Imagen: La Vanguardia |
Arkaitz Iza Pérez | El Gallinero, 2018-02-23
https://elgallinero.eus/2018/02/23/la-santisima-trinidad-futbol-capitalismo-y-heterosexualidad/
Soy enfermera y activista marika y anticapitalista (o eso intento). Y el 22 de febrero de 2018 viví una de las experiencias más horribles que recuerdo, ya que estuve trabajando en una de las ambulancias en el estadio de San Mamés de Bilbo durante el partido entre el Athletic de Bilbao y el Spártak de Moscú.
Es por todes sabido que la principal prioridad del sistema capitalista nunca han sido ni nuestra seguridad, ni nuestro bienestar, ni nuestras vidas. Estos “privilegios” sólo nos han sido otorgados cuando no afectaban al mayor valor que defiende un estado y un sistema capitalista, mafioso y corrupto: el beneficio económico. Y el otro día, dotarnos de los privilegios de no ver nuestra integridad física amenazada, poder transitar, vivir y trabajar tranquilamente por nuestros barrios y no temer por nuestras vidas, ponía totalmente en jaque al lobby económico del fútbol, ya que asegurarle eso a la plebe suponía suspender un partido, con todas las pérdidas económicas que conllevaba (para sus bolsillos, claro, que yo nunca he visto un duro ni beneficio en ningún partido de fútbol). Y decidieron seguir adelante con el encuentro.
Éste era un partido previsto con anterioridad como de alto riesgo. Se preveía la llegada de hinchas del equipo ruso de ideología de extrema derecha (unos nazis, para entendernos), violentos, muchos de ellos con delitos de sangre a sus espaldas, con formación militar y con la única intención de liarla y sembrar el caos allí por donde sus sucios pies de fascistas asquerosos les llevaban. Era un partido para el que en Bilbo se tuvieron que extremar precauciones por parte de los comercios y les que transitábamos por la ciudad para evitar exponernos a la ira de esta escoria, ya conocida en otros rincones del mundo que han tenido el placer de acogerles. Y muches de nosotres hemos ido cagadites de miedo caminando por nuestras calles.
Pero analicemos primero ciertos rasgos estructurales, ya que me parece importante no reducir los hechos ocurridos antes, durante y después del partido a un “enfrentamiento entre radicales”, tal y como los medios de comunicación burgueses nos lo quieren pintar, poniendo al mismo nivel a unos nazis cuya única intención es agredirnos y les compañeres que, legítimamente, deciden plantarle cara al fascismo. El fútbol es el “pan y circo” de nuestra era. Un circo inventado por el cisheteropatriarcado capitalista, y que, obviamente, lleva su ADN: violencia, prevalencia del beneficio económico, exaltación de la masculinidad, heterosexualidad (no, heteros oprimidos y ofendidos, tranquilos, que cuando hablo de heterosexualidad me refiero a ella como sistema estructural, no a vosotros #guiñoguiño #NotAllMen y bla bla)… Un circo que ha conseguido una asimilación y alienación masiva a nivel internacional, haciéndose ver como un fenómeno transversal que, supuestamente, no entiende de clase social, raza, identidad de género y sexual… Y nada más lejos de la realidad.
El fútbol tiene una estructura clara y definida. Una estructura que, aunque nos intenten engañar con sus actos benéficas a Unicef y su publicidad a… Qatar! (toma derechos humanos, marikón), se basa en perpetuar roles de dominación y opresión hegemónicos: el machismo, la masculinidad, la heterosexualidad, la violencia, la homofobia, la transfobia… y, encima, hacernos creer que somos partícipes de todo eso y que formamos parte de un “algo” muy molón por ir a defender a nuestro equipo preferido. Un “algo” que se convierte en más importante que nuestras vidas, nuestros derechos, nuestros cuerpos, nuestras luchas, nuestro día a día, nuestra supervivencia precaria a un sistema que nos mata de infinitas formas, nuestra salud, nuestra educación… Porque… ¿para qué queremos todo eso si tenemos el fútbol? Ya sin hablar de la invisibilización que sufren las futbolistas de equipos femeninos o futbolistas no heteros que no se atreven a visibilizarse como tal, o de la criminalización mediática que sufren equipos de fútbol abiertamente antifascistas, de base o no heterosexuales. ¡No sea, Dios nos salve, que alguien cuestione lo machotes que somos!
Y entonces, un día más, tenemos un partidazo de fútbol en el que, por desgracia, ha muerto una persona, sin olvidarnos de todas las muchas víctimas de la violencia que el fútbol ejerce sobre nosotres (entre ellas, sin duda, la violencia policial, que no olvidamos cómo nos arrebatásteis a Íñigo Cabacas, ni perdonamos). Pero nos encontramos con que la persona que ha fallecido es un agente de la Ertzaintza y Ayuntamiento de Bilbo y Gobierno Vasco se echan las manos a la cabeza y lamentan que haya ocurrido lo que ocurrió. Y a mi me entra mala hostia, porque claro, ¿para qué prevenir si podemos lamentar? Me entra mala hostia porque considero que las instituciones públicas que hoy tienen la poca vergüenza de poner las banderas a media asta, son responsables por permitir que un encuentro de estas características se haya celebrado, siendo conscientes de que existía el riesgo de que la seguridad de las personas estuviese en riesgo. Y sabemos por qué lo habéis permitido, por lo mismo que se permiten miles de actos que nos oprimen y nos violentan, que dan paraguas y contextualizan el “maricón”, “hijo de puta” y “nenaza” como insultos inofensivos, que, mira, es fútbol, y ya sabes como es esto de las aficiones y las emociones, que tenemos aquí todes la piel muy fina y nos ofendemos por tonterías.
Lo habéis permitido porque sois cómplices y sujetos activos de la asimilación y normalización de la heteronorma, de la masculinidad, porque sabéis que son ingredientes imprescindibles para perpetuar el sistema que tanto os beneficia, aún siendo violentando y agrediendo a todo lo que no cuadre en vuestros esquemas. Porque, nos guste o no, los intereses económicos de un lobby como el del fútbol, están por encima de cualquier cosa que se parezca a protegernos de la violencia.
Y sólo nos queda la lucha. Seguir luchando contra el sistema capitalista, cis-sexista, heterosexual, masculino, machista, homófobo, tránsfobo, putófobo, racista… Seguir creando alianzas para construir espacios de ocio (donde podamos jugar al fútbol si nos da la gana) que renieguen de todas estas características del fútbol hegemónico. De crear espacios en el que el eje central sea el disfrute colectivo, solidario, inclusivo, público, politizado, lleno de cuidados y de solidaridad, de amor y de mimos. Y eso sólo lo conseguiremos luchando contra todas las opresiones que cruzan nuestros cuerpos precarios de hermanes gordes, marikas, bolleras, trans*, no binaries, mujeres… Porque, amigues, no todo es fútbol (gracias a Dios), pero si éste existe y representa todas las opresiones a las que resistimos y sobrevivimos… ¿no deberíamos plantearnos politizarlo, vaciarlo de los significados que tiene y resignificarlo desde los transfeminismos, la sororidad y las experiencias de resistencia a las violencias que sufrimos?
Es por todes sabido que la principal prioridad del sistema capitalista nunca han sido ni nuestra seguridad, ni nuestro bienestar, ni nuestras vidas. Estos “privilegios” sólo nos han sido otorgados cuando no afectaban al mayor valor que defiende un estado y un sistema capitalista, mafioso y corrupto: el beneficio económico. Y el otro día, dotarnos de los privilegios de no ver nuestra integridad física amenazada, poder transitar, vivir y trabajar tranquilamente por nuestros barrios y no temer por nuestras vidas, ponía totalmente en jaque al lobby económico del fútbol, ya que asegurarle eso a la plebe suponía suspender un partido, con todas las pérdidas económicas que conllevaba (para sus bolsillos, claro, que yo nunca he visto un duro ni beneficio en ningún partido de fútbol). Y decidieron seguir adelante con el encuentro.
Éste era un partido previsto con anterioridad como de alto riesgo. Se preveía la llegada de hinchas del equipo ruso de ideología de extrema derecha (unos nazis, para entendernos), violentos, muchos de ellos con delitos de sangre a sus espaldas, con formación militar y con la única intención de liarla y sembrar el caos allí por donde sus sucios pies de fascistas asquerosos les llevaban. Era un partido para el que en Bilbo se tuvieron que extremar precauciones por parte de los comercios y les que transitábamos por la ciudad para evitar exponernos a la ira de esta escoria, ya conocida en otros rincones del mundo que han tenido el placer de acogerles. Y muches de nosotres hemos ido cagadites de miedo caminando por nuestras calles.
Pero analicemos primero ciertos rasgos estructurales, ya que me parece importante no reducir los hechos ocurridos antes, durante y después del partido a un “enfrentamiento entre radicales”, tal y como los medios de comunicación burgueses nos lo quieren pintar, poniendo al mismo nivel a unos nazis cuya única intención es agredirnos y les compañeres que, legítimamente, deciden plantarle cara al fascismo. El fútbol es el “pan y circo” de nuestra era. Un circo inventado por el cisheteropatriarcado capitalista, y que, obviamente, lleva su ADN: violencia, prevalencia del beneficio económico, exaltación de la masculinidad, heterosexualidad (no, heteros oprimidos y ofendidos, tranquilos, que cuando hablo de heterosexualidad me refiero a ella como sistema estructural, no a vosotros #guiñoguiño #NotAllMen y bla bla)… Un circo que ha conseguido una asimilación y alienación masiva a nivel internacional, haciéndose ver como un fenómeno transversal que, supuestamente, no entiende de clase social, raza, identidad de género y sexual… Y nada más lejos de la realidad.
El fútbol tiene una estructura clara y definida. Una estructura que, aunque nos intenten engañar con sus actos benéficas a Unicef y su publicidad a… Qatar! (toma derechos humanos, marikón), se basa en perpetuar roles de dominación y opresión hegemónicos: el machismo, la masculinidad, la heterosexualidad, la violencia, la homofobia, la transfobia… y, encima, hacernos creer que somos partícipes de todo eso y que formamos parte de un “algo” muy molón por ir a defender a nuestro equipo preferido. Un “algo” que se convierte en más importante que nuestras vidas, nuestros derechos, nuestros cuerpos, nuestras luchas, nuestro día a día, nuestra supervivencia precaria a un sistema que nos mata de infinitas formas, nuestra salud, nuestra educación… Porque… ¿para qué queremos todo eso si tenemos el fútbol? Ya sin hablar de la invisibilización que sufren las futbolistas de equipos femeninos o futbolistas no heteros que no se atreven a visibilizarse como tal, o de la criminalización mediática que sufren equipos de fútbol abiertamente antifascistas, de base o no heterosexuales. ¡No sea, Dios nos salve, que alguien cuestione lo machotes que somos!
Y entonces, un día más, tenemos un partidazo de fútbol en el que, por desgracia, ha muerto una persona, sin olvidarnos de todas las muchas víctimas de la violencia que el fútbol ejerce sobre nosotres (entre ellas, sin duda, la violencia policial, que no olvidamos cómo nos arrebatásteis a Íñigo Cabacas, ni perdonamos). Pero nos encontramos con que la persona que ha fallecido es un agente de la Ertzaintza y Ayuntamiento de Bilbo y Gobierno Vasco se echan las manos a la cabeza y lamentan que haya ocurrido lo que ocurrió. Y a mi me entra mala hostia, porque claro, ¿para qué prevenir si podemos lamentar? Me entra mala hostia porque considero que las instituciones públicas que hoy tienen la poca vergüenza de poner las banderas a media asta, son responsables por permitir que un encuentro de estas características se haya celebrado, siendo conscientes de que existía el riesgo de que la seguridad de las personas estuviese en riesgo. Y sabemos por qué lo habéis permitido, por lo mismo que se permiten miles de actos que nos oprimen y nos violentan, que dan paraguas y contextualizan el “maricón”, “hijo de puta” y “nenaza” como insultos inofensivos, que, mira, es fútbol, y ya sabes como es esto de las aficiones y las emociones, que tenemos aquí todes la piel muy fina y nos ofendemos por tonterías.
Lo habéis permitido porque sois cómplices y sujetos activos de la asimilación y normalización de la heteronorma, de la masculinidad, porque sabéis que son ingredientes imprescindibles para perpetuar el sistema que tanto os beneficia, aún siendo violentando y agrediendo a todo lo que no cuadre en vuestros esquemas. Porque, nos guste o no, los intereses económicos de un lobby como el del fútbol, están por encima de cualquier cosa que se parezca a protegernos de la violencia.
Y sólo nos queda la lucha. Seguir luchando contra el sistema capitalista, cis-sexista, heterosexual, masculino, machista, homófobo, tránsfobo, putófobo, racista… Seguir creando alianzas para construir espacios de ocio (donde podamos jugar al fútbol si nos da la gana) que renieguen de todas estas características del fútbol hegemónico. De crear espacios en el que el eje central sea el disfrute colectivo, solidario, inclusivo, público, politizado, lleno de cuidados y de solidaridad, de amor y de mimos. Y eso sólo lo conseguiremos luchando contra todas las opresiones que cruzan nuestros cuerpos precarios de hermanes gordes, marikas, bolleras, trans*, no binaries, mujeres… Porque, amigues, no todo es fútbol (gracias a Dios), pero si éste existe y representa todas las opresiones a las que resistimos y sobrevivimos… ¿no deberíamos plantearnos politizarlo, vaciarlo de los significados que tiene y resignificarlo desde los transfeminismos, la sororidad y las experiencias de resistencia a las violencias que sufrimos?
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