Imagen: La Sexta / Samantha Hudson |
Marc González | Mallorca Diario, 2016-01-08
http://www.mallorcadiario.com/soy-maricon
Vale, admito que el título es una provocación, pero es que ni siquiera es mío. Un alumno de bachillerato artístico del palmesano IES Josep Maria Llompart, cuyo nombre y circunstancias no son del caso -pues es posible, además, que se trate de un menor-, elaboró para su asignatura de arte un vídeo cuyo título coincide con el de este artículo, obteniendo por él una calificación de sobresaliente de su profesora. Hasta aquí, digamos, la corteza del asunto.
Convengamos que la libertad de expresión es uno de los elementos esenciales de cualquier expresión artística. Sin embargo, no toda obra pretendidamente artística goza de valor por el mero hecho de ser zafia, grosera o provocativa. De hecho, probablemente sea mucho más difícil para un artista destacar su valor cuando aparece enmarañada entre un cúmulo de imágenes o frases que lo primero que provocan en muchos espectadores –obviamente, no en todos- es repulsión.
He visto el vídeo, y su contenido, más allá de la evidente voluntad de su autor de llamar la atención, me parece simplemente malo y para nada demostrativo siquiera de un cierto nivel de ejecución material. Supongo que el término comparativo es el que determina en gran medida las calificaciones en un grupo de bachillerato. El chico se lo ha currado, ciertamente, aunque el resultado sea pura bazofia.
Por evitarles que tengan que verlo, les contaré que el mantra sobre el que gira la letra de la canción que el propio alumno interpreta en este clip es, como no, ‘soy maricón’, al que va añadiendo la descripción de los sentimientos que le provoca el supuesto rechazo que tal condición ocasiona al personaje que interpreta, llamado Samantha, especialmente con relación a su heterodoxa visión de Jesucristo, la Virgen María y hasta el Obispo. Omito detalles morbosos.
He leído en algún medio el anticuado término ‘blasfemia’ para referirse al caso y seguro que en la acepción de la RAE es evidente que el vídeo contiene unas cuantas, y según el derecho canónico, sin duda, también. Dudo, sin embargo, que ésta sea la cuestión a juzgar.
Blasfemo es habitualmente el católico que, en un momento de ira, en lugar de un neutro taco de los de toda la vida, suelta un exabrupto cuyo destinatario último es Dios. Normalmente, sin embargo, quien profiere este tipo de blasfemia –y ya digo que el término me parece socialmente fósil-, no se regodea en su afán ofensivo, más bien probablemente lamente haber perdido el autocontrol. Sin embargo, nuestro artista ha comprobado cómo sus ofensas obtenían la más alta recompensa académica, de qué manera se han multiplicado las visitas a su canal youtuber y su facebook ‘profesional’ se llena de ‘megustas’ de otras personas a quienes cautivan los vídeos en los que se denosta todo aquello que tiene que ver con la Iglesia Católica, que son unas cuantas, para qué negarlo. Total, sale gratis.
El problema que nos ocupa no está tanto en el afán exhibicionista de este adolescente –hasta cierto punto, común en todo artista-, sino en que la profesora no haya tenido en cuenta que su deber, más allá de examinar la ejecución material del trabajo que le presenta su alumno, es transmitirle los valores que conforman los principios de nuestro sistema educativo –recogidos en la legislación básica que está obligada a cumplir, esencialmente en los artículos 2 de la LODE y 1 de la LOE-, entre ellos, la formación en el respeto de los derechos y libertades fundamentales y en el ejercicio de la tolerancia y de la libertad dentro de los principios democráticos de convivencia.
Entre los derechos y libertades que un profesor debe respetar y enseñar a respetar –y a veces basta con el mero ejemplo- está, obviamente, el de la Libertad Religiosa, contenido en el artículo 16 de nuestra Constitución. Nadie está obligado a profesar ninguna religión o creencia, pero todas ellas merecen el respeto de los ciudadanos. Así de simple.
La profesora, pues, puede y debe hacer reflexionar a su alumno no solo sobre si su trabajo está formalmente bien hecho, sino sobre si su contenido es o no respetuoso con otros miembros de la comunidad escolar y de la sociedad en general, profesen o no la fe católica. No es necesario ser creyente, ni ser un beato o un meapilas para rechazar la ofensa gratuita a quienes sí lo son, a quienes no piensan o sienten como nosotros. Es una simple cuestión de formación democrática, de urbanidad, que diríamos hace unos años.
En conclusión, el conseller Martí March, que está al tanto de estos hechos, no puede ignorar ni un minuto más que cuenta, al menos, con una docente que no tiene ni idea de cuáles son sus obligaciones profesionales más elementales. Por tanto, debe proceder –y no dudo que lo hará- como establezca la ley, porque de lo contrario, cuando otro alumno, haciendo uso de su libérrima expresión artística, elabore un vídeo homófobo, en el que la palabra ‘maricón’ no sea usada ya en primera persona, o cuando en lugar de ofender las creencias de los católicos –que ya hemos dicho que sale muy barato- otro alumno haga lo propio con las mujeres, las personas con discapacidad, los judíos o los profesores de la enseñanza pública en su conjunto, ya no tendremos argumento alguno para corregir su comportamiento.
Es, por tanto, una simple cuestión de coherencia.
Convengamos que la libertad de expresión es uno de los elementos esenciales de cualquier expresión artística. Sin embargo, no toda obra pretendidamente artística goza de valor por el mero hecho de ser zafia, grosera o provocativa. De hecho, probablemente sea mucho más difícil para un artista destacar su valor cuando aparece enmarañada entre un cúmulo de imágenes o frases que lo primero que provocan en muchos espectadores –obviamente, no en todos- es repulsión.
He visto el vídeo, y su contenido, más allá de la evidente voluntad de su autor de llamar la atención, me parece simplemente malo y para nada demostrativo siquiera de un cierto nivel de ejecución material. Supongo que el término comparativo es el que determina en gran medida las calificaciones en un grupo de bachillerato. El chico se lo ha currado, ciertamente, aunque el resultado sea pura bazofia.
Por evitarles que tengan que verlo, les contaré que el mantra sobre el que gira la letra de la canción que el propio alumno interpreta en este clip es, como no, ‘soy maricón’, al que va añadiendo la descripción de los sentimientos que le provoca el supuesto rechazo que tal condición ocasiona al personaje que interpreta, llamado Samantha, especialmente con relación a su heterodoxa visión de Jesucristo, la Virgen María y hasta el Obispo. Omito detalles morbosos.
He leído en algún medio el anticuado término ‘blasfemia’ para referirse al caso y seguro que en la acepción de la RAE es evidente que el vídeo contiene unas cuantas, y según el derecho canónico, sin duda, también. Dudo, sin embargo, que ésta sea la cuestión a juzgar.
Blasfemo es habitualmente el católico que, en un momento de ira, en lugar de un neutro taco de los de toda la vida, suelta un exabrupto cuyo destinatario último es Dios. Normalmente, sin embargo, quien profiere este tipo de blasfemia –y ya digo que el término me parece socialmente fósil-, no se regodea en su afán ofensivo, más bien probablemente lamente haber perdido el autocontrol. Sin embargo, nuestro artista ha comprobado cómo sus ofensas obtenían la más alta recompensa académica, de qué manera se han multiplicado las visitas a su canal youtuber y su facebook ‘profesional’ se llena de ‘megustas’ de otras personas a quienes cautivan los vídeos en los que se denosta todo aquello que tiene que ver con la Iglesia Católica, que son unas cuantas, para qué negarlo. Total, sale gratis.
El problema que nos ocupa no está tanto en el afán exhibicionista de este adolescente –hasta cierto punto, común en todo artista-, sino en que la profesora no haya tenido en cuenta que su deber, más allá de examinar la ejecución material del trabajo que le presenta su alumno, es transmitirle los valores que conforman los principios de nuestro sistema educativo –recogidos en la legislación básica que está obligada a cumplir, esencialmente en los artículos 2 de la LODE y 1 de la LOE-, entre ellos, la formación en el respeto de los derechos y libertades fundamentales y en el ejercicio de la tolerancia y de la libertad dentro de los principios democráticos de convivencia.
Entre los derechos y libertades que un profesor debe respetar y enseñar a respetar –y a veces basta con el mero ejemplo- está, obviamente, el de la Libertad Religiosa, contenido en el artículo 16 de nuestra Constitución. Nadie está obligado a profesar ninguna religión o creencia, pero todas ellas merecen el respeto de los ciudadanos. Así de simple.
La profesora, pues, puede y debe hacer reflexionar a su alumno no solo sobre si su trabajo está formalmente bien hecho, sino sobre si su contenido es o no respetuoso con otros miembros de la comunidad escolar y de la sociedad en general, profesen o no la fe católica. No es necesario ser creyente, ni ser un beato o un meapilas para rechazar la ofensa gratuita a quienes sí lo son, a quienes no piensan o sienten como nosotros. Es una simple cuestión de formación democrática, de urbanidad, que diríamos hace unos años.
En conclusión, el conseller Martí March, que está al tanto de estos hechos, no puede ignorar ni un minuto más que cuenta, al menos, con una docente que no tiene ni idea de cuáles son sus obligaciones profesionales más elementales. Por tanto, debe proceder –y no dudo que lo hará- como establezca la ley, porque de lo contrario, cuando otro alumno, haciendo uso de su libérrima expresión artística, elabore un vídeo homófobo, en el que la palabra ‘maricón’ no sea usada ya en primera persona, o cuando en lugar de ofender las creencias de los católicos –que ya hemos dicho que sale muy barato- otro alumno haga lo propio con las mujeres, las personas con discapacidad, los judíos o los profesores de la enseñanza pública en su conjunto, ya no tendremos argumento alguno para corregir su comportamiento.
Es, por tanto, una simple cuestión de coherencia.
DOCUMENTACIÓN
Piden sancionar a una profesora que calificó con sobresaliente el vídeo 'blasfemo' de un alumno que se presentaba como "maricón". La Sexta, 2016-01-08
http://www.lasexta.com/noticias/sociedad/piden-sancionar-profesora-que-califico-sobresaliente-video-blasfemo_2016010800065.html
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