Imagen: El País |
El colectivo Cabello/Carceller irrumpió en la escena en los noventa cuestionando la masculinidad. Presentan su último trabajo en el pabellón español de la Bienal de Venecia.
Tania Pardo | Babelia, El País, 2015-05-07
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/05/07/babelia/1430995076_176634.html
La obra deL colectivo Cabello/Carceller, formado por Helena Cabello (París, 1963) y Ana Carceller (Madrid, 1964), está salpicada de citas explícitas al cine norteamericano, las teorías feministas de Judith Butler, los postulados de Carla Lonzi o la obra de Félix González-Torres y se mueve en las líneas divisorias, en esas zonas grises desenfocadas. Incluso, a la hora de montar una exposición tratan de evitar el centro de una pared o de una sala y "con las temáticas –apuntan- ocurre algo parecido, miramos a esa parte que ha sido denostada porque no es perfecta, porque no se ajusta correctamente a ningún patrón, miramos hacia aquello que se mantiene en la zona intermedia, que es “interdisciplinar”, inadecuado". Junto a Pepo Salazar y Francesc Ruiz, forman parte del proyecto comisariado por Martí Manen que se presenta en el Pabellón de España en la 56 edición de la Bienal de Venecia, que abrirá sus puertas al público el sábado 9 de mayo.
Pregunta. Formáis parte de la exposición Los sujetos que se presenta en el Pabellón Español la Bienal de Venecia. El proyecto, además, traza una línea conceptual con el artista Dalí, ¿cómo vinculáis vuestro trabajo, en este proyecto, al artista catalán?
Respuesta. Nuestro nexo de unión con Salvador Dalí es su relación con un personaje ambiguo como Amanda Lear y todo lo que ello conlleva. Nos planteamos la propuesta de Martí Manen como una propuesta de conflicto, como un espacio de disenso productivo. Dalí era un artista vinculado al fascismo, abiertamente misógino y al que incomodaba ser relacionado con la homosexualidad, a pesar de…, pero lo que nos interesa es ese "a pesar de…" que conlleva su propia figura, las contradicciones y la parte performativa de su personaje público y también su necesidad narcisista de ser amado por el poder. En cuanto a Amanda Lear, buscamos reivindicar sus polivalencias, muchos significados en un solo significante amplían el lenguaje de los cuerpos. Lear se movía con gente como David Bowie, se aproximó a quienes planteaban su “performance” pública desde perspectivas de género muy ambiguas, jugó con los estereotipos. Utilizó su ambigüedad como elemento de trabajo en términos de representación y “performance”, o incluso de contenido en algunas de sus canciones. Nos atrae esa parte de Dalí que ha sido silenciada y que impide separar las sexualidades de las políticas.
Nuestra principal aportación en este proyecto consiste en un video en el que usamos el Pabellón Español en Venecia como escenario de la filmación que después se expondrá allí mismo. Hemos trabajado con ese momento intersticial entre exposición y exposición y jugamos con la carga simbólica que tiene el Pabellón para narrar una historia.
P. Vuestro trabajo gira en torno a los aspectos contradictorios de los estereotipos de género y, concretamente, parece centrarse más en los masculinos que en los femeninos, ¿de dónde parte esta distinción?
R. El debate sobre las masculinidades fue promovido desde las teorías feministas y “queer”. Se trata de posiciones que han desvelado una visión inmovilista de los cuerpos, encadenados a unos géneros impuestos históricamente. Desde los feminismos, la masculinidad clásica se ha entendido además como una estrategia política de dominación utilizada para mantener el statu quo.
Antes que de masculinidades se hablaba de androginia. Nuestro trabajo partió de una reflexión sobre la idea de andrógino, entendido como un género indefinido, impuro, ni femenino ni masculino. A partir de ahí, hemos ido desarrollando proyectos que proponen el cuestionamiento de la masculinidad dominante. Entre otros, “Archivo Drag Modelos”, por ejemplo, presenta masculinidades personificadas por cuerpos biológicos femeninos, es decir, incorrectos. Puede interpretarse, como dices, que se trata de proyectos centrados más en los estereotipos masculinos que femeninos; pero también lo contrario, que nos invitan a pensar en feminidades alternativas, posibles maneras de estar en un cuerpo biológico de mujer que no son las normalizadas. Creemos que es interesante trabajar con la masculinidad como mascarada, mostrando su carácter artificial; de ahí que algunos proyectos hagan referencias explícitas al mundo del cine como el lugar que ha reforzado patrones de comportamiento asociados a un género concreto (patrones que determinan cómo moverse, cómo fumar, cómo saludar, etc.). No es un trabajo cómodo, porque pone en evidencia lo artificial de lo natural.
P. Irrumpís en la escena del arte a principios de los noventa, en concreto con dos vídeos que fueron asumidos como una declaración de principios: “Bollos” y “Un beso”, ¿en qué habéis notado el cambio desde entonces hasta ahora?
R. Durante aquellos años la escena del arte era distinta, muy reaccionaria; pero desde el principio intentamos asentar las bases de nuestro trabajo con una visión a largo plazo. Primero con instalaciones “site specific”, dibujos sobre pared, fotografía, y ya a mediados de los 90 con vídeos como “Un beso”, que supuso un “statement”, una respuesta incómoda, y no simplemente un beso. El contexto era complicado, y para nosotras no fue fácil, porque el mundo del arte aparenta una actitud muy abierta que no es real… El cambio se pone de manifiesto en el hecho de que hace solo poco más de un año se expuso nuestro vídeo “Bollos” en el Museo Reina Sofía, una obra del 96 que es ahora cuando se está contextualizando. Pero el cambio no es todavía un gran cambio porque en esa exposición ese vídeo se expuso y se presentó como una acción activista, cuando en realidad se trata de una acción claramente artística en la que trabajamos con un lenguaje performativo dentro del cuadrado discursivo de la pantalla. Lo que más ha cambiado es el contexto social y esto arrastra al mundo del arte, aunque no guste a esa parte del mismo que no quiere que las nuevas minorías, las micropolíticas, hablen para y por todos.
P. ¿Sois conscientes de que vuestro trabajo muchas veces ha sido utilizado para formar cuotas de género expositivas?
R. Nadie escapa a las cuotas, incluso se piden cuotas de españoles en las exposiciones internacionales y a todos les parece un reclamo lógico. A los públicos les interesa sobremanera otra visión de los acontecimientos, un pensamiento plural, pero habitualmente se les ofrece una visión unidireccional en términos de género. En estas circunstancias es evidente que muchas veces te invitan como cuota, eso dice más del que invita que del invitado. El problema de este tipo de cuotas es que se confunde género con biología y se tiende a universalizar lo particular pretendiendo que una mujer representa las posibilidades del habla de todas las mujeres, en una visión muy estrecha de los intereses sociales.
P. Compagináis la labor expositiva con la escritura, la teoría crítica, la docencia y el comisariado de exposiciones, ¿cómo se traduce todo esto en vuestra obra?
R. Ha sido una cuestión de necesidad, teníamos que crear contexto y la única forma de hacerlo era saltar por encima de la posición débil del artista, de esa persona que está esperando a ser "interpretada". Intentamos crear ese contexto contaminando con distintos puntos de vista los espacios de la crítica y de la teoría, usando sus mecanismos para generar unas metodologías de interpretación y unos referentes que en nuestro país no estaban. En todo caso, para nosotras la teoría y la escritura creativa son una herramienta de expresión más, que nutren las imágenes y las acciones y que habitan los cuerpos dándoles sentido.
P. En muchos de vuestros vídeos el escenario de la grabación es el mismo espacio en el cual se proyecta; en estos casos, ¿qué lugar ocupa el espectador?
R. Invitamos a los espectadores a potenciar su mirada crítica. Se trata de evidenciar que te encuentras inmerso en una narración que tiene lugar en un contenedor de arte (de narraciones) y a ello ayuda poder reconstruir “in situ” los escenarios que habitan los actores. Siempre hemos defendido que no hacíamos obra para todos los públicos, esto es imposible; pero sí intentamos llegar a un espectador inteligente. El espectador que nos interesa coincidiría con ese "espectador emancipado" al que reivindica Rancière, y que es alguien consciente de que es espectador y, como tal, nunca pasivo.
P. ¿Y qué esperáis de vuestro paso por uno de los acontecimiento artísticos de mayor visibilidad internacional como es la Bienal de Venecia?
R. Absolutamente nada. No nos creemos nada del mundo del arte, aunque quizá pueden ocurrir cosas inesperadas.
Pregunta. Formáis parte de la exposición Los sujetos que se presenta en el Pabellón Español la Bienal de Venecia. El proyecto, además, traza una línea conceptual con el artista Dalí, ¿cómo vinculáis vuestro trabajo, en este proyecto, al artista catalán?
Respuesta. Nuestro nexo de unión con Salvador Dalí es su relación con un personaje ambiguo como Amanda Lear y todo lo que ello conlleva. Nos planteamos la propuesta de Martí Manen como una propuesta de conflicto, como un espacio de disenso productivo. Dalí era un artista vinculado al fascismo, abiertamente misógino y al que incomodaba ser relacionado con la homosexualidad, a pesar de…, pero lo que nos interesa es ese "a pesar de…" que conlleva su propia figura, las contradicciones y la parte performativa de su personaje público y también su necesidad narcisista de ser amado por el poder. En cuanto a Amanda Lear, buscamos reivindicar sus polivalencias, muchos significados en un solo significante amplían el lenguaje de los cuerpos. Lear se movía con gente como David Bowie, se aproximó a quienes planteaban su “performance” pública desde perspectivas de género muy ambiguas, jugó con los estereotipos. Utilizó su ambigüedad como elemento de trabajo en términos de representación y “performance”, o incluso de contenido en algunas de sus canciones. Nos atrae esa parte de Dalí que ha sido silenciada y que impide separar las sexualidades de las políticas.
Nuestra principal aportación en este proyecto consiste en un video en el que usamos el Pabellón Español en Venecia como escenario de la filmación que después se expondrá allí mismo. Hemos trabajado con ese momento intersticial entre exposición y exposición y jugamos con la carga simbólica que tiene el Pabellón para narrar una historia.
P. Vuestro trabajo gira en torno a los aspectos contradictorios de los estereotipos de género y, concretamente, parece centrarse más en los masculinos que en los femeninos, ¿de dónde parte esta distinción?
R. El debate sobre las masculinidades fue promovido desde las teorías feministas y “queer”. Se trata de posiciones que han desvelado una visión inmovilista de los cuerpos, encadenados a unos géneros impuestos históricamente. Desde los feminismos, la masculinidad clásica se ha entendido además como una estrategia política de dominación utilizada para mantener el statu quo.
Antes que de masculinidades se hablaba de androginia. Nuestro trabajo partió de una reflexión sobre la idea de andrógino, entendido como un género indefinido, impuro, ni femenino ni masculino. A partir de ahí, hemos ido desarrollando proyectos que proponen el cuestionamiento de la masculinidad dominante. Entre otros, “Archivo Drag Modelos”, por ejemplo, presenta masculinidades personificadas por cuerpos biológicos femeninos, es decir, incorrectos. Puede interpretarse, como dices, que se trata de proyectos centrados más en los estereotipos masculinos que femeninos; pero también lo contrario, que nos invitan a pensar en feminidades alternativas, posibles maneras de estar en un cuerpo biológico de mujer que no son las normalizadas. Creemos que es interesante trabajar con la masculinidad como mascarada, mostrando su carácter artificial; de ahí que algunos proyectos hagan referencias explícitas al mundo del cine como el lugar que ha reforzado patrones de comportamiento asociados a un género concreto (patrones que determinan cómo moverse, cómo fumar, cómo saludar, etc.). No es un trabajo cómodo, porque pone en evidencia lo artificial de lo natural.
P. Irrumpís en la escena del arte a principios de los noventa, en concreto con dos vídeos que fueron asumidos como una declaración de principios: “Bollos” y “Un beso”, ¿en qué habéis notado el cambio desde entonces hasta ahora?
R. Durante aquellos años la escena del arte era distinta, muy reaccionaria; pero desde el principio intentamos asentar las bases de nuestro trabajo con una visión a largo plazo. Primero con instalaciones “site specific”, dibujos sobre pared, fotografía, y ya a mediados de los 90 con vídeos como “Un beso”, que supuso un “statement”, una respuesta incómoda, y no simplemente un beso. El contexto era complicado, y para nosotras no fue fácil, porque el mundo del arte aparenta una actitud muy abierta que no es real… El cambio se pone de manifiesto en el hecho de que hace solo poco más de un año se expuso nuestro vídeo “Bollos” en el Museo Reina Sofía, una obra del 96 que es ahora cuando se está contextualizando. Pero el cambio no es todavía un gran cambio porque en esa exposición ese vídeo se expuso y se presentó como una acción activista, cuando en realidad se trata de una acción claramente artística en la que trabajamos con un lenguaje performativo dentro del cuadrado discursivo de la pantalla. Lo que más ha cambiado es el contexto social y esto arrastra al mundo del arte, aunque no guste a esa parte del mismo que no quiere que las nuevas minorías, las micropolíticas, hablen para y por todos.
P. ¿Sois conscientes de que vuestro trabajo muchas veces ha sido utilizado para formar cuotas de género expositivas?
R. Nadie escapa a las cuotas, incluso se piden cuotas de españoles en las exposiciones internacionales y a todos les parece un reclamo lógico. A los públicos les interesa sobremanera otra visión de los acontecimientos, un pensamiento plural, pero habitualmente se les ofrece una visión unidireccional en términos de género. En estas circunstancias es evidente que muchas veces te invitan como cuota, eso dice más del que invita que del invitado. El problema de este tipo de cuotas es que se confunde género con biología y se tiende a universalizar lo particular pretendiendo que una mujer representa las posibilidades del habla de todas las mujeres, en una visión muy estrecha de los intereses sociales.
P. Compagináis la labor expositiva con la escritura, la teoría crítica, la docencia y el comisariado de exposiciones, ¿cómo se traduce todo esto en vuestra obra?
R. Ha sido una cuestión de necesidad, teníamos que crear contexto y la única forma de hacerlo era saltar por encima de la posición débil del artista, de esa persona que está esperando a ser "interpretada". Intentamos crear ese contexto contaminando con distintos puntos de vista los espacios de la crítica y de la teoría, usando sus mecanismos para generar unas metodologías de interpretación y unos referentes que en nuestro país no estaban. En todo caso, para nosotras la teoría y la escritura creativa son una herramienta de expresión más, que nutren las imágenes y las acciones y que habitan los cuerpos dándoles sentido.
P. En muchos de vuestros vídeos el escenario de la grabación es el mismo espacio en el cual se proyecta; en estos casos, ¿qué lugar ocupa el espectador?
R. Invitamos a los espectadores a potenciar su mirada crítica. Se trata de evidenciar que te encuentras inmerso en una narración que tiene lugar en un contenedor de arte (de narraciones) y a ello ayuda poder reconstruir “in situ” los escenarios que habitan los actores. Siempre hemos defendido que no hacíamos obra para todos los públicos, esto es imposible; pero sí intentamos llegar a un espectador inteligente. El espectador que nos interesa coincidiría con ese "espectador emancipado" al que reivindica Rancière, y que es alguien consciente de que es espectador y, como tal, nunca pasivo.
P. ¿Y qué esperáis de vuestro paso por uno de los acontecimiento artísticos de mayor visibilidad internacional como es la Bienal de Venecia?
R. Absolutamente nada. No nos creemos nada del mundo del arte, aunque quizá pueden ocurrir cosas inesperadas.
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