Imagen: 20 Minutos |
Andrea Puggelli | 1 de cada 10, 20 Minutos, 2016-01-10
http://blogs.20minutos.es/1-de-cada-10/2016/01/10/plumofobia/
Este era un tema que hacía tiempo tenía ganas de tratar. Retomo una definición de plumofobia que escuché en un debate que moderé en COGAM, en enero de 2013, sobre plumofobia. Por esta se entiende la aversión irracional hacia el amaneramiento femenino de gais o masculino de las lesbianas. A mucha gente no le importa que uno/a se acueste con otro u otra de su mismo sexo, siempre que quede en el ámbito privado y que no ponga en cuestión la heteronormatividad.
La homobifobia se dirige contra aquellas personas que se salen de la heterosexualidad y lo hacen públicamente, pero la plumofobia va contra aquellas que se salen de sus roles de género: contra las mujeres que no hacen lo que tienen que hacer las mujeres y, contra los hombres que no hacen lo que se supone que tienen que hacer los hombres. Si no te gusta el fútbol, si no eres rudo, si te da por el ballet clásico o por llorar, lo primero que te van a llamar es “maricón”. Contra las chicas que se salen de sus roles de género, el insulto tiene más que ver con su libertad sexual, ya que normalmente las llamarán “putas”, “guarras” o “zorras”, pero siempre se utiliza la lesbofobia para atajar las posibles alianzas entre mujeres en situaciones de discriminación.
La plumofobia no es más que otra forma de ‘homobifobia’, la que tenemos los homo/bisexuales contra nosotros mismos si nos saltamos de las normas de lo que se supone que es del otro sexo. Si un chico tiene formas suaves, se expresa con delicadeza y le gusta teñirse de rubio platino y dar grititos, se le llamará “loca” y en muchos casos recibirá el desprecio abierto del resto de maricas. Es decir, que se puede ser homosexual (follar con gente de tu mismo sexo) pero no ser maricón (hacer cosas que no son de tu sexo). Aquello de “sí, pero que no se te note”. Y esto no sólo lo dicen los heteros rancios, sino también muchos gais. Es increíble cómo este tipo de homofobia en forma de plumofobia está extendida por el ambiente.
La homofobia es una de las lacras que dentro del patriarcado más cuesta erradicar. ‘Hembra, mujer y heterosexual’ o ‘macho, varón y heterosexual’, son dos polos que se quieren presentar como antagónicos y complementarios para garantizar la reproducción social de los géneros binarios. En el plano de la diversidad sexual e identidad sexual quien disienta de esta concepción binaria sufrirá transfobia, homofobia, lesbofobia o bifobia.
Dentro de la comunidad gay esa plumofobia es interiorizada a veces como elemento adaptativo a un contexto hostil, no vaya ser que parezca demasiada transgresora mi forma de vivir la masculinidad. Lo mismo que muchos heteros interiorizan la imagen del cavernícola con pelo en pecho, en el caso de un gay pueden ocurrir dos cosas: o bien asumes la pluma como un estigma y tratas de evitarla o bien eres consciente de que serás tachado de afeminado y te conviertas en superviviente. De ahí surge la plumofobia que sería un tipo de discriminación compartida que sufren los disidentes con la feminidad y la masculinidad, algo que afecta tambien a muchas personas heterosexuales. Los hay que no viven una feminidad o masculinidad ideal y también se ven mermados de alguna manera. Mientras el acceso a lo femenino sea hostil para los varones existirá un estigma que afectará también a las personas heterosexuales que apuestan por una sexualidad igualitaria. Vito de esta manera será posible que la sociedad en general asuma como propia la lucha contra la plumofobia, es decir, contra los elementos patriarcales que limitan la plasticidad en las atribuciones de género.
Puesto que la plumofobia nos afecta como ideología de género que define cuerpos y masculinidades y feminidades, debemos dejar claro que la plumofobia transciende el discurso identitario coartando y cohibiendo a toda la sociedad. Si luchamos contra la homobifobia pero no trabajamos la deconstrucción de los límites de las masculinidades y feminidades, no conseguiremos que la diversidad de género sea una realidad y por tanto la diversidad sexual una opción.
Y es que en verdad todas y todos tenemos pluma, porque vivimos las masculinidades y las feminidades de diversas maneras. Por eso luchemos contra la plumofobia y nos cargaremos la homobifobia.
La homobifobia se dirige contra aquellas personas que se salen de la heterosexualidad y lo hacen públicamente, pero la plumofobia va contra aquellas que se salen de sus roles de género: contra las mujeres que no hacen lo que tienen que hacer las mujeres y, contra los hombres que no hacen lo que se supone que tienen que hacer los hombres. Si no te gusta el fútbol, si no eres rudo, si te da por el ballet clásico o por llorar, lo primero que te van a llamar es “maricón”. Contra las chicas que se salen de sus roles de género, el insulto tiene más que ver con su libertad sexual, ya que normalmente las llamarán “putas”, “guarras” o “zorras”, pero siempre se utiliza la lesbofobia para atajar las posibles alianzas entre mujeres en situaciones de discriminación.
La plumofobia no es más que otra forma de ‘homobifobia’, la que tenemos los homo/bisexuales contra nosotros mismos si nos saltamos de las normas de lo que se supone que es del otro sexo. Si un chico tiene formas suaves, se expresa con delicadeza y le gusta teñirse de rubio platino y dar grititos, se le llamará “loca” y en muchos casos recibirá el desprecio abierto del resto de maricas. Es decir, que se puede ser homosexual (follar con gente de tu mismo sexo) pero no ser maricón (hacer cosas que no son de tu sexo). Aquello de “sí, pero que no se te note”. Y esto no sólo lo dicen los heteros rancios, sino también muchos gais. Es increíble cómo este tipo de homofobia en forma de plumofobia está extendida por el ambiente.
La homofobia es una de las lacras que dentro del patriarcado más cuesta erradicar. ‘Hembra, mujer y heterosexual’ o ‘macho, varón y heterosexual’, son dos polos que se quieren presentar como antagónicos y complementarios para garantizar la reproducción social de los géneros binarios. En el plano de la diversidad sexual e identidad sexual quien disienta de esta concepción binaria sufrirá transfobia, homofobia, lesbofobia o bifobia.
Dentro de la comunidad gay esa plumofobia es interiorizada a veces como elemento adaptativo a un contexto hostil, no vaya ser que parezca demasiada transgresora mi forma de vivir la masculinidad. Lo mismo que muchos heteros interiorizan la imagen del cavernícola con pelo en pecho, en el caso de un gay pueden ocurrir dos cosas: o bien asumes la pluma como un estigma y tratas de evitarla o bien eres consciente de que serás tachado de afeminado y te conviertas en superviviente. De ahí surge la plumofobia que sería un tipo de discriminación compartida que sufren los disidentes con la feminidad y la masculinidad, algo que afecta tambien a muchas personas heterosexuales. Los hay que no viven una feminidad o masculinidad ideal y también se ven mermados de alguna manera. Mientras el acceso a lo femenino sea hostil para los varones existirá un estigma que afectará también a las personas heterosexuales que apuestan por una sexualidad igualitaria. Vito de esta manera será posible que la sociedad en general asuma como propia la lucha contra la plumofobia, es decir, contra los elementos patriarcales que limitan la plasticidad en las atribuciones de género.
Puesto que la plumofobia nos afecta como ideología de género que define cuerpos y masculinidades y feminidades, debemos dejar claro que la plumofobia transciende el discurso identitario coartando y cohibiendo a toda la sociedad. Si luchamos contra la homobifobia pero no trabajamos la deconstrucción de los límites de las masculinidades y feminidades, no conseguiremos que la diversidad de género sea una realidad y por tanto la diversidad sexual una opción.
Y es que en verdad todas y todos tenemos pluma, porque vivimos las masculinidades y las feminidades de diversas maneras. Por eso luchemos contra la plumofobia y nos cargaremos la homobifobia.
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