Imagen: La Verdad / Rosa Peñalver, presidenta de la Asamblea Regional de Murcia |
«Tuve un novio rubio y con los ojos azules, pero la primera vez que estuve con una mujer descubrí una complicidad que antes no se daba», confiesa Rosa Peñalver, presidenta de la Asamblea Regional.
Joaquín García Cruz | La Verdad, 2017-07-02
http://www.laverdad.es/murcia/siempre-vivido-querido-20170702003616-ntvo.html
En la mañana de este domingo, al cerrarse una semana en la que medio mundo gay ha mostrado su orgullo mientras la otra mitad miraba desde el interior de un armario entreabierto, a esa hora de la mañana en la que el aire huele aún a pan nuevo y más gusto da leer los periódicos (que hoy llegan ilustrados con imágenes de la WorldPride Parade), a esa misma hora, Rosa Peñalver (San Javier, 1954) camina por la playa de Villajoyosa con Toñi, la mujer que comparte su vida. Quizá caminen cogidas de la mano y alguien reconozca en esa pareja enamorada a la presidenta de la Asamblea Regional de Murcia, sin que pueda descartarse que las letrinas en que algunos han convertido las redes sociales despidan ya, tan temprano, un tufo a ruindad verbalizado con vituperios (bollera, tortillera o vaya usted a saber qué) lanzados sobre la segunda autoridad de la Región, solo porque hoy se asoma a estas páginas para reconocerse lesbiana.
Rosa Peñalver no participó ayer en el WorldPride Parade de Madrid, ni ha colocado una bandera arcoíris en la casa con frutales que se descuelga sobre el Mediterráneo desde un monte de Villajoyosa. Allí suele pasar uno de cada dos fines de semana con su familia (su pareja Toñi, una nieta de tres años de ésta -que es, recalca, la nieta de ambas- y una perrita labrador), alternando Villajoyosa con su vivienda del barrio murciano de La Flota.
Nada tiene contra las alegres cabalgatas ni las plumas de malibú, pero ella no se ve ahí, en ese barullo de una vez al año que sirve al colectivo LGTB para reivindicar visibilidad y respeto. Tampoco puede decirse que salga del armario. Nunca estuvo escondida ni ocultó su sexualidad, si bien ésta viró, como por arte de magia, al descubrir el mundo femenino. Tuvo novio y ahora tiene novia. Vive la vida enamorada de una mujer (veinte años ya), como igualmente enamorada de un hombre, que era rubio y de ojos azules, la vivió en otra época.
Es valiente Rosa Peñalver al aceptar esta conversación con 'La Verdad', en la que se habla solo de afectividad, de libertades individuales, del derecho a vivir la sexualidad según se quiera, y en la que ella destapa su universo más íntimo -el de los sentimientos-, sin que sea por una vez la política el hilo conductor.
Respeto, nada más, al qué se dirá por prejuicios
Estábamos en el domingo por la mañana. Le pregunto qué cree que se dirá en la calle cuando esto se publique. «A muchos no les sorprenderá, pero a otra mucha gente, seguro que sí. ¿Qué pienso...? Pues que aquellos que se crean con derecho a juzgarme, deberían hacérselo mirar, porque tienen un problema de prejuicios. ¿Quién puede tener derecho a juzgarme, a suponer que mi vida es menos honesta y decente que la suya?».
La charla, sin prisas, tiene lugar en el hotel Agalia de Murcia, el viernes pasado. Ese mismo día, Alemania aprobó el matrimonio homosexual, murió Simone Veil, la precursora del aborto en Francia, y Trump soltó la última de sus machadas, al relacionar una pregunta incómoda con la sangre menstrual de la periodista que se la formuló. Entre unas cosas y otras, a Rosa Peñalver le viene a la cabeza la ley para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, que Zapatero promovió en 2007, y en la que ella trabajó, junto a Pedro Zerolo, desde la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE. Y con parecida satisfacción recuerda también la 'ley de igualdad social de lesbianas, gais, bisexuales, transexuales y de políticas públicas contra la discriminación por orientación sexual e identidad de género', aprobada en 2016 por la Asamblea Regional, por unanimidad de los cuatro grupos parlamentarios y bajo su mandato, «una de las leyes más progresistas de España».
«¿Qué es, hablando de sexualidad, lo decente?»
«Aún tenemos mucho camino por delante, y yo espero que mi testimonio sea útil. Por eso acepto esta entrevista. La primera ministra de Islandia vive con su mujer, al igual que la primera ministra de Serbia, y el primer ministro de Luxemburgo va siempre con su marido... y Jodie Foster sigue siendo, supongo, una actriz igual de buena... ¿Qué es, hablando de sexualidad, lo decente? ¿Quién puede determinarlo?». La presidenta de la Asamblea Regional también se hace acompañar por su novia, profesora como ella, cuando la agenda institucional se lo permite. Las invitaciones de la Casa del Rey a actos oficiales no van ya dirigidas a 'Rosa Peñalver y marido', como antes, sino a 'Rosa Peñalver y María Antonia....', y en la web institucional de la Asamblea Regional figura 'pareja de hecho' en la casilla destinada a informar del 'estado civil' de la presidenta.
Aunque no siempre fue tan fácil. En 1979 impartía clases como interina en el instituto de Molina de Segura, y un concejal la amenazó: «Llévate cuidado, porque, como yo diga en el pueblo lo que tú eres, te juegas la carrera». Esta es de las pocas incomprensiones sociales que Rosa retiene en la mente al repasar la andadura de su lesbianismo, pero admite que le hizo daño, y que la obligó a mostrarse ante los demás más prudente de lo que hubiera deseado, «porque, en aquella época, ser una docente lesbiana... sí, la verdad es que me podría haber costado un disgusto».
¿Y qué pasó con aquel novio rubio de ojos azules, que entraba a la casa de sus padres en San Javier, y de qué forma éstos, en un entorno rural como aquel, aceptaron que su hija, un buen día, empezara a salir con chicas y a llevarlas, igual que había hecho con su novio anterior, a la casa paterna?
«Él era de Torre Pacheco, muy guapo... Siempre creí que mi sexualidad con él era satisfactoria, aunque luego descubrí otra cosa. Después estuve con algún otro hombre, hasta que, con la misma naturalidad, empecé a verme con mujeres. Por eso digo que no sufrí en la adolescencia, que no sentí la necesidad de esconderme. No se puede decir que ahora salgo del armario, porque nunca me escondí. Yo siempre he vivido como he querido, lo que pasa es que siempre he llegado tarde a todo... (risas)... ¿Mis padres? Mi padre aceptó bien mi nueva orientación sexual, y mi madre, también, pero a ella le preocupaba que yo me pudiera quedar 'solica', es lo que me decía, 'Rosi, a ver si te vas a quedar solica'».
Desde San Javier, donde estudiaba «en el colegio de los hijos de los militares» (años setenta), Rosa saltó a la Universidad, en Murcia, y se enamoró de una compañera de carrera. «Nos dejó el coche mi padre, fuimos una noche de despedida, a pasarlo bien, y terminamos en un bar de ambiente, el 'Blacky'. En los bares de ambiente me sentía menos 'rara', por eso iba a ellos, pero no porque me gustaran. De hecho, no he vuelto a esos lugares con las mujeres con las que después he estado».
La primera vez. Un cuerpo «que es como el tuyo»
«¿Que cómo fue la primera vez? Ya te he dicho que me sentía bien en mi anterior etapa, satisfecha con mis relaciones, pero, la primera vez que estuve con una mujer, descubrí un componente de complicidad, de conocimiento mutuo, que antes no se daba... Al final, tratas con un cuerpo que es como el tuyo, por lo que lo conoces mejor... y el afecto cuenta y mucho, no todo es erotismo y sexo, también está, y es muy importante, la relación afectiva».
Cuenta Rosa que amigos y vecinos, en Villajoyosa y en Murcia, la han respetado desde el primer minuto, que jamás se ha visto en la tesitura de responder a un insulto por la calle, «quizá porque nos ven como a dos señoras mayores... (risas otra vez) y, bueno... a mi edad tampoco se muestra una muy efusiva por la calle, no somos unas adolescentes. Pero los jóvenes lo pasan peor, con ellos sí veo que se meten, y es raro que no se vea a dos chicos besándose en público y alguien no diga: '¡Maricones!' Toñi y yo hemos tenido más suerte, en ese sentido».
Aunque no se considera Rosa muy dada a las cabalgatas como la WorldPride Parade, de las que opina que son ya más lúdicas que reivindicativas -pero también «necesarias, para conseguir más visibilidad»-, hubo una época en la que sí militó en alguna ocasión del lado de la pancarta, cuando en España se vivía una época más oscura y difícil para el mundo LGTB. «Fue en los años ochenta. La Policía multó a dos lesbianas por besarse en la Puerta del Sol, y se organizó una 'besada' allí mismo. Desde Murcia sacamos un autobús. Éramos solo diez o doce lesbianas, y el resto, feministas que luchaban por la mujer. Nos besamos todas en la Puerta del Sol, delante de los turistas y de la Policía, en defensa de nuestros derechos. Fui allí con la misma convicción con que iba a manifestaciones por la libertad o por la democracia. Luchadora siempre he sido».
Este fin de semana, Rosa Peñalver leerá mucho en su retiro de Villajoyosa. Dormirá más de lo habitual, y de buena mañana paseará por la playa y por entre los frutales de la casa grande y con piscina que comparte con Toñi. Seguro que alguna llamada, algún whatsapp, la despertará antes de que lo haga su perrita y, si abre en su teléfono las redes sociales, probablemente encontrará de todo. No le dará igual, pero lo vivirá con la misma naturalidad que vive su sexualidad, una opción -y un derecho- que reivindica sin estridencia alguna pero con mucho coraje y determinación: «¿Alguien se atreverá a decirme que la familia que yo he construido durante veinte años, con una mujer a la que quiero, dos hijos y una nieta preciosa, es menos decente y peor familia que la suya, o que mi amor no es tan honesto y tan verdadero como el suyo?».
Rosa Peñalver no participó ayer en el WorldPride Parade de Madrid, ni ha colocado una bandera arcoíris en la casa con frutales que se descuelga sobre el Mediterráneo desde un monte de Villajoyosa. Allí suele pasar uno de cada dos fines de semana con su familia (su pareja Toñi, una nieta de tres años de ésta -que es, recalca, la nieta de ambas- y una perrita labrador), alternando Villajoyosa con su vivienda del barrio murciano de La Flota.
Nada tiene contra las alegres cabalgatas ni las plumas de malibú, pero ella no se ve ahí, en ese barullo de una vez al año que sirve al colectivo LGTB para reivindicar visibilidad y respeto. Tampoco puede decirse que salga del armario. Nunca estuvo escondida ni ocultó su sexualidad, si bien ésta viró, como por arte de magia, al descubrir el mundo femenino. Tuvo novio y ahora tiene novia. Vive la vida enamorada de una mujer (veinte años ya), como igualmente enamorada de un hombre, que era rubio y de ojos azules, la vivió en otra época.
Es valiente Rosa Peñalver al aceptar esta conversación con 'La Verdad', en la que se habla solo de afectividad, de libertades individuales, del derecho a vivir la sexualidad según se quiera, y en la que ella destapa su universo más íntimo -el de los sentimientos-, sin que sea por una vez la política el hilo conductor.
Respeto, nada más, al qué se dirá por prejuicios
Estábamos en el domingo por la mañana. Le pregunto qué cree que se dirá en la calle cuando esto se publique. «A muchos no les sorprenderá, pero a otra mucha gente, seguro que sí. ¿Qué pienso...? Pues que aquellos que se crean con derecho a juzgarme, deberían hacérselo mirar, porque tienen un problema de prejuicios. ¿Quién puede tener derecho a juzgarme, a suponer que mi vida es menos honesta y decente que la suya?».
La charla, sin prisas, tiene lugar en el hotel Agalia de Murcia, el viernes pasado. Ese mismo día, Alemania aprobó el matrimonio homosexual, murió Simone Veil, la precursora del aborto en Francia, y Trump soltó la última de sus machadas, al relacionar una pregunta incómoda con la sangre menstrual de la periodista que se la formuló. Entre unas cosas y otras, a Rosa Peñalver le viene a la cabeza la ley para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, que Zapatero promovió en 2007, y en la que ella trabajó, junto a Pedro Zerolo, desde la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE. Y con parecida satisfacción recuerda también la 'ley de igualdad social de lesbianas, gais, bisexuales, transexuales y de políticas públicas contra la discriminación por orientación sexual e identidad de género', aprobada en 2016 por la Asamblea Regional, por unanimidad de los cuatro grupos parlamentarios y bajo su mandato, «una de las leyes más progresistas de España».
«¿Qué es, hablando de sexualidad, lo decente?»
«Aún tenemos mucho camino por delante, y yo espero que mi testimonio sea útil. Por eso acepto esta entrevista. La primera ministra de Islandia vive con su mujer, al igual que la primera ministra de Serbia, y el primer ministro de Luxemburgo va siempre con su marido... y Jodie Foster sigue siendo, supongo, una actriz igual de buena... ¿Qué es, hablando de sexualidad, lo decente? ¿Quién puede determinarlo?». La presidenta de la Asamblea Regional también se hace acompañar por su novia, profesora como ella, cuando la agenda institucional se lo permite. Las invitaciones de la Casa del Rey a actos oficiales no van ya dirigidas a 'Rosa Peñalver y marido', como antes, sino a 'Rosa Peñalver y María Antonia....', y en la web institucional de la Asamblea Regional figura 'pareja de hecho' en la casilla destinada a informar del 'estado civil' de la presidenta.
Aunque no siempre fue tan fácil. En 1979 impartía clases como interina en el instituto de Molina de Segura, y un concejal la amenazó: «Llévate cuidado, porque, como yo diga en el pueblo lo que tú eres, te juegas la carrera». Esta es de las pocas incomprensiones sociales que Rosa retiene en la mente al repasar la andadura de su lesbianismo, pero admite que le hizo daño, y que la obligó a mostrarse ante los demás más prudente de lo que hubiera deseado, «porque, en aquella época, ser una docente lesbiana... sí, la verdad es que me podría haber costado un disgusto».
¿Y qué pasó con aquel novio rubio de ojos azules, que entraba a la casa de sus padres en San Javier, y de qué forma éstos, en un entorno rural como aquel, aceptaron que su hija, un buen día, empezara a salir con chicas y a llevarlas, igual que había hecho con su novio anterior, a la casa paterna?
«Él era de Torre Pacheco, muy guapo... Siempre creí que mi sexualidad con él era satisfactoria, aunque luego descubrí otra cosa. Después estuve con algún otro hombre, hasta que, con la misma naturalidad, empecé a verme con mujeres. Por eso digo que no sufrí en la adolescencia, que no sentí la necesidad de esconderme. No se puede decir que ahora salgo del armario, porque nunca me escondí. Yo siempre he vivido como he querido, lo que pasa es que siempre he llegado tarde a todo... (risas)... ¿Mis padres? Mi padre aceptó bien mi nueva orientación sexual, y mi madre, también, pero a ella le preocupaba que yo me pudiera quedar 'solica', es lo que me decía, 'Rosi, a ver si te vas a quedar solica'».
Desde San Javier, donde estudiaba «en el colegio de los hijos de los militares» (años setenta), Rosa saltó a la Universidad, en Murcia, y se enamoró de una compañera de carrera. «Nos dejó el coche mi padre, fuimos una noche de despedida, a pasarlo bien, y terminamos en un bar de ambiente, el 'Blacky'. En los bares de ambiente me sentía menos 'rara', por eso iba a ellos, pero no porque me gustaran. De hecho, no he vuelto a esos lugares con las mujeres con las que después he estado».
La primera vez. Un cuerpo «que es como el tuyo»
«¿Que cómo fue la primera vez? Ya te he dicho que me sentía bien en mi anterior etapa, satisfecha con mis relaciones, pero, la primera vez que estuve con una mujer, descubrí un componente de complicidad, de conocimiento mutuo, que antes no se daba... Al final, tratas con un cuerpo que es como el tuyo, por lo que lo conoces mejor... y el afecto cuenta y mucho, no todo es erotismo y sexo, también está, y es muy importante, la relación afectiva».
Cuenta Rosa que amigos y vecinos, en Villajoyosa y en Murcia, la han respetado desde el primer minuto, que jamás se ha visto en la tesitura de responder a un insulto por la calle, «quizá porque nos ven como a dos señoras mayores... (risas otra vez) y, bueno... a mi edad tampoco se muestra una muy efusiva por la calle, no somos unas adolescentes. Pero los jóvenes lo pasan peor, con ellos sí veo que se meten, y es raro que no se vea a dos chicos besándose en público y alguien no diga: '¡Maricones!' Toñi y yo hemos tenido más suerte, en ese sentido».
Aunque no se considera Rosa muy dada a las cabalgatas como la WorldPride Parade, de las que opina que son ya más lúdicas que reivindicativas -pero también «necesarias, para conseguir más visibilidad»-, hubo una época en la que sí militó en alguna ocasión del lado de la pancarta, cuando en España se vivía una época más oscura y difícil para el mundo LGTB. «Fue en los años ochenta. La Policía multó a dos lesbianas por besarse en la Puerta del Sol, y se organizó una 'besada' allí mismo. Desde Murcia sacamos un autobús. Éramos solo diez o doce lesbianas, y el resto, feministas que luchaban por la mujer. Nos besamos todas en la Puerta del Sol, delante de los turistas y de la Policía, en defensa de nuestros derechos. Fui allí con la misma convicción con que iba a manifestaciones por la libertad o por la democracia. Luchadora siempre he sido».
Este fin de semana, Rosa Peñalver leerá mucho en su retiro de Villajoyosa. Dormirá más de lo habitual, y de buena mañana paseará por la playa y por entre los frutales de la casa grande y con piscina que comparte con Toñi. Seguro que alguna llamada, algún whatsapp, la despertará antes de que lo haga su perrita y, si abre en su teléfono las redes sociales, probablemente encontrará de todo. No le dará igual, pero lo vivirá con la misma naturalidad que vive su sexualidad, una opción -y un derecho- que reivindica sin estridencia alguna pero con mucho coraje y determinación: «¿Alguien se atreverá a decirme que la familia que yo he construido durante veinte años, con una mujer a la que quiero, dos hijos y una nieta preciosa, es menos decente y peor familia que la suya, o que mi amor no es tan honesto y tan verdadero como el suyo?».
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