no a todo hizo que me presentaran al juzgado de peligrosidad social. Si hubiera acusado a otros, seguramente no me habrían llevado.
-¿Qué pasó en el tribunal?
-El juez empezó a recriminarme mi homosexualidad y me dijo que iba a ir a un colegio, que tenía que pasar una semana en la prisión, pero que no me preocupara. No tuve asistencia pese a ser menor, no pude hablar con mi familia ni con un abogado, ni me revisó ningún forense ni en la comisaría ni ante el juez. Al final estuve 15 días en la Modelo de València, luego a Carabanchel, donde estuve otros 15 días hasta que me llevaron a la Modelo de Badajoz, donde estuve dos meses.
-¿Cómo vivió aquel calvario?
-Con miedo, porque las prisiones entonces estaban abarrotadas, aquello era un polvorín. Lo viví un poco acojonado hasta que le pillé un poco el truco. En Carabanchel casi me cagué en los pantalones, pero le eché un poco de pecho y me libré de algunas violaciones, cosa que no pasó en la propia comisaría.
-¿Le violaron?
-Sí, en el calabozo, indicado por un 'gris'. Metió a otro preso y le dijo: "Con este puedes hacer lo que quieras, que es maricón". En las demás ya iba con muchísimo más cuidado y trataba de no estar solo nunca.
-Y después, el destierro.
-Me pasé el año de destierro en Dénia, a los 100 kilómetros justos que me marcaron, ni uno más. Estuve trabajando con mi tío, que era de derechas pero me dijo que tenía que ser yo y que no me preocupara. Cuando pase el año, volví a València y empecé mi lucha por los derechos LGTBI.
-¿Se reconcilió con su madre?
-No, costó muchísimos años, más de 15. Al principio la odiaba porque no sabía lo que había pasado. Cuando me dieron las explicaciones lo entendí. Lo que quería era pedir consejo, pero a ella también la engañaron, le dijeron que me iban a llevar a un colegio y que me iban a reeducar.
-Además de los meses de prisión y del destierro, la ley le dejó sin la vida que tenía.
-Sí, entonces trabajaba de pastelero y la policía ya se encargó de ir a todos los sitios en los que había trabajado para contar que me habían detenido por homosexual.
-¿Cómo consiguió rehacer su vida?
-La única oportunidad que me dieron una vez volví de Dénia -en ningún sitio donde había trabajado me cogieron- fue ejercer la prostitución. A eso nos abocaron a todos, porque nos cerraron todas las puertas.
-Algunos de sus compañeros serían de buenas familias y algunos clientes, los que redactaban esas leyes...
-Por supuesto. Cuando había una redada a los primeros que cogían era a los de clase humilde. Los que tenían apellido y afines al régimen entraban por una puerta y salían por la otra. Y los propios clientes, no voy a dar nombres, eran gente muy importante de València.
-¿Cómo vivió aquella navidad del 78 en la que se 'sacó' el delito de homosexualidad de la ley?
-Con muchísima alegría porque, aunque yo ya estaba fuera, suponía que nuestros compañeros salían de la cárcel. En enero salieron todos. Pero quedaba mucho por hacer, por la calle nos seguían señalando. No podías mostrar tu afectividad ni tu homosexualidad.
-Porque quedaba el delito de escándalo público…
-Sí, porque no se hablaba de homosexuales, pero siguieron poniendo sanciones administrativas por escándalo. Te ponían multas y, si no la cumplías, ibas a prisión.
-¿Fue la ley de matrimonio homosexual la que lo cambió todo para el colectivo?
-Lo cambia, es un gran triunfo. Pero ahí estuvimos Pedro Zerolo -que en paz descanse- y yo dando la batalla para que se reparara a los presos sociales. La reparación vino dos años después con la ley de la memoria histórica, en la que también participé. Antes, en el 2004, conseguimos una Declaración del Parlamento por unanimidad, que nos permitió empezar a plantear la cuestión de las indemnizaciones.
-¿Costó mucho que el Estado reconociera el daño causado?
-Hubo que hacer muchísimo trabajo y muy duro, y convencerlos. Se querían escapar un poco con que ya se había hecho la ley de matrimonio y otras cuestiones, pero al final nos salimos con la nuestra. Eran un poco reticentes.
-Hay un avance de la ultraderecha en Europa que parece poner en peligro esos derechos conseguidos. VOX ya ha dicho que, si de ellos depende, se cambiará la ley del matrimonio homosexual. ¿Sienten que hay amenaza de retroceso?
-No les vamos a tener miedo a VOX, hemos pasado por una dictadura bastante dura. Lo que no podemos hacer es retroceder. No les vamos a dejar que nos retiren los derechos conquistados. Aunque el pueblo español es muy comodón, creo que la gente se tiraría a la calle.
-Cuando echa la vista atrás para mirar estos 40 años, ¿cómo los valora?
-Muy positivamente, ha sido un orgullo ser presidente de la Asociación de ExPresos Sociales y luchar por nuestro reconocimiento y todo lo que hemos conseguido. Una de las mayores victorias ha sido que todos los expedientes de aquella ley pasaran de los juzgados a las 'consellerias' de cultura y al Arxiu Nacional de Catalunya, donde se pueden consultar. Ahora dejo la presidencia por cuestiones de salud y requiere mucho esfuerzo y viajes, y ya nos queda poco. En el 2008 un comisario de Alicante nos confirmó que aún estamos en los archivos de la Policía y estamos pendientes de dirigirnos al Ministerio del Interior para que lo retiren del sistema informático. No tenemos por qué aparecer allí. El otro objetivo es más complicado aún: recuperar los 3,4 millones que no gastaron en las indemnizaciones, hacer un fideicomiso y darle a los indemnizados una pequeña pensión para compensar, ya que la mayoría cobran pensiones no contributivas.
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