domingo, 18 de febrero de 2018

#hemeroteca #homosexualidad #franquismo | Octavio García: Un símbolo de la represión franquista contra los homosexuales

Imagen: Diario de Fuerventura / Octavio García
Un símbolo de la represión franquista contra los homosexuales.
Diario de Fuerteventura, 2018-02-18
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Octavio García (Las Palmas de Gran Canaria, 1931) llegó en 1954 al actual El Castillo (Antigua) a bordo de El Correíllo. “No había ni muelle”, recordaba en 2012 para una entrevista para el Archivo de la Memoria Histórica, en la que colaboró el colectivo LGTB Gamá. En el momento de la grabación habían pasado casi 60 años, pero Octavio se acordaba perfectamente de la “humillación” a la que se sometió a los presos que llegaron desde Gran Canaria a cumplir pena en el campo de concentración majorero de Tefía (Puerto del Rosario), en su caso “única y exclusivamente por maricón” según sus propias palabras.

Octavio pasó 16 meses en la bautizada como granja agrícola penitenciaria, en cumplimiento de la ley de vagos y maleantes, promulgada durante la II República y donde el franquismo encontró el hueco para incluir a los homosexuales en un período de 12 años, hasta 1966. Por Tefía pasaron unas 90 personas, la mayoría reclusos comunes que se acogían a la reducción de pena (cada día de estancia contaba por dos).

El campo acogía, así, a “parásitos y sujetos indeseables que torpemente dañan la convivencia humana; rufianes y proxenetas; mendigos profesionales; ebrios y toxicómanos habituales y demás personas que con su irregular o anormal conducta fueren merecedores de esta saludable y enérgica sanción social”, categoría en la que se englobaba a los seis gais que pasaron por la granja.

El ahora acogedor albergue era en plena época franquista un aciago edificio donde se sometía a duros trabajos a los reclusos, picando piedra o trabajando en las gavias, “inhóspitas, improductivas”, privados de cuestiones básicas como el propio alimento. “Allí se entraba con 80 kilos y se salía con 45”, explica Víctor Ramírez, investigador y expresidente de Gamá, que ha participado en el proyecto de Memoria Histórica de Canarias.

La crueldad de los administradores, sobre todo en la primera época, con un excarmelita al frente del centro, llegaba a extremos de retener los paquetes de comida que enviaban los familiares y entregarlos cuando los víveres estaban ya podridos.

Sin embargo, para Octavio García, que se libró de los trabajos forzados por sus conocimientos de la religión católica al ser él mismo un devoto creyente y fue elegido para instruir al resto de presos, lo más doloroso fue que lo acusaran de corrupción de menores y pederastia pasiva. Una terrible y falsa calumnia que ha pesado sobre él toda su vida. “¡Corruptor de menores y escándalo en la vía pública! ¡No he sido ladrón, ni maleante, ni mala persona! El único motivo para ser detenido era ser maricón”, explicó a Víctor Ramírez, que en su documentado artículo ‘Los homosexuales durante el franquismo: vagos, maleantes y peligrosos’ indica que Octavio enfatiza el insulto, “la palabra que lo ha definido durante toda su vida, la única con la que, al final, se siente identificado”, asegura el investigador.

Estos fueron los meses que le tocó vivir al que hoy se ha convertido en un símbolo del movimiento LGTBI y que volvió al centro en 2004, para recibir un homenaje del colectivo majorero Altihay. “Recuerdo que llegó taciturno, como avergonzado y casi escondido en sus gafas y su bufanda”, dice Ramírez, que participó en el encuentro. “Pero pronto se dio cuenta de que estaba entre amigos, de que todos estábamos allí para escuchar su testimonio y recompensarle de alguna manera”, concluye.

Ayudó también que el actual albergue no le recordara en nada al lugar en el que él había vivido. “Ahora es un palacio. Antes se dormía con las ventanas abiertas, con aquel viento entrando a todas horas, con una manta picona en aquel colchón, que no era ni colchón”, contaba Octavio en la entrevista para Memoria Histórica. “Los funcionarios creían que humillándonos de esa manera eso se nos iba a quitar. Y eso no se quita, es una cosa nuestra, de nuestro interior”, relata.

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