sábado, 24 de octubre de 2015

#hemeroteca #memoria | Barcelona recuerda las barracas donde la ciudad cambiaba de nombre

Imagen: El Diario
Barcelona recuerda las barracas donde la ciudad cambiaba de nombre.
La colocación de una placa conmemorativa en memoria de los núcleos de chabolas de Montjuïc rinde homenaje al pasado barraquista de Barcelona.
J. J. Caballero | El Diario, 2015-10-23
http://www.eldiario.es/catalunya/barcelona/Barcelona-recuerda-barracas-cambiaba-nombre_0_444456390.html

Barcelona salda este domingo otra deuda con sus barrios de barracas, extinguidos definitivamente a finales de los años ochenta. En esta ocasión, la placa conmemorativa se colocará en Montjuïc, allá donde la ciudad cambia su nombre, en acertada expresión del novelista Paco Candel, vecino de la cara oculta de la montaña y que tituló así una de sus más célebres novelas.

Can Valero fue el núcleo de barracas más conocido de Montjuïc, una montaña donde a finales de los años cincuenta llegaron a vivir hasta 30.000 personas en unas seis mil chabolas. Y en ese punto, en las cercanías de donde se encontraba el bar que dio nombre al barrio, la alcaldesa Ada Colau inaugurará la placa conmemorativa en homenaje a sus habitantes pero también a todas aquellas personas, especialmente religiosos y voluntarios sociales, que contribuyeron a dignificar aquellos barrios.

Las barracas de Montjuïc no tuvieron el estigma de otras zonas de chabolas de Barcelona. Las primeras fueron levantadas por los trabajadores que acudieron a Barcelona a trabajar en las obras de la Exposición Internacional de 1929. Y otros trabajadores, los inmigrantes de la posguerra, hicieron crecer esos núcleos en los años cuarenta y en los sesenta.

Una montaña saturada
Las barracas constituían un auténtico gueto, porque muchas de ellas estaban rodeadas de una tapia y otras lindaban con el castillo de Montjuïc y el cementerio. Pero en todo caso, allí creció un núcleo social cohesionado en torno a los bares, las capillas, los dispensarios, los centros sociales… y las fuentes, siempre las fuentes como punto inevitable de encuentro en los barrios de barracas, carentes de todo tipo de servicios.

Había barracas prácticamente en todos los puntos cardinales de la montaña. En la vertiente que da a la ciudad las barracas estaban pegadas al barrio del Poble Sec. Se dice que algunos núcleos barraquistas desaparecieron porque en una visita a Barcelona el general Franco, al contemplar el panorama desde lo alto del castillo dijo que “la próxima vez que vuelva a Barcelona no las quiero ver ahí”.

La “ciudad sin ley”
En la parte central de Montjuïc crecieron Can Valero, Maricel, Tres Pins y las Banderas, que fueron desapareciendo a medida que avanzaba la urbanización de la montaña. En la zona de las canteras que habían provisto de piedra a los edificios modernistas del Eixample estaban las de Damunt la Fossa, situadas, como su nombre indica, sobre la fosa común del cementerio. En las proximidades crecieron l’Esparver y La Vinya, que desapareció en 1964. Damunt la Fossa era conocida como “ciudad sin ley”, expresión sumamente ilustrativa derivada de las películas del oeste. En ese barrio se ambientaron algunas escenas de baile de la película “Los Tarantos”, dirigida por Rovira Beleta y protagonizada por la bailaora Carmen Amaya, nacida precisamente en un barrio de barracas, el Somorrostro.

En la banda de mar, al pie de la pared vertical del Morrot, estaban las barracas del mismo nombre. Al lado, en Can Tunis, se alternaban las chabolas con las cuevas excavadas en la piedra. Completaba el núcleo el barrio de Jesús i Maria. Al otro lado, extendiéndose casi hasta la Gran Via, surgía el núcleo de Magòria.

Entre la montaña y el mar estaba la llamada “Tierra negra”, un lugar sobre el que se contaban todo tipo de historias y que era muy frecuentado por gente patibularia. La “Tierra negra” no era una zona de barracas, sino un lugar donde se ejercía la prostitución en condiciones de máxima miseria y que se convirtió en un foco de enfermedades venéreas.

La degradación de algunas zonas de la montaña tuvo su máxima expresión en Can Tunis, convertido a mediados de los años 2000 en lo que se llamó “supermercado de la droga” y que significaba una interminable procesión de personas en busca de una dosis. Algunos llegaban en autobús, en la única línea urbana que se acercaba por aquella zona. Abundaba la heroína, que muchos se inyectaban allí al lado o bajo el puente de la Ronda Litoral. Voluntarios y servicios de asistencia pública trataron durante años de prestar atención a los toxicómanos, pero no siempre conseguían evitar ni las infecciones ni las sobredosis. Cuando el barrio fue demolido no se acabó el problema, simplemente se dispersó en otros puntos de la ciudad y de la conurbación barcelonesa.

El barraquismo vertical
Las barracas fueron cayendo poco a poco, pero fueron sustituidas por otro tipo de barraquismo, el vertical. Eran construcciones como las Casas Baratas que se levantaron en diversos puntos de Barcelona y de las ciudades colindantes. Y bloques como los de Can Clos, situados bajo el vertedero al que eran arrojadas las basuras de Barcelona. Una noche de diciembre de 1971 unos fuertes aguaceros provocaron un corrimiento de tierras y las basuras inundaron el barrio. A raíz de ese episodio los vecinos cortaron el paso de camiones al vertedero y sólo así se puso fin al vertido de basuras en la montaña.

Al mismo tiempo que se levantaban las casas de Can Clos crecía el barrio de El Polvorí, que tenía una particularidad bien diferenciada, pues algunos de los nuevos bloques fueron destinados a viviendas de policías. Y junto a esos barrios surgió Port, pegado a la Zona Franca y habitado mayoritariamente por población catalana, una excepción en Montjuïc, donde a un vecino, para diferenciarlo del resto, le llamaban “el catalán”, como explica Francisco Candel en una de sus novelas.

La comisión ciudadana para la recuperación de la memoria de los barrios de barracas ha conseguido que la existencia de esas zonas no quede en el olvido, como durante tantos años ha ocurrido. Porque durante mucho tiempo esa realidad fue incómoda para unas autoridades que sólo aspiraban a borrarlas del mapa y unos ciudadanos que trataban de permanecer lo más alejado posible de ellas y de sus habitantes.

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