Confesiones a un falangista, antiguas fotografías aéreas y la hermana de Lorca señalan una nueva ubicación de la fosa del poeta.
Natalia Junquera | El País, 2015-10-27
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/10/26/actualidad/1445889412_939227.html
Estaban ilusionados, convencidos de sus posibilidades de encontrar en un paraje llamado el Peñón Colorado, en Alfacar (Granada), la fosa del poeta español más universal. Bebían de fuentes directas, de los testimonios de los supuestos asesinos de Federico García Lorca en la madrugada del 17 de agosto de 1936. Su desconcierto fue total cuando, en noviembre del año pasado cumplieron 20 días de excavación sin rastro de la fosa. El equipo de 18 expertos dirigidos por el arqueólogo Javier Navarro y el investigador Miguel Caballero revisó toda su documentación durante cinco meses y tras encargar un nuevo estudio de georadar, concluyó que se habían equivocado por solo 20 metros. Incapaces de desistir después de haber estado tan cerca, iniciaron una campaña de ‘crowdfunding’ para reunir los 33.117 euros que necesitaban para volver a intentarlo. Creen que esta es la definitiva. ¿Por qué? Estos son sus argumentos.
“Federico iba en pijama. Era el segundo por la izquierda”. La ubicación de este nuevo intento se basa en un libro publicado en 1983 de forma póstuma: ‘Los últimos días de Federico García Lorca’. Su autor, Eduardo Molina Fajardo, era falangista. Caballero ha dedicado años a contrastar, uno a uno, los 48 testimonios recogidos por Molina Fajardo con la premisa de que “las personas que participaron en la ejecución del poeta estarían mucho más dispuestas a contar la verdad a un colega [otro falangista] antes que a un historiador”. Así, José María Nestares, mando militar en la zona por entonces le dijo en 1969 a Molina Fajardo: “Llamé a Manolo Martínez Bueso para que los vigilara y presenciara la ejecución. Después, me dijo que Federico [García Lorca] iba en pijama y que los habían matado en el campo de instrucción de las tropas, a la derecha de la carretera. Me dijo que de los que enterraron, Federico era el segundo por la izquierda”. Nestares entregó a Molina Fajardo un croquis del lugar de enterramiento y uno de los hijos del militar acudió posteriormente a la zona acompañado por dos guardias de asalto que dijeron haber sido testigos del fusilamiento. Años más tarde, otro falangista, Pedro Cuesta, le señaló ese mismo lugar y añadió que no sería difícil identificar al poeta ya que había sido fusilado y enterrado junto a dos banderilleros [Francisco Galadí y Joaquín Arcollas] y un maestro cojo, Dióscoro Galindo. “Sí, allí tenía la muleta, encima de ellos, estará ya podrida...”, dijo.
La carta de la hermana. También Isabel García Lorca pensaba que este era el lugar donde estaba enterrado su hermano. Lo revela la indignada carta que escribió en 1998 al alcalde de Alfacar y que recogió incluso The New York Times. “Ha llegado a mis oídos el plan del Ayuntamiento de hacer un campo de fútbol justo donde fueron a caer miles de hombres asesinados, muchos de ellos correligionarios suyos, socialistas. También está ahí mi hermano”, decía Isabel García Lorca, que entonces tenía 87 años. El campo no llegó a construirse, pero sí fueron removidos 12.000 metros cúbicos de tierra de ladera para generar la explanada.
Contar árboles uno a uno. El terreno sufrió múltiples transformaciones a lo largo de los años: albergó un campo de instrucción militar, una pista de motorcross, un copioso olivar y casi un campo de fútbol. El equipo de expertos buscó antiguas fotografías aéreas para retratar esa evolución y averiguar dónde se habían equivocado. En el Archivo General Militar de Ávila encontraron 124 imágenes realizadas en octubre de 1938 por el Ejército Popular de la República, pero la zona quedaba fuera de la foto “por escasos metros”. Localizaron entonces imágenes aéreas de vuelos americanos entre 1944 y 1957 en las que sí se apreciaba el olivar completo y se dedicaron a contar uno a uno los árboles para comprobar dónde estaban los pocos que quedan ahora. De periódicos de la época extrajeron, además, fotos de las obras del campo de fútbol. Todas estas referencias fueron cartografiadas e introducidas en un SIG (Sistema de Información Geográfica) para proyectarlas sobre la imagen del terreno en la actualidad.
Los pozos. El catedrático emérito de Geografía Física José Luis Peña elaboró un nuevo estudio de georradar para localizar anomalías del terreno que señalaran los pozos a los que fueron arrojados Lorca, Arcollas, Galadí y Galindo. Todo este trabajo señaló un área de 100 metros cuadrados a solo 20 metros del segundo intento y a un kilómetro del primero (el paraje señalado por el supuesto enterrador del poeta, Manuel Castilla, al hispanista Ian Gibson).
“Federico iba en pijama. Era el segundo por la izquierda”. La ubicación de este nuevo intento se basa en un libro publicado en 1983 de forma póstuma: ‘Los últimos días de Federico García Lorca’. Su autor, Eduardo Molina Fajardo, era falangista. Caballero ha dedicado años a contrastar, uno a uno, los 48 testimonios recogidos por Molina Fajardo con la premisa de que “las personas que participaron en la ejecución del poeta estarían mucho más dispuestas a contar la verdad a un colega [otro falangista] antes que a un historiador”. Así, José María Nestares, mando militar en la zona por entonces le dijo en 1969 a Molina Fajardo: “Llamé a Manolo Martínez Bueso para que los vigilara y presenciara la ejecución. Después, me dijo que Federico [García Lorca] iba en pijama y que los habían matado en el campo de instrucción de las tropas, a la derecha de la carretera. Me dijo que de los que enterraron, Federico era el segundo por la izquierda”. Nestares entregó a Molina Fajardo un croquis del lugar de enterramiento y uno de los hijos del militar acudió posteriormente a la zona acompañado por dos guardias de asalto que dijeron haber sido testigos del fusilamiento. Años más tarde, otro falangista, Pedro Cuesta, le señaló ese mismo lugar y añadió que no sería difícil identificar al poeta ya que había sido fusilado y enterrado junto a dos banderilleros [Francisco Galadí y Joaquín Arcollas] y un maestro cojo, Dióscoro Galindo. “Sí, allí tenía la muleta, encima de ellos, estará ya podrida...”, dijo.
La carta de la hermana. También Isabel García Lorca pensaba que este era el lugar donde estaba enterrado su hermano. Lo revela la indignada carta que escribió en 1998 al alcalde de Alfacar y que recogió incluso The New York Times. “Ha llegado a mis oídos el plan del Ayuntamiento de hacer un campo de fútbol justo donde fueron a caer miles de hombres asesinados, muchos de ellos correligionarios suyos, socialistas. También está ahí mi hermano”, decía Isabel García Lorca, que entonces tenía 87 años. El campo no llegó a construirse, pero sí fueron removidos 12.000 metros cúbicos de tierra de ladera para generar la explanada.
Contar árboles uno a uno. El terreno sufrió múltiples transformaciones a lo largo de los años: albergó un campo de instrucción militar, una pista de motorcross, un copioso olivar y casi un campo de fútbol. El equipo de expertos buscó antiguas fotografías aéreas para retratar esa evolución y averiguar dónde se habían equivocado. En el Archivo General Militar de Ávila encontraron 124 imágenes realizadas en octubre de 1938 por el Ejército Popular de la República, pero la zona quedaba fuera de la foto “por escasos metros”. Localizaron entonces imágenes aéreas de vuelos americanos entre 1944 y 1957 en las que sí se apreciaba el olivar completo y se dedicaron a contar uno a uno los árboles para comprobar dónde estaban los pocos que quedan ahora. De periódicos de la época extrajeron, además, fotos de las obras del campo de fútbol. Todas estas referencias fueron cartografiadas e introducidas en un SIG (Sistema de Información Geográfica) para proyectarlas sobre la imagen del terreno en la actualidad.
Los pozos. El catedrático emérito de Geografía Física José Luis Peña elaboró un nuevo estudio de georradar para localizar anomalías del terreno que señalaran los pozos a los que fueron arrojados Lorca, Arcollas, Galadí y Galindo. Todo este trabajo señaló un área de 100 metros cuadrados a solo 20 metros del segundo intento y a un kilómetro del primero (el paraje señalado por el supuesto enterrador del poeta, Manuel Castilla, al hispanista Ian Gibson).
Cronología de un misterio
1955. Manuel Castilla, ‘El Comunista’, que asegura ser el hombre que enterró a Lorca, señala al investigador estadounidense Agustín Penón la fosa en un paraje de Alfacar (Granada).
1966. Castilla lleva al mismo lugar al hispanista Ian Gibson, biógrafo del poeta.
2008. El juez Baltasar Garzón ordena exhumar 19 fosas, entre ellas la que se creía el punto de entierro de Lorca. La Audiencia Nacional lo paraliza.
2009. En septiembre, comienza la excavación en la zona señalada por Castilla. Tras mes y medio de trabajos y una subvención de 70.000 euros de la Junta andaluza, solo se encuentra una roca.
2014. Un nuevo equipo excava en noviembre en el Peñón Colorado, con 16.500 euros de financiación de la Junta de Andalucía. Los trabajos concluyen sin éxito 20 días después.
Marzo de 2015. El equipo elabora un nuevo estudio de georradar y ubica la fosa a 20 metros de la anterior excavación. Solicita un total de 33.117 euros para volver a excavar.
1955. Manuel Castilla, ‘El Comunista’, que asegura ser el hombre que enterró a Lorca, señala al investigador estadounidense Agustín Penón la fosa en un paraje de Alfacar (Granada).
1966. Castilla lleva al mismo lugar al hispanista Ian Gibson, biógrafo del poeta.
2008. El juez Baltasar Garzón ordena exhumar 19 fosas, entre ellas la que se creía el punto de entierro de Lorca. La Audiencia Nacional lo paraliza.
2009. En septiembre, comienza la excavación en la zona señalada por Castilla. Tras mes y medio de trabajos y una subvención de 70.000 euros de la Junta andaluza, solo se encuentra una roca.
2014. Un nuevo equipo excava en noviembre en el Peñón Colorado, con 16.500 euros de financiación de la Junta de Andalucía. Los trabajos concluyen sin éxito 20 días después.
Marzo de 2015. El equipo elabora un nuevo estudio de georradar y ubica la fosa a 20 metros de la anterior excavación. Solicita un total de 33.117 euros para volver a excavar.
Imagen: El País / Alfacar, excavación en Noviembre 2014 |
Tras las infructuosas campañas de 2009 y 2014, un equipo de arqueólogos y expertos está a punto de excavar entre Víznar y Alfacar en busca de los restos del escritor.
Jesús Ruiz Mantilla | El País, 2015-10-27
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/10/26/actualidad/1445885173_774592.html
Al llegar al paraje, uno recuerda el Poema de la Soleá: "Tierra seca, tierra quieta de noches inmensas". Si hubo un genio que supo entretejer en vida un inquietante juego de premoniciones, ese fue Federico García Lorca. Sobre la tierra seca de lo que es hoy el polígono número 9 de Alfacar, en la finca inscrita en el registro de la propiedad número 5 de Granada, con el número 1833, libro 44, folio 97, encima de un medio vertedero yermo de hojarasca, hierbajos y pedregal, ahí justo, en un radio de 160 metros cuadrados, podría encontrarse el cadáver del poeta. Lo dicen Miguel Caballero y Javier Navarro, responsables del equipo de investigación que quiere descubrir el lugar exacto de su muerte y que está a punto de acometer una nueva fase de excavaciones en busca del autor de ‘Poeta en Nueva York’, enterrado junto a quienes fueron ejecutados con él en la noche del 17 de agosto de 1936.
A expensas de un visto bueno meramente jurídico por parte de la Junta de Andalucía, otro escuadrón formado por historiadores, arqueólogos, geólogos y forenses procedentes de varias universidades de España, Argentina y Reino Unido, espera paciente su turno para excavar. Será el tercer intento. Dos fallidos lo preceden.
El primero, basado en la legendaria investigación de Ian Gibson, se produjo en 2009 y no dio resultado en el paradero exacto, junto al olivo donde hoy abre la puerta un parque conmemorativo. El segundo fue en 2014, corrió a cargo del mismo equipo actual y se quedó a un palmo del lugar ahora previsto para empezar a cavar.
Voluntad política
La culpa fue del frío. Llegó el invierno y la pala excavadora que necesitaban para seguir rastreando el terreno tuvo que ser utilizada para quitar nieve de las carreteras. Cosas de Berlanga… O de una falta de voluntad política que hoy parece ir cambiando entre las autoridades locales y regionales, más proclives a la búsqueda. Y de la financiación, hoy garantizada gracias a donantes privados, anónimos algunos y con nombre, apellido y dirección otros, a través de un crowdfunding que ha dado la vuelta al mundo. A ello se suma el monto no gastado de la partida de 16.500 euros que la Junta de Andalucía aportó en 2014.
En este nuevo intento, Miguel Caballero y el director de la excavación, Javier Navarro Chueca, esperan acertar: "Si están ahí, los encontraremos", asegura el segundo. "Hemos avanzado en el conocimiento del terreno, con un trabajo científico que ha ido descartando lugares". Deben hallar alteraciones que conduzcan a pozos de agua que fueron utilizados para las fosas. Eso implica un movimiento del terreno que ha sido, en principio, detectado por los georradares en tres zonas diferentes sobre un espacio de 160 metros cuadrados.
Sus pesquisas y conclusiones se basan en versiones bastante distintas a las de Ian Gibson. "Tomamos como referencia el trabajo del investigador granadino Eduardo Molina Fajardo, publicado póstumamente en 1983", sostienen. Ese trabajo se titula ‘Los últimos días de García Lorca’ y, al tratarse de un falangista, da importancia a los testimonios de quienes estuvieron relacionados con el crimen. Se trata de una obra que intenta exculpar a los suyos, pero que guarda interesantes referencias respecto a datos y lugares concretos por parte de testigos directamente involucrados. "Dulcifica algún testimonio como el del capitán Nestares, jefe militar de la zona de Víznar aquellos meses y amigo de Molina Fajardo", comenta Miguel Caballero.
El hijo del capitán Nestares, Fernando, también militar retirado con rango de general, certifica ahora la pertinencia de la nueva investigación. Este hombre, amigo de los archivos y la historia, fue conducido por algunos de quienes dice que se encargaron del crimen al lugar exacto de los hechos. "Eran tres", asegura el general Nestares en el archivo de la Diputación provincial de Granada. La mitad del escuadrón, según algunas fuentes. Porque Caballero, en su libro ‘Las 13 últimas horas en la vida de García Lorca’, implicó en sus investigaciones al menos a seis personas.
Pero el militar no hizo su excursión al paraje con todos ellos: "Me llevaron los guardias de asalto al sitio donde dicen que los mataron. Uno de ellos se llamaba Antonio Benavides y se trataba de alguien muy fanfarrón. No se habían vuelto a ver desde la noche en que los fusilaron. Se estuvieron contando sus vidas. Fueron los mismos que los condujeron desde Granada", afirma el general Nestares.
Según él, al lugar de los hechos llegaron dos camiones desde puntos distintos. "Uno traía a García Lorca y a los banderilleros anarquistas, Juan Arcoya Cabezas y Francisco Galadí. El otro transportaba a don Dióscoro Galindo, maestro republicano de Publiana, que también fue fusilado. Lo trasladaron desde su pueblo y bajo el mando de Juan Luis Trescastros".
Los demás miembros del pelotón eran Mariano Ajenjo Moreno, Salvador Varo Leyva y los campeones de tiro Juan Jiménez Cascales y Fernando Correa Carrasco, armados con sus pistolas Astra modelo 902 calibre 7,65 mm y sus fusiles Mauser modelo 1893, todos ellos llenos de munición. A unos los reclutaban por su pericia en los disparos; otros, como Benavides, un tipo sangriento, un asesino natural según Caballero, se apuntaban por vicio.
Nestares, que por aquel entonces —cuando dice que le condujeron al lugar en los años setenta— presentaba grado de comandante, consiguió convencerles por la confianza que les merecía gracias a su padre: "Fueron con mucho gusto. No volví a verlos más. Nadie en Granada sabía quiénes eran algunos de ellos", afirma. Según el general, no presumían del crimen, pese a que varias versiones les presentan fanfarroneando por la ciudad en las horas posteriores al asesinato.
La tesis de Gibson
La investigación en marcha difiere de la de Gibson. Él se basaba en los testimonios de Manuel Castilla Blanco, alias ‘Manolillo el comunista’, supuestamente el enterrador, quien condujo al investigador hacia otro paraje a unos 400 metros del actual. Según Caballero, dicho testimonio no era fiable, ya que según él ha comprobado, ‘Manolillo el comunista’ llegó al lugar en septiembre y el asesinato se produjo en agosto. "En aquellos tiempos de escasez, cualquiera estaba dispuesto a dar una versión por algo a cambio", remacha Miguel Caballero.
Gibson argumenta en cambio que no se fía de la fecha que aduce Caballero: "Llevar allí a un extranjero en aquella época era jugársela. Yo creo que sí estuvo. Él estaba convencido de decirme la verdad. Manuel Cuesta me confesó que en la época el capitán Nestares, responsable de la zona, le había obligado a firmar un documento jurando que no había estado allí".
El problema con la nueva superficie de excavación, que ya se encuentra delimitada con estacas, es que existen unos ocho metros de tierra encima debido a la preparación para construir en su día un campo de fútbol. En el mismo lugar donde los investigadores creen que se encuentra la fosa hubo un campo de instrucción para tropas de Franco; también se ha practicado allí motocross, y se quiso construir un complejo deportivo que iba a quedar rodeado de chalés. Algo que en su día Isabel García Lorca, hermana del poeta, se empeñó en parar mediante una carta al entonces alcalde de la localidad, Juan Caballero Leyva, con fecha de 13 de octubre de 1998: "Distinguido amigo. Ha llegado a mis oídos el plan que tiene el ayuntamiento de Alfacar, que usted preside, de hacer un campo de fútbol justo donde fueron a caer miles de hombres asesinados, muchos de ellos, supongo, correligionarios suyos, socialistas. También está ahí mi hermano, Federico García Lorca".
Así lo reconoce Isabel en la misiva. Y no detiene ahí las presiones. Envía el fax al entonces presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, y todo se para. "El daño principal ya estaba hecho", dice Caballero. "Era la explanación, lo que hizo que el terreno principal fuera alterado con el añadido de varios metros encima. Ahora tenemos que buscar una aguja en un pajar. De haber quedado todo como estaba originalmente, junto a lo que llaman camino del obispo y a 24 pasos de lo que es este cortijo, conocido como del Pepino, ya habríamos encontrado los restos", explica.
Un misterioso donante anónimo
Dentro de los donantes que apoyan las excavaciones hay un anónimo misterioso. “Nos ha dado lo que falta tras haber comprobado lo que necesitamos. Es casi la mitad de lo necesario, que asciende a 31.400 euros”, afirma Miguel Caballero. La Junta de Andalucía aportó en su día una partida de 16.500 euros para la segunda excavación. En el caso de la actual, todo ha sido recaudado por micromecenazgo. La Delegación de Fomento, una máquina excavadora y vallas. Todo en apoyo de un grupo compuesto por un arqueólogo director, Javier Navarro, con seis colegas a su mando, investigadores de la Universidad de Nottingham, el geofísico Francisco García (Universidad de Valencia), dos geoarqueólogos pertenecientes a la Universidad de Aragón (José Luis Peña) y la Nacional de Tucumán, en Argentina (María Marta Sampietro) y dos investigadores documentales, entre los que está Miguel Caballero.
La Junta necesitaba una asociación que impulsara la iniciativa. Navarro implicó a la suya, Asociación Regreso con Honor, creada a partir de la reivindicación de la memoria de los 60.000 soldados españoles que perecieron en la guerra de Cuba. También ha estado implicado en excavaciones de fosas en Agüero (Huesca) y Romanillos de Medinaceli (Soria) y es un experto en la búsqueda de cuerpos enterrados sin sepultura.
A expensas de un visto bueno meramente jurídico por parte de la Junta de Andalucía, otro escuadrón formado por historiadores, arqueólogos, geólogos y forenses procedentes de varias universidades de España, Argentina y Reino Unido, espera paciente su turno para excavar. Será el tercer intento. Dos fallidos lo preceden.
El primero, basado en la legendaria investigación de Ian Gibson, se produjo en 2009 y no dio resultado en el paradero exacto, junto al olivo donde hoy abre la puerta un parque conmemorativo. El segundo fue en 2014, corrió a cargo del mismo equipo actual y se quedó a un palmo del lugar ahora previsto para empezar a cavar.
Voluntad política
La culpa fue del frío. Llegó el invierno y la pala excavadora que necesitaban para seguir rastreando el terreno tuvo que ser utilizada para quitar nieve de las carreteras. Cosas de Berlanga… O de una falta de voluntad política que hoy parece ir cambiando entre las autoridades locales y regionales, más proclives a la búsqueda. Y de la financiación, hoy garantizada gracias a donantes privados, anónimos algunos y con nombre, apellido y dirección otros, a través de un crowdfunding que ha dado la vuelta al mundo. A ello se suma el monto no gastado de la partida de 16.500 euros que la Junta de Andalucía aportó en 2014.
En este nuevo intento, Miguel Caballero y el director de la excavación, Javier Navarro Chueca, esperan acertar: "Si están ahí, los encontraremos", asegura el segundo. "Hemos avanzado en el conocimiento del terreno, con un trabajo científico que ha ido descartando lugares". Deben hallar alteraciones que conduzcan a pozos de agua que fueron utilizados para las fosas. Eso implica un movimiento del terreno que ha sido, en principio, detectado por los georradares en tres zonas diferentes sobre un espacio de 160 metros cuadrados.
Sus pesquisas y conclusiones se basan en versiones bastante distintas a las de Ian Gibson. "Tomamos como referencia el trabajo del investigador granadino Eduardo Molina Fajardo, publicado póstumamente en 1983", sostienen. Ese trabajo se titula ‘Los últimos días de García Lorca’ y, al tratarse de un falangista, da importancia a los testimonios de quienes estuvieron relacionados con el crimen. Se trata de una obra que intenta exculpar a los suyos, pero que guarda interesantes referencias respecto a datos y lugares concretos por parte de testigos directamente involucrados. "Dulcifica algún testimonio como el del capitán Nestares, jefe militar de la zona de Víznar aquellos meses y amigo de Molina Fajardo", comenta Miguel Caballero.
El hijo del capitán Nestares, Fernando, también militar retirado con rango de general, certifica ahora la pertinencia de la nueva investigación. Este hombre, amigo de los archivos y la historia, fue conducido por algunos de quienes dice que se encargaron del crimen al lugar exacto de los hechos. "Eran tres", asegura el general Nestares en el archivo de la Diputación provincial de Granada. La mitad del escuadrón, según algunas fuentes. Porque Caballero, en su libro ‘Las 13 últimas horas en la vida de García Lorca’, implicó en sus investigaciones al menos a seis personas.
Pero el militar no hizo su excursión al paraje con todos ellos: "Me llevaron los guardias de asalto al sitio donde dicen que los mataron. Uno de ellos se llamaba Antonio Benavides y se trataba de alguien muy fanfarrón. No se habían vuelto a ver desde la noche en que los fusilaron. Se estuvieron contando sus vidas. Fueron los mismos que los condujeron desde Granada", afirma el general Nestares.
Según él, al lugar de los hechos llegaron dos camiones desde puntos distintos. "Uno traía a García Lorca y a los banderilleros anarquistas, Juan Arcoya Cabezas y Francisco Galadí. El otro transportaba a don Dióscoro Galindo, maestro republicano de Publiana, que también fue fusilado. Lo trasladaron desde su pueblo y bajo el mando de Juan Luis Trescastros".
Los demás miembros del pelotón eran Mariano Ajenjo Moreno, Salvador Varo Leyva y los campeones de tiro Juan Jiménez Cascales y Fernando Correa Carrasco, armados con sus pistolas Astra modelo 902 calibre 7,65 mm y sus fusiles Mauser modelo 1893, todos ellos llenos de munición. A unos los reclutaban por su pericia en los disparos; otros, como Benavides, un tipo sangriento, un asesino natural según Caballero, se apuntaban por vicio.
Nestares, que por aquel entonces —cuando dice que le condujeron al lugar en los años setenta— presentaba grado de comandante, consiguió convencerles por la confianza que les merecía gracias a su padre: "Fueron con mucho gusto. No volví a verlos más. Nadie en Granada sabía quiénes eran algunos de ellos", afirma. Según el general, no presumían del crimen, pese a que varias versiones les presentan fanfarroneando por la ciudad en las horas posteriores al asesinato.
La tesis de Gibson
La investigación en marcha difiere de la de Gibson. Él se basaba en los testimonios de Manuel Castilla Blanco, alias ‘Manolillo el comunista’, supuestamente el enterrador, quien condujo al investigador hacia otro paraje a unos 400 metros del actual. Según Caballero, dicho testimonio no era fiable, ya que según él ha comprobado, ‘Manolillo el comunista’ llegó al lugar en septiembre y el asesinato se produjo en agosto. "En aquellos tiempos de escasez, cualquiera estaba dispuesto a dar una versión por algo a cambio", remacha Miguel Caballero.
Gibson argumenta en cambio que no se fía de la fecha que aduce Caballero: "Llevar allí a un extranjero en aquella época era jugársela. Yo creo que sí estuvo. Él estaba convencido de decirme la verdad. Manuel Cuesta me confesó que en la época el capitán Nestares, responsable de la zona, le había obligado a firmar un documento jurando que no había estado allí".
El problema con la nueva superficie de excavación, que ya se encuentra delimitada con estacas, es que existen unos ocho metros de tierra encima debido a la preparación para construir en su día un campo de fútbol. En el mismo lugar donde los investigadores creen que se encuentra la fosa hubo un campo de instrucción para tropas de Franco; también se ha practicado allí motocross, y se quiso construir un complejo deportivo que iba a quedar rodeado de chalés. Algo que en su día Isabel García Lorca, hermana del poeta, se empeñó en parar mediante una carta al entonces alcalde de la localidad, Juan Caballero Leyva, con fecha de 13 de octubre de 1998: "Distinguido amigo. Ha llegado a mis oídos el plan que tiene el ayuntamiento de Alfacar, que usted preside, de hacer un campo de fútbol justo donde fueron a caer miles de hombres asesinados, muchos de ellos, supongo, correligionarios suyos, socialistas. También está ahí mi hermano, Federico García Lorca".
Así lo reconoce Isabel en la misiva. Y no detiene ahí las presiones. Envía el fax al entonces presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, y todo se para. "El daño principal ya estaba hecho", dice Caballero. "Era la explanación, lo que hizo que el terreno principal fuera alterado con el añadido de varios metros encima. Ahora tenemos que buscar una aguja en un pajar. De haber quedado todo como estaba originalmente, junto a lo que llaman camino del obispo y a 24 pasos de lo que es este cortijo, conocido como del Pepino, ya habríamos encontrado los restos", explica.
Un misterioso donante anónimo
Dentro de los donantes que apoyan las excavaciones hay un anónimo misterioso. “Nos ha dado lo que falta tras haber comprobado lo que necesitamos. Es casi la mitad de lo necesario, que asciende a 31.400 euros”, afirma Miguel Caballero. La Junta de Andalucía aportó en su día una partida de 16.500 euros para la segunda excavación. En el caso de la actual, todo ha sido recaudado por micromecenazgo. La Delegación de Fomento, una máquina excavadora y vallas. Todo en apoyo de un grupo compuesto por un arqueólogo director, Javier Navarro, con seis colegas a su mando, investigadores de la Universidad de Nottingham, el geofísico Francisco García (Universidad de Valencia), dos geoarqueólogos pertenecientes a la Universidad de Aragón (José Luis Peña) y la Nacional de Tucumán, en Argentina (María Marta Sampietro) y dos investigadores documentales, entre los que está Miguel Caballero.
La Junta necesitaba una asociación que impulsara la iniciativa. Navarro implicó a la suya, Asociación Regreso con Honor, creada a partir de la reivindicación de la memoria de los 60.000 soldados españoles que perecieron en la guerra de Cuba. También ha estado implicado en excavaciones de fosas en Agüero (Huesca) y Romanillos de Medinaceli (Soria) y es un experto en la búsqueda de cuerpos enterrados sin sepultura.
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