Pikara / Mani de EHGAM en Donostia, 1981 // |
Fortalecer alianzas: de la liberación gay a la liberación sexual.
Queremos que EHGAM sea un movimiento amplio, en red y transformador. Y estamos convencides de que para ello, además de invitar a la gente, hay que revisar y cambiar las prácticas de lucha y la cultura de nuestra organización.
Iniciativa EHGAM Berramestuz | Pikara, 2021-11-03
https://www.pikaramagazine.com/2021/11/fortalecer-alianzas-de-la-liberacion-gay-a-la-liberacion-sexual/
EHGAM surge en 1977 tras una reunión celebrada en Durango. Detrás del acrónimo, las palabras Movimiento de Liberación Gay de Euskal Herria y, detrás de la iniciativa, varias personas que durante largos años han sido protagonistas o activistas anónimas en las luchas por la liberación sexual y en otras tantas. Pero ese “gay” de entre las siglas EHGAM no tenía aún el significado que tiene hoy en día; no se refería a un tipo específico de hombre homosexual. La idea era luchar a favor de quienes sufrieran las consecuencias de la visión normativa de la sexualidad y el género. Han pasado 45 años y muchas adversidades también. Y “gay” ya no es el paraguas que nos cobija a todes; las luchas LGBT+ (y las de EHGAM) se han diversificado para bien y para mal.
Hace aproximadamente un año recibimos la llamada de miembros de EHGAM-Bizkaia solicitando ayuda para relanzar el colectivo y garantizar su relevo generacional. Nos reunimos un grupo reducido de personas, la mayoría conocidas entre sí, que además ya nos habíamos encontrado anteriormente en diversas luchas e iniciativas.
El primer día hablamos del significado que EHGAM tenía para nosotres y la mayoría teníamos un vínculo muy fuerte para con la asociación, aunque nunca hubiésemos formado parte de ella. Para muches de nosotres, los carteles, pegatinas, campañas, acampadas y notas de prensa de EHGAM fueron la primera referencia positiva que tuvimos sobre ser LGBT+ y nos ayudó a reconocernos a nosotres mismes en nuestros entornos cotidianos: aquella camiseta con el juego de palabras “borrokarako gay” (borrokarako gai=capaces para la lucha) que vestíamos no sin dudas y nervios; la pegatina pegada en las farolas del pueblo que decía “Cárgate la norma” o aquel tríptico que explicaba cómo usar condones en las relaciones sexuales entre chicas y entre chicos. Quienes se reunieron en Durango en 1977 tuvieron que buscar sus referentes en otros lugares. Pero para las que nos reunimos en Hernani en 2020, EHGAM era uno de nuestros grandes referentes. Es por ello que vemos a esta asociación como un pequeño tesoro, una bombilla, un sonido, una marca en la tierra que nos señala a muches de nosotres el camino de numerosas luchas.
Pero en el párrafo anterior, inevitablemente, hemos escrito “muches de nosotres” y no para “todes”. Porque desear que una asociación como EHGAM sea un instrumento para todas las subjetividades y luchas que se agrupan bajo las siglas LGBT+ no significa que lo hayamos conseguido. Y, hoy por hoy, relanzar EHGAM y continuar con su actividad supone, ineludiblemente, situar a la asociación en la realidad actual, crear las condiciones para reflexionar críticamente sobre el camino recorrido y seguir avanzando. Sin caer en interminables procesos de reflexión, queremos juntarnos y pensar a través de la acción, pero no podemos tirar hacia adelante sin más.
A lo largo de todos estos años las luchas en torno a la liberación sexual han cambiado de la misma manera que lo han hecho las sociedades que las contextualizan. Sería interminable enumerar todos los cambios, pero es necesario fijarse al menos en algunos aspectos. En las últimas décadas se han aprobado o están en trámite de aprobación diversas leyes y ordenamientos jurídico-administrativos que han tenido una gran incidencia en la vida de las personas LGBT+. Cada cual tendrá su opinión al respecto, pero sobra decir que la salida de la homosexualidad del código penal, el matrimonio entre personas del mismo sexo, la modificación de los reglamentos de adopción, las leyes de cambio de identidad genérica o los cambios que se han hecho en las guías médicas, entre otras cosas, han influido mucho en nuestras vidas. Pero cabe destacar que ya se ha demostrado claramente que estos cambios no han resuelto todos nuestros problemas, ni mucho menos. En varios casos, además, han generado nuevos problemas o han desplazado el acoso y la discriminación hacia las personas más afectadas dentro de la comunidad LGBT+ (clases trabajadoras migrantes, por ejemplo).
Estos cambios no han sido suficientemente profundos porque no han tocado ni cuestionado los fundamentos del propio sistema. Y no sobra decir que nos quieren integrar al actual modelo liberal-capitalista, dejándolo como estaba o incluso potenciándolo en muchos casos. Un buen ejemplo de esto es el de la familia. A través del matrimonio, adopciones y otros métodos para tener hijes, las personas LGBT+ tenemos la posibilidad de crear familias como las que reconocen el estado y la sociedad, y sí, hemos profanado la santa institución del matrimonio y de la familia, hemos creado una brecha y nos hemos metido dentro pero, aunque parezca mentira, esas instituciones han salido reforzadas de este proceso. A pesar de las quejas y manifestaciones de numerosos sectores conservadores y reaccionarios, el modelo de familia que necesita el sistema económico actual sigue cumpliendo su función: limitar al espacio privado el trabajo de reproducción imprescindible para el capitalismo y no retribuirlo económicamente, potenciar la familia como unidad de consumo y transmisión de la cultura capitalista y canalizar la gestión estatal.
Así, las crisis de 2008 y de 2020 se han resuelto en las familias, trasladando al espacio privado las consecuencias del rescate de las grandes empresas y el sistema económico. Han sido y es en las familias donde se han pagado los platos rotos de las crisis, adaptando sus economías a la precariedad permanente. Entre estas familias están también las familias LGBT+ “normativas” (compuestas por dos adultes e hijes). En cambio, las familias que están fuera de este modelo, las familias extensas, las que se organizan más allá de los vínculos sanguíneos, las formadas por amigues, no han recibido el reconocimiento del Estado.
En las últimas décadas hemos experimentado también un auge de las miradas culturalistas en nuestros movimientos y, especialmente, en la cultura de masas. Miradas que piensan que los “asuntos” LGBT+ son una mera cuestión de aceptación, que plantean que cuando hay respeto y amor todo se puede arreglar. De nuevo, aún sabiendo que todo esto es importante, sabemos que no es para nada suficiente. Porque los “asuntos” LGBT+ están más relacionados de lo que pensamos con otros elementos que organizan la sociedad. Son un campo de batalla para las políticas reaccionarias y fascistas, sí, pero también para la economía, ya sea a través del modelo de familia o del consumismo. Sí, amigues, en los últimos años también nos hemos convertido en un nicho de mercado.
Es por eso que, cuando la situación económica se agrava, se multiplican las agresiones LGBT+fóbicas, porque hay interrelación entre la situación económica de la sociedad y su ideología sexual. Y también por eso, los discursos de tolerancia y respeto han encontrado límites evidentes cuando han querido tocar otros ejes del sistema. Hoy en día es posible decir que la situación laboral de las mujeres trans* es claramente discriminatoria, pero no es posible cambiar los modelos de contratación de los empresarios, porque la autonomía de la empresa privada es intocable. Como es posible casarse entre personas del mismo sexo, pero cuidadito si la ley de extranjería está de por medio. También es posible que un montón de heterosexuales blanques produzcan series y películas sobre una cuadrilla LGBT+ con el fin de crear conciencia social, pero de mientras, la tasa de paro de las personas LGBT+ en el sector audiovisual es superior a la de las demás.
Hace tiempo que se nos ha caído esa imagen ideal de la comunidad LGBT+. Si observamos con atención las situaciones que vivimos unes y otres, no podemos ya hablar de “personas que viven la misma situación”. La realidad de los hombres gais no es la de las mujeres trans*. La de les bisexuales no es la de las lesbianas y la de estas últimas no es la de les trans* no binaries. Además, a todes nos cruzan las bases de la clase social, el género y la racialización.
Ante esta diversidad de situaciones, el movimiento ha sabido buscar herramientas creando, por ejemplo, iniciativas o grupos de personas que viven situaciones específicas. Claro que eso también tiene su cara B: nuestras luchas están cada vez más fragmentadas, con frecuencia tenemos poca capacidad de unir fuerzas y, además, el capital aprovecha bien estas oportunidades para que los nichos de mercado que hemos mencionado anteriormente sean cada vez más específicos. En consecuencia, prevalece el derrotismo y el derrotismo es el mayor enemigo de cualquier lucha.
EHGAM debe tener en cuenta todo este contexto y también hacer autocrítica de su propia trayectoria. Porque durante largos años nuestro movimiento se ha ido reduciendo, tanto en número de activistas como, especialmente, en lo que se refiere a su composición. En pocas palabras, nos hemos convertido en un movimiento de hombres gais. Y si queremos revitalizar la asociación, necesariamente tendremos que partir de ahí. Porque creemos que soñar que EHGAM sea un paraguas y un instrumento para todes, realmente merece la pena. Porque si avanzamos juntes, el activismo por la liberación sexual tiene más sentido, por supuesto, reconociendo las particularidades de todes y ofreciendo la autonomía necesaria a las luchas. Es más, creemos que la lucha de la liberación sexual no está al margen de otras; que tenemos que colaborar y enredarnos con el feminismo, las luchas anticapitalistas, antiracistas, euskaltzales, ecologistas y, en general, con quienes apuestan por nuevos modelos de sociedad más justos.
Sabemos que crear redes no es fácil, pero más difícil es pensar que surja nada bueno de la fragmentación y desesperación que nos impone el capitalismo actual. Queremos que EHGAM sea un movimiento amplio, en red y transformador. Y estamos convencides de que para ello, además de invitar a la gente, hay que revisar y cambiar las prácticas de lucha y la cultura de nuestra organización.
Por lo tanto, sin abandonar lo que ha sido EHGAM, creemos que es el momento de repensar, rearmar y reestructurar la asociación. Volver a soñar y repensar, para cuestionar todo lo que sea necesario y mirar lejos a la hora de fijar nuestros objetivos. Rearmar, para señalarlos temas a tratar y adquirir, con imaginación, las herramientas a utilizar. Reestructurar, para reflexionar sobre cómo organizamos nuestras fuerzas y asumimos compromisos. Como primer paso, hace unos días presentamos el ciclo de reflexión “KOSA“, cuyo objetivo es tratar múltiples problemáticas a través de diversas mesas redondas, debates y dinámicas grupales. Son cuatro o cinco iniciativas; somos conscientes de que faltan muchas problemáticas, luchas y subjetividades en el cartel, pero este ciclo no es un objetivo en sí mismo, sino un punto de partida; un pretexto para juntarnos, pensar y debatir. A partir de ahora, nos toca a todes reinventar el nuevo EHGAM, como herramienta para apostar por la liberación sexual, un refugio para todes y nexo de múltiples redes.
Hace aproximadamente un año recibimos la llamada de miembros de EHGAM-Bizkaia solicitando ayuda para relanzar el colectivo y garantizar su relevo generacional. Nos reunimos un grupo reducido de personas, la mayoría conocidas entre sí, que además ya nos habíamos encontrado anteriormente en diversas luchas e iniciativas.
El primer día hablamos del significado que EHGAM tenía para nosotres y la mayoría teníamos un vínculo muy fuerte para con la asociación, aunque nunca hubiésemos formado parte de ella. Para muches de nosotres, los carteles, pegatinas, campañas, acampadas y notas de prensa de EHGAM fueron la primera referencia positiva que tuvimos sobre ser LGBT+ y nos ayudó a reconocernos a nosotres mismes en nuestros entornos cotidianos: aquella camiseta con el juego de palabras “borrokarako gay” (borrokarako gai=capaces para la lucha) que vestíamos no sin dudas y nervios; la pegatina pegada en las farolas del pueblo que decía “Cárgate la norma” o aquel tríptico que explicaba cómo usar condones en las relaciones sexuales entre chicas y entre chicos. Quienes se reunieron en Durango en 1977 tuvieron que buscar sus referentes en otros lugares. Pero para las que nos reunimos en Hernani en 2020, EHGAM era uno de nuestros grandes referentes. Es por ello que vemos a esta asociación como un pequeño tesoro, una bombilla, un sonido, una marca en la tierra que nos señala a muches de nosotres el camino de numerosas luchas.
Pero en el párrafo anterior, inevitablemente, hemos escrito “muches de nosotres” y no para “todes”. Porque desear que una asociación como EHGAM sea un instrumento para todas las subjetividades y luchas que se agrupan bajo las siglas LGBT+ no significa que lo hayamos conseguido. Y, hoy por hoy, relanzar EHGAM y continuar con su actividad supone, ineludiblemente, situar a la asociación en la realidad actual, crear las condiciones para reflexionar críticamente sobre el camino recorrido y seguir avanzando. Sin caer en interminables procesos de reflexión, queremos juntarnos y pensar a través de la acción, pero no podemos tirar hacia adelante sin más.
A lo largo de todos estos años las luchas en torno a la liberación sexual han cambiado de la misma manera que lo han hecho las sociedades que las contextualizan. Sería interminable enumerar todos los cambios, pero es necesario fijarse al menos en algunos aspectos. En las últimas décadas se han aprobado o están en trámite de aprobación diversas leyes y ordenamientos jurídico-administrativos que han tenido una gran incidencia en la vida de las personas LGBT+. Cada cual tendrá su opinión al respecto, pero sobra decir que la salida de la homosexualidad del código penal, el matrimonio entre personas del mismo sexo, la modificación de los reglamentos de adopción, las leyes de cambio de identidad genérica o los cambios que se han hecho en las guías médicas, entre otras cosas, han influido mucho en nuestras vidas. Pero cabe destacar que ya se ha demostrado claramente que estos cambios no han resuelto todos nuestros problemas, ni mucho menos. En varios casos, además, han generado nuevos problemas o han desplazado el acoso y la discriminación hacia las personas más afectadas dentro de la comunidad LGBT+ (clases trabajadoras migrantes, por ejemplo).
Estos cambios no han sido suficientemente profundos porque no han tocado ni cuestionado los fundamentos del propio sistema. Y no sobra decir que nos quieren integrar al actual modelo liberal-capitalista, dejándolo como estaba o incluso potenciándolo en muchos casos. Un buen ejemplo de esto es el de la familia. A través del matrimonio, adopciones y otros métodos para tener hijes, las personas LGBT+ tenemos la posibilidad de crear familias como las que reconocen el estado y la sociedad, y sí, hemos profanado la santa institución del matrimonio y de la familia, hemos creado una brecha y nos hemos metido dentro pero, aunque parezca mentira, esas instituciones han salido reforzadas de este proceso. A pesar de las quejas y manifestaciones de numerosos sectores conservadores y reaccionarios, el modelo de familia que necesita el sistema económico actual sigue cumpliendo su función: limitar al espacio privado el trabajo de reproducción imprescindible para el capitalismo y no retribuirlo económicamente, potenciar la familia como unidad de consumo y transmisión de la cultura capitalista y canalizar la gestión estatal.
Así, las crisis de 2008 y de 2020 se han resuelto en las familias, trasladando al espacio privado las consecuencias del rescate de las grandes empresas y el sistema económico. Han sido y es en las familias donde se han pagado los platos rotos de las crisis, adaptando sus economías a la precariedad permanente. Entre estas familias están también las familias LGBT+ “normativas” (compuestas por dos adultes e hijes). En cambio, las familias que están fuera de este modelo, las familias extensas, las que se organizan más allá de los vínculos sanguíneos, las formadas por amigues, no han recibido el reconocimiento del Estado.
En las últimas décadas hemos experimentado también un auge de las miradas culturalistas en nuestros movimientos y, especialmente, en la cultura de masas. Miradas que piensan que los “asuntos” LGBT+ son una mera cuestión de aceptación, que plantean que cuando hay respeto y amor todo se puede arreglar. De nuevo, aún sabiendo que todo esto es importante, sabemos que no es para nada suficiente. Porque los “asuntos” LGBT+ están más relacionados de lo que pensamos con otros elementos que organizan la sociedad. Son un campo de batalla para las políticas reaccionarias y fascistas, sí, pero también para la economía, ya sea a través del modelo de familia o del consumismo. Sí, amigues, en los últimos años también nos hemos convertido en un nicho de mercado.
Es por eso que, cuando la situación económica se agrava, se multiplican las agresiones LGBT+fóbicas, porque hay interrelación entre la situación económica de la sociedad y su ideología sexual. Y también por eso, los discursos de tolerancia y respeto han encontrado límites evidentes cuando han querido tocar otros ejes del sistema. Hoy en día es posible decir que la situación laboral de las mujeres trans* es claramente discriminatoria, pero no es posible cambiar los modelos de contratación de los empresarios, porque la autonomía de la empresa privada es intocable. Como es posible casarse entre personas del mismo sexo, pero cuidadito si la ley de extranjería está de por medio. También es posible que un montón de heterosexuales blanques produzcan series y películas sobre una cuadrilla LGBT+ con el fin de crear conciencia social, pero de mientras, la tasa de paro de las personas LGBT+ en el sector audiovisual es superior a la de las demás.
Hace tiempo que se nos ha caído esa imagen ideal de la comunidad LGBT+. Si observamos con atención las situaciones que vivimos unes y otres, no podemos ya hablar de “personas que viven la misma situación”. La realidad de los hombres gais no es la de las mujeres trans*. La de les bisexuales no es la de las lesbianas y la de estas últimas no es la de les trans* no binaries. Además, a todes nos cruzan las bases de la clase social, el género y la racialización.
Ante esta diversidad de situaciones, el movimiento ha sabido buscar herramientas creando, por ejemplo, iniciativas o grupos de personas que viven situaciones específicas. Claro que eso también tiene su cara B: nuestras luchas están cada vez más fragmentadas, con frecuencia tenemos poca capacidad de unir fuerzas y, además, el capital aprovecha bien estas oportunidades para que los nichos de mercado que hemos mencionado anteriormente sean cada vez más específicos. En consecuencia, prevalece el derrotismo y el derrotismo es el mayor enemigo de cualquier lucha.
EHGAM debe tener en cuenta todo este contexto y también hacer autocrítica de su propia trayectoria. Porque durante largos años nuestro movimiento se ha ido reduciendo, tanto en número de activistas como, especialmente, en lo que se refiere a su composición. En pocas palabras, nos hemos convertido en un movimiento de hombres gais. Y si queremos revitalizar la asociación, necesariamente tendremos que partir de ahí. Porque creemos que soñar que EHGAM sea un paraguas y un instrumento para todes, realmente merece la pena. Porque si avanzamos juntes, el activismo por la liberación sexual tiene más sentido, por supuesto, reconociendo las particularidades de todes y ofreciendo la autonomía necesaria a las luchas. Es más, creemos que la lucha de la liberación sexual no está al margen de otras; que tenemos que colaborar y enredarnos con el feminismo, las luchas anticapitalistas, antiracistas, euskaltzales, ecologistas y, en general, con quienes apuestan por nuevos modelos de sociedad más justos.
Sabemos que crear redes no es fácil, pero más difícil es pensar que surja nada bueno de la fragmentación y desesperación que nos impone el capitalismo actual. Queremos que EHGAM sea un movimiento amplio, en red y transformador. Y estamos convencides de que para ello, además de invitar a la gente, hay que revisar y cambiar las prácticas de lucha y la cultura de nuestra organización.
Por lo tanto, sin abandonar lo que ha sido EHGAM, creemos que es el momento de repensar, rearmar y reestructurar la asociación. Volver a soñar y repensar, para cuestionar todo lo que sea necesario y mirar lejos a la hora de fijar nuestros objetivos. Rearmar, para señalarlos temas a tratar y adquirir, con imaginación, las herramientas a utilizar. Reestructurar, para reflexionar sobre cómo organizamos nuestras fuerzas y asumimos compromisos. Como primer paso, hace unos días presentamos el ciclo de reflexión “KOSA“, cuyo objetivo es tratar múltiples problemáticas a través de diversas mesas redondas, debates y dinámicas grupales. Son cuatro o cinco iniciativas; somos conscientes de que faltan muchas problemáticas, luchas y subjetividades en el cartel, pero este ciclo no es un objetivo en sí mismo, sino un punto de partida; un pretexto para juntarnos, pensar y debatir. A partir de ahora, nos toca a todes reinventar el nuevo EHGAM, como herramienta para apostar por la liberación sexual, un refugio para todes y nexo de múltiples redes.
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